Éxodo 29:10-37
29:10 Después llevarás el becerro delante del tabernáculo de reunión, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro.29:11 Y matarás el becerro delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión.
29:12 Y de la sangre del becerro tomarás y pondrás sobre los cuernos del altar con tu dedo, y derramarás toda la demás sangre al pie del altar.
29:13 Tomarás también toda la grosura que cubre los intestinos, la grosura de sobre el hígado, los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y lo quemarás sobre el altar.
29:14 Pero la carne del becerro, y su piel y su estiércol, los quemarás a fuego fuera del campamento; es ofrenda por el pecado.
29:15 Asimismo tomarás uno de los carneros, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero.
29:16 Y matarás el carnero, y con su sangre rociarás sobre el altar alrededor.
29:17 Cortarás el carnero en pedazos, y lavarás sus intestinos y sus piernas, y las pondrás sobre sus trozos y sobre su cabeza.
29:18 Y quemarás todo el carnero sobre el altar; es holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová.
29:19 Tomarás luego el otro carnero, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero.
29:20 Y matarás el carnero, y tomarás de su sangre y la pondrás sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el lóbulo de la oreja de sus hijos, sobre el dedo pulgar de las manos derechas de ellos, y sobre el dedo pulgar de los pies derechos de ellos, y rociarás la sangre sobre el altar alrededor.
29:21 Y con la sangre que estará sobre el altar, y el aceite de la unción, rociarás sobre Aarón, sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de éstos; y él será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él.
29:22 Luego tomarás del carnero la grosura, y la cola, y la grosura que cubre los intestinos, y la grosura del hígado, y los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y la espaldilla derecha; porque es carnero de consagración.
29:23 También una torta grande de pan, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre del canastillo de los panes sin levadura presentado a Jehová,
29:24 y lo pondrás todo en las manos de Aarón, y en las manos de sus hijos; y lo mecerás como ofrenda mecida delante de Jehová.
29:25 Después lo tomarás de sus manos y lo harás arder en el altar, sobre el holocausto, por olor grato delante de Jehová. Es ofrenda encendida a Jehová.
29:26 Y tomarás el pecho del carnero de las consagraciones, que es de Aarón, y lo mecerás por ofrenda mecida delante de Jehová; y será porción tuya.
29:27 Y apartarás el pecho de la ofrenda mecida, y la espaldilla de la ofrenda elevada, lo que fue mecido y lo que fue elevado del carnero de las consagraciones de Aarón y de sus hijos,
29:28 y será para Aarón y para sus hijos como estatuto perpetuo para los hijos de Israel, porque es ofrenda elevada; y será una ofrenda elevada de los hijos de Israel, de sus sacrificios de paz, porción de ellos elevada en ofrenda a Jehová.
29:29 Y las vestiduras santas, que son de Aarón, serán de sus hijos después de él, para ser ungidos en ellas, y para ser en ellas consagrados.
29:30 Por siete días las vestirá el que de sus hijos tome su lugar como sacerdote, cuando venga al tabernáculo de reunión para servir en el santuario.
29:31 Y tomarás el carnero de las consagraciones, y cocerás su carne en lugar santo.
29:32 Y Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero, y el pan que estará en el canastillo, a la puerta del tabernáculo de reunión.
29:33 Y comerán aquellas cosas con las cuales se hizo expiación, para llenar sus manos para consagrarlos; mas el extraño no las comerá, porque son santas.
29:34 Y si sobrare hasta la mañana algo de la carne de las consagraciones y del pan, quemarás al fuego lo que hubiere sobrado; no se comerá, porque es cosa santa.
29:35 Así, pues, harás a Aarón y a sus hijos, conforme a todo lo que yo te he mandado; por siete días los consagrarás.
29:36 Cada día ofrecerás el becerro del sacrificio por el pecado, para las expiaciones; y purificarás el altar cuando hagas expiación por él, y lo ungirás para santificarlo.
29:37 Por siete días harás expiación por el altar, y lo santificarás, y será un altar santísimo: cualquiera cosa que tocare el altar, será santificada.
EL TABERNÁCULO (VIII): SACRIFICIOS PARA LA CONSAGRACIÓN
Buenos días. La semana pasada aprendimos las ofrendas y los rituales necesarios para la consagración de Aarón y sus hijos como sacerdotes. En los rituales vimos cómo Aarón y sus hijos necesitaban ser purificados por medio de un lavamiento ritual en la puerta del Tabernáculo, para después ser vestidos con sus vestiduras sagradas y finalmente ser ungidos con el aceite sagrado de la unción para ser sacerdotes. Allí aprendimos que cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador pasamos por este mismo proceso de consagración. Cuando reconocemos nuestra vida pecaminosa delante de Dios y nos arrepentimos, recibimos el lavamiento de la regeneración que limpia todos nuestros pecados. Luego, Jesús nos despoja de nuestras ropas de pecado y nos viste de sus ropas sagradas de justicia. Y el Espíritu Santo viene a morar en nosotros como la Unción Santa de Dios que nos convierte en Sus hijos y nos consagra como sus sacerdotes.
También aprendimos que para la consagración debía traerse animales perfectos y panes sin levadura preparados con la mejor harina disponible. Allí aprendimos que Dios quiere lo mejor de nosotros. Él no quiere lo que nos sobra, sino lo mejor que le podamos dar de nuestras vidas, tiempo y dinero. Yo oro para que nosotros entendamos nuestro llamado como sacerdotes de Dios y que nos consagremos para hacer esta obra para Él, viviendo vidas santas y ministrando la Palabra de Dios a los que no le conocen. Oro para que podamos sacrificar lo mejor de nosotros para Dios y que podamos convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
El mensaje de hoy es una continuación del mensaje de la semana pasada. Hoy veremos los sacrificios necesarios para la consagración. Veremos para qué se usarían esos animales y esos panes de los que hablamos la semana pasada. Y aprenderemos cómo esos sacrificios ayudaban a la consagración de los sacerdotes y cómo apuntan todos ellos a Jesucristo. Oro para que cada uno de nosotros pueda recibir a Jesús como el sacrificio perfecto para su salvación y consagración y que podamos hacer un compromiso hoy con Él para vivir en santidad como sus sacerdotes en este mundo. Que en Panamá se levanten muchos sacerdotes del Dios vivo, y que se convierta entonces en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa Amén.
I.- El becerro de la expiación (10-14)
Miren los vv.10-11. El primer sacrificio que debía hacerse era el becerro de la expiación. Aunque los sacerdotes habían sido lavados para su purificación, ese lavamiento de arrepentimiento no podía quitar el pecado por sí solo, porque la paga del pecado es la muerte (Ro. 6:23a). Así que para poder expiar los pecados de los sacerdotes debía haber una muerte. Aunque los sacerdotes merecían morir por sus pecados, Jehová dio otra solución, ellos podían matar a un becerro inocente en su lugar como un sacrificio vicario. Es decir, el becerro moriría en representación de los sacerdotes, expiando sus pecados. Para que el becerro pudiese ser un sacrificio vicario, los sacerdotes debían poner las manos sobre su cabeza. De esta manera, daban poder de representación al becerro y cuando éste muriese, era como si los sacerdotes muriesen y el pecado habría sido pagado.
Miren el v.12. Pero sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (He. 9:22). Así que el becerro era degollado y desangrado allí frente al Altar del Holocausto y tomarían parte de su sangre y la untarían en los cuatro cuernos del altar, y el resto de la sangre sería derramada al pie del altar. Como aprendimos antes, los cuernos del altar representaban el poder de Dios. Dios tenía el poder de destruir al pueblo por sus pecados, pero también tenía el poder de perdonarlos si se arrepentían y venían delante de Él con sacrificios. Así que al untar la sangre en los cuernos del altar, ellos estaban reconociendo el poder de Dios y estaban pidiendo su propiciación. De la misma manera, al derramar la sangre al pie del altar, estaban mostrando delante de Dios que el sacrificio se había consumado y le estaban pidiendo su aceptación.
Miren ahora los vv. 13-14. Una vez que la sangre había sido derramada, entonces quemarían el sacrificio sobre el Altar del Holocausto. Pero no quemarían todo el animal. Como era un becerro de expiación, sólo quemarían la grasa que cubre los intestinos, la grasa que está sobre el hígado, los dos riñones, y la grasa que está sobre ellos. El resto del animal debía llevarse fuera del campamento, es decir fuera de donde estaba acampado todo el pueblo, y allí debía quemarse completamente porque era ofrenda por el pecado. Esto muestra que debía sacarse el pecado no sólo del santuario, sino de todo el pueblo.
Este becerro de la expiación representa a Jesucristo y su sacrificio vicario por nosotros. Mientras Jesús estuvo en este mundo como hombre nunca pecó (1P. 2:21-22). Así que como no pecó, no debía morir. Sin embargo, Él murió en tu lugar y en mi lugar, llevando en su cuerpo tu pecado y mi pecado. Y derramó toda Su sangre para perdonar nuestros pecados y hacernos aceptos delante de Dios. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2Co. 5:21). Y al igual que el becerro de la expiación, la ofrenda por nuestro pecado se consumó fuera de la puerta de la ciudad de Jerusalén, en el Gólgota (He. 13:12). Así que gracias al sacrificio de Jesús, tú y yo podemos ser perdonados de nuestros pecados. Por lo tanto, ¡Vengamos a Jesús y aceptemos su sacrificio vicario redentor por nosotros!
II.- El carnero del holocausto (15-18)
Miren los vv.15-16. Una vez que se hubiese sacrificado el becerro de la expiación, y Jehová hubiese expiado el pecado de los sacerdotes, entonces se ofrecería el carnero del holocausto. Así se le llama en el v.18 y también en Lv. 8:18. Como pueden ver aquí los sacerdotes también debía poner las manos sobre la cabeza del animal, esto va a pasar también con el otro carnero (v.19), pues todos estos animales iban a morir vicaria o representativamente por los sacerdotes, aunque con propósitos diferentes. Este carnero no era un sacrificio por los pecados, sino un holocausto para Jehová y en el v.18 veremos con un poco más de detalle qué significa esto. Por lo pronto, aquí en el v. 16 se puede ver que debía rociarse la sangre del carnero sobre el altar alrededor, esto es, nuevamente, con la intención de mostrar delante de Dios que el sacrificio había sido hecho.
Miren los vv. 17-18. El carnero se sacrificaría completo porque era holocausto. Sin embargo, no podía sacrificarse así tal cual estaba. Debía cortársele en pedazos, lavar sus piernas, que estaban sucias por el camino; y lavar sus intestinos, que estaban llenos de estiércol y esto no podía presentarse delante de Dios. Después pondrían las piernas sobre los otros trozos y sobre su cabeza para ser quemado todo delante de Dios como holocausto.
La palabra española holocausto viene del gr. holokautos, que es como se traduce al griego la palabra hebrea olá que aparece en el v.18 y que significa “hacer ascender”, pero que en griego significa “quemar totalmente”. Este tipo de sacrificio recibe este nombre porque la víctima completa se quemaba sobre el altar, o como se expresa en hebreo se hacía ascender a la víctima a Dios en forma de humo. Era una ofrenda de olor grato a Jehová, es decir una ofrenda que subiría como aroma delante del trono de Dios y que sería agradable para Él.
En varios tipos de ofrendas y sacrificios, tanto el oferente como los sacerdotes comían una parte de lo sacrificado u ofrecido. Pero el holocausto recibe este nombre en griego porque nada del animal era comido por el hombre, todo era quemado delante de Dios. Así que el sacrificio era todo para Dios. Por otro lado, este no era un sacrificio tampoco para el perdón de los pecados, ni para hacer voto, ni era ofrenda por haber recibido alguna sanación o bendición. Era un sacrificio puramente de adoración, donde el oferente simplemente reconocía a Jehová como su Dios y venía a presentar una ofrenda delante de Él.
En el Pan Diario del jueves pasado pudimos ver un ejemplo de holocaustos para Jehová. Después de haber ofrendado voluntariamente todo el pueblo para la obra de construcción del Templo, todos se sintieron muy gozosos y sacrificaron holocaustos delante de Jehová, mil becerros, mil carneros y mil corderos con sus libaciones (1Cr. 29:21). El único propósito del holocausto es adorar a Jehová presentándole voluntariamente una ofrenda agradable. De hecho, tanto en el Tabernáculo como en el Templo habría dos holocaustos diarios como adoración continua a Jehová, pero de eso hablaremos en el mensaje de la próxima semana.
Este carnero del holocausto también es símbolo de Jesucristo. Jesús se entregó a Sí mismo como ofrenda voluntaria delante de Dios por nuestros pecados, con olor fragante (Ef. 5:2). Y de esa manera nos ha hecho aceptos delante de Dios y nos permite adorarle. Así mismo, nosotros deberíamos presentarnos a Dios también como ofrenda agradable, haciendo Su voluntad y sirviendo a otros. El apóstol Pablo agradeció a los hermanos en Filipos por sus ofrendas para él diciendo: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.” (Flp. 4:18). Según Pablo, las ofrendas de dinero de los filipenses para él, eran un holocausto de olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Nosotros también deberíamos servirnos los unos a los otros, sacrificándonos como holocausto para la obra de Dios.
III.- El carnero de la consagración (19-37)
Miren el v.19. Después de haber sacrificado el becerro de la expiación y el carnero del holocausto, Moisés debía sacrificar el carnero de la consagración, así se le llama en el v. 22 y en Lv. 8:22. Este sacrificio era único en el sistema de sacrificios israelitas, pues sólo se realizaba en los rituales de consagración de los sacerdotes. El becerro de la expiación y el carnero del holocausto se presentaban en otras ceremonias, pero el carnero de la consagración sólo para consagrar a los sacerdotes. Y de hecho tiene un ritual bien particular que veremos a continuación.
Miren el v. 20. Al degollar el carnero, Moisés debía recoger la sangre en los tazones conforme a lo que normalmente se hacía con los sacrificios. Pero la sangre del carnero de la consagración debía separarse en dos partes. De la primera parte, debía tomar Moisés con su dedo y cuidadosamente debían untar en el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y sus hijos, y en el pulgar derecho de sus manos, y el pulgar derecho de sus pies. Esto es algo único de este sacrificio, pues es un sacrificio de consagración.
La meticulosidad para untar estas partes del cuerpo, su intencionalidad y la cercanía que debía haber entre Moisés y Aarón y sus hijos para hacerlo, nos hablan de un compromiso. A través de recibir la sangre en cada una de estas partes de su cuerpo, Aarón y sus hijos están haciendo un compromiso de vivir consagrados para Dios. Y las partes del cuerpo que se untaban con la sangre del carnero de la consagración no eran para nada accidentales. Veamos qué significado tenía cada una de ellas.
Primero, el lóbulo de la oreja derecha. Las orejas sirven para oír. Aarón y sus hijos estaban consagrando sus oídos para escuchar la voz de Dios. Dios les hablaría a ellos a través de Moisés todo lo que necesitaban hacer para guardar su santidad y la del pueblo, y ellos se comprometían a oír y obedecer la voz de Dios a través de Moisés. Después Moisés dejaría por escrito todo esto en la Torá, la Ley, o el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia. Allí pondría Moisés las leyes y mandamientos que los sacerdotes y todo el pueblo debía oír para mantener su santidad delante de Dios.
Segundo, el pulgar de la mano derecha. Ese pulgar representaba toda la mano de ellos. Con las manos ellos hacían sus obras, así que la sangre en el pulgar de la mano representaba el compromiso de Aarón y sus hijos para hacer la obra de Dios. Hasta ahora ellos habían usado sus manos para su propia obra y para el pecado. Pero ahora estaban consagrando sus manos para tocar las cosas santas (los sacerdotes eran los únicos que podían tocar los muebles del Tabernáculo con sus manos desnudas) y para hacer solo la obra de Dios con ellas. Ya ellos no harían ninguna obra que no fuese la santa, pues ya no podían ni siquiera trabajar, ya que su trabajo todo era hacer la obra del Señor.
Tercero, el pulgar del pie derecho. Ese pulgar representaba todo el pie de ellos. Con los pies ellos caminaban. Hasta ahora ellos habían estado caminando según su propia voluntad a donde ellos querían, incluso habían caminado para ir a pecar. Pero ahora ellos debían andar en la voluntad de Dios. Ya no podían caminar a donde ellos quisiesen, sino a donde el Señor los enviase. Ellos se estaban comprometiendo a no andar más conforme a su voluntad, sino a andar conforme a la voluntad de Dios. Más adelante veremos, que durante sietes días, aunque quisieran, no podrían salir del Tabernáculo pues debían mantenerse allí todo el tiempo de la consagración. No podían ni ir a visitar a su familia mientras hacían la obra de Dios.
Miren el v.21. Moisés debía separar una parte de la sangre y ponerla en el tazón sobre el altar. Y después de haber untado meticulosamente las partes de sus cuerpos que vimos antes, debía ir al altar y tomar la sangre y el aceite de la unción y rociarlas sobre Aarón y sus hijos, de modo que la sangre y el aceite salpicaría todo sus cuerpos y sus vestiduras. De esa manera, ellos y sus vestiduras serían santificados con la sangre y el aceite de la unción.
Así mismo Jesús murió para nuestra consagración. Él derramó toda su sangre en la cruz y nos ha cubierto con ella y con el Espíritu Santo (que está representado aquí como el aceite de la unción). De modo que nos ha santificado con Su sangre y Espíritu. Así que cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, Su sangre y Su Espíritu nos cubren como cubrió aquí a los sacerdotes para santificarnos, ungirnos y consagrarnos como sacerdotes para Dios. Por lo tanto, nosotros debemos hacer un compromiso como lo hicieron los sacerdotes de oír la Palabra de Dios, hacer la obra de Dios y andar en el camino de Dios.
Oír la Palabra de Dios significa oír y obedecer toda la Palabra de Dios. No sólo lo que nos gusta. No sólo lo que nos agrada. No sólo lo que nos conviene. Sino TODA la Palabra de Dios, así no nos guste, así nos incomode, así nos duela. Debemos comprometernos delante de Dios para esto. También, comprometernos para hacer la obra de Dios. Esto quiere decir para apartar de nuestro tiempo para tener una relación personal con Dios a través de leer la Biblia y orar; pero también para servir a los otros con nuestro tiempo, esfuerzo y dinero. De igual manera, tenemos que hacer un compromiso para andar en el camino de Dios, esto es para andar en su voluntad. Para vivir conforme a lo que Él quiere para nosotros.
Dios quiere que cada uno de nosotros seamos santos y que nos dediquemos para Él y para su obra. Para eso Él murió por nosotros y para eso nos ha llamado. No solamente para que seamos salvos, sino también para que colaboremos en la salvación de otros por medio de servir y predicar el evangelio. Así que cada uno de nosotros tiene que hablar acerca de Dios a los que nos rodean e invitarlos para estudiar la Biblia también. No importa si pensamos que no tenemos mucha Palabra. No importa si creemos que todavía nos falta para vivir de forma santa. Invitar a otros debe ser nuestro compromiso. Esa es la única manera de expandir el Reino de Dios.
Pero, por sobre todas las cosas debemos hacer un compromiso con Dios para vivir en santidad. Eso no significa que no vamos a pecar. Cada día vamos a continuar pecando por nuestra naturaleza y deseos pecaminosos que batallan dentro de nosotros. Pero debemos hacer un compromiso serio para evitar el pecado a toda costa. Nuestras orejas, nuestras manos y nuestros pies deben estar untados con la sangre de Jesucristo como recordatorio de nuestro compromiso.
Miren ahora los vv.22-24. Después de consagrar a los sacerdotes con la sangre del carnero de la consagración, Moisés debía seleccionar ciertas partes del carnero muerto: la grasa, la cola, la grasa que cubre los intestinos, y la grasa del hígado, y los dos riñones, y la grasa que está sobre ellos, y la espaldilla derecha. Además, debía tomar un pan de cada uno de los que aprendimos la semana pasada: una torta grande de pan, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre. Y todo esto debía ponerlo en manos de Aarón y sus hijos y presentarlo como una ofrenda mecida. Las ofrendas mecidas no se quemaban, sino que simplemente se traían delante del altar y se mecían delante de Dios. Lo mismo que las ofrendas elevadas. No eran ofrendas para quemarse, sino para presentarse a Jehová. Después, de ellas comían tanto el oferente como los sacerdotes. Sin embargo, en este caso particular del carnero de la consagración, sí se iba quemar lo que había mecido como se puede leer en el v. 25. Miren el v.25. Entonces eso que había sido mecido por los sacerdotes se quemaría sobre el altar junto con el carnero del holocausto que todavía estaría allí ardiendo.
En los vv. 26-28, Jehová ordena presentar como ofrendas mecida y elevada, la espaldilla y el pecho del carnero de la consagración. Estas ofrendas sí se apartarían para que lo comiesen Moisés y los sacerdotes como se puede leer en los vv. 31-34. De esa manera Moisés y los sacerdotes tenían comunión con Dios, participando de la mesa del Señor. La parte de Dios era la que se quemaba sobre el altar, la grasa y las vísceras, y la parte de Moisés y los sacerdotes, la espaldilla y el pecho.
En los vv. 29-30 se establece que las vestiduras sagradas de Aarón serían heredadas a todos los sumos sacerdotes después de él. Aquel que las heredare tenía que cumplir con este ritual de consagración también, llevando las vestiduras por siete días y sacrificando un becerro de expiación cada día como se establece en los vv. 35-37. Así que la consagración de Aarón y sus hijos duraría 7 días en total, durante los cuales no podían abandonar el Tabernáculo ni quitarse las vestiduras sagradas.
Nosotros hemos sido santificados por Dios una vez y para siempre cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Él nos limpia de todos nuestros pecados y nos consagra como sus sacerdotes, como aprendimos la semana pasada, por medio del lavamiento de la regeneración y la unción con el Espíritu Santo. Hagamos nuestro compromiso con Dios de vivir consagrados para Él oyendo y obedeciendo la Palabra de Dios cada día de nuestras vidas, y haciendo su obra intercesora y evangelizadora. Que ya nuestras manos y nuestros pies no sean usados para pecar, sino para hacer la obra de Dios y su voluntad.
Yo oro para que cada uno de nosotros pueda vivir consagrado como un sacerdote para Dios, oyendo, obedeciendo y aplicando la Palabra de Dios cada día de nuestras vidas. Y que también podamos ser ministros de Dios en este mundo, llevando el evangelio a aquellos que no conocen a Jesús y enseñando la Biblia. Que podamos servirnos en amor los unos a los otros, como ofrenda agradable a nuestro Dios. Y que así podamos convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
ARCHIVOS PARA DESCARGAR
[9.Ago.2020]_Dominical-UBF-Panamá_(EXO_29..10-37)-Mensaje.pdf
|
FOROS UBF ESPAÑOL
-
P. Verónica Ramírez (SV)
( 18 de diciembre de 2020 )
Hasta ahora se han realizado 0 comentarios...