Éxodo 22:1 - 23:9

22:1 Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas.
22:2 Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido y muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte.
22:3 Pero si fuere de día, el autor de la muerte será reo de homicidio. El ladrón hará completa restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto.
22:4 Si fuere hallado con el hurto en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el doble.
22:5 Si alguno hiciere pastar en campo o viña, y metiere su bestia en campo de otro, de lo mejor de su campo y de lo mejor de su viña pagará.
22:6 Cuando se prendiere fuego, y al quemar espinos quemare mieses amontonadas o en pie, o campo, el que encendió el fuego pagará lo quemado.
22:7 Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar, y fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará el doble.
22:8 Si el ladrón no fuere hallado, entonces el dueño de la casa será presentado a los jueces, para que se vea si ha metido su mano en los bienes de su prójimo.
22:9 En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo.
22:10 Si alguno hubiere dado a su prójimo asno, o buey, u oveja, o cualquier otro animal a guardar, y éste muriere o fuere estropeado, o fuere llevado sin verlo nadie;
22:11 juramento de Jehová habrá entre ambos, de que no metió su mano a los bienes de su prójimo; y su dueño lo aceptará, y el otro no pagará.
22:12 Mas si le hubiere sido hurtado, resarcirá a su dueño.
22:13 Y si le hubiere sido arrebatado por fiera, le traerá testimonio, y no pagará lo arrebatado.
22:14 Pero si alguno hubiere tomado prestada bestia de su prójimo, y fuere estropeada o muerta, estando ausente su dueño, deberá pagarla.
22:15 Si el dueño estaba presente no la pagará. Si era alquilada, reciba el dueño el alquiler.
22:16 Si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada, y durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer.
22:17 Si su padre no quisiere dársela, él le pesará plata conforme a la dote de las vírgenes.
22:18 A la hechicera no dejarás que viva.
22:19 Cualquiera que cohabitare con bestia, morirá.
22:20 El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto.
22:21 Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.
22:22 A ninguna viuda ni huérfano afligiréis.
22:23 Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor;
22:24 y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos.
22:25 Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura.
22:26 Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás.
22:27 Porque sólo eso es su cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá? Y cuando él clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso.
22:28 No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.
22:29 No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos.
22:30 Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja; siete días estará con su madre, y al octavo día me lo darás.
22:31 Y me seréis varones santos. No comeréis carne destrozada por las fieras en el campo; a los perros la echaréis.
23:1 No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso.
23:2 No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios;
23:3 ni al pobre distinguirás en su causa.
23:4 Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo.
23:5 Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo.
23:6 No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito.
23:7 De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no justificaré al impío.
23:8 No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos.
23:9 Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.

EL LIBRO DEL PACTO (II): ME SERÉIS SANTOS


Buenos días. Hoy continuaremos con el Libro del Pacto. La semana pasada aprendimos el principio general del castigo en la Ley de Moisés: ojo por ojo, diente por diente. Jehová exigía que el castigo para el transgresor fuese igual al daño ocasionado, excepto para pecados que proviniesen de un corazón abiertamente rebelde a Dios. En esos casos las personas no podían continuar habitando entre el pueblo, sino que debía ser cortados del mismo por medio de la pena de muerte. Todo esto con el propósito de que el pueblo de Israel fuese un reino de sacerdotes y una nación santa. El propósito final de los mandamientos y leyes divinas es que el pueblo fuese santo. Y eso es precisamente lo que aprenderemos hoy. La voluntad de Dios es que su pueblo sea santo. Que viva de forma santa en su relación con Dios y con los otros. Y que vivan con integridad y ecuanimidad. Mi oración es que nosotros podamos escuchar la voz de Dios hoy, y que podamos ser santos en toda nuestra manera de vivir. Amén.  

I.- Santidad en las relaciones con los demás y con Dios (22:1-20)

Miren el v.1. El capítulo 22 comienza exponiendo el castigo para los ladrones, asaltadores, invasores y estafadores, es decir, para todo aquel que defraude a su prójimo para su propio beneficio. Aquí en el v.1, se establece la pena para el ladrón que ya se hubiese beneficiado del bien hurtado, es decir, que ya no pudiese retornar lo hurtado a su dueño. En el caso de que ya lo hubiese degollado o lo hubiese vendido, debía pagar la restitución máxima que establecía la ley por el hurto. Si lo hurtado fuese una oveja, entonces tenía que pagar cuatro ovejas al agraviado; y si hubiese sido un buey, debía pagar cinco bueyes. Esto quiere decir que las penas por hurto iban desde 200% hasta 500% del bien hurtado. Aquí la pena máxima es establecida para un buey, ya que era uno de los animales más grandes y útiles, pues no sólo servía como alimento, sino también para el trabajo en el campo.

En el NT podemos encontrar un ejemplo del uso de este principio de restitución en el arrepentimiento de Zaqueo. Cuando Jesús visitó la casa de Zaqueo en Jericó y él aceptó el señorío de Jesús en su vida, propuso lo siguiente: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” (Lc. 19:8). Para mostrar su arrepentimiento genuino, Zaqueo usó el principio de restitución de una oveja degollada o vendida. 

Miren los vv.2-3a. Si un ladrón era sorprendido forzando una casa de noche y resultaba muerto, quien le dio muerte no sería castigado. Pero si era asesinado en horas del día, el autor de la muerte sería culpado de homicidio. Esto es porque de noche no se podían discernir la identidad ni las intenciones del ladrón. Podría venir hacia el que le sorprendió y matarle. Así que si era asesinado, era considerado defensa propia. Pero de día, se podía identificar al ladrón y se podía pedir ayuda de los vecinos para capturarlo y llevarlo ante los jueces. Así que no había excusa para matarle., excepto la defensa propia.

Miren los vv. 3b-4. Si el ladrón era llevado ante los jueces por su delito, entonces debía hacer completa restitución por su hurto. Y si no tenía con qué pagar, debía ser vendido como esclavo para que pagase lo hurtado. Podemos ver que esta ley es muy justa. El ladrón no debía solo devolver lo hurtado, sino además compensar a la víctima por los problemas causados, mínimo con el doble de lo que había hurtado. En este sentido, nuestras leyes son muy injustas. Si una persona es sorprendida robando, lo máximo que se le exige es devolver los bienes hurtados, si es que aún estuviese en posesión de ellos. Pero si ya no los tiene, simplemente es apresado, y a la víctima no se le resarce de ninguna manera. Y con la superpoblación carcelaria que hay, sale rápidamente a seguir hurtando.

Si se aplicaren leyes como las que tenemos acá en el capítulo 22, sería mucho más justo para con los agraviados, y desalentaría el hurto, pues, el riesgo sería demasiado alto y no valdría la pena. Imaginen, de acuerdo a estas leyes si alguien se roba un celular y es atrapado, debía devolver dos. Ahora el problema estaría cuando no tuviese para pagar, pues no podría venderse como esclavo para honrar la pena. De todas formas, si aplicásemos las leyes divinas en la actualidad nuestro sistema de justicia sería mucho más justo. Pero con el trato humanitario a los delincuentes, se ha llegado a favorecer a aquellos que transgreden, y a perjudicar a los agraviados. ¡Ese es el sistema de justicia del mundo! Dios establezca su reino y su justicia pronto.

Miren ahora los vv. 5-6. Aquí se establecen condenas por el daño del campo del vecino por negligencia. Si alguien llevaba a pastar sus animales al campo del vecino, o si prendiere fuego y quemase el campo de su vecino, debía resarcir el daño con los mejor de su campo o de su viña. Aunque fuese algo accidental, debía compensar a su vecino porque era su responsabilidad. Somos responsables de nuestras acciones o negligencia que perjudique al prójimo, y debemos asumir nuestra responsabilidad y compensarle. De esta manera podemos vivir en paz con todos.   

Miren los vv. 7-9. Si alguien daba a guardar dinero o joyas a su prójimo, y éstas fuesen hurtadas de su casa, entonces él debía demostrar delante de los jueces que no tenía nada que ver en el asunto. Y si hubiese estado involucrado en fraude para con su prójimo, entonces debía pagar el doble de lo que se hubiese hurtado. Esto se hacía con el fin de evitar que alguien traicionara la confianza de su prójimo. Imaginen cuánta confianza debía haber para dar a guardar dinero o joyas. Debemos ser fieles a aquellos que han confiado en nosotros, pues una vez traicionada la confianza cuesta mucho volverla a recuperar. No defraudemos a los que confían en nosotros, sino seamos fieles y confiables en todo tiempo.

Miren los vv. 10-13. Aquí nuevamente se trata el tema de la confianza pero con animales. Los animales eran propensos a lastimarse, morir, ser hurtados o ser devorados por fieras. Así que igualmente era una gran responsabilidad guardar un animal de mi prójimo. Estas leyes fueron dadas para que aquel que recibiese un animal para guardar, pusiese todo su empeño en cuidarlo. Si algún daño ocurría, debía evaluarse la responsabilidad de la persona. Si el animal muriere o fuere estropeado, o fuere llevado sin verlo nadie, entonces la persona a cargo de cuidarle debía jurar en nombre de Jehová que no había estado involucrado en el daño para perjudicar a su prójimo, si fuese así no pagaría nada. Si hubiese sido arrebatado por fiera, debía traer los despojos del animal como testimonio, y entonces sería exonerado. Pero si hubiese sido hurtado bajo su mirada y él no hubiese hecho nada, entonces debía resarcir el daño, era su responsabilidad.

Miren los vv. 14-15. Si el animal era prestado o alquilado, la situación era diferente. Si era prestado, entonces el que lo recibía debía tener aún mayor responsabilidad. Así que si le pasaba algo al animal sin que su dueño estuviese presente, debía pagarlo, pues el dueño de buena voluntad se lo prestó y confió en él. Pero si el dueño estuviese presente, no pagaba nada porque el dueño podía hacer algo para evitar el daño y no lo hizo. En cambio, si el animal era alquilado y le sucedía algo, el que lo alquiló no debía pagar nada más que el alquiler, ya que el dueño se estaba beneficiando de aquello y ya con eso obtenía su satisfacción. Esta ley también alentaba el préstamo sobre el alquiler, pues si le prestaba el animal y algo pasaba, el dueño podía ser compensado, pero con el alquiler no había compensación alguna. Esta es la sabiduría de Jehová.

Miren ahora los vv. 16-17. Ahora pasamos a una sección diferente. Aquí se tratan varias leyes acerca de la pureza física y espiritual. Primero, en los versículos que acabamos de leer, se establece el castigo para aquel que sedujera a una doncella que no estuviese comprometida en matrimonio solo para acostarse con ella. Esto podía hacerse, por ejemplo, bajo falsas promesas de matrimonio. Dios quiso proteger la pureza de las doncellas a través de esta ley. Aquí estamos hablando de jovencitas en edad de casarse, entre los 14 y 16 años, que eran inocentes y realmente querían ser tomadas como esposas. Si la doncella era engañada y se le quitaba su virginidad, el que lo hizo estaba obligado a casarse con ella pagando la dote correspondiente que, de acuerdo a Dt. 22:29, era de cincuenta piezas de plata. Y si el padre no quería emparentar con aquel hombre, por la razón que fuese, entonces el que la sedujo debía pagar la dote de todas formas y no se podía casar con ella. De esta forma Jehová quería evitar que el hombre usase su madurez y posición para aprovecharse de una jovencita y después no casarse.

Dios dio las relaciones sexuales como un regalo a la humanidad para ser usado en la santidad del matrimonio. Ni siquiera las personas comprometidas podían disfrutar de él hasta que no estuviesen formalmente casados. Esto lo hizo Dios para guardar la santidad y la pureza de la relación. Si alguien mancillaba a una joven, debía casarse con ella, aunque no quisiese, y no podía repudiarla ni divorciarse bajo ninguna circunstancia (Dt. 22:28). Dios quiso proteger la santidad de la familia. Y Él está preocupado por nuestra salud física, emocional y espiritual, como aprendimos con los diez mandamientos. Todas estas leyes y mandamientos divinos son para nuestro bien, nuestra felicidad y nuestra santidad. Esa es la voluntad de Dios para nosotros.

Miren ahora el v.18. La hechicería es una práctica por medio de la cual se intenta forzar a una deidad o a los espíritus a hacer lo que ordena el hechicero. En Dt. 18:10-11 se da una lista de todo lo que se engloba dentro de la hechicería: “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.” La hechicería era una forma de idolatría, que violaba el primer y segundo mandamientos, por lo que debía ser castigado con la muerte. Quien practicase estas cosas, simplemente no quería servir ni obedecer a Jehová y estimulaba a otros a desobedecer, por lo que debía morir. No debemos practicar tales cosas ni consultar con los que la practican, pues estaríamos desconociendo el señorío de Jehová sobre nuestras vidas y desobedeciendo la Palabra de Dios.

Miren el v.19. Aquí se muestra otro caso de impureza sexual. Cualquiera que usase este precioso regalo de Dios con un animal, se estaba colocando en franca rebeldía contra Dios y con la forma en la que Él creó las cosas. Dios prohíbe las relaciones fuera del matrimonio, ¿cuánto más abominable es practicarlas con una animal? Los cananeos, a donde ellos se dirigían, practicaban estas cosas y Jehová les advierte para que ellos no las practiquen. El uso correcto de este precioso regalo de Dios es un hombre con una mujer dentro de la santidad del matrimonio. Cualquier otra cosa va en contra de la voluntad de Dios.

Miren el v.20. Para cerrar la sección del código penal, Dios establece el castigo para el que practique el politeísmo y la idolatría, violando el primer y el segundo mandamientos. El que ofreciere sacrificios a otros dioses debía morir porque se rebelaba contra Jehová.

II.- Integridad y ecuanimidad (22:21 – 23:9)

Miren el v.21. Aquí comienza una sección diferente en el libro del pacto donde Jehová da una serie de instrucciones en cuanto a los deberes hacia los demás y hacia Él. Ya esta sección no incluye castigos, por lo que no es más un código penal, sino un código civil en el que se dan principios de convivencia que vienen de un carácter santo, íntegro y ecuánime, que es lo que Dios espera de nosotros. La primera instrucción es acerca de los extranjeros. Los hijos de Israel no debían abusar de ellos ni oprimirlos, pues eran vulnerables. Ellos estaban lejos de su país, de su cultura, y de su familia, así que ya estaban sufriendo bastante como para ser además oprimidos. En esta sección Jehová se ocupa bastante de la protección de los más débiles y vulnerables como podemos ver en los siguientes versículos. 

Miren los vv. 22-24. Las viudas y los huérfanos estaban entre los más vulnerables. Cuando el padre de familia moría, dejaba a su viuda y a sus hijos pequeños sin una fuente de sustento. Como las mujeres no podían trabajar como lo hacían los hombres, tanto ellas como sus hijos dependían ampliamente de la caridad. Y los hijos de Israel debían ayudarles para superar ese momento tan difícil en lugar de afligirles más. Así que si alguien se comportaba de esa manera, y la viuda o el huérfano clamasen a Jehová, Él prometía que oiría de los cielos, y que mataría a aquel hombre para que su esposa fuese viuda y sus hijos huérfanos. De esa forma, aquella familia entendería el sufrimiento que éstos estaban pasando. Tengamos un corazón como el de Dios y ayudemos a los que están en necesidad. 

Miren los vv. 25-27. Otro tipo de desvalido en aquella sociedad eran los pobres. Como les dije en el mensaje anterior, los hijos de Israel podían llegar a empobrecer por un mal manejo de sus recursos y de esa forma caían en desgracia. Antes de venderse como esclavos, ellos intentaban varias cosas para tratar de salir a flote, entre ellas pedir prestado. Aquellos que estaban en mejor condición económica no debían intentar beneficiarse de la desgracia de su hermano, ni imponerle una mayor carga a la que ya llevaba. Así que si alguno decidía prestarle dinero, debía hacerlo sin intereses, sólo con el ánimo de ayudar a su hermano en necesidad. 

Los intereses, además de ser una fuente de lucro con la necesidad del prójimo, intentan presionar al que debe a pagar rápidamente la deuda. De la misma manera las garantías. En aquella época, no había mucho que pudiese darse en garantía, así que se acostumbraba dar el vestido como garantía. Era algo costoso, que presionaba a la persona a pagar porque mientras no pagara dormiría con frío, si es que podía dormir. Por eso Jehová manda a devolver las prendas del prójimo a la puesta del sol para que no pase la noche con frío. ¿Por qué habría de añadírsele más sufrimiento?

De hecho, no debía presionarse al pobre para que pagase el préstamo. Jesús enseñó este principio cuando dijo: “prestad, no esperando de ello nada” (Lc. 6:35). El que presta debe dar sin esperar ni siquiera que le devuelvan lo que prestó, con la pura intención de ayudar; pero el que recibe el préstamo, debe tener un corazón deudor y procurar siempre devolver lo que se le ha prestado. El que presta debe verlo como una donación, y el que recibe prestado debe verlo siempre como una deuda. Así, si el que recibió el préstamo no lo puede devolver, no habrá resentimiento en el corazón del que prestó, pero deberá haber vergüenza en el corazón del que no pudo pagar. Que la carga esté en el corazón del que recibió prestado, por la responsabilidad que siente de pagar, y no por la presión del prestamista. Seamos benignos y ayudemos siempre que podamos.

Miren el v.28. Otro principio que Dios da es el respeto a las autoridades. No se debía hablar mal de los jueces, ni desear mal a los príncipes, es decir a los líderes o gobernantes. Nosotros debemos orar por nuestras autoridades y pedir sabiduría de lo alto para ellos. A pesar de que no estén obrando correctamente, no debes hablar mal de ellos ni desearles mal, sino rogar a Dios que tenga misericordia de ellos y que les ayude a hacer lo que es mejor para el pueblo.

Miren los vv. 29-30. Aquí Dios manda a los hijos de Israel a recordar sus deberes con Dios. Ellos debían traer las primicias como ofrenda a Jehová, esto es los primeros frutos de las cosechas. Ellos debían hacer esto como un gesto de gratitud a Dios por haber permitido la cosecha y también como un acto de fe de que cosecharían más abundantemente y suficiente para sí mismos. Dios les pedía no demorar las primicias sino darles la prioridad que tenía. De la misma manera tenía que venir y sacrificar sus primogénitos a tiempo, al octavo día, redimiendo también el primogénito de sus hijos de acuerdo a lo que les ordenó en Ex. 13:13. Debemos darle a Dios lo que le corresponde y debemos hacerlo en el momento oportuno.

Miren el v.31a. El propósito de Dios al dar todas estas leyes y mandamientos es que los hijos de Israel fuesen santos. Ellos debían diferenciarse de las otras naciones, actuando con justicia, amor e integridad. Ellos debían vivir conforme a la Palabra de Dios en todas las áreas de su vida. De esa forma llegarían a ser un reino de sacerdotes y una nación santa conforme al deseo de Dios para ellos. De la misma manera el apóstol Pedro nos exhorta a nosotros: “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1P. 1:15). ¡Debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir! No solamente en la iglesia. No solamente en nuestras actividades relacionadas con la iglesia como el Culto Dominical, el Estudio Bíblico o el Pan Diario. Debemos ser santos en todas las áreas de nuestras vidas. Debemos vivir de forma diferente en todas las áreas de nuestra vida. Todos los que nos rodean deben ver la Palabra de Dios en cada una de las cosas que hacemos en nuestras casas, con nuestros vecinos, en nuestros trabajos, en nuestras clases, en la calle, cuando vamos en el tráfico, ¡debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir! 

Y esto solamente es posible si obedecemos la Palabra de Dios en cada una de las áreas de nuestras vidas. Quizás no podemos aplicar las leyes que estamos aprendiendo aquí en Éxodo, pero los principios tras ellas siguen vigentes y nos ayudan a amar a Dios por encima de todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No busquemos perjudicar a otros, sino más bien beneficiarlo siempre. Ayudemos a los que están en necesidad. Seamos abundantes en el dar tanto para con nuestro prójimo como para nuestro Dios. Cumplamos con nuestros compromisos y responsabilidades como ciudadanos y también en la iglesia. Seamos personas con valores y principios. Que los demás puedan ver que vivimos de forma diferente. ¡Eso es la santidad!

Es interesante que justamente en el mismo v. 31 se establece una ley de limpieza en cuanto a los alimentos, que pareciese que nada tiene que ver con la espiritualidad del pueblo. Miren el v.31b. Jehová prohíbe a los hijos de Israel comer lo despedazado por las fieras del campo. Esto era una norma de higiene para evitar que se enfermaran, pues había muchos factores de riesgo en esa situación. Por ejemplo, en las fauces de las fieras había bacterias que podían haber dejado en el animal y podían enfermar al que comiera la carne. Por otro lado, en el propio animal podía haber ya bacterias por su proceso de descomposición o larvas de insectos que pudieron haber pasado ya por ahí. Lo cierto es que esto nos muestra que la santidad no se circunscribía solo a lo espiritual, sino hasta en lo que comían. 

En Ex. 23:1-9 se establecen las normas de integridad principalmente para los jueces. Dios demanda una justicia equitativa e imparcial para todos. Prohíbe el falso testimonio, el seguir la mayoría sin aplicar discernimiento, el favoritismo de unos sobre otros y la aceptación de sobornos porque son cosas que contribuyen a la perversión de la verdadera justicia. Y se establece que la actitud de imparcialidad debía incluir el ayudar a otros tanto si eran amigos como enemigos.

 La voluntad de Dios es que seamos santos en toda nuestra manera de vivir. Que obedezcamos la Biblia en todas las áreas de nuestra vida y que nos comportemos siempre de forma íntegra, santa y justa. Mi oración es que cada uno de nosotros podamos vivir de esta manera, mostrando al mundo y a otros hermanos como se debe vivir de forma santa, y que ellos puedan anhelar vivir de esta manera también. Y así podamos hacer de Panamá un Reino de Sacerdotes y Gente Santa. Amén.

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