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Lucas 8:16-21
8:16 Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.8:17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
8:18 Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.
8:19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
8:20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
8:21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
LUCES ENCENDIDAS EN EL CANDELERO
Muchas veces me han preguntado por qué tomé la decisión de seguir a Jesús. Y aunque mi respuesta es bien integral, porque involucra varias causas, debo aceptar que entre las razones hay dos de mucho peso: primero, acepté a Jesús gracias al buen testimonio de algunos hermanos, que no solo escuché, sino que vi con mis propios ojos al observar su conducta, y lo segundo, es que en Jesús encontré una gran familia unida por el vínculo del amor. Hoy precisamente, tenemos un pasaje en que aprenderemos de estos dos aspectos, y en que veremos la importancia de dar un buen testimonio y donde aprenderemos por qué en Jesús somos una gran familia. Yo no sé cual de estos tópicos sean los que más necesites vos en el día de hoy, quizá sea el primero, o el segundo, pero lo que si sé es que todos los cristianos necesitamos, no solo saber bien lo que dice este pasaje, sino también ponerlo en obra. Por eso le pido al Señor que en esta mañana nos dé inteligencia para entender y sabiduría para aplicar correctamente lo aprendido.
LUZ EN EL CANDELERO
Leamos el v.16 “Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.” Como muchos de ustedes podrán recordar, la semana pasada aprendimos de la parábola del sembrador, que fue una historia en que Jesús nos mostró cuáles son los distintos tipos de corazones con respecto a la palabra de Dios: uno era el corazón duro y cerrado como el terreno junto al camino, otro era el superficial como el terreno sobre las piedras, el tercero era el corazón ocupado y afanado como el terreno en que crecen los espinos, y el último es el corazón abierto y preparado como la buena tierra, en el cual si hay fruto. En torno a esta parábola aprendimos que tenemos que luchar por tener un corazón presto para recibir la palabra de Dios y que pueda dar fruto. Pero, si la historia llegara hasta acá podría pensarse que solo es importante enfocarnos en recibir la palabra, y que no es necesario nada más, pero realmente no es así, sino que aunque ciertamente nosotros debemos procurar recibir bien la palabra de Dios, también es necesario trasmitir a otros este mensaje. Por eso Jesús dijo las palabras que acabamos de leer: Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que alumbre a todos los que entren en la casa. ►Las lámparas en aquel momento eran frecuentemente de barro y usaban aceite de oliva como combustible, cuando se encendían se les colocaba en un lugar llamado candelero que podía ser una piedra que sobresalía de la pared, un jarrón sobre una mesa o elementos colgantes. De cualquier modo, con este dicho Jesús nos enseña que cada cristiano puede alumbrar a otros y que no deberíamos (porque no es lógico) estar “escondidos”. Muchas veces creemos que esta palabra se refiere solo a predicar con la boca, pero realmente el “alumbrar a otros” inicia con nuestra propia manera de vivir. El testimonio, en conjunto con nuestras palabras, se complementan para que los demás reciban la luz de Cristo ¿qué quiero decir con esto? Que no es correcto predicar con la boca algo y no hacer lo mismo con nuestro ejemplo. Tampoco es bueno que solo vivamos como cristianos individualizados (metidos en una burbuja) sin hablar el evangelio a los demás.
Hermanos, quiero enfatizar que esta palabra no está destinada a los incrédulos, sino a nosotros los que por la gracia de Dios ya hemos conocido a Jesús. Nosotros somos lámparas encendidas gracias a que Jesús nos dio su luz, porque Jesús es la luz del mundo. Como dice en San Juan 8:12 “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Y compartir esa luz con otros, es decir, encender otras lámparas es un gran privilegio, y una gran responsabilidad. ¿Qué pensaría usted si alguien encontrara hoy una vacuna certificada contra el COVID-19 y la escondiera? Seguramente pensaría que es muy inhumano, de igual modo, y hasta peor, podría ser visto alguien que esconde la luz que Dios nos ha dado, porque no solo tiene afectación física, sino espiritual y eterna.
Pero entonces ¿por qué algunos cristianos no alumbran? Hay varias razones. Puede ser pereza, algunos no les cuesta hacer algo por los demás como alguien una vez lo hicieron con ellos; también puede ser por egoísmo, es decir, muchos hermanos no alumbran porque no les interesa la vida de los demás, solamente piensan en ellos; otros no pueden alumbrar porque tienen un problema de fe, es decir, que su llama está muy bajita porque no se acerca lo suficiente a Jesús; también están los que no alumbran porque están ocupados; y hay otros que no lo hacen porque les da miedo, algunos cristianos tienen miedo al “qué dirán” y como creen que van a ser avergonzados deciden esconderse y llevar una doble vida. Hay una película que es vieja, pero muy buena que nos muestra un caso como este, se llama “Cristiano de la secreta”, aunque es una comedia, en la que deberíamos reírnos, realmente cuenta la triste historia de un joven que decide ocultar su fe fuera de la iglesia y llevar una doble vida. Y aunque esta historia es ficción, muestra claramente el problema de muchos hombres y mujeres de fe, y puede estar trasmitiendo nuestra propia historia. Por eso les pregunto ¿estás siendo un cristiano a la secreta? No respondan tan ligeramente esta pregunta. Piensen bien y más que nada mediten si están hablando con su boca el evangelio a la vez que muestran con su vida el carácter de Cristo.
Al principio les decía que una de las cosas que me animaron a tomar la decisión de seguir a Jesús, fue el testimonio de varios hermanos, obviamente entre ellos el de mi pastor, que aunque es un hombre pecador, con su propia vida y forma de ser me mostró el amor de Jesús, la vida de oración del Señor, su paciencia, etc. Hoy deberíamos preguntarnos, a propósito de la palabra, ¿cómo me estará viendo la gente allá afuera? Y no le digo con esto que debamos procurar agradar a todo el mundo, porque eso no es bíblico, hace poco aprendimos (Lucas 6:26) las palabras de Jesús que dicen: Ay de aquel al que todo el mundo alabe, porque probablemente sea un falso. Entonces lo que quiero decir es que aunque a los demás le caiga bien o mal, lo importante es que trasmitamos el carácter de Cristo. No siempre el carácter de Jesús le agrada a la gente, algunos se oponen, pero hay muchos que conocerán a Jesús gracias a la forma en que vivamos.
Por eso hermanos debemos recordar siempre las palabras de Cristo. Mateo 5: 14a “Vosotros sois la luz del mundo;” que aunque Lucas no las escribió, fue la frase anterior al v.16 que ya leímos. Debemos tener identidad de luces del mundo. Y es lindo - les hablo por experiencia propia- cuando uno llega a un lugar, o a la vida de una persona, que están en oscuridad y uno puede traer la claridad de Cristo.
Ahora leamos los v.17,18 “Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz. Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.” Entre las personas que escuchaban a Jesús, había escribas y fariseos, personas que tenían intenciones ocultas para con Jesús y su ministerio. Ellos creían que podían esconder sus malos pensamientos, planes, palabras y acciones, pero el Señor les dijo que algún día todo iba a ser manifestado, y no solo se refería a esta tierra, sino que en algún momento todos los seres humanos tendremos que rendir cuenta de cada cosa que hayamos hecho o pensado, por eso debemos tener cuidado con nuestra actitud al oír. Y en este sentido el Señor emitió esta frase que muchas veces es mal interpretada: porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará. ¿Qué quiere decir esto? Algunos, sacando de contexto, dicen que Jesús se refiere a dinero, pero la realidad es que se trata del deseo espiritual. Por lo cual lo que significa es que si alguien tiene deseo espiritual, y con ese deseo escucha el evangelio y lo obedece, recibirá las bendiciones de la salvación en una medida siempre creciente. Pero si alguien que no tiene deseo escucha la palabra, en lugar de crecer en fe, lo que ocurrirá es que el poco deseo que creía tener cada vez va a disminuir.
En síntesis, no debemos ser ingenuos y creer que engañamos a Dios. Si alguno de nosotros se acerca a Dios con intenciones falsas, algún día se sabrá, quizá nos logre engañar a nosotros -la iglesia- pero a Jesús no se le puede engañar. Por eso debemos tener cuidado con nuestra actitud al oír. Si anímese a escuchar con un buen corazón el evangelio, no lo haga con flojera, ni por obligación, ni con ánimos de crítica; busquemos la palabra de Dios con un deseo genuino de crecer en espiritualmente y experimentemos la abundante bendición de su salvación en nuestra vida. Amén
LA FAMILIA DE JESÚS
Leamos los v.19,20 “Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.” En esta parte les voy a pedir que hagamos un ejercicio de imaginación. Piensen en una multitud de personas y a Jesús dándoles un discurso. Y entre esas personas había líderes espirituales hipócritas que reciben una exhortación del Señor señalándoles su hipocresía e intenciones ocultas algún día iban a ser reveladas ¿qué creen ustedes que pasó? Obviamente ellos se molestaron. De hecho, esto está relatado en Marcos 3:21,22,30, veámoslo “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí. Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.” Fíjense que efectivamente el ambiente se puso muy álgido, muchos pensaron que Jesús se volvió loco, otros decían que estaba endemoniado e incluso afirmaban que sus milagros eran obra del diablo. En esa circunstancia llegan María (la madre de Jesús) y sus hermanos biológicos. Algunos quizá no saben, pero María tuvo más hijos después de dar a luz a Cristo. El asunto es que la familia biológica de Jesús fue a buscarlo, con intenciones de sacarlo de esa situación peligrosa y llevarlo a casa. Y cuando le avisaron a Jesús que ellos estaban allí miren lo que respondió: (v.21) “Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.” Jesús no quiso ir con ellos y prefirió quedarse con los discípulos y demás personas que estaban buscado su palabra y haciendo la voluntad de Dios.
Hay que reconocer que esta respuesta, a primera vista, parece chocante; pero debemos tener claro que Jesús no menospreciaba ni negaba a su familia biológica, al contrario, la biblia tiene evidencias claras de que él fue un excelente hijo y hermano. Por ejemplo, cuando él es crucificado, le pidió a su discípulo Juan que se encargara de la manutención de María para que ella no viviera en pobreza (Juan 19:26,27), también vemos que gracias a la obra de Jesús sus hermanos creyeron y fueron usados por Dios. El libro de la biblia Santiago fue escrito por un hermano del Señor. Entonces, si esto no es un menosprecio a la familia biológica ¿qué significan las palabras de Cristo? Jesús nos enseña que la comunidad de creyentes una familia; que los cristianos somos más que sus seguidores, porque somos sus hermanos; en definitiva, Jesús nos enseña que la iglesia es una hermandad y que por ende debemos amarnos, cuidarnos, acompañarnos y ayudarnos como tal.
En el v.21 hay dos requisitos para ser parte de la familia espiritual de Jesús: por una parte debemos oír, y segundo hacer la palabra de Dios. A veces nuestra familia biológica y amigos tratan de detenernos cuando hacemos la voluntad de Dios porque creen que eso es peligroso que nos hemos vuelto locos, fanáticos, etc. pero el Señor nos enseña que en esa situación debemos escoger hacer la voluntad de Dios, lo más importante en nuestras vidas es obedecer a Dios.
Nosotros no tenemos la oportunidad de escoger nuestra familia biológica, y muchos que han nacido en familias con problemas, sufren bastante. Pero por la gracia de Dios al aceptar a Cristo, automáticamente pasamos a tener muchos hermanos espirituales. En la iglesia no nos llamamos “hermanos” en vano, lo hacemos porque realmente lo somos. Quizá tendremos madres diferentes, pero tenemos el mismo Padre Celestial. Juan 1:9 dice “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;”.
Al principio del mensaje les decía que, una de las razones por las cuales experimenté a Dios en mis primeros pasos de fe, fue el amor de familia que había en la iglesia. Dios a mi me dio los mejores padres y hermanos biológicos, los cuales amo con todo mi corazón, pero debido al divorcio de mis padres yo tenía heridas en mi corazón, tanto, que pensaba que la idea de familia unida era un concepto idealista y mentiroso. No solo por la separación de mi familia, sino porque la mayoría de mis compañeros de la escuela también tenían padres divorciados. Por eso a mi me impresionó mucho cuando llegué a la iglesia y vi unidad, vi que se trataban bien y que muy poco peleaban. Eso a mí me impacto. También me impactó que se supieran mi nombre y oraran por mí, sin siquiera yo conocerlos. Pero lo que más me sorprendió es que el amor que confesaban se correspondía con las acciones. Porque compartían la comida, ayudaban al que más lo necesitaba, estaban pendientes unos de otros. Les soy sincero: eso me movió el piso y sanó mis heridas.
Obviamente no hay iglesia perfecta, no tiene sentido que nosotros los hermanos, siendo imperfectos y pecadores, formemos un cuerpo perfecto. Pero precisamente eso es lo interesante de esta familia espiritual, que a pesar de nuestras muchas diferencias podemos (y debemos) estar unidos. Pero ¿cómo es posible? Gracias al amor de Dios. Ese es el vínculo perfecto. El que nos une a pesar de todas nuestras diferencias. Precisamente hay una canción de Samuel Hernández que fue la que me ayudó a entender lo que vi (y me impactó) en la iglesia. La canción tiene un coro muy sencillo:
♫“Nos amamos, nos amamos, nos amamos, aunque tengamos diferencias”♫
De esta manera, el llamado a través de esta parte de palabra, es a que tengamos una verdadera hermandad entre nosotros. Una hermandad que en primer lugar oiga y obedezca la palabra de Dios. Y que en segundo lugar que nos amemos genuinamente. Estos dos aspectos son muy importantes, si no están presentes, la iglesia no es una iglesia, sino un club. Yo quiero que hoy pensemos en ese hermano, o hermana con la cual yo no congenio mucho, o a la cual no conozco mucho, y le animo a que ore por él y esté pendiente de su bienestar. Y si usted puede ayúdelo y apóyelo. Van a haber diferencias, se los aseguro, pero tratemos de tener una hermandad unida en base al amor de Dios. Recuerde que esta es una manera para que otros conozcan a Cristo y se sigan. Es más real de lo que nosotros nos imaginamos, se sorprenderían al conocer cuantos de nosotros experimentamos a Jesús gracias a este trato.
Entonces, para finalizar puntualicemos lo que hemos aprendido hoy: (1) que debemos ser luz en el candelero, esto es trasmitir la luz de Jesús a los que nos rodean, no solo con nuestra boca, sino con nuestro testimonio. (2) hemos aprendido que tenemos la bendición de tener dos familias, una biológica en la que nacimos físicamente, y una espiritual en la que nacemos espiritualmente. A ambas familias debemos amarlas, cuidarlas, respetarlas, pero siempre nuestra decisión debe estar en hacer la voluntad de Dios sobre todas las cosas. Amén.
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