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Lucas 7:1-10
7:1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.7:2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
7:3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
7:4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
7:5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
7:6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7:7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
7:8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
7:9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
7:10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
LA FE DE UN CENTURIÓN
Buen día amados hermanos. Bienvenidos al Servicio Dominical de hoy. El título del mensaje de esta mañana es: La Fe de un centurión, y en ocasión del tema quisiera mostrarle una célebre frase del pastor Martin Luther King Jr, que dice lo siguiente: “Da el primer paso con fe. No tienes por qué ver toda la escalera. Basta con que subas el primer peldaño” me gustó mucho este pensamiento porque resume en gran parte la actitud del centurión que estudiaremos hoy, ya que este confiadamente se acercó a Jesús para pedirle un milagro particular, una sanación a distancia, aunque nunca Jesús había mostrado este tipo de sanaciones. El centurión dio el primer paso, aunque no se veían todos los escalones de la escalera, pero veremos hoy, que lo que maravilló a Jesús no fue solo su iniciativa, sino varias actitudes que él tuvo y especialmente su confianza plena en el poder y la autoridad de la palabra de Cristo.
De este modo, en el mensaje de hoy vamos a ver cinco aspectos resaltantes de la conducta del centurión mi oración es que aprendamos de él y lo imitemos, de manera que tengamos una fe tan grande (o mayor) que la que él manifestó, y así Jesús también se maraville de nosotros y diga: nunca he visto en el mundo tanta fe. Amén
Primero, el centurión iba en contra de la corriente. Leamos los vv.1,2 “Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum. Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.” Hasta la semana pasada estuvimos estudiando el sermón de la montaña, y aunque el lugar exacto de este discurso es incierto, sabemos que luego que terminó Jesús volvió a Capernaum. Y de esta ciudad ya hemos hablado, especialmente cuando estudiamos Lucas 4 ¿lo recuerdan? Este fue un lugar en que Jesús hizo muchos milagros, y mientras en su ciudad de crianza (Nazaret) a Jesús lo rechazaron y casi lo matan, en este pueblo sí lo aceptaron y lo recibieron con brazos abiertos, más bien cuando él quiso salir, no dejaban que se fuera.
Según el verso que acabamos de leer, en esa ciudad había un centurión que tenía un esclavo que estaba muy enfermo y a punto de morir. Mateo 8:6 dice que el hombre estaba paralítico y sufriendo mucho. Pero lo asombroso, y es lo que quiero resaltar, es que este centurión quería mucho a su siervo. Aunque si vemos el vocablo original entenderemos que el aprecio del centurión por su esclavo no era un simple cariño, sino que lo estimaba tanto como alguien aprecia una piedra preciosa.
¿Y por qué llama tanto la atención esto? Porque esta actitud no se corresponde con lo que pudiésemos esperar naturalmente de este soldado. Un centurión era un militar romano, pero no cualquiera, sino el jefe de una tropa de cien soldados. Por eso el nombre del cargo era “centurión”, viene de “cien”. Y ya que es bien conocido que los soldados del ejército romano son probablemente los más crueles que ha habido en la historia, saquemos la cuenta de cuán cruel debía ser el centurión para controlar y mandar a cien de ellos. Además de esto, en aquella época, y hasta mucho después, los esclavos no eran tratados como personas, sino que eran visto como objetos, o como animales, y eran muy maltratados. Pero a pesar de estas dos cosas el centurión de esta palabra no era cruel, sino cariñoso, y no trataba a su siervo como objeto, sino como una persona.
Muchas veces nosotros nos dejamos influenciar por nuestro medio de trabajo, o por el ambiente de la Universidad, o por la cultura que nos rodea. Y en base a esta presión actuamos mal, excusándonos de que nosotros solo hacemos lo que los otros hacen. Sin embargo, aprendemos de este centurión que no debemos dejarnos arrastrar por la corriente de este mundo, sino que debemos ser diferentes, porque nosotros somo hijos de Dios. Quizá en nuestra cultura haya fiestas y ritos pecaminosos -como la caminata de Luján, el día de la Pachamama, los tambores de San Juan, etc- en que todos participan, pero no por eso debemos nosotros practicarlo. Quizá la costumbre es que los fines de semana todos van a boliches y/o se embriagan, pero no por eso nosotros debemos hacerlo. En fin, así como el centurión quería mucho a su siervo, en contra de la costumbre, nosotros debemos permanecer firmes y obrar bien a pesar de las costumbres y presiones externas.
Segundo, el centurión era humilde. Ahora leamos el v.3 ”Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.” Ya en este tiempo seguramente todo e pueblo sabía la cantidad de milagros que Jesús había hecho, no solo en Capernaum, sino en otros lugares. Por eso cuando el centurión se enteró que Jesús estaba en el pueblo hizo contacto con él ¿cómo lo hizo? a través de los ancianos judíos, que eran los representantes del pueblo judio. Más adelante vamos a ver por qué el no quiso ir personalmente, pero lo que quiero que nótenos en este punto es que el centurión le rogó a Jesús la ayuda hacia su siervo. Hay, básicamente, dos formas de pedirles las cosas a Dios. Una es imponer nuestras peticiones, diciéndole: “Señor quiero esto, esto y esto, y lo quiero rápido”; y la segunda manera es siendo humildes como el centurión y rogar el favor de Dios. Lo importante del ruego es que implica sujetarse a la voluntad de Cristo, también a sus tiempos e incluso a sus maneras.
Esta actitud del centurión es muy asombrosa, porque debemos entender que este hombre estaba acostumbrado a solo abrir la boca y que las cosas se hicieran inmediatamente, así es en la milicia, pero el no se aferró a su título para imponerle algo a Jesús, sino que más bien se despojó de su autoridad y se sometió a Cristo.
Aunque nosotros no tengamos una posición de poder como el centurión, podríamos cometer el error de ser orgullosos y querer imponerle a Jesús nuestra voluntad, en este error puede caer cualquiera, por eso debemos estar atentos, pero debemos prestar aún más atención a este asunto cuando tengamos un poco de poder, bien sea por algún cargo que Dios nos permita -en la iglesia, en el trabajo, Universidad, etc- o por prosperidad económica.
La biblia dice en Santiago 4:6 “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” El ruego humilde -como el del centurión- no es solo una palabra o una frase, sino que consiste en una actitud del corazón. Nosotros podríamos estar siendo orgullosos en el corazón aunque con los labios estemos diciendo lo contrario. La invitación es que nuestra humildad con el Señor sea genuina, porque a él no lo podemos engañar.
Tercero, el centurión amaba al pueblo de Dios. Leamos los vv.4,5 “Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.”
Normalmente los centuriones eran los directores de muchos abusos en contra de los judíos, ellos ordenaban golpizas y orquestaban crueles asesinatos a los condenados, de hecho, una muestra es que durante la crucifixión de Jesús (Lucas 23) podemos ver que había un centurión. Por tal sentido la relación entre ellos y los judíos no era buena, incluso los judíos consideraban a estos soldados como sus enemigos. ¡Este resentimiento era humanamente lógico! Sin embargo, el centurión de Capernaum no era igual a los demás, porque él en lugar de abusar y maltratar a los israelitas y judíos, los ayudaba y los apoyaba, a tal punto que los ancianos decían que amaba la nación. Prueba de ello es que les había construido una sinagoga. La sinagoga era un lugar importante y sagrado para los judíos, porque allí ellos no solamente iban a aprender de la palabra, sino que era el lugar de reunión, una especie de centro social en esa cultura. Mientras que a Roma no le convenía que los israelitas se reunieran en grupos, porque esto podría promover un alzamiento, este centurión los ayudó para que lo hicieran y se acercaran a Dios, a pesar de la gran inversión que esto suponía.
Esta bondad de él hacia el pueblo de Dios le hacía merecedor de varios beneficios. Lo primero es que, así como él amaba a los judíos, los judíos recíprocamente lo amaban a él, por eso vemos a los ancianos interviniendo por él ante Jesús para que el Señor le concediera el milagro. Pero la palara de Dios también dice que por estas buenas acciones que el tuvo para con los hijos de Dios también agradaba al Señor. Veamos esto en Mateo 25:40 “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” La palabra dice que si algo hacemos por los hijos de Dios (los hermanos de Jesús) es como si estuviésemos haciéndolo por Dios mismo, y esto acumula gran misericordia para nosotros, a tal punto que el día del Juicio el Señor nos dirá: “…Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” (Mateo 25:34).
De este modo, aprendemos del centurión que debemos amar a nuestros hermanos y ayudarlos (servirlos) en todo que podamos y ellos necesiten. No debemos ser egoístas y solo enfocarnos en resolver los asuntos de nuestras vidas, porque mientras ayudamos al prójimo servimos a Dios y lo agradamos.
Cuarto, el centurión reconocía a Jesús como el Señor. vv.6,7a “Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti;” aunque el centurión era un gentil, es decir, que no era parte del pueblo judío, Jesús lo escuchó y atendió, por una parte, porque para el Señor todos somos importantes (judíos y gentiles, pobres y ricos, estudiantes y trabajadores, mujeres y hombres, los de piel clara o piel oscura, etc.), pero por otra, como aprendimos hace unas semanas, Dios no desprecia el corazón contrito y humillado (Salmos 51:17). Si nosotros vamos a él en humildad y humillación, él escuchará nuestro ruego. Pero algo particular pasó cuando ya Jesús llegando a la casa del centurión: este hombre no quiso que Jesús entrara bajo su techo, porque no se consideraba digno de estar en la presencia del Señor. Por esto, es que él en un principio decidió enviar a otras personas a hablar con Jesús, porque él reconocía el señorío y la santidad de Cristo y se aceptaba como pecador. Y esto, es fundamental para poder establecer una relación con Dios.
Cualquier podría pensar que este centurión estaba loco, porque primero le pide a Jesús que lo ayude y luego le dice que no entre en su casa. Pero realmente este hecho no es un acto de locura, sino un profundo reconocimiento de nuestra realidad espiritual. Nosotros actualmente quizá no valoramos tanto la presencia de Dios porque tenemos libre acceso a ella, es cierto que ya Jesús no está físicamente con nosotros, pero si podemos hablar libremente con él a través de la oración, podemos ser llenos de su Espíritu Santo y tenemos la biblia donde libremente recibimos la palabra de Jesús. Gracias al sacrificio de Jesús tenemos total apertura para relacionarnos con Dios. Pero por esta libertad muchas veces no hacemos uso correcto del privilegio, y dejamos de orar, de leer la biblia y de entrar en la presencia del Señor. Pero si realmente entendiéramos lo que significa tener acceso a Dios, tendríamos un pensamiento como el del centurión y ni quisiéramos acercarnos a él porque es completamente santo y nosotros pecadores.
Lo importante de esta reacción del centurión es que él a pesar de su alto cargo militar, asumió una posición pequeña ante Cristo, lo cual nosotros debemos imitar para poder agradar a Dios. No tiene sentido que nos engrandezcamos delante de Dios, ni que creamos que por lo que hacemos somos merecedores del favor del Señor. Al contrario, no merecemos nada. Si nosotros vemos el v.4, los ancianos le dijeron a Jesús que él, por lo que había hecho por judíos, era digno de le concedieran el milagro, pero en los vv.6,7 el centurión dos veces dice que no es digno de la presencia de Jesús. Esta es la actitud que debemos tener nosotros. No debemos estar diciendo “yo soy bueno y por eso me merezco el cielo” ni nada similar, pues ninguno lo merece, tener esta actitud equivocada en lugar de agradar a Dios, le va a molestar.
Quinto, el centurión tenía fe en la palabra de Jesús. Leamos los vv.7b,8 “pero dí la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.” Ya hemos cuatro aspectos positivos de la actitud del centurión, pero este, el quinto, es a mi juicio uno muy importante. El centurión le pidió a Jesús que sin ni siquiera ir a su casa, dijera las palabras y el esclavo sería sano. Pero no lo dijo dudando, sino que con toda certeza confió que así sería.
¿Usted sabe qué es la fe? Hebreos 11:1 dice “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” En otras palabras, es estar seguro de algo que esperamos, y confiar en algo o alguien que no vemos. Por eso popularmente se dice que la fe es “ciega”. Pero en Hebreos 11:6 dice algo adicional e importantísimo acerca de la fe: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Ya hoy hemos aprendido que para agradar a Dios (1) no debemos dejarnos arrastrar por la corriente de este mundo, (2) debemos ser humildes, (3) debemos amar y servir a los hijos de Dios y (4) debemos reconocer a Jesús como Dios santo y nosotros como pecadores. Pero vemos que, si hacemos todo esto y no tenemos fe, no confiamos en Jesús, no confiamos en su poder y no creemos en su palabra es imposible agradar a Dios. Y una vez más, el centurión es un buen ejemplo de fe. Porque él confió plenamente en Jesús, en su autoridad, y más que nada en el poder de su palabra.
Hay que entender que hasta este momento no había habido una sanación a distancia por parte de Jesús, no hay registro de ello, y lo que el soldado estaba pidiendo era algo tan revolucionario que miren lo que hizo Jesús: v.9 “Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” Jesús se maravilló (se agradó mucho) de él, pero miremos también el v.10 “Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.” El siervo fue sanado.
Este fue el resultado de la fe del centurión y es una gran perla preciosa que nos deja la palabra de Dios hoy. Estoy seguro que ninguno de nosotros tiene esclavos (por la gracia de Dios a principios del siglo 19 esto fue formalmente abolido) Pero sí tenemos necesidades urgentes que demandan de un milagro de Dios. Me asombra mucho los viernes cuando hacemos la lista de oración, me doy cuenta que hay muchas personas con enfermedades y ahora más a causa de la pandemia que vivimos. Pero también muchos hermanos están teniendo necesidades, que no son de salud, y que requieren un milagro de Cristo. Ante toda esta necesidad nosotros necesitamos ser como el centurión. Es decir, intervenir por mi hermano ante Jesús, humildemente y con mucha fe. Sin importar quiénes seamos, desde los grandes hasta los chicos, tanto las hermanas como los hermanos, de una nacionalidad u otra. Todos estamos siendo llamados a ser como el centurión. Pero debemos revisarnos sinceramente y ver como quién estamos siendo.
Yo personalmente me arrepiento porque muchas veces no he sido como este centurión. Más que nada porque a veces soy indolente con la necesidad de mi hermano, y porque a veces le doy prioridad solo a mis problemas. También reconozco que no tengo una fe tan maravillosa como la de este hombre y aunque con mi boca y con mi mente creo la palabra de Dios, muchas veces he dudado. Y les pongo un ejemplo: me pasa cuando veo que la situación de Venezuela se agrava cada vez más, a veces me cuesta tener la convicción de que Dios nos liberará. Esto que les estoy diciendo me da vergüenza, pero sinceramente se los comparto para que vean que todos, aún nosotros los siervos que dispensamos la palabra de Dios, debemos luchar por ser como el centurión.
Es importante que reconozcas cuál es “tu criado” (la necesidad) y que hoy, mañana y pasado (etc.) acudas a Jesús rogando por su milagro, pero no lo hagas mecánicamente, sino hazlo con fe. No te garantizo que todo lo que pidas Dios te lo concederá tal cual como lo quieres, ni en el tiempo que quieres, pero si te aseguro que si te acercas a él con fe, se maravillará de ti. ¿te imaginas a Jesús diciendo al verte: nunca he visto tal fe? ¡Wow! Para mi es un sueño, que el Señor piense eso de nosotros, pero no es un sueño lejano, hoy aprendimos que es algo alcanzable. Por eso para finalizar te quiero animar a que luches contra la corriente de este mundo, contra nuestro orgullo, contra el egoísmo, contra la incredulidad. Así agradaremos a Dios. ¡Amén!
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[19.Jul.2020]_Dominical-UBF-Argentina_(LUC_7..1-10)-Mensaje.pdf
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M. Marcos Kim (AR)
( 20 de noviembre de 2020 )
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