Éxodo 34:1-28

34:1 Y Jehová dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste.
34:2 Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte.
34:3 Y no suba hombre contigo, ni parezca alguno en todo el monte; ni ovejas ni bueyes pazcan delante del monte.
34:4 Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra.
34:5 Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová.
34:6 Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad;
34:7 que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.
34:8 Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró.
34:9 Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad.
34:10 Y él contestó: He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo.
34:11 Guarda lo que yo te mando hoy; he aquí que yo echo de delante de tu presencia al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo.
34:12 Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti.
34:13 Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera.
34:14 Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.
34:15 Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios;
34:16 o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas.
34:17 No te harás dioses de fundición.
34:18 La fiesta de los panes sin levadura guardarás; siete días comerás pan sin levadura, según te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib; porque en el mes de Abib saliste de Egipto.
34:19 Todo primer nacido, mío es; y de tu ganado todo primogénito de vaca o de oveja, que sea macho.
34:20 Pero redimirás con cordero el primogénito del asno; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. Redimirás todo primogénito de tus hijos; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías.
34:21 Seis días trabajarás, mas en el séptimo día descansarás; aun en la arada y en la siega, descansarás.
34:22 También celebrarás la fiesta de las semanas, la de las primicias de la siega del trigo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año.
34:23 Tres veces en el año se presentará todo varón tuyo delante de Jehová el Señor, Dios de Israel.
34:24 Porque yo arrojaré a las naciones de tu presencia, y ensancharé tu territorio; y ninguno codiciará tu tierra, cuando subas para presentarte delante de Jehová tu Dios tres veces en el año.
34:25 No ofrecerás cosa leudada junto con la sangre de mi sacrificio, ni se dejará hasta la mañana nada del sacrificio de la fiesta de la pascua.
34:26 Las primicias de los primeros frutos de tu tierra llevarás a la casa de Jehová tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
34:27 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel.
34:28 Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.

JEHOVÁ RENUEVA EL PACTO CON ISRAEL


Buenos días. La semana pasada aprendimos la íntima relación que Moisés tenía con el Señor. Jehová le hablaba a Moisés cara a cara, como cualquiera habla con su compañero. Y gracias a esta relación íntima, Moisés pudo orar a Jehová y Él cambió su decisión de no ir más con el pueblo, y le prometió a Moisés que Su presencia iría con Él. Pero Moisés no se conformó solo con eso, sino que le pidió a Jehová que quería ver Su gloria. Y por el corazón ferviente de Moisés que anhelaba ver la gloria de Dios, Jehová también le concedió esto. Yo oro para que nosotros tengamos una relación íntima con Dios también, hablándole con sinceridad y confianza en oración, y que podamos escuchar su voz claramente a través de la Biblia. Y que anhelemos ardientemente la gloria de Dios como Moisés y Su presencia vaya siempre con nosotros. Amén. 

Hoy aprenderemos cómo Jehová le mostró su gloria a Moisés y cómo renovó el pacto con él y con el pueblo de Israel, pacto que ellos habían roto al hacerse el becerro de oro y adorarlo, y cuya ruptura Moisés había representado quebrando las tablas del testimonio al pie del Monte Sinaí. Veremos la gloria de Dios hoy manifestada en su misericordia y piedad que, sin tener obligación alguna de hacerlo, perdonó al pueblo de Israel y renovó su pacto con ellos, dándoles una segunda oportunidad y unas nuevas tablas del testimonio. Pero reafirmando el compromiso de ellos de obedecer a sus mandamientos. Yo oro para que nosotros veamos la gloria de Dios, su misericordia y piedad, manifestada en cada día de nuestras vidas y que nosotros también renovemos nuestro pacto con Él cada día por medio del arrepentimiento y el compromiso de obedecer la Palabra de Dios. Amén.

I.- Jehová muestra su gloria a Moisés (1-10)

Miren el v.1. Después de que Jehová le prometió a Moisés que le mostraría su gloria, le ordenó preparar dos tablas de piedra semejantes a las que les dio antes y que él quebró al pie del monte. Jehová le pide esto a Moisés porque está preparado para renovar su pacto con el pueblo de Israel, dándoles nuevamente las tablas del testimonio. Pero ya vemos que esta renovación del pacto será diferente a la primera promulgación. En la primera oportunidad, Jehová mismo preparó las tablas y escribió con su dedo en ellas. Las tablas y su escritura eran totalmente de origen divino y eran un tesoro invaluable para ellos. Pero ahora Moisés tenía que conseguir y preparar las tablas por sí mismo. Y hacia al final de este mensaje veremos que esa no sería la única diferencia. 

Miren los vv. 2-3. Moisés tenía solo un día para buscar y preparar las tablas que Jehová le pedía para escribir en ellas nuevamente los Diez Mandamientos que resumían el pacto que Él e Israel estaban haciendo. Así que él debió haber estado ocupado todo aquel día trabajando diligentemente en ello. Además, Jehová le advierte que no podía subir nadie con él, ni podía haber ningún ser vivo en el monte o en sus faldas alrededor. Esta advertencia es similar a la primera vez que Jehová se manifestó a Israel y le dio los mandamientos a Moisés en los caps. 19 – 20, y se debe a que Jehová descendería con Su gloria delante de Moisés en la cumbre del monte, y esa gloria de Dios podía fulminar a cualquiera que estuviese en el monte o en sus faldas alrededor. Así que esta vez no podría subir Josué con él como lo hizo antes.

Miren ahora el v.4. Moisés, como siempre, obedeció cabalmente a Jehová, preparó las dos tablas de piedra semejantes a las primeras que Dios le había dado; y se levantó temprano en la mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, llevando en su mano las dos tablas de piedra. Ahora Moisés tenía que recorrer solo todo el camino del monte hasta su cumbre llevando estas dos pesadas tablas de piedra. En la ocasión anterior, él subió con Josué y sin las piedras, así que el camino hacia la cumbre debió ser más llevadero, pero esta vez solo y cargando esas dos tablas debió haber sido muy difícil. Esto representaba el esfuerzo que el pueblo debía hacer para cumplir con el pacto con Dios. Ellos tenían que esforzarse continuamente en observar y obedecer cuidadosamente los mandamientos de Dios y cualquier relajamiento podía conducir a quebrar el pacto. 

Aunque nosotros estamos bajo el pacto de la gracia, de igual manera el apóstol Pablo le pidió a Timoteo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.” (2Tim. 2:1). Debemos esforzarnos para aprender la Palabra de Dios y obedecerla, no para nuestra salvación, ya que ésta nos ha sido dada gratuitamente por la muerte redentora de Jesús, sino para nuestra santificación. Debemos esforzarnos cada día para levantarnos temprano para comer Pan Diario, para apartar tiempo diariamente para la oración y la lectura de la Biblia, para evitar las tentaciones, para subyugar nuestro ser pecaminoso, y para predicar el evangelio a otros, entre muchas otras cosas. Debemos esforzarnos en la gracia que es en Cristo Jesús, así como Moisés se esforzó en preparar las tablas de piedra y subirlas solo hasta la cumbre del monte. Si hacemos esto veremos la gloria de Dios como podemos leer que hizo Moisés a continuación.

Miren los vv. 5-7. Jehová descendió en una nube sobre la cumbre del monte, así como solía ir delante del pueblo y como descendía a la puerta del tabernáculo de reunión para hablar con Moisés. Y estuvo allí con Moisés proclamando el nombre de Jehová. Dios hizo esto para cumplir lo que había prometido a Moisés en Ex. 33:19: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti”. 

La palabra hebrea que se usa aquí para proclamar es cará que tiene muchos diferentes significados dependiendo del contexto. Aquí Jehová le está anunciando a Moisés quién es Él. Le está revelando su nombre, su ser o su gloria como Él le prometió. Jehová pasó delante de Moisés como le prometió en Ex. 33:19-23 y le mostró su gloria proclamando delante de él: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.”

Jehová le está mostrando Su gloria a Moisés. ¿Qué es la gloria de Dios? Es su carácter, su naturaleza, su manera de relacionarse con sus criaturas. Dios no dio a Moisés una visión de su poder y majestad, sino más bien de su benevolente amor. Aunque Jehová es el Dios fuerte que puede destruir al pueblo por su pecado, también es el Dios misericordioso y piadoso que los perdona y renueva su pacto con ellos. Moisés conocía a Jehová por su nombre, pero no conocía su gloria. 

La gloria de Dios se revela en su misericordia, su gracia, su compasión, su fidelidad, su perdón, pero también en su justicia. Pues aunque guarda misericordia a millares, y perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, de ningún modo tendrá por inocente al malvado. El pecado es castigado y las consecuencias del mismo pueden llegar hasta la tercera y cuarta generación. Con todo, el amor y la misericordia de Dios son verdaderamente maravillosos y nos beneficiamos de ellos. ¡Gloria a Dios por su gracia, amor, misericordia y justicia manifestados en la muerte de Jesús en la cruz, Quien murió para perdonar nuestros pecados y acercarnos a Dios! ¡Gloria a Dios que a pesar de nuestros pecados no nos desecha, sino que nos perdona, y nos ayuda cada día a obedecerle y glorificarle! ¡Aleluya! 

Cada día nosotros también podemos ver la gloria de Dios en nuestras vidas y en las de nuestros hermanos. Yo puedo ver la gloria de Dios a través de lo que Él ha hecho en mí, como me cambió de ser un ateo, rebelde, desobediente a sus padres, alcohólico y mal hablado; a un misionero cristiano que predica su Palabra. Y aunque todavía Dios me está ayudando con mi rebeldía y otros pecados más, he estado viendo la gloria de Dios en mi vida y en la hermosa familia que me ha dado. Mis hijas son el regalo más hermoso que Él me ha dado, y el hecho de tenerlas a ellas y a mi esposa cada día a mi lado, es una gran misericordia de Dios que me permite ver su gloria. Y de la misma manera, veo la gloria de Dios en ustedes al ver cómo Él va transformando sus vidas. Y la he visto especialmente en las vidas de Darío y Karen. Yo oro para que podamos ver la gloria de Dios transformándonos a todos y convirtiendo a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.

¿Cuál debe ser nuestra respuesta ante la gloria de Dios? Miren los vv.8-9. Ante la gloria de Dios, Moisés no pudo hacer más que postrarse, adorar y orar a Dios que perdonase los pecados del pueblo. Al ver la gloria de Dios, Moisés entendía que el pueblo de Israel merecía el castigo justo de Dios, por eso oró humildemente pidiendo una vez más su perdón. Ante la gloria de Dios no podemos hacer más que asombrarnos, adorar, y orar a Dios con arrepentimiento. Lo único que merecemos por nuestras obras es que Dios nos destruya, pero debemos orar a Jehová, el Dios misericordioso y piadoso, para que nos perdone y nos permita ser parte de su pueblo. Vivamos en constante arrepentimiento y santificación en la Palabra de Dios. Vivamos adorando a Dios con cada cosa que hacemos en nuestro día a día. 

Miren el v.10. Jehová respondió a la adoración y la oración de Moisés renovando el pacto con el pueblo de Israel y dándoles una promesa grandiosa. Él les prometió: “haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo.” ¡Qué extraordinaria gracia de Dios! Aunque ellos merecían destrucción y muerte, en lugar de eso Dios les prometió que se manifestaría a ellos con maravillas que no habían sido hechas en la Tierra hasta ese momento. Y esto es mucho que decir considerando las grandes maravillas que ya había hecho con las plagas en Egipto, abriendo el mar delante de ellos para que pasasen, endulzando las aguas amargas, dándoles el maná, dándoles aguas de la peña en Horeb, y manifestándose a ellos en el Sinaí. 

Pero al pueblo de Israel todavía les faltaba mucho por ver de lo que Jehová haría con ellos en el desierto y de cómo les daría milagrosamente la tierra prometida en posesión. Y Dios ciertamente cumpliría esta promesa, pues David cantó en el Salmo 40:6: “Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros, no es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, no pueden ser enumerados.” Lo mismo sucede en nuestras vidas. Hasta ahora hemos visto la gloria de Dios, pero todavía nos falta mucho por ver de lo que Jehová hará en nosotros y a través de nosotros. Podemos apropiarnos de esta promesa de Dios: “porque será cosa tremenda la que yo haré contigo.” Amén. Solo debemos amar a Dios y obedecer su Palabra cada día y veremos esa cosa tremenda que Dios hará con nosotros.

II.- Jehová renueva su pacto (11-28)

Miren el v. 11a. Obviamente la renovación del pacto tenía las mismas condiciones que el pacto original. El pueblo debía obedecer los mandamientos de Dios y Jehová les bendeciría y les haría su pueblo especial entre todas las naciones de la Tierra. Como les dije antes necesitamos obedecer la Palabra de Dios para poder ver las maravillas de Dios en nuestras vidas. Si no obedecemos la Palabra de Dios, lo que veremos es el pecado y las consecuencias que éste trae sobre nuestras vidas. Y esto es precisamente lo que Dios quiere evitar al darnos sus mandamientos. Ahora Jehová les va a recordar una parte de los mandamientos que ya les había dado en el pacto original y que aprendimos entre los caps. 21 – 23. Y es precisamente la parte que violaron al hacerse el becerro de oro y adorarlo.

Miren los vv. 11b-17. Estas palabras están relacionadas con los primeros dos mandamientos: No tendrás dioses ajenos delante de Jehová y no te harás imagen ni las adorarás. Todas las naciones alrededor de los israelitas, incluyendo, obviamente, las que habitaban la tierra de Canaán, adoraban a múltiples dioses y se hacían imágenes de ellos para adorarlos; es decir, eran politeístas e idólatras. Pero en su pacto con el pueblo de Israel, Jehová les había dicho que no podían adorar a otros dioses sino a Jehová. Y que no se podían hacer ninguna imagen de Él, ni de ninguna otra cosa para adorarla, es decir, no podían hacerse ídolos. Solamente podían adorar a Jehová y debían hacerlo sin ídolos. Pero, los hijos de Israel violaron estos mandamientos al hacerse el becerro de oro y adorarlo.

Ahora Jehová les advierte que se cuiden de hacer otra vez lo mismo, especialmente cuando entrasen en la Tierra Prometida. Los israelitas podían ser tentados a adorar a otros dioses o a adorar a Jehová en la forma en la que lo hacían los cananeos. Por eso Dios les ordena que no hagan alianzas con los cananeos y que derriben sus altares y destruyan todos los ídolos. Que no hagan ninguna forma de alianza con ellos, ni siquiera comiendo con ellos, ni mucho menos emparentándose con ellos, porque los cananeos podrían corromperlos y llevarlos a la idolatría.

Jehová es Dios celoso, y fíjense como en el v.14 dice que uno de los nombres de Dios es precisamente Celoso. Esto no se refiere a los celos que una persona pueda sentir por el ser o la cosa amada, esto muchas veces viene de nuestro egoísmo y nuestro temor de perder aquello que amamos. Sino que aquí se usa la palabra hebrea Canná que se refiere directamente a los atributos divinos de justicia y santidad. Jehová es el único que puede ser adorado por los hombres y no tolerará que los hombres adoren nada más. Dios demanda nuestra lealtad absoluta y nuestra exclusiva devoción a Él. La adoración pagana no puede ser mezclada con la adoración al Dios santo. Jesús dijo: “Ningún siervo puede servir a dos señores [...] No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lc. 16:13). El amor al dinero es uno de los dioses de este siglo y muchos cristianos intentan hacer un trato con este dios esclavizante. ¿Estás tratando de adorar a dos dioses al mismo tiempo? ¿Dónde está tu verdadera lealtad? Yo oro que nosotros amemos a Jehová por encima de todas las cosas y le adoremos como el único Dios Soberano de nuestras vidas. 

Fíjense como en el v.17 Jehová les dice específicamente: “No te harás dioses de fundición.” Pues ellos se habían hecho un becerro de fundición. Con esto Dios denuncia el pecado de ellos y les recuerda que deben obedecer estos mandamientos según se habían comprometido antes en el cap. 24, pero que violaron insolentemente haciéndose el becerro de oro.

Miren ahora los vv. 18-26. En estos versículos Jehová les recuerda sus días santos y fiestas solemnes que ya les había ordenado en Ex. 23:14-19. Tres veces al año se debía presentar todo varón delante de Jehová en el lugar que Él hubiese escogido: El 14 de Abib o Nisán para la Fiesta de la Pascua, e inmediatamente después la Fiesta de los Panes Sin Levadura durante siete días; cincuenta días después para la Fiesta de las Semanas, Fiesta de las Primicias del Trigo o Fiesta de Pentecostés; y en la Fiesta de la Cosecha a la Salida del Año, o Fiesta de los Tabernáculos. Además, cada semana, sin falta, debían guardar el Día de Reposo o Sábado, sin importar si estuviesen en los tiempos más ocupados del año, como la arada o la cosecha. Todo esto está relacionado con el cuarto mandamiento, que es el mandamiento de guardar el Día de Reposo. Jehová ya había establecido cuáles eran sus días de fiesta. El pueblo no podía inventarse cualquier día para celebrar fiesta a Jehová, como lo hizo Aarón en Ex. 32:5.

Como cristianos ya no celebramos estas fiestas que tuvieron su cumplimento en Jesús, sino que guardamos cada semana el Día del Señor, el domingo, como fiesta para Jehová, pues en ese día resucitó Jesús asegurándonos nuestra salvación y garantizándonos la vida eterna. Cuando guardamos fielmente el Día del Señor cada semana, estamos reconociendo la Soberanía de Dios sobre nuestras vidas y estamos obedeciendo Su voluntad. Pero si somos rebeldes y queremos guardar cualquier otro día de la semana, o no queremos hacerlo semanalmente sino cuando nos plazca o se acomode a nuestros intereses, entonces estamos menospreciando a Dios y Su voluntad. Así que hermanos míos no seamos rebeldes al Señor sino que como hijos obedientes guardemos cada semana el Día del Señor, participando en el Culto Dominical y adorando al Único Dios Verdadero, Jehová, reconociendo su Soberanía, y de acuerdo a Su voluntad, no conforme a nuestro propio pensamiento. 

Miren los vv. 27-28. Después de reiterar los mandamientos que los israelitas habían violado con el becerro de oro, Jehová le ordena a Moisés que escriba él mismo las palabras del pacto, es decir, los Diez Mandamientos. De esta manera Jehová estaba renovando su pacto con el pueblo de Israel. Pero fíjense cuán diferente fue la renovación del pacto con respecto al pacto original. En la primera promulgación, Dios le dio a Moisés las tablas de origen divino, ningún humano intervino en su preparación, y escritas con su propio dedo; pero ahora Moisés tuvo que preparar las tablas él mismo, subirlas a la cumbre del monte y escribir él mismo las palabras del pacto. 

Como el pueblo había violado el pacto, ahora era su responsabilidad rehacer las tablas del testimonio del pacto y Moisés lo estaba haciendo como representante del pueblo. Moisés estuvo nuevamente con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; y no comió pan ni bebió agua durante todo ese tiempo. Jehová lo sustentó milagrosamente en la cumbre del monte. Y allí escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.

En conclusión, Jehová le mostró a Moisés su gloria en su misericordia y amor por el pueblo de Israel al renovar el pacto que ellos habían quebrantado. Dios decidió renovarlo y prometerles maravillas nunca vistas en la Tierra, y que haría una cosa tremenda con ellos. Pero les recordó su responsabilidad de guardar los mandamientos del pacto, reiterando los que habían violado al hacerse el becerro de oro y adorarlo. De la misma manera, Dios ha hecho un pacto de gracia con nosotros a través de Jesucristo, y nosotros debemos guardarlo por medio de obedecer cada día la Palabra de Dios. Si nosotros obedecemos, veremos la gloria de Dios manifiesta en nuestras vidas y Él hará cosas tremendas en medio de nosotros.

Yo oro para que la gloria de Dios se manifieste en nuestras vidas, que Él pueda hacer maravillas entre nosotros, y que haga la tremenda obra de convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y Gente Santa. Amén.

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