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Mateo 27:11-66
27:11 Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.27:12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.
27:13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
27:14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
27:15 Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen.
27:16 Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás.
27:17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo?
27:18 Porque sabía que por envidia le habían entregado.
27:19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.
27:20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto.
27:21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás.
27:22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado!
27:23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!
27:24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.
27:25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
27:26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27:27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía;
27:28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata,
27:29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!
27:30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.
27:31 Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.
27:32 Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz.
27:33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,
27:34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
27:35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
27:36 Y sentados le guardaban allí.
27:37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.
27:38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
27:39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
27:40 y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.
27:41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:
27:42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.
27:43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.
27:44 Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él.
27:45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
27:46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: i Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
27:47 Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste.
27:48 Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber.
27:49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
27:50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
27:51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;
27:52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
27:53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
27:54 El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
27:55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,
27:56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
27:57 Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.
27:58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
27:59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,
27:60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
27:61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
27:62 Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato,
27:63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.
27:64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.
27:65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.
27:66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
JESÚS DESAMPARADO
JESÚS DESAMPARADO
San Mateo 27:11-66
V, Clave 27:46 “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Jesús se había manifestado su divinidad y amor en su arresto. Y en su interrogación Jesús declaró que es el Hijo de Dios ante todos acusadores. Jesús ya había decido morir por los pecadores. Sin embargo, en la palabra de hoy encontramos a Jesús tan desesperado en el dolor de desamparo. El clamor de Jesús en la cruz revela de la magnitud de su dolor. Pues, ¿Por qué Jesús tenía que ser desamparado así por Dios?
Todos los que piensan estar sufriendo malentendidos, ofensas y abandonos en el mundo tienen que oír el clamor de este Jesús. Y también toda humanidad que sufre sus pecados han de prestar sus oídos a ese quebranto de Jesús en la cruz. Oro que Dios nos ayude a oír y entender ese clamor de Jesús que fue hecho en la cruz a través de la palabra de hoy.
Primero, Jesús condenado (11-26). Y Jesús fue enviado al gobernador de Jerusalén, Pilato. Sin descanso, Jesús fue maltratado por todos. Jesús estaba en pie ante Pilato. Pilato le preguntó “¿Eres tú el rey de los judíos?” Esta pregunta significa ‘¿Eres el Mesías prometido?’ Jesús nada respondía ante otras acusaciones de los principales sacerdotes y los ancianos. A esta pregunta de Pilato, abrió su boca y le respondió a Pilato, diciendo “tú lo dices”. Jesús le dijo la verdad. Jesús quiso que Pilato lo conociera, creyera para su salvación. Aunque Pilato era el juez en ese lugar, Jesús tenía la autoridad verdadera del juez final.
A este acto de Jesús, Pilato se maravillaba mucho (v14). Jesús no se defendía, porque había decidido a entregar su vida como el Cordero de Dios. Pilato quería soltar a Jesús, porque sabía que por envidia le habían entregado los líderes religiosos. Además su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él (v19).
Pero viendo Pilato que se hacía más alboroto entre la multitud con gritos para crucificar a Jesús, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo diciendo que toda culpa fuera de ellos. Entonces todo el pueblo le respondió “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (v25). Tal como sus palabras, el pueblo de Israel recibió el pago justo. Por haber rechazado y mal agradecido a la gracia tan grande de Dios, ellos fueron dispersados errantes por todas partes del mundo desde el año 70 d.C. durante casi 1900 años. Sus descendencias Fueron maltratadas y masacradas trágicamente. Los que rechazan al Cristo y no saben agradecer a esta gracia tan grande como se corresponde recibirán su consecuencia grave tarde o temprano. Finalmente Pilato soltó a barrabás y entregó a Jesús para ser crucificado después de azotarlo.
Segundo, Jesús desamparado (27-50). Los soldados de Pilato llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía. Y desnudándole le echaron encima un manto de escarlata y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas y una caña en su mano derecha e hincando las rodillas delante de él le escarnecían, diciendo “¡salve rey de los judíos”. Le escupieron y golpeaban en la cabeza con la caña. Después le llevaron para crucificarle.
Jesús siendo interrogado toda la noche, injuriado y azotado sin piedad, estaba agotado sin fuerza alguna, casi muerto en dolores difíciles de soportar. Los soldados romanos obligaron a Simón de Cirene a llevarse la cruz de Jesús. Llegaron a un lugar llamado Gólgota que significaba ‘lugar de la calavera’. Antes de clavarle, le dieron a beber vinagre mezclado con hiel. este vinagre era la última piedad ofrecida para los condenados para que les sirviera como anestesia. Pero después de haberlo probado Jesús no quiso beberlo. Jesús no quiso eludir el dolor que tenía que pasar, ni suavizar ese dolor de su copa, sino se entregó a sentirlo por completo.
El cuerpo agotado de Jesús fue tendido sobre la cruz. Los soldados romanos clavaron las manos y los pies de Jesús al madero sin ninguna piedad. Los clavos gruesos penetraron y rompieron las carnes, los huesos y los nervios de las muñecas y tobillos de Jesús. El cuerpo de Jesús se torció y su nervio llegó a su máximo nivel de tensión. La sangre carmesí abundante corría sobre todo cuerpo de Jesús. Sin importar el dolor que sufría Jesús, cuando le hubieron crucificado los soldados repartieron entre sí su vestido por suerte.
Y encima de la cabeza de Jesús había un letrero que se decía en 3 idiomas ‘este es el rey de los judíos’. Este letrero fue colocado como una burla a Jesús. Pero irónicamente este escrito se manifestó que Jesús es el Cristo para todo el mundo. Jesús fue el Cristo tanto de judíos como griegos y todos los pueblos. Apocalipsis 5:9 habla así. “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”
Desde la hora sexta (mediodía) hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena (las 15:00 horas). No había luz en el cielo. La naturaleza manifestaba su profunda tristeza por el padecimiento de su creador. Dios el padre escondió su rostro y le dejó a su propio hijo amado en tinieblas densas durante ese tiempo más doloroso en la cruz. Jesús fue abandonado por Dios desnudo, burlado, desgarrado y clavado en la cruz. Por ser tan grande ese dolor, Jesús clamó a gran voz. “Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (v46) Jesús sintió desamparo total de su amado Dios tanto física y emocional como espiritualmente. Jesús fue abandonado de esa comunicación que tuvo en Getsemaní con el padre Dios. Jesús clamaba en dolor “Dios mío, Dios mío”.
¿Quién podrá soportar un desamparo por los amados? ¿Qué sentiría si uno de mis hijos fuera desamparado por mí? ¿Cuál padre puede dejar a su hijo o a su hija en un lugar horroroso en desamparo? Nosotros, siendo pecadores, no podemos soportar abandono de tal clase. Y Jesús, siendo el Santo de Dios, fue abandonado al lugar más bajo como el peor pecador. El dolor que habría sentido Jesús en su santo ser fuera mil veces mayor que cualquier dolor que los hombres pecadores puedan sufrir.
Job era un varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal (Job 1:1). Dios lo llamaba ‘mi siervo Job’ (Job 1:8). Pero, cuando él estaba puesto a prueba de Satanás por sus hijos muertos y una úlcera muy dolorosa en todo su cuerpo, él se sintió desamparado por Dios y clamó en dolor, diciendo. “¿Por qué no morí yo en la matriz, O expiré al salir del vientre?... ¿Por qué no fui escondido como abortivo, Como los pequeñitos que nunca vieron la luz?” (Job 3:11,16) David era un varón conforme al corazón de Dios (Hch 13:22). Era muy amado por Dios. Pero, cuando él estaba en gran angustia por sus enemigos y se sentía desamparado, también clamaba en gran dolor. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?... Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.” (Sal 22:1,6) Cuando un varón de Dios se siente desamparado por él, su dolor no se puede medir. Y Jesús, siendo el Hijo de Dios amado y santo, fue desamparado más que cualquier hombre. “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?”.
Aquí surge una pregunta en nuestro corazón. ‘¿Por qué Jesús, siendo el Hijo tan amado de Dios, tenía que ser desamparado así?’ Ningún dolor que sufrió le correspondía a él.
Su respuesta es sencilla. Jesús fue desamparado de esta manera por quienes se rebelaron contra Dios el Padre. Desde la caída de hombre y sin arrepentimiento, Adán y Eva fueron expulsados de la presencia de Dios (Gen 3:23-24). Fuera del amparo estrecho del Padre tenían que comer en sudor y dolor y finalmente morir. La muerte física, emocional y espiritual era la consecuencia de sus pecados. Como Adán, por nuestros pecados teníamos que vivir lejos de su presencia, siendo como huérfanos.
Pero Jesús, para volvernos al amparo de Dios, fue desamparado en esa cruz. Jesús recibió toda consecuencia de nuestro pecado hasta tal desamparo doloroso y absoluto. Pero cuando el Hijo de Dios amado tomó ese lugar, Dios recibió a los pecadores que lo creyeran como a sus hijos adoptados por el precio de su sangre. Cuándo Jesús clamó en quebranto “¿Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?”, Dios se hizo nuestro padre, perdonándonos nuestros pecados horribles y acogiéndonos. Él se comunica con nosotros en intimidad y ofrece un amparo completo y eterno. Apóstol Pedro quien había abandonado y negado tres veces a Jesús confesó así después de comprender del gran amor de Jesús. “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.” (1P 2:25). Gracias a Jesús quien se ocupó de nuestro lugar en la cruz. Gracias al Hijo de Dios quien tomó su copa tan amarga y dolorosa hasta la última gota por los inmerecidos pecadores. Oro que podamos llevar una vida agradecida y digna a ese clamor y vivir conforme a su voluntad divina, amando a sus ovejas descarriadas y desamparadas en pecados. Amén.
Tercero, el velo partido (51-66). Jesús habiendo clamado a gran voz entregó el espíritu. Cuando Jesús entregó su espíritu, sucedió cosas sobrenaturales y maravillosas. Primero el velo del templo se rasgó en dos de arriba. El velo del Tempo en los días de Herodes tenía su altura a 40 codos (18 metros) según los escritos de Flavio Josefo, un historiador judío del primer siglo. El velo tenía 10 centímetros de espesor, y que aún a dos caballos atados a cada uno de sus extremos, les era imposible rasgarlo.
El tamaño y el grosor de este velo hacen aún mucho más trascendentales los eventos descritos como ocurridos al momento exacto de la muerte de Jesús en la cruz.
El velo del templo significaba la barrera entre Dios Santo y los hombres pecadores. Ningún hombre pecador pudo acercarse a la presencia de Dios menos el sumo sacerdote una vez al año. El sumo sacerdote pudo entrar tras el velo, solo una vez al año rociado con la sangre del sacrificio por sí mismo y por el pueblo. Pero cuando Jesús acabo su obra de redención como el cordero de Dios, este velo se rasgó en dos y la barrera entre Dios y los hombres fue derribado por la sangre de Jesús por completo y eternamente. Hebreos 10:19-20 “19 Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.”
Y cuando Jesús murió en la cruz, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros. La muerte fue vencida por Jesús. Muchos cuerpos de santos se levantaron y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de Jesús vinieron a la santa ciudad y aparecieron a mucho. El centurión, experimentado de las cosas que habían sido hechas junto con la muerte Jesús, temió en gran manera junto con los que estaban con él y dijo “verdaderamente éste era hijo de Dios”.
Jesús no tuvo donde fuera sepultado. Pero Dios el padre había preparado un sepulcro digno para su hijo amado. Cuando llegó la noche, vino un hombre rico, José de Arimatea y con valentía fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. José, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo que había labrado en la Peña. Así el cuerpo de Jesús fue sepultado en dónde Dios ya tenía preparado.
En conclusión, Jesús fue desamparado totalmente en la cruz por Dios el Padre. El Hijo de Dios estaba bajo tinieblas para volvernos la luz de vida y al amparo eterno de Dios. Por este Jesús, Dios rompió el velo del Templo, dejando abierto un camino nuevo hacia su santidad para nosotros. Gracias a Jesús por sufrir en nuestro lugar sin merecerlo. Oro que podamos vivir una vida digna a este sacrificio de Jesús y orar por los desamparados por quienes Jesús calmó en la cruz. Amen.
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