Éxodo 28:1-43

28:1 Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aarón.
28:2 Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura.
28:3 Y tú hablarás a todos los sabios de corazón, a quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle para que sea mi sacerdote.
28:4 Las vestiduras que harán son estas: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. Hagan, pues, las vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes.
28:5 Tomarán oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido,
28:6 y harán el efod de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, de obra primorosa.
28:7 Tendrá dos hombreras que se junten a sus dos extremos, y así se juntará.
28:8 Y su cinto de obra primorosa que estará sobre él, será de la misma obra, parte del mismo; de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido.
28:9 Y tomarás dos piedras de ónice, y grabarás en ellas los nombres de los hijos de Israel;
28:10 seis de sus nombres en una piedra, y los otros seis nombres en la otra piedra, conforme al orden de nacimiento de ellos.
28:11 De obra de grabador en piedra, como grabaduras de sello, harás grabar las dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; les harás alrededor engastes de oro.
28:12 Y pondrás las dos piedras sobre las hombreras del efod, para piedras memoriales a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante de Jehová sobre sus dos hombros por memorial.
28:13 Harás, pues, los engastes de oro,
28:14 y dos cordones de oro fino, los cuales harás en forma de trenza; y fijarás los cordones de forma de trenza en los engastes.
28:15 Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa, lo harás conforme a la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido.
28:16 Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y un palmo de ancho;
28:17 y lo llenarás de pedrería en cuatro hileras de piedras; una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo;
28:18 la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante;
28:19 la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista;
28:20 la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro.
28:21 Y las piedras serán según los nombres de los hijos de Israel, doce según sus nombres; como grabaduras de sello cada una con su nombre, serán según las doce tribus.
28:22 Harás también en el pectoral cordones de hechura de trenzas de oro fino.
28:23 Y harás en el pectoral dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral.
28:24 Y fijarás los dos cordones de oro en los dos anillos a los dos extremos del pectoral;
28:25 y pondrás los dos extremos de los dos cordones sobre los dos engastes, y los fijarás a las hombreras del efod en su parte delantera.
28:26 Harás también dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral, en su orilla que está al lado del efod hacia adentro.
28:27 Harás asimismo los dos anillos de oro, los cuales fijarás en la parte delantera de las dos hombreras del efod, hacia abajo, delante de su juntura sobre el cinto del efod.
28:28 Y juntarán el pectoral por sus anillos a los dos anillos del efod con un cordón de azul, para que esté sobre el cinto del efod, y no se separe el pectoral del efod.
28:29 Y llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, cuando entre en el santuario, por memorial delante de Jehová continuamente.
28:30 Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová.
28:31 Harás el manto del efod todo de azul;
28:32 y en medio de él por arriba habrá una abertura, la cual tendrá un borde alrededor de obra tejida, como el cuello de un coselete, para que no se rompa.
28:33 Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor.
28:34 Una campanilla de oro y una granada, otra campanilla de oro y otra granada, en toda la orla del manto alrededor.
28:35 Y estará sobre Aarón cuando ministre; y se oirá su sonido cuando él entre en el santuario delante de Jehová y cuando salga, para que no muera.
28:36 Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella como grabadura de sello, SANTIDAD A JEHOVÁ.
28:37 Y la pondrás con un cordón de azul, y estará sobre la mitra; por la parte delantera de la mitra estará.
28:38 Y estará sobre la frente de Aarón, y llevará Aarón las faltas cometidas en todas las cosas santas, que los hijos de Israel hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas; y sobre su frente estará continuamente, para que obtengan gracia delante de Jehová.
28:39 Y bordarás una túnica de lino, y harás una mitra de lino; harás también un cinto de obra de recamador.
28:40 Y para los hijos de Aarón harás túnicas; también les harás cintos, y les harás tiaras para honra y hermosura.
28:41 Y con ellos vestirás a Aarón tu hermano, y a sus hijos con él; y los ungirás, y los consagrarás y santificarás, para que sean mis sacerdotes.
28:42 Y les harás calzoncillos de lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos.
28:43 Y estarán sobre Aarón y sobre sus hijos cuando entren en el tabernáculo de reunión, o cuando se acerquen al altar para servir en el santuario, para que no lleven pecado y mueran. Es estatuto perpetuo para él, y para su descendencia después de él.

EL TABERNÁCULO (VI): SANTIDAD A JEHOVÁ


Buenos días. En las primeras cinco partes de esta serie sobre el Tabernáculo hemos aprendido acerca de la voluntad de Dios de habitar en medio de Su pueblo y de ser adorado por ellos en el Tabernáculo. Hemos visto cómo sería su estructura y algunos de sus muebles, y cómo todo ello apunta a Jesucristo como el Tabernáculo perfecto. Sin embargo, en las próximas dos semanas vamos a aprender acerca de los que servirían en el Tabernáculo. Aunque Jehová quería habitar en medio de Su pueblo y ser adorado por ellos, no todo el pueblo podía estar delante de Él continuamente por causa de sus pecados. Así que Jehová escogió una familia especialmente para que estuviese delante de Él continuamente y le sirviese en toda la adoración en el Tabernáculo. A estos que escogió les llamó sacerdotes, o en hebreo, kojén

Hoy aprenderemos quiénes serían los sacerdotes de Jehová en el Tabernáculo y cómo serían sus vestiduras. Yo oro para que a través de este mensaje podamos aprender acerca de nuestro llamado como sacerdotes del Dios Altísimo y que podamos ejercer nuestro llamado y vivir en santidad a Jehová. Amén.

I.- Para que sean mis sacerdotes (1-3)

Miren el v.1. Jehová ordena a Moisés apartar de entre los hijos de Israel a Aarón, su hermano, y a sus hijos para ser Sus sacerdotes. Un sacerdote es un ministro reconocido de una divinidad que oficia ante un altar y en otros ritos cúlticos. El sacerdote realiza sacrificios, ritos y tareas de mediación, y representa al pueblo delante de Dios. Jehová quería que Aarón y sus hijos fuesen los mediadores entre Él y su pueblo, y que representasen a los hijos de Israel delante de Él. Que ellos ofreciesen los sacrificios sobre el altar del holocausto que aprendimos la semana pasada, y que entrasen a ministrar en el Santuario del Tabernáculo delante de Él (Nm. 18:7). 

Aquí en el v.1 podemos ver que fue Jehová quien escogió a Aarón y sus hijos para ser sus sacerdotes. De hecho, la frase “para que sean mis sacerdotes” aparece tres veces entre los vv. 1-4, quizás destacando que el llamamiento viene de parte de Dios y la importancia que éste tenía en la vida religiosa de la nación. Quizás haciendo una referencia también a la Trinidad de Dios, de modo que Aarón y sus hijos serían sacerdotes del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 

Entonces, Jehová estableció a Aarón y sus hijos Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar como sacerdotes en Israel. El texto hebreo agrupa a los hijos de Aarón en dos pares, siendo el primero Nadab y Abiú, y el segundo Eleazar e Itamar. Nadab y Abiú murieron por no obedecer cuidadosamente a Dios (Lv. 10:1-2), así que el sacerdocio quedó limitado a los descendientes de Eleazar e Itamar (Nm. 3:4). Aquí podemos ver que aunque Dios nos escoja y nos llame para hacer su obra, si no obedecemos cabalmente la Palabra de Dios podríamos ser desechados delante de Él. Así que debemos ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor (Flp. 2:12). 

Miren el v.2. Jehová le ordena a Moisés hacer vestiduras sagradas a Aarón su hermano, para honra y hermosura. Aunque Aarón y sus hijos serían los sacerdotes (en heb. kojén), Aarón tendría una función especial como Sumo Sacerdote (en heb. kojén haggadol), que supervisaría la labor de los sacerdotes y tendría el privilegio de ser el único sacerdote que podía entrar en el Lugar Santísimo. Así que sus vestiduras serían especiales para exaltar su cargo y función, señalando de manera vívida a Aarón como una persona especial que llevaba a cabo una función mediadora especial. Pero también cada una de las prendas que constituía su vestimenta mostraba su responsabilidad, el origen divino de la misma, y apuntaban a Jesucristo como veremos más adelante.

Miren el v.3. Las vestiduras sagradas de Aarón y sus hijos no serían hechos por cualquier persona, sino por los sabios de corazón, a quienes Jehová ha llenado de espíritu de sabiduría. Aquí “los sabios de corazón” se refiere a la gente talentosa para el trabajo en telas y bordados a quienes Dios había llenado con su Espíritu Santo y sabiduría para hacer las vestiduras sagradas conforme a su voluntad. Jehová les había dado el talento a estas personas para este trabajo, seguramente ellos eran muy diestros para hacer toda clase de telas, bordados y vestimentas, y lo usarían para su sustento. Pero ahora Dios les estaba pidiendo que usaran esos talentos que Él les había dado para su servicio. Dios también nos ha dado habilidades especiales y quiere que las usemos para su gloria. Piensen en los talentos y habilidades especiales que Dios les ha dado y en la forma en que podrían usarlos para Su obra.

Dios me ha dado a mí el don de la enseñanza. Me encanta aprender y enseñar a otros lo que he aprendido. Y muchas personas tanto dentro como fuera de la iglesia me han felicitado por mi talento para enseñar. Cuando estaba estudiando el Posgrado en Educación Superior en la Universidad Interamericana de Panamá, tuve que dar una clase de Química a un grupo muy diverso de compañeros: ingenieros, mercadólogos, economistas, etc. Una de las compañeras me felicitó mucho después de mi clase porque a ella nunca le había gustado la Química en la escuela y no se acordaba nada de eso, pero mi clase le había encantado y había recordado y aprendido mucho.

Yo he puesto este talento que Dios me ha dado en sus manos y lo utilizo para Su honra y gloria. Lo utilizo en los estudios bíblicos y también ahora para predicarles el mensaje. Y es mi oración que Dios me siga llenando de sabiduría y de Su Espíritu Santo para continuar enseñando la Palabra de Dios a cada vez más personas. Amén.

Piensen ustedes en los dones y talentos que Dios les ha dado y cómo pueden usarlos para Su obra. Si alguno de ustedes tiene talento para la música, desarróllelo. Necesitamos músicos en nuestro ministerio que nos ayuden a mejorar nuestra adoración a Dios. Si tienes el don de servir a otros, desarróllalo y sirve. Si tienes el don de presidir, hay oportunidad para presidir también. Y si todavía no estás seguro de cuál es tu don o talento especial, o de cómo podrías usarlo para Dios, ora mucho a Dios y vamos a descubrirlo juntos y a usarlo para la obra de Dios. Estoy seguro que Dios te ha dado dones y talentos y que Él quiere usarlos para su honra y gloria. Oro para que cada uno de ustedes los identifique, los desarrolle y que el Espíritu Santo los ayude a ponerlos al servicio del Señor. Amén.     

II.- Las vestiduras sacerdotales (4-43)

Miren el v.4. Esta sección pasa a describir las vestiduras sacerdotales, comenzando con las vestiduras de Aarón o del Sumo Sacerdote. Éstas son ampliamente descritas y apenas se mencionan las de los hijos de Aarón al final del capítulo. Las vestiduras sagradas del Sumo Sacerdote consistían en seis piezas especiales, nombradas aquí desde la más externa a la más interna, y desde arriba hacia abajo: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. A continuación vamos a ver en qué consistía cada una de ellas, de que estaban hechas, para qué servían y qué representaban.

Miren los vv. 5-8. La primera prenda que se describe es el efod. La palabra efod es una palabra hebrea transliterada al español, es decir, no fue traducida sino que se introdujo en el español tal cual estaba en hebreo. Es una especie de delantal que se ponía el Sumo Sacerdote sobre todas las otras ropas y que le cubría especialmente la parte posterior. Debía tejerse de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Tendría dos hombreras donde se juntarían la parte trasera del efod con la delantera. Y se amarraría en la cintura con un cinto que sería parte del mismo. Los hilos del efod eran prácticamente los mismos que los de las puertas del Tabernáculo, con la diferencia de que tendría hilos de oro en su hechura también. Como aprendimos antes, todo esto simboliza a Jesucristo, lo que quiere decir que el Sumo Sacerdote estaba revestido del Señor, así como nosotros debemos vestirnos del Señor Jesucristo (Ro. 13:14). 

Miren ahora los vv. 9-14. Sobre las hombreras del efod se colocarían dos piedras de ónice en las cuales se grabarían los nombres de las doce tribus de Israel conforme al orden de su nacimiento. Seis en una piedra y seis en la otra. Las piedras se montarían en un engaste de oro para poder coserlas a la tela y para que los engastes pudiesen usarse para fijar el pectoral al efod por medio de trenzas de oro. El Sumo Sacerdote llevaría sobre sus hombros los nombres de las doce tribus de Israel, es decir, de todo el pueblo de Israel. Esto muestra que el Sumo Sacerdote tenía la responsabilidad de todo el pueblo sobre sus hombros. Él representaba al pueblo de Israel delante de Dios, y todo lo que el pueblo hiciese era responsabilidad del Sumo Sacerdote.

Miren ahora los vv. 15-29. Ahora se describe el pectoral del juicio. Era una prenda cuadrada de unos 22 cm de lado que cubría el pecho del Sumo Sacerdote. Se haría doble y se doblaría dejando una especie de bolsillo dentro de él. La parte superior del pectoral se uniría al efod por las hombreras con trenzas de oro, y la parte inferior se uniría al cinto del efod con un cordón de azul. El pectoral estaba hecho con los mismos hilos del efod, oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Y una vez adherido a éste, se convertiría en parte integral del mismo, pues ya no se separaría más de él como dice el v.28. Como eran de los mismos hilos y estaban unido el uno al otro, ambas piezas llegaron a llamarse juntas efod, de modo que muchas veces cuando se habla del efod, se incluye al pectoral dentro de él. 

En el pectoral se colocarían cuatro hileras de tres piedras preciosas o semipreciosas, doce piedras en total conforme al número de las tribus de Israel. Cada una de estas piedras estaría engastada en oro y cosida al pectoral, y llevaría grabado el nombre de una tribu de Israel. Las doce piedras preciosas y semipreciosas grabadas cada una con el nombre de una tribu exhibían con colorido y de manera ornamental el papel representante de intercesión de Aarón por las tribus ante Jehová. Ya vimos que el Sumo Sacerdote llevaba sobre sus hombros la responsabilidad del pueblo, pero también debía llevarlos a cada uno de ellos sobre su corazón. El Sumo Sacerdote debía sentir la carga en su corazón por cada uno de sus hermanos y traerlos en oración delante de Dios continuamente. 

Miren el v.30. En el bolsillo del pectoral, apoyados contra el corazón del sacerdote, se colocaba el Urim y el Tumim. Estas también son palabras hebreas transliteradas al español que podrían traducirse como Luces y Perfecciones. Nadie sabe a ciencia cierta cómo eran estos objetos o cómo se usaban. Sus nombres son plurales en hebreo, así que Urim podía ser más de un objeto, y Tumim también. Lo cierto es que tanto el Urim y el Tumim como el pectoral eran usados como instrumentos de oráculo para discernir la voluntad de Dios. Si alguien quería conocer la voluntad de Dios, debía venir al Sumo Sacerdote y consultar los Urim y Tumim. David consultó más de una vez a Urim y Tumim aunque no se mencionan sus nombres. En 1S. 30:7-8 vemos un ejemplo de esto. David le pidió al sacerdote Abiatar que le acercase el efod (que incluía el pectoral) para consultar a Jehová. Y le preguntó a Dios a través del efod: “¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar?” Y Jehová le respondió por los Urim y Tumim: “Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos.” Al parecer le respondió usando al sacerdote.

Un detalle interesante es que la palabra hebrea Urim comienza con la primera letra del alfabeto hebreo alef, y Tumim comienza con la última letra hebrea tau. Así que esto podría significar que Urim y Tumim representan la primera y la última letras hebreas, la A y la Z, o como en el griego el alfa y la omega, que es un nombre de Jesucristo en el Apocalipsis (Ap. 1:8). Siendo un medio para conocer la voluntad de Dios, siendo Luces y Perfecciones, siendo alef y tau, estos Urim y Tumim sin duda alguna representan a Jesucristo como el único a través del cual podemos conocer al Padre y a su voluntad 
(Jn. 14:6). Si quieren conocer la voluntad de Dios sobre cualquier cosa en sus vidas, deben venir a la Palabra de Dios y en oración, en el nombre de Jesús, pedirle al Padre que les revele Su voluntad. Y si tienen dudas acerca de la voluntad de Dios en cualquier cosa, pueden pedir consejo también a sus pastores que con la Palabra de Dios y el Espíritu Santo les orientarán. 

Miren los vv. 31-35. La siguiente prenda que se describe es el manto del efod, es decir el manto de azul que se colocaba antes del efod. Este sería bastante sencillo, sin mangas, y con un cuello reforzado como se reforzaban las armaduras de cuero de los soldados de aquella época para que no se rompiera cuando el Sumo Sacerdote se lo pusiese o se lo sacase. Estaría adornado en la orla o en el borde inferior con unas granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor. 

El manto de azul le recordaba al Sumo Sacerdote que su ministerio venía del cielo y que Él estaba muy cerca de Dios por ello. Las granadas mostraban el fruto espiritual que el sacerdote debía dar para Dios. Las campanillas le recordaban tanto a él como al pueblo la gracia que recibían de Dios, pues cuando el Sumo Sacerdote entraba en el Lugar Santísimo con la sangre de la Expiación, los sacerdotes y el pueblo podían saber que Dios había aceptado el sacrificio al escuchar las campanillas tintineando dentro del Santuario. Pero si no se escuchaba el sonido de las campanillas, entonces Jehová no había perdonado el pecado del Sumo Sacerdote o del pueblo y este había caído muerto dentro del Santuario.  

Miren los vv. 36-38. El Sumo Sacerdote llevaría sobre su cabeza una mitra, que era como una especie de corona o turbante de lino, sobre la cual se ataría con un cordón de azul una lámina de oro con una grabadura que decía: “SANTIDAD A JEHOVÁ.” Dios estaba sellando al Sumo Sacerdote en su frente como una persona santa, apartada para su servicio. Cuando el pueblo veía al Sumo Sacerdote sabía que era un hombre santo porque Jehová lo había apartado para sí. Y al ver la lámina, el Sumo Sacerdote debía recordar que debía ser santo en toda su manera de vivir, porque Jehová le había apartado para ello. El Sumo Sacerdote no podía pecar deliberadamente contra Dios porque no sería perdonado.

Resulta interesante que llevase esta inscripción sobre su mente. Su pensamiento siempre debía ser la Santidad para Jehová y no el pecado. Esto me recuerda a José en Egipto. Cuando la mujer de Potifar quiso acostarse con él, él respondió: “No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gn. 39:9). Aunque José había sido vendido como esclavo en Egipto. Aunque Dios había permitido que él sufriera mucho. En su mente estaban grabadas esas palabras que el Sumo Sacerdote llevaba sobre su frente: “SANTIDAD A JEHOVÁ.” José no quería pecar contra Dios.

De la misma manera, aunque nosotros no tenemos plaquitas en nuestras frentes que digan: “SANTIDAD A JEHOVÁ.” (Ojalá las tuviésemos. ¿No quieren que nos hagamos unas?). Deberíamos vivir con esta misma mente de José, que debía ser la del Sumo Sacerdote también, y cuando se presente una oportunidad para pecar, deberíamos preguntarnos: “¿cómo haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Cuando se les tire el taxista en la calle y le quieran decir hasta del mal que se va a morir: “¿cómo haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Cuando se presenta una mujer tentadora o un hombre tentador: “¿cómo haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Cuando se presente una oportunidad para tomar lo que no es suyo y que nadie se vaya a dar cuenta: “¿cómo haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Cuando el animal de dos patas con que nos casamos nos saque de quicio: “¿cómo haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” En general, en nuestras mentes deberíamos llevar grabadas continuamente estas palabras: “SANTIDAD A JEHOVÁ.”  

Miren el v.39. El resto de las prendas sagradas del Sumo Sacerdote serían de lino, representando santidad. Debía estar coronado de santidad con la mitra. Vestido de santidad internamente con la túnica bordada y debería estar ceñido de santidad con un cinto. El Sumo Sacerdote en sus vestiduras mostraba lo que debía haber en su ser interior: santidad, hermosura y gloria para Dios. Este Sumo Sacerdote sería el representante del pueblo ante Dios y el mediador entre Dios y los hombres. En todas sus vestiduras y en todo su oficio era un símbolo, una representación de Jesucristo, el verdadero Sumo Sacerdote del verdadero Tabernáculo como lo expresa el autor de Hebreos: “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.” (He. 8:1-2). ¡Jesús es nuestro Sumo Sacerdote que intercede por nosotros ante el Padre!

Miren los vv. 40-41. Las vestiduras de los hijos de Aarón, los sacerdotes, serían mucho más sencillas, pero también finas y hermosas. Nadie en el pueblo se vestiría como ellos. Se vestirían con túnicas y turbantes de lino también y un cinto. Todo aquello representando también la santidad de su oficio. En los vv. 42-43 también se nos dice que tanto Aarón como sus hijos debían usar calzoncillos de lino para cubrir su desnudez. En aquella época la gente no usaba calzoncillos, pero los sacerdotes debían usarlos para evitar que su desnudez quedase expuesta en el Tabernáculo durante su servicio. Así Aarón y sus hijos estarían vestidos de santidad y honor desde adentro hacia afuera.   

Ya vimos que Jesús es el Sumo Sacerdote del verdadero Tabernáculo. Y Él ha llamado a todos los creyentes para ser un real sacerdocio (1P. 2:9). También el apóstol Juan en Apocalipsis dice a las siete iglesias que están en Asia: “y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Ap. 1:6). ¡Jesús nos ha hecho reyes y sacerdotes del Reino de Dios! Cada uno de nosotros debería vestirse de santidad como Aarón y sus hijos. Esto no quiere decir que ahora vamos a vestirnos con túnicas blancas, “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1P. 1:15). Debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir. Debemos llevar grabadas en nuestras mentes la inscripción: “SANTIDAD A JEHOVÁ”.  

¿Cómo podemos ser santos? ¿Cómo podemos evitar el pecado? Aprendiendo y obedeciendo la Palabra de Dios. A medida que conozcamos más la Palabra de Dios y que la pongamos en práctica en nuestras vidas, seremos santos. No existe otra manera. Sólo poniendo en práctica la Palabra de Dios en nuestras vidas cada día podemos llegar a ser santos. Oro para que cada uno de nosotros ame la Palabra de Dios, aprenda de ella cada día y la ponga en práctica en su diario vivir. Y que seamos verdaderos sacerdotes para Dios, intercediendo por aquellos que no conocen a Dios y trayéndolos más cerca de Él. Amén.

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