Josué 1:1-5

1:1 Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
1:2 Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
1:3 Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
1:4 Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.
1:5 Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.

YO LES HE ENTREGADO TODO LO QUE PISARE SU PIE


Buenos días. Hoy comenzaremos un emocionante viaje a través de un nuevo libro de la Biblia: Josué. Es el sexto libro de la Biblia, siguiendo al Pentateuco —los cinco libros de la Ley— y el primero de los “libros históricos” en el canon cristiano. Josué relata la conquista de Canaán, la Tierra Prometida que Dios juró dar a Abraham y a su descendencia, así como la distribución de la tierra entre las tribus de Israel. A través de sus páginas, exploraremos la transición de liderazgo de Moisés a Josué, el cumplimiento de las promesas divinas, y los desafíos y victorias del pueblo de Israel al establecerse en la Tierra Prometida. Josué nos invita a reflexionar sobre la fidelidad de Dios, el valor de la obediencia y el poder de Su presencia en medio de las adversidades. Yo oro para que a través de este libro podamos llenar nuestro corazón con las promesas de Dios y fortalecernos para obedecer cabalmente la Palabra de Dios en nuestras vidas. Amén.

Este libro es muy especial para mí. Primero, tomé mi nombre de fe de su autor y protagonista humano, Josué, antes de venir como misionero a Panamá. Mi anhelo es tener una vida de fe, una comunión con Dios y un servicio fiel como los de Josué hijo de Nun. Segundo, el versículo clave del mensaje de hoy, fue el versículo clave de nuestra fraternidad en Caracas: “Pioneros de Fe”. Durante unos cinco años servimos con este versículo clave y he predicado cientos de veces acerca de él, así que lo atesoro preciosamente en mi corazón. Mi deseo es que ustedes también puedan ser tocados a través de este libro, y que aprendamos de la fe, devoción, obediencia y fidelidad de Josué, aplicándola cada día en nuestras vidas también. Amén.

En el pasaje bíblico de hoy aprenderemos cómo comienza este fascinante libro con la sucesión de liderazgo de Moisés a Josué, el mandamiento de Dios para el nuevo líder: “levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel” (v.2), el recordatorio de la promesa de Dios para Moisés (v.3), y una nueva promesa para Josué en el v.5. Yo oro para que cada uno de nosotros pueda recibir este mandamiento en su corazón y aplicar estas promesas a su vida. Que podamos levantarnos e ir a nuestro campo de misión, la Universidad de Panamá, con la certeza de que Dios ya nos ha entregado todo lugar que pisare la planta de nuestro pie y de que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y que nos usará para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria.

I.- La sucesión del liderazgo (1-2) 

Leamos juntos el v.1, por favor. Josué es la continuación natural del libro de Deuteronomio. Empieza donde éste termina, con la muerte de Moisés. Desde Éxodo en adelante, los cuatro últimos libros han estado dominados por una figura humana gigantesca: Moisés. Durante cuarenta años ha sido el líder, el mediador y libertador de su pueblo, siempre presente, siempre confiable, el hombre que hablaba con Dios “cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.” (Éxo. 33:11). Para los israelitas debió ser casi imposible imaginar la vida sin Moisés, como debió haber ocurrido a la mayoría de los ciudadanos británicos, pensar en su país sin la reina Isabel II después de sus setenta años en el trono; o imaginar a Panamá sin Mayín Correa. Pero el principio de este libro muestra la realidad de Israel en ese momento: Moisés ha muerto; y la vida, como siempre, ha de continuar, y un nuevo líder debe levantarse.

Es interesante cómo se presenta esta situación en el v.1. Se llama a Moisés “siervo de Jehová” y a “Josué hijo de Nun, servidor de Moisés”. Se hace un contraste entre el líder, el siervo de Jehová, y el colaborador, el servidor de Moisés. Esto se hace intencionalmente para identificar a Josué como se presenta a lo largo del Pentateuco, el servidor de Moisés; y mostrar su sucesión del cargo de Moisés. De hecho, el libro de Josué termina presentando esta realidad al decir: “Después de estas cosas murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años.” (Jos. 24:29). Finalmente, Josué fue levantado como sucesor de Moisés, y pasó a ser llamado “siervo de Jehová”.

¿Qué pasará con UBF Panamá cuando yo no esté? No puedo comparar mi figura ni remotamente con la de Moisés, pero soy el líder que Dios ha levantado para este ministerio, y preparo todos los fines de semana la adoración y el mensaje, y me encargo de muchas de las cosas administrativas. Mi esposa está pendiente de que el salón y los baños estén limpios para el culto, de sacar la basura, de que tengamos los insumos necesarios para servir, de los que se van a conectar en línea, realiza la oración representativa por la ofrenda. Algunos colaboran en otras cosas durante el culto, Darío guía el himno antes del mensaje, Karen realiza la oración representativa por la Misión Mundial y Panamá, Yael está presidiendo el culto y Victoria está leyendo el pasaje bíblico. Son una gran colaboración. Sin embargo, todavía necesitamos más colaboración. Desde hace años estamos orando para que alguien se pueda encargar de la adoración. Para que Dios levante músicos que nos guíen en vivo, aunque sea con una guitarra. O por lo menos, que alguien me pueda colaborar con los videos para la adoración, y así yo poder enfocarme más en el mensaje. Seguiremos orando para que Dios levante los colaboradores con deseo de servir y que puedan suceder el ministerio cuando yo no esté.

Volvamos a Josué. ¿Quién era él y por qué se le llama “servidor de Moisés”? Josué nació en Egipto durante el período de esclavitud. Era de la tribu de Efraín, por tanto, descendiente de José. Aparece mencionado por primera vez en la Biblia en la batalla contra los amalecitas durante la peregrinación por el desierto. Fue el general designado por Moisés que lideró a las tropas en la lucha, mientras Aarón y Hur sostenían en alto las manos de Moisés (Éxo. 17:8-13). Es interesante que haya sido él seleccionado para comandar el ejército de Israel, pues era muy joven. Debía tener unos veinte años en ese momento. Al parecer Moisés vio gran potencial en este muchacho y lo tomó como servidor suyo, como su asistente o mano derecha, pues éste es el título que se la da en la siguiente mención de él en la Biblia cuando sube con Moisés al monte de Dios a recibir las tablas de la Ley (Éxo. 24:13). 

No hay evidencia alguna de que Josué haya entrado con Moisés en la nube de la gloria de Dios a recibir las tablas, así que el consenso general es que el muchacho esperó pacientemente por su señor a las afueras de la nube ¡durante cuarenta días y cuarenta noches! ¡Cuánta fidelidad y devoción! Al estar en el monte, fue el único del pueblo, aparte de Moisés, que no participó de ninguna manera en el incidente del becerro de oro. Y cuando bajaba con Moisés confundió el escándalo del pueblo con una batalla (Éxo. 32:17). 

Su devoción se destaca también cuando en su siguiente mención en Éxo. 33:11 donde dice que “el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.” Aunque Moisés regresaba a su tienda en el campamento, Josué prefería quedarse cerca de la presencia de Dios en el tabernáculo, fuera del campamento. Además, él fue uno de los doce espías designados por Moisés para reconocer la tierra de Canaán antes de entrar a conquistarla, representando a la tribu de Efraín (Núm. 13:8). Cuando los espías regresaron, informaron que la tierra era muy buena, pero la mayoría dudaba de que los israelitas pudieran tomarla por la fuerza por lo formidable de sus enemigos (Núm. 13:25-29). Josué y Caleb (de la tribu de Judá) fueron los únicos espías que animaron al pueblo a proseguir con la conquista y tomar la tierra que Jehová les había prometido (Núm. 13:30; 14:5-10). 

Debido a la falta de fe del pueblo, Jehová decretó que la generación del éxodo, todos los mayores de 20 años al momento del censo, morirían en el desierto (Núm. 14:26-35). El pueblo vagaría durante 40 años, un año por cada día dedicado a espiar la tierra (Núm. 14:34). Solo Josué y Caleb se librarían de este castigo (Núm. 14:30) y entrarían en la Tierra prometida como confirma el censo antes de entrar a la tierra en Núm. 26:65.

A este fiel y devoto Josué escogió Jehová públicamente antes de la muerte de Moisés para ser su sucesor (Núm. 27:22-23). Si bien el rol de Josué como servidor de Moisés hacía lógica su escogencia como sucesor, Moisés le pidió a Jehová que nombre un líder después de que le revelara que su muerte era inminente (Núm. 27:12-17). Así Jehová le instruye investir públicamente a Josué con su autoridad (Núm. 27:18-21). Y después de la segunda proclamación de la Ley en Deuteronomio como discurso de despedida de Moisés, éste anuncia al pueblo que Josué es su sucesor (Deu. 31:1-8) y se muestra a Jehová comisionándolo personalmente en el Tabernáculo (Deu. 31:14, 23). Deuteronomio concluye diciendo: “Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés. Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés.” (Deu. 34:7-9). Justo aquí retoma la historia el libro de Josué.

Leamos juntos el v.2, por favor. Jehová comienza diciendo a Josué que Él está consciente de que Moisés está muerto y que es difícil para ellos esta situación, sin embargo, la vida continúa y el Señor tiene un mandamiento para él: “ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.” Ya habían llorado durante 30 días en los campos de Moab. Ahora era el momento de continuar con la misión que Él les había encomendado. Josué tenía que levantarse de su tristeza e inacción, y liderar al pueblo para que pasase el río Jordán. El Jordán no era como el Charco Azul al que hemos ido en Cerro Azul. Era de un cauce amplio y podía llegar a ser bastante caudaloso. Considerando el lugar del cruce y que estaban en época de crecida como especifica Jos. 3:15, su ancho podría estar entre 100 a 150 m, como cruzar un campo de futbol de una portería a otra; además, tendría una profundidad de 3 a 6 m en ese momento. Esto hacía imposible que se cruzara a pie. Requería la ayuda de Dios.

Este mandamiento debe haberle recordado a Josué cuando cruzaron el Mar Rojo después de su salida de Egipto. Pasar el Jordán parecía una empresa imposible, pero el Mar Rojo era más formidable y ya Dios los había ayudado a cruzarlo. Así que esto podía darle esperanza a Josué y al pueblo de que lo cruzarían. De esa generación solo Josué y Caleb recordarían el cruce del Mar Rojo, pero ahora Dios le está dando la oportunidad al pueblo de Israel de experimentar algo similar, y tener una mayor confianza en Él y una mayor seguridad al relatar a sus hijos lo que Dios había hecho durante el éxodo. 

Por otro lado, en la ribera occidental del Jordán les esperaban guerreros poderosos y experimentados y grandes ciudades amuralladas listas para defenderse. Así que el mandamiento de Dios para Josué parecía muy difícil de obedecer. Josué podría estar pensando: “Si Moisés estuviese con nosotros, probablemente sí podríamos cruzar y derrotar a los cananeos. Pero, ¿cómo podría yo pasar a este pueblo? ¿Cómo sé que Dios hará conmigo las mismas maravillas que hizo a través de Moisés?” Así que Jehová conociendo las dudas y el temor que podría haber en el corazón de Josué, le recuerda Su promesa a Moisés y le da una promesa particular a él. Veamos estas promesas a continuación.  

II.- Las promesas de Dios (3-5) 

Leamos juntos el v.3, por favor. Después de darle un mandamiento que parecía muy difícil de cumplir, Jehová le recuerda a Josué la promesa que le dio a Moisés en Deu. 11:24: “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio.” El recordatorio es un poco diferente a la pronunciación inicial de la promesa. Aquí Jehová está referenciando aquella promesa, pero la está contextualizando para Josué y el pueblo. La promesa en Deu. 11:24 está en tiempo futuro: “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro”, sin embargo, aquí en el v.3 está en tiempo pasado: “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.” Ya Jehová les había entregado la tierra, ellos solo tenían que pasar el Jordán y tomarla. Esto no significaba que sería fácil, pero sí que era seguro. No significaba que no tuviesen que luchar, pero sí que con Dios la victoria estaba garantizada. Aunque hubiese tropiezos en el camino, ya la tierra era de ellos. Dios estaba cumpliendo Su promesa a Abraham, Isaac, Jacob, José y Moisés.

El mandamiento y la promesa van juntos a lo largo de la Biblia. La orden consiste en cruzar el río Jordán, pero la promesa es que Dios le está dando ahora a Su pueblo su tierra prometida. Tanto el mandato como la promesa dependían de la soberanía divina, expresada en su sabia voluntad y lograda por Su poder irresistible. Así es cuando el pueblo de Dios cree las promesas y obedece los mandamientos: entran en la experiencia de comunión más profunda con Él. ¿Por qué desobedecemos tan a menudo los mandatos divinos? Porque en realidad no creemos Sus promesas. Ambas cosas van ineludiblemente juntas. La fe conduce a la obediencia. La desobediencia está siempre arraigada en la desconfianza. Veremos esta lección con frecuencia en el libro de Josué; es un continuo desafío con el que nos encontraremos una y otra vez en nuestra vida cristiana. Nuestra desobediencia muestra nuestra incredulidad.

Desde el punto más básico del cristianismo, si realmente creemos que Jesús es nuestro Señor y que Él murió en la cruz por nuestros pecados, entonces nacemos de nuevo y recibimos el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios Todopoderoso que nos puede dar la victoria contra el pecado en todo tiempo. Así que, si sucumbimos frecuentemente ante el pecado, quiere decir que no nos estamos rindiendo al poder del Espíritu Santo para que nos ayude a vencer, sino que estamos confiando en nuestras propias fuerzas que son insuficientes. No estamos creyendo a las promesas de Dios. Debemos creer en las promesas de Dios y tener una comunión íntima con Él por medio de la oración y del estudio de la Biblia para que el Espíritu Santo nos ayude a vencer toda tentación y a testificar con poder el evangelio de Jesucristo. Amén. 

Leamos ahora juntos el v.4, por favor. Pueden ver que este versículo es también parte de la promesa de Dios a Moisés en Deu. 11:24. Dios le estaba prometiendo al pueblo una gran extensión de tierra. Su territorio abarcaría desde los límites de Egipto en el sur, hasta el río Éufrates en el norte; y desde el desierto oriental hasta el Mar Mediterráneo al occidente. Para que tengan una idea, este territorio abarca actualmente la totalidad de Israel, Líbano, Jordania, gran parte de Siria y el oeste de Irak. Sin embargo, el pueblo de Israel no alcanzó nunca a conquistar todo ese territorio. Durante el reinado de David y Salomón (ca. 1,000 – 930 a.C.), Israel alcanzó su mayor extensión territorial, controlando partes de lo que hoy es Israel, Cisjordania, Gaza, el sur del Líbano, el suroeste de Siria (hasta el Golán) y el oeste de Jordania. Esto se debió a su desobediencia que veremos también a lo largo de Josué. Jue. 1:28 dice que: “cuando Israel se sintió fuerte hizo al cananeo tributario, mas no lo arrojó.” No obedecieron al mandamiento de Dios de acabar por completo con estos pueblos, sino que los subyugaron y los pusieron a pagar tributos. Así que Jehová no echó a estos pueblos de entre ellos, y los israelitas fueron influenciados por su idolatría, abandonando a Jehová, lo que sería su perdición.  

Leamos juntos el v.5, por favor. Aquí Jehová le da una promesa personal a Josué para infundirle confianza para liderar el pueblo: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.” Jehová le promete a Josué que nadie podría vencerlo en todos los días de su vida y que estaría con Él como estuvo con Moisés. Esta es una gran promesa porque Josué había sido testigo en primera fila de cómo Jehová había estado con Moisés en Egipto a través de las plagas, cómo le ayudó a cruzar el Mar Rojo, y cómo estuvo con él durante toda la peregrinación en el desierto. Así que podía tener la confianza de que Dios haría grandes maravillas en él y a través de él como las había hecho con Moisés. No lo dejaría ni desampararía en toda su vida.

Podemos pensar que este mandamiento y estas promesas de Dios poco tienen que ver con nosotros, más que lo que les he referido hasta ahora en el mensaje. Sin embargo, cuando vemos el mandamiento y la promesa que nos dejó nuestro Señor Jesús después de su resurrección, podemos notar un paralelismo fascinante: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mat. 28:19-20). Así como le dijo a Josué: “ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.” (v.2), ahora nos manda a nosotros a levantarnos e ir hacer discípulos a todas las naciones. En el caso de nuestro ministerio nos manda a levantarnos a ir a nuestra tierra de misión: la Universidad de Panamá. Tenemos que ir a hacer discípulos a la Universidad de Panamá. Y, ¿qué promesa nos da junto con este mandamiento? Que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Cuando vamos a la universidad a predicar el evangelio, el Espíritu Santo de Dios va con nosotros ayudándonos a alcanzarlos.

Y, ¿cómo podemos saber que este mandamiento y esta promesa nos aplican a nosotros también? ¡Porque ya lo hemos experimentado! Cuando fuimos a la universidad y predicamos entre los estudiantes, Dios nos permitió establecer un estudio bíblico grupal en la Escuela de Medicina, que creció mucho. Lamentablemente, durante la pandemia perdió fuerza y finalmente se disolvió. Sin embargo, Ricardo y Carlos empezaron a estudiar la Biblia en ese grupo, así que quedan como frutos de él. Además, ese estudio bíblico grupal es una garantía de que Dios lo puede hacer otra vez, si obedecemos. Él ya nos ha entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de nuestro pie. Tenemos que ir y pisar la Universidad de Panamá. Ir y orar. Ir y pescar. Ir con la fe de que Dios nos permitirá al menos un joven para estudiar la Biblia con él. O, ¿por qué no? Varios estudios bíblicos grupales allí. Uno en la Facultad de Medicina, uno en la Facultad de Ciencias Políticas, uno en Arquitectura, etc.

Pero, entonces, ¿por qué no vamos? Tenemos muchas excusas: “No tengo tiempo”, “tengo muchas cosas que hacer”, “vivo muy lejos”, “no conozco suficientemente la Palabra”, etc., etc., etc. No obstante, la razón real es que no creemos a la promesa de Dios y, por tanto, no tenemos el deseo de obedecer el mandamiento de Dios. El mandamiento de hacer discípulos no es un mandamiento para los misioneros o los pastores, es un mandamiento para todos los discípulos de Jesús. Así que si no lo estamos cumpliendo, estamos en desobediencia a la Palabra de Dios. Debemos mostrar nuestra fe y amor a Dios por la obediencia a este mandamiento.

Quizás en verdad para algunos sea imposible ir a pescar a la Universidad de Panamá. Entonces, ¿qué podrías hacer para cumplir con esta misión? Puedes orar para que Dios le permita el deseo y algún fruto al que de verdad puede ir. Puedes ir y orar para que Dios permita establecer estudio bíblico entre los estudiantes, aunque sea el domingo después de la iglesia. Puedes, al menos, testificar de Jesús a tu familia, a tus amigos o compañeros, e invitarlos a la iglesia. Hay muchas formas de contribuir con la misión. Lo importante es que creas en las promesas de Dios y tengas el deseo de obedecer.

Yo he estado tratando de ir los lunes por las tardes. He pescado algunas veces y tres estudiantes me dieron sus números de teléfono: Miguel, Elic y Carlos. Miguel parece que tiene deseo para estudiar la Biblia, pero no hemos podido concretar el estudio bíblico. Les pido sus oraciones para seguir yendo a la universidad y que pueda concretar al menos un estudio bíblico. 

Creamos en Dios y en Sus promesas. Obedezcamos Su Palabra. Dejemos que el Espíritu Santo nos llene de fe y poder para glorificar a Dios con nuestras vidas. Si hacemos estas cosas, Dios nos va a bendecir y nos va a usar para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.

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