Éxodo 33:1-23
33:1 Jehová dijo a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré;33:2 y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo
33:3 (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino.
33:4 Y oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se puso sus atavíos.
33:5 Porque Jehová había dicho a Moisés: Di a los hijos de Israel: Vosotros sois pueblo de dura cerviz; en un momento subiré en medio de ti, y te consumiré. Quítate, pues, ahora tus atavíos, para que yo sepa lo que te he de hacer.
33:6 Entonces los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb.
33:7 Y Moisés tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión. Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión que estaba fuera del campamento.
33:8 Y sucedía que cuando salía Moisés al tabernáculo, todo el pueblo se levantaba, y cada cual estaba en pie a la puerta de su tienda, y miraban en pos de Moisés, hasta que él entraba en el tabernáculo.
33:9 Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés.
33:10 Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo, se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba.
33:11 Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.
33:12 Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos.
33:13 Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.
33:14 Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.
33:15 Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
33:16 ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?
33:17 Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre.
33:18 El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.
33:19 Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.
33:20 Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.
33:21 Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña;
33:22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.
33:23 Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.
MI PRESENCIA IRÁ CONTIGO
Buenos días. La semana pasada aprendimos que el pecado tiene consecuencias. Jehová hirió al pueblo de Israel porque habían hecho el becerro que formó Aarón. Miles de personas murieron y Jehová les advirtió que en el día del castigo les castigaría por sus pecados. Allí aprendimos que en la Ley de Moisés no había espacio para el perdón de pecados, el que pecare sería castigado. En el Nuevo Pacto en Jesús, por la gracia de Dios, sí tenemos perdón de pecados. Pero esto no es una licencia para pecar, pues aunque nuestros pecados son perdonados, no podemos escapar a sus consecuencias. Dios nos ayude a vivir en santidad, obedeciendo la Palabra de Dios, para que no tengamos que sufrir por las consecuencias de nuestro pecado. Amén.
Pero las consecuencias del pecado de hacerse el becerro de oro no serían solo esas, sino que hoy aprenderemos que Jehová le dice a Moisés que Su presencia no irá más con ellos como lo había hecho desde que salieron de Egipto. Sin embargo, Moisés ora delante de Jehová y Él finalmente le promete que Su presencia irá con Él. La oración intercesora de Moisés cambia nuevamente el designio de Dios porque Moisés anhelaba la presencia y la gloria de Dios en su vida. Yo oro para que nosotros también anhelemos fervientemente la presencia y la gloria de Dios en nuestras vidas, y que la presencia y la gloria de Jehová estén también en medio de nosotros en todo tiempo ayudándonos a convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
I.- Yo no subiré en medio de ti (1-6)
Miren los vv. 1-3a. Después de haber castigado al pueblo de Israel por su pecado de hacerse el becerro de oro, Jehová le da la dirección a Moisés de continuar su camino hacia la tierra que Él había prometido a los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob. El pueblo de Israel llevaba casi dos meses acampados al pie del monte Sinaí y Jehová les dice que es tiempo de seguir avanzando hacia la tierra que fluye leche y miel, la tierra abundante que Él les había prometido a sus antecesores.
Jehová les promete que enviaría su ángel delante de ellos y que expulsarían a los habitantes de aquellas tierras, mencionando aquí seis de los pueblos que moraban en Canaán. Estas no son todas las naciones que habitaban allí, pero son las que generalmente se mencionan en Éxodo, quizás porque eran las más grandes y representativas de las tierra de Canaán.
Miren el v.3b. Sin embargo Jehová le advierte a Moisés que su presencia no iría en medio de ellos como lo había hecho desde que salieron de la tierra de Egipto, pues ellos ya han probado ser un pueblo de dura cerviz, un pueblo testarudo que no obedece los mandamientos de Dios. Así que si Jehová subía en medio de ellos en cualquier momento podría consumirlos, pues su santidad no toleraría el pecado de ellos. Aunque esto parece un castigo, en realidad es una misericordia de Dios para ellos. Él no quiere destruirlos por sus pecados, pero si continuaba en medio de ellos, no le quedaría otro remedio, ya que su santidad y justicia no tolerarían los pecados de ellos.
Hay una gran diferencia entre el pueblo de Israel y nosotros. No es que nosotros sí seamos santos y obedezcamos toda la Palabra de Dios, ojalá fuese así, sino que nosotros tenemos a Jesús como abogado delante de Dios. Nosotros estamos escondidos en Cristo. Cuando Dios nos ve, no puede ver nuestro pecado porque ve a la sangre de su Hijo que nos ha cubierto. Él ve a Jesús en nosotros y por eso su ira no nos consume. Pero el pueblo de Israel no estaba escondido en Cristo. Ellos estaban completamente expuestos y por eso Jehová quiso protegerlos quitándose de en medio de ellos.
Miren los vv. 4-6. Jehová les ordenó a los hijos de Israel que se quitaran sus atavíos, esto es, sus joyas, y que esperasen a ver qué haría el Señor con ellos. Las joyas de los israelitas eran los zarcillos, brazaletes, collares y anillos que les habían dado los egipcios antes de salir de Egipto. En aquella época estas prendas estaban generalmente relacionadas a dioses y eran, por tanto, símbolo de idolatría. Todas las naciones paganas las usaban como adoración y vinculación con sus ídolos, y ahora los israelitas las estaban usando porque los egipcios se las dieron antes de salir, vinculándose así con los dioses de Egipto. Fue con estos zarcillos que hicieron el becerro de oro. Pero ahora Jehová quiere que los israelitas se distingan del resto de los pueblos de la tierra, y les ordena quitarse sus atavíos y esperar en Él. Y ellos obedecieron, y a partir de allí más nunca volverían a usar estas joyas. Ellos las dieron como ofrenda de plata y oro para la construcción del Tabernáculo (Ex. 35:22). Y no solo obedecieron en quitarse sus atavíos, sino que además guardaron luto porque Jehová ya no iría en medio de ellos.
Nosotros también debemos desvincularnos de los ídolos. Aunque estamos en el Camino del Señor, todavía muchos tienen ataduras a sus ídolos. Muchos aman más el dinero que a Dios, y cuando hay que tomar una decisión entre Dios y el dinero, siguen eligiendo el dinero. Muchos aman más su lujuria que a Dios, y cuando hay que elegir entre obedecer a Dios o a sus deseos lujuriosos, van tras sus deseos. Muchos aún aman más su orgullo o su propio pensamiento, y cuando hay que elegir entre obedecer la Palabra de Dios o su opinión o emociones, desechan la Palabra de Dios y hacen lo que quieren. Estos, y otros muchos más, son los atavíos que muchos llevan todavía. ¡Quítate, pues, ahora tus atavíos, y espera a ver lo que el Señor hará contigo!
II.- Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara (7-11)
Miren el v.7. Moisés hace un paréntesis en esta historia y nos cuenta en los vv. 7-11 cómo era su relación con Dios en aquel momento. Él levanto un tabernáculo lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión. Este no es el Tabernáculo que Jehová le ordenó construir y del que estuvimos aprendiendo durante doce semanas, sino una tienda que Moisés levantó fuera del campamento, quizás al pie del monte Sinaí, donde se iba a buscar a Jehová. Era como una especie de oficina pastoral a donde él iba a encontrarse con Dios. Y si alguno quería ir a buscar dirección de Jehová, se reuniría allí con Moisés y él le expresaría la voluntad de Dios. Por eso le llamo Tabernáculo de Reunión.
Miren ahora los vv. 8-10. Moisés colocó este tabernáculo fuera del campamento porque la gloria de Jehová descendería sobre él, y si estuviese dentro del campamento podría exterminar al pueblo como ya Jehová le había expresado antes. También, el hecho de que estuviese lejos, fuera del campamento, hacía que cualquiera que quisiese buscar a Dios tuviese que hacer un largo recorrido para llegar a Él. Así que solamente iría allí el que realmente quisiese buscar a Dios. Y no había nadie en el pueblo que anhelase más buscar a Dios que Moisés. Él iría a diario a este tabernáculo.
Y cuando salía Moisés al tabernáculo, todo el pueblo se levantaba, y cada cual estaba en pie a la puerta de su tienda, y miraban en pos de Moisés, hasta que él entraba en el tabernáculo. Fíjense lo reverencial que era el momento cuando Moisés salía al tabernáculo. El pueblo sabía que cuando Moisés iba a este lugar, la gloria de Jehová descendía allí. Así que cuando veían que Moisés se dirigía hacia allá, todo el mundo dejaba de hacer lo que estuviese haciendo y se paraba a la puerta de su tienda a contemplar a Moisés mientras entraba al tabernáculo. Y una vez que él entraba, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, entonces el pueblo adoraba a Dios desde su lugar.
Miren el v.11a. Moisés había alcanzado una relación personal tan íntima con Jehová que aquí se nos dice que Jehová hablaba cara a cara con Moisés. Esto no quiere decir que Moisés veía el rostro de Dios, sino que su relación era tan personal y su conversación tan franca como la que podemos tener con un amigo. Moisés se había convertido en un amigo íntimo de Dios y esto venía por su oración y por su obediencia a las palabras de Dios.
¿No te gustaría tener una relación personal con Dios tan íntima que Él te hable cara a cara? Esto es perfectamente posible y, de hecho, tiene que ser nuestra meta en la vida. ¿Cómo se forma una amistad? Pasando tiempo con esa persona y conociéndole. Preguntándole qué le gusta, qué le disgusta, qué expectativas tiene. Necesitamos pasar tiempo con Dios en oración y leyendo la Biblia. A través de la oración podemos preguntarle acerca de Él y contarle acerca de nosotros. Y aunque Dios ya no se comunica audiblemente con el hombre como lo hacía con Moisés, sí que nos habla a través de la Biblia, que es Su Palabra. Allí nos dice qué le agrada, qué le desagrada, y sus expectativas acerca de nosotros y del futuro. Pero para poder escucharle bien en la Biblia, necesitamos pasar tiempo en oración, abriendo nuestros ojos y nuestros oídos espirituales y nuestro corazón. Y también debes escuchar su voz a través de sus siervos que nos comunican su mensaje.
Moisés tenía el privilegio de hablar con Dios cara a cara, pero el pueblo no, porque no lo conocía bien. Así que el pueblo debía acudir a Moisés y escuchar lo que Jehová les decía a través de él. Ustedes están creciendo en su conocimiento acerca de Dios, pero seguramente todavía les resulta difícil entender lo que Dios les habla a través de la Biblia. Seguramente todavía les faltan muchas horas de oración para llegar a tener una relación íntima con Dios. Pero por eso Dios nos ha puesto pastores, que quizás tampoco tengamos una relación tan íntima como la que Moisés tenía con Jehová, pero que hemos desarrollado cierta intimidad con Dios, llegando a oír su voz más claramente en la Biblia, y comunicándoles a ustedes el mensaje de Dios.
Y el mensaje que Jehová tiene para ustedes hoy es que busquen más de Dios en oración y en la Biblia. Necesitan pasar más tiempo en oración y leyendo la Biblia. Tienen que anhelar más la presencia de Dios en sus vidas como aprenderemos un poco más adelante que Moisés la anhelaba. Apartemos tiempo para la oración. Apartemos tiempo para leer la Biblia nosotros solos. Aprovechen su tiempo de Pan Diario. Aprovechen sus estudios bíblicos. Y no falten al Culto Dominical porque aquí Dios les dice lo que quizás no han podido escuchar durante la semana porque les falta oración y lectura de la Biblia. Yo oro para que cada uno de nosotros pueda establecer una relación íntima con Dios y que podamos escuchar Su voz claramente en la Biblia y obedecer Su voluntad. Amén.
Miren el v. 11b. Cuando terminaba su jornada, Moisés volvía a su tienda en el campamento. Él iba, pasaba su tiempo con Dios en oración, atendía al pueblo y regresaba a su tienda para estar con su familia conforme a lo que lógicamente debía hacer. Pero el joven Josué, que seguramente estaba soltero, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo. Quizás era su trabajo vigilar el tabernáculo para que nadie del pueblo viniese a curiosear. Pero yo creo que Josué anhelaba estar siempre en la presencia de Dios.
Él estuvo con Moisés los cuarenta días y las cuarenta noches en el Monte Sinaí, pero muy probablemente estuvo todo ese tiempo fuera de la nube de la presencia de Dios, ya que solo Moisés podría entrar. Ahora, mientras Moisés estaba dentro de este tabernáculo conversando con Dios cara a cara, quizá Josué estaría ahí afuera, a un costado de la columna de nube. Pero, aunque no podía hablar con Dios cara a cara como Moisés, él siempre estaba allí. Él quería estar siempre cerca de la presencia de Dios, y por eso nunca se apartaba del tabernáculo. Este también es mi deseo. Yo quiero estar siempre en la presencia de Dios. Esa fue una de las razones por las que elegí Josué como nombre de fe. Este pasaje bíblico me inspiró mucho en aquel momento. Y todavía hoy me inspira y me hace anhelar ser como este Josué y no apartarme nunca del tabernáculo de la presencia de Dios. Yo oro para que crezca en ustedes este deseo también. Y que se levanten muchos Josués en nuestra congregación que quieran estar en la presencia de Dios y que le sirvan con todo su corazón. Amén.
III.- Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí (12-23)
Miren los vv. 12-13. Después del paréntesis que describe la relación de Moisés con Dios, aquí retomamos donde quedamos en el v.6. Jehová le había dicho a Moisés que no subiría en medio del pueblo para evitar que Su santidad los destruya en el camino por sus pecados. Entonces Moisés hace lo que mejor sabe hacer, ora delante de Dios. Pero esta oración es mucho más franca e íntima que las dos oraciones intercesoras que aprendimos en el capítulo 32. Fíjense en el tono en que Moisés le habla a Dios: “Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.” Aquí podemos ver el nivel de amistad e intimidad que ha alcanzado Moisés con Dios, pues le habla con toda franqueza y confianza.
Fíjense en sus tópicos de oración. Primero, tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Jehová le había dicho que su presencia ya no iría con él, sino que enviaría su ángel. Pero Él no le había dicho qué ángel. Moisés conocía a Dios, pero no conocía a este ángel. Así que él quizá se está quejando con Dios de que conoce a quien le acompañaría. O quizá Moisés había estado orando a Dios con respecto a si Dios iría con él o no, y Jehová le había dicho que lo pensaría, podemos deducir esto de cuando le dice al pueblo: “Quítate, pues, ahora tus atavíos, para que yo sepa lo que te he de hacer.” Así que quizá Moisés le está pidiendo una respuesta a Dios con respecto a si finalmente iría Él o el ángel. Pero antes de recibir esa respuesta apela lo que aparece en su segundo tópico.
Segundo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Moisés le recuerda a Jehová lo que le ha dicho en sus conversaciones. Jehová le había dicho a Moisés que Él le ha conocido por su nombre, esto quiere decir que tiene una relación personal con él. Jehová le había declarado a Moisés que lo consideraba su amigo y que había hallado gracia en sus ojos. Esto es lo que significa que ellos hablaban cara a cara. Entonces, apela a esto para su tercer tópico de oración.
Tercero, ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca. Moisés está apelando a lo que Jehová le ha dicho. Si de verdad él había hallado gracia ante los ojos de Dios, entonces que por favor le declare su decisión, si iría con ellos o no. Moisés quería saber lo que Dios había decidido. Seguramente le había rogado mucho con respecto a esto, solamente que nos presenta acá su oración final al respecto. Él quería saber la voluntad de Dios, pero por sobre todas las cosas, él no quería ir a la tierra prometida si Dios no iba con ellos, como veremos que le dice más adelante. Pero veamos primero cuál fue la respuesta de Dios.
Miren el v.14. Ante la insistencia de Moisés y por el deseo profundo de su corazón, Jehová accedió a ir con ellos otra vez. Moisés estaba muy angustiado porque Dios le había dicho que no iría con ellos. Moisés sabía lo difícil que era guiar a ese pueblo. Había sido sumamente difícil hacerlo con la presencia de Dios en medio de ellos, no podía ni imaginarse cómo sería sin su presencia. Así que él habría orado mucho rogándole a Dios que fuese con ellos. Y aquí vemos la respuesta a sus oraciones, Dios le dice: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.” “No te preocupes más, he oído tus oraciones, mi presencia irá contigo”. Aunque Jehová ya había decidido que no subiría en medio de aquel pueblo, la oración solícita de Moisés y su ardiente deseo por la presencia de Dios cambiaron una vez más el designio de Dios.
Aquí vemos la diferencia que puede hacer nuestra oración solícita y nuestro deseo por la presencia de Dios. Si venimos cada día con un verdadero deseo ardiente por Dios y su presencia, Él nos dará las peticiones de nuestro corazón y le conoceremos de maneras nuevas y extraordinariamente diferentes. Créanme cuando les digo que todavía no conocen ni remotamente a Dios. Aún nos falta mucho por conocer y experimentar en Él. Aún Dios puede sorprendernos de muchas formas maravillosas si nos mantenemos en oración rogando solícitamente por su presencia. Busquen la presencia de Dios con todo su corazón y el resultado será asombroso.
Miren los vv. 15-16. A pesar de que Dios ya le había confirmado a Moisés que iría con ellos, él insiste en que si su presencia no fuese con él, que no los sacase de allí del Sinaí. Ellos estaban en medio del desierto, sustentados por el pan del cielo y el agua que Jehová les había provisto. Y ya Dios le había prometido a Moisés que ellos conquistarían una tierra abundante y próspera, que fluye leche y miel, pero que tendrían que hacerlo sin Su presencia en medio de ellos. Sin embargo, Moisés prefiere quedarse en el desierto, a la buena de Dios, que disfrutar de la bendición de Dios sin Su presencia. ¡Cuán diferente es Moisés a los creyentes de la actualidad! Muchos prefieren tener la bendición de Dios: alimento, vestido y salud, aunque no tengan la presencia de Dios; que tener la presencia de Dios en medio de dificultades y escasez. Seamos como Moisés, prefiramos la presencia de Dios que su bendición, y de todas formas, estoy seguro de que Él nos dará ambas.
Miren el v.17. Jehová le ratifica su promesa a Moisés. Él irá con ellos y los hará un pueblo santo, apartado de todas las naciones de sobre la faz de la Tierra. Ellos serían el único pueblo que disfrutarían de la bendición de tener la presencia de Dios en medio de ellos, y además recibirían la tierra prometida conforme a lo que Jehová había jurado a Abraham, Isaac y Jacob.
Miren el v.18. Moisés no se conformó con que Jehová le confirmara que su presencia iría con él y que él era su amigo que había hallado gracia delante de sus ojos, él hizo una petición más: “Te ruego que me muestres tu gloria.” Moisés quería conocer a Jehová cara a cara. Él quería ver a Dios. Nadie se había atrevido nunca a hacer una solicitud tan audaz como la de Moisés. Para los pecadores ver a Dios significa la muerte. Sin embargo, Moisés se animó a hacerla porque Jehová era su amigo y porque él había hallado gracia ante los ojos de Dios.
En los vv. 19-23 vemos que Dios aceptó esta petición también. Él se mostraría a Moisés como nadie nunca lo había visto. Pero Moisés no podía ver todo el esplendor de Dios, simbolizado aquí por su rostro, ya que su santidad lo mataría en un instante. Él solo vio “sus espaldas”, la estela de su gloria. Nosotros tampoco podemos ver a Dios en todo su esplendor ahora, pero podemos verle obrando en nosotros, a través de nosotros y en nuestros hermanos. Podemos ver la estela de Dios pasando por todas nuestras vidas y podemos glorificarle por su obra maravillosa. Oremos fervientemente como Moisés para que podamos ver la gloria de Dios en Panamá mientras Él nos convierte en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa.
Yo oro para que la presencia de Dios vaya con nosotros también cada día de nuestras vidas. Que podamos experimentar a Dios en nuestras vidas y que cada día podamos ir creciendo en nuestra relación personal con Jesús. Que lleguemos a tener una relación personal íntima con Dios, así como la de Moisés, de forma tal que podamos orar francamente delante de Él, y que podamos oír claramente su voz en la Palabra de Dios. Que Dios nos muestre su gloria convirtiéndonos en un Reino de Sacerdotes y Gente Santa. Amén.
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[27.Sep.2020]_Dominical-UBF-Panamá_(EXO_33..1-23)-Mensaje.pdf
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