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Lucas 6:27-38
6:27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;6:28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
6:29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.
6:30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
6:31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
6:32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
6:33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
6:34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
6:35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.
6:36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
6:37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
6:38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
AMAD A VUESTROS ENEMIGOS
Buen día amados hermanos, bienvenidos al servicio de adoración Dominical ¡Me contenta mucho verlos! Desde la semana pasada, con el mensaje del M. José Ortega, comenzamos el estudio de uno de los discursos más conocidos de Jesús: el llamado Sermón del Monte. Este discurso ha sido famoso por su gran aplicación práctica, y también porque todo lo que enseñó Jesús en esa ocasión representa una nueva visión de la ley, lo cual es un desafío para los cristianos y para el mundo en general. De hecho, con solo ver el título del mensaje de esta mañana se pueden dar cuenta que estaremos hablando de un tema sensible para muchos: los enemigos. Hoy aprenderemos que el deseo de Dios es que nosotros amemos a los que nos odian, y que para él es más valioso incluso que el amar a nuestros amigos. Y la palabra consistirá en un conjunto de consejos prácticos que deseo que aprendamos bien para que podamos aplicar esta palabra en nuestro diario vivir.
- AMEN A SUS ENEMIGOS
Leamos el v.27a “Pero a vosotros los que oís, os digo:”. Hay que saber que la palabra de hoy tiene un destinatario diferente del que vimos la semana pasada, si vemos el v.20 notaremos que dice: “Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: …” es decir, que los primeros versos del sermón del monte estaban destinados principalmente a los discípulos de Jesús. Por eso una de las bienaventuranzas era “Bienaventurados ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre” (v.20, NVI) naturalmente esta era una dicha que solo podrían tener los que estaban siguiendo a Jesús. Sin embargo, vemos que la palabra de hoy no es solo para los cristianos, sino que además de nosotros los discípulos, Jesús se la dijo a todo el que lo estaba oyendo: a los sanos, los enfermos, curiosos, fariseos, escribas, publicanos, jornaleros, judíos, prosélitos, etc. Todos debemos practicar lo que vamos a aprender hoy, y no hay excusas.
¿Pero qué es eso que Jesús nos pide a todos? Veamos más del v.27 “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos,”. Jesús nos enseña que debemos amar a nuestros enemigos. Y lo primero que debemos preguntarnos es quiénes son los enemigos, a quién se refería Jesús. Si buscamos en el diccionario vamos a ver que el concepto es bastante genérico, dice: “Que se opone a alguien o algo, o es contrario a ellos.” Entonces según la R.A.E. cualquiera que se oponga a nosotros, ya sea a nuestras ideas, posición política, laboral, académica, etc. podría ser nuestro enemigo ¿pero son estos los enemigos que Jesús hace mención? ¡No! si vemos lo que resta del v.27,28 entendemos mejor quiénes son: “… los que os aborrecen; … los que os maldicen, … los que os calumnian.” Nuestros enemigos son las personas quienes no le caemos bien, los que con causa o sin causa nos detestan, hablan mal de nosotros y nos desean el mal, quieren que fracasemos, inclusive que muramos. Un enemigo es aquel que inventa cosas de nosotros y nos difama, manchando nuestro nombre, nuestro testimonio, etc. No necesariamente el enemigo hace todas estas cosas a la vez, puede ser que haga una sola, o algunas. Tener enemigos no es lo deseable, pero a veces no es nuestra culpa. Hasta nuestro Señor Jesús tuvo enemigos, una persona santa, buena y perfecta. Por lo cual también podríamos tener enemigos solo por ser nosotros o incluso haciéndole bien a los demás. De hecho, es raro que alguien no tenga adversarios y la biblia nos lo advierte, algo de eso vimos en el v.26a ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! Por esto hermanos, para que hagamos más práctica esta palabra, le pido que usted haga memoria y traiga a su mente a esa persona que califica como su enemigo. Para que todo lo que vamos a aprender hoy usted lo aplique sobre esa persona. Puede ser que el enemigo esté en su trabajo, en la Universidad o en la iglesia. Puede ser alguien de su familia, un paisano, vecino, o un compañero (alguien cercano). También puede ser alguien lejano con quien usted nunca ha tratado. No importa quién sea, vamos a aprender hoy qué debemos hacer.
Leamos de nuevo el v.27a “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos,” Jesús nos pide que amemos a esos que nos aborrecen, nos maldicen y nos calumnian. ¿pero qué significa amar? Algunos creen que amar es un simple sentimiento, pero es más que esto, amar implica una acción. Y el tipo de acción que yo tomo depende de cómo yo ame a esa persona. No es lo mismo amar a un amigo o un familiar (amor filiar), que amar a la pareja (amor erótico) o amar a Dios (amor ágape). Y acá es bueno preguntarnos qué tipo de amor nos pide Jesús para con el enemigo ¿saben cuál es? Amor ágape. Es decir que Jesús quiere que amemos a nuestros enemigos así como él nos ama a nosotros (y como nosotros le amamos a él). Según la biblia (1 Corintios 13:4-8a) “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser;”
Es interesante que debamos hacer con nuestros enemigos lo mismo que Dios hace por nosotros, Jesús no nos está pidiendo algo que él no haya hecho, más bien él nos dio el ejemplo. Juan 3:16 dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” por nuestros pecados nosotros pasamos a ser enemigos de Jesús, y aunque merecíamos sus reproches, reclamos y condena, él no lo hizo. Al contrario, se sacrificó para salvarnos, es decir, que no nos tomó en cuenta nuestra ofensa, sino que soportó y hasta pagó por nuestra culpa ¿usted estaría dispuesto a hacer eso por su enemigo. Traiga a la mente a esa persona que le pedí que recordara y pregúntese ¿estoy dispuesto a amarlo(a) hasta este punto? Probablemente su respuesta sea un no. Porque nosotros quisiéramos que los que nos hacen y desean mal pagaran por ser tan injustos. Pero Jesús nos pide a todos que en lugar de eso, no le tengamos en cuenta su error y resolvamos este asunto en nuestro corazón. Esto, en otras palabras, es “perdonar”, y les invito a leer Lucas 23:34 “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Lo que quiero que veamos es que Jesús perdonó a sus enemigos. Y no les perdonó algo muy difícil, que fue el maltrato que recibió y la muerte, porque estas palabras fueron dichas por Jesús cuando estaba en la cruz, a punto de morir. Entonces, para amar a nuestros enemigos basta con que recordemos lo que Jesús ha hecho por nosotros. Nosotros también nos hemos equivocado contra Dios, y le hemos hecho cosas muy feas, y lo hemos ofendido más veces de las que nuestros enemigos lo han hecho con nosotros. Entonces por ¿qué nos cuesta tanto perdonar? Al final vamos a aprender un importante principio acerca del perdón.
De este modo, amar debe ser algo práctico, pero ¿cuáles son esas acciones que debemos practicar hacia los enemigos? veamos tres aspectos que engloban todo lo que debemos hacer hacia los enemigos:
Primero, hacer lo contrario de lo que hacen nuestros enemigos. Leamos de nuevo los v.27b-28 “… haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.” Lo natural cuando un enemigo nos hace daño es que queramos hacer lo mismo contra ellos, de hecho, en esa época los judíos aplicaban un principio que muchos hemos oído (el famoso “ojo por ojo”) y que está en Éxodo 21:24 “ ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie,” este principio representa el criterio que debían aplicar los que estaban en posición de juzgar en Israel, y aunque a la luz de la ley, podríamos exigir que el enemigo sufra lo mismo que él nos ha hecho sufrir, Jesús nos está enseñando que Dios quiere sobre esta ley haya una ley mayor, que es la ley del amor. Por lo cual, como lo dice este título debemos hacer todo lo contrario de lo que hace nuestro enemigo. Si nos hacen daño, nosotros debemos hacer el bien. Si nos difaman o manchan nuestro nombre nosotros no debemos hacer lo mismo, sino más bien evitar hablar mal de esa persona. Y si nos desean mal, no hagamos nosotros lo mismo, sino más bien bendigámoslos y oremos a Dios para que no le tome en cuenta ese pecado a nuestro enemigo, y que lo ayude a arrepentirse.
Los v.29-31 nos muestran otras acciones: “Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.” Muchas veces nuestros enemigos van a ser ladrones o agresivos, y lo mejor en esos casos no es ponernos a pelear con ellos, sino dejarlos que nos roben. Porque la vida es más importante y lo material lo podemos recuperar. Y si esto nos pasare varias veces, varias veces debemos mantener la calma y no forcejear. Si nosotros podemos evitar a nuestro agresor, evitémoslo, pero no hagamos lo mismo que él. No seamos agresivos como él. Este es el punto clave: no le paguemos con la misma moneda.
Proverbio 25:21,22 (NVI) dice “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta, y el Señor te lo recompensará.” Si usted busca en su biblia encontrará que literalmente la última frase dice: ascuas amontonarás sobre su cabeza, con esta otra versión entendemos qué significa. Dios no quiere que nos convirtamos en la misma que nuestro enemigo, más bien quiere que hagamos todo lo contrario. Y si nos sirve de motivación, hágalo por lo que dice esta palabra: para que su enemigo se avergüence de su conducta. Esta es la mejor manera de ayudar a nuestros adversarios. Esto más la oración hará que muchos se arrepientan y cambien su forma se ser, quizá hasta su opinión de nosotros.
Segundo, hacer lo mismo que queremos que nos hagan. leamos el v.31 “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” Este versículo es conocido como “la regla de oro” porque es un principio moral general, básico e importante. Usted busca “regla de oro” en Google o Wikipedia y aunque no mencionan la biblia le aparecerá el contenido de este verso. Y yo creo que es bastante simple de entender. Si usted va a hacer algo a su enemigo primero pregúntese: ¿me gustaría que me hicieran esto a mí? Yo estoy seguro que si nos preguntáramos esto siempre, muchas de las malas acciones que llevamos a cabo en contra de nuestros adversarios morirían antes de cometerlas. Ponerse en el lugar del otro es una muy buena práctica, no solo nos ayuda a entender por qué el otro actúa (o actuó) así, sino que como vemos en esta palabra también nos ayuda a obrar de la mejor manera para con los demás.
Para hacer lo correcto a nuestro enemigo tenemos que imaginarnos como si hubiésemos sido nosotros los que nos equivocamos; que por cierto, puede pasar, hoy día somos los agraviados, pero el día de mañana podemos nosotros cometer el mismo error, para con esa persona o para con otra.
¿Hacer todo esto es fácil? ¡no es fácil! y el Señor no nos dice que lo sea. Al contrario, miren lo que dicen los v.32-35 “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.” En esta parte de su discurso Jesús habla de dos tipos de personas, por una parte habla de “los pecadores” y por otro lado habla de los “hijos del Altísimo (Dios)” desde un punto de vista estricto, todos somos pecadores, pero hay una gran diferencia entre los pecadores que somos hijos de Dios y los que no. Si nosotros amamos al que nos ama, no somos diferentes a la gente del mundo. Si nosotros le hacemos bien a los que nos hacen bien tampoco somos diferentes a la gente del mundo. La biblia dice que aún la gente malvada puede amar y hacer buenas cosas por los suyos (Mateo 7:11). Y si nosotros le damos a alguien algo (material o no) esperando una retribución a cambio, tampoco somos distintos a los incrédulos. La tierra está llena de empresarios que invierten esperando recibir una ganancia. ¿Qué es lo que nos diferencia a nosotros los hijos de Dios? precisamente que imitamos a Dios y hacemos el bien para con todo el mundo, aunque esto sea muy difícil. Y un buen ejemplo lo vemos en Mateo 5:45 “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” Así como Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, y así como da la lluvia a todos sin distinción, nosotros también debemos amar, hacer el bien y dar a todo el mundo sin importar quienes son, especialmente sobre nuestros enemigos, los que nos han ofendido o nos ofenden aún. Y esto no debemos verlo como una carga pesada, sino como un honor, un privilegio. Es poder ser en algo semejante a Dios aunque no merecemos ni siquiera la comparación. Muchos mártires han dicho que son dichosos por morir por la causa cristiana, y se basan en que pudieron darle su vida a Dios como él lo hizo una vez por nosotros. De igual manera imitar este carácter de Dios es una dicha, aunque es doloroso como morir, porque realmente debemos hacer morir nuestro orgullo, ira, etc.
Tercero, con la medida que midas serás medido. Leamos los v.36-38 “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.” Este fue el principio que les dije que les hablaría al final.
Hoy día nosotros estamos familiarizados con ciertas medidas, como el metro, kilómetros, los gramos, etc. Pero en la antigüedad se usaban otras formas. Seguro han escuchado el codo, el estadio, el palmo, siclo, etc. Particularmente para medir el trigo se usaba una caja de madera o una canasta. Si alguien tenía una canasta muy grande era más difícil para el agricultor recibir el beneficio del pago, porque tenía que meter más granos, pero si la canasta era más chica, el que cosechaba ganaba mucho, pero por la gracia del que le estaba midiendo. Ahora bien, según estos versos, Dios usa nuestra misma medida (caja o canasta) para medirnos a nosotros. Ese es un criterio bíblico: que si nosotros somos muy exigentes, el Señor también nos va a exigir mucho y si por otra parte somos misericordiosos, Dios nos va a dar mucha más misericordia. Entonces en cierta manera cuando nosotros hacemos algo a nuestros enemigos estamos también condicionando cómo vamos a ser juzgados por Dios, a quien nosotros hemos ofendido. Y en este sentido debemos tener cuidado. Nosotros tenemos la libertad de obrar hoy día como queramos, pero no olvidemos que en cierto sentido estamos regidos bajo la “ley del boomerang” es decir, que hoy nosotros estamos tirando algo en contra de alguien, pero con el pasar el tiempo eso mismo se nos regresará. De esta manera debemos evitar juzgar y condenar a los demás. más bien debemos ser misericordiosos, perdonar y dar lo que queremos recibir.
Entonces, hoy hemos aprendido que debemos amar a nuestros enemigos. Y hemos visto que amar significa actuar. Hemos visto que nuestras acciones deben estar regidas por tres principios, que les pido que en esta semana memoricen. (1) hacer lo contrario que hace nuestro enemigo (2) hacer a los demás lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros (3) Medir con la medida que yo quiero ser medido. Vemos que ningún momento Jesús justificó a los malos, el que actúa mal va a recibir sus consecuencias en su debido tiempo, la biblia nos dice eso claramente, pero Jesús quiso que no fuéramos nosotros lo que juzgáramos y ejecutáramos condena, sino que al contrario, lo imitáramos a él que hace misericordia de todo el mundo. Esta forma de identificar a un verdadero hijo de Dios y oro que nosotros seamos esos “hijos del Altísimo” amén
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