Josué 13:8-33

13:8 Porque los rubenitas y gaditas y la otra mitad de Manasés recibieron ya su heredad, la cual les dio Moisés al otro lado del Jordán al oriente, según se la dio Moisés siervo de Jehová;
13:9 desde Aroer, que está a la orilla del arroyo de Arnón, y la ciudad que está en medio del valle, y toda la llanura de Medeba, hasta Dibón;
13:10 todas las ciudades de Sehón rey de los amorreos, el cual reinó en Hesbón, hasta los límites de los hijos de Amón;
13:11 y Galaad, y los territorios de los gesureos y de los maacateos, y todo el monte Hermón, y toda la tierra de Basán hasta Salca;
13:12 todo el reino de Og en Basán, el cual reinó en Astarot y en Edrei, el cual había quedado del resto de los refaítas; pues Moisés los derrotó, y los echó.
13:13 Mas a los gesureos y a los maacateos no los echaron los hijos de Israel, sino que Gesur y Maaca habitaron entre los israelitas hasta hoy.
13:14 Pero a la tribu de Leví no dio heredad; los sacrificios de Jehová Dios de Israel son su heredad, como él les había dicho.
13:15 Dio, pues, Moisés a la tribu de los hijos de Rubén conforme a sus familias.
13:16 Y fue el territorio de ellos desde Aroer, que está a la orilla del arroyo de Arnón, y la ciudad que está en medio del valle, y toda la llanura hasta Medeba;
13:17 Hesbón, con todas sus ciudades que están en la llanura; Dibón, Bamot-baal, Bet-baal-meón,
13:18 Jahaza, Cademot, Mefaat,
13:19 Quiriataim, Sibma, Zaret-sahar en el monte del valle,
13:20 Bet-peor, las laderas de Pisga, Bet-jesimot,
13:21 todas las ciudades de la llanura, y todo el reino de Sehón rey de los amorreos, que reinó en Hesbón, al cual derrotó Moisés, y a los príncipes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, príncipes de Sehón que habitaban en aquella tierra.
13:22 También mataron a espada los hijos de Israel a Balaam el adivino, hijo de Beor, entre los demás que mataron.
13:23 Y el Jordán fue el límite del territorio de los hijos de Rubén. Esta fue la heredad de los hijos de Rubén conforme a sus familias, estas ciudades con sus aldeas.
13:24 Dio asimismo Moisés a la tribu de Gad, a los hijos de Gad, conforme a sus familias.
13:25 El territorio de ellos fue Jazer, y todas las ciudades de Galaad, y la mitad de la tierra de los hijos de Amón hasta Aroer, que está enfrente de Rabá.
13:26 Y desde Hesbón hasta Ramat-mizpa, y Betonim; y desde Mahanaim hasta el límite de Debir;
13:27 y en el valle, Bet-aram, Bet-nimra, Sucot y Zafón, resto del reino de Sehón rey de Hesbón; el Jordán y su límite hasta el extremo del mar de Cineret al otro lado del Jordán, al oriente.
13:28 Esta es la heredad de los hijos de Gad por sus familias, estas ciudades con sus aldeas.
13:29 También dio Moisés heredad a la media tribu de Manasés; y fue para la media tribu de los hijos de Manasés, conforme a sus familias.
13:30 El territorio de ellos fue desde Mahanaim, todo Basán, todo el reino de Og rey de Basán, y todas las aldeas de Jair que están en Basán, sesenta poblaciones,
13:31 y la mitad de Galaad, y Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, para los hijos de Maquir hijo de Manasés, para la mitad de los hijos de Maquir conforme a sus familias.
13:32 Esto es lo que Moisés repartió en heredad en los llanos de Moab, al otro lado del Jordán de Jericó, al oriente.
13:33 Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho.

HEREDAD AL ORIENTE DEL JORDÁN: OBEDECIENDO LA PALABRA DE DIOS


Buenos días. En nuestro pasaje bíblico de hoy, Josué comienza la repartición de la tierra entre cada una de las tribus de Israel. Aunque, nuestro pasaje bíblico es más bien una confirmación de la herencia que Moisés ya había asignado a Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, al oriente del Jordán; y a Leví, cuya herencia no sería terrenal sino espiritual. Entonces, hoy aprenderemos cómo Josué comienza su misión de repartir la tierra obedeciendo la Palabra de Dios por medio de Moisés, siervo de Jehová, quién dejó por escrito la herencia de estas tribus en la Ley. Definitivamente, Josué conocía muy bien la Palabra de Dios, y meditaba en ella de día y de noche para hacer todo cuanto en ella está escrito conforme a lo que le mandó Dios en Jos. 1:8: “No se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito.”

Además de los territorios repartidos a estas tribus, a través de este mensaje aprenderemos lecciones espirituales para nuestras vidas. La desobediencia parcial de las tribus, al no expulsar a los gesureos y maacateos (v.13), nos advierte sobre los pecados no arrepentidos y los hábitos pecaminosos que pueden apartarnos de Dios. La herencia espiritual de los levitas nos desafía a priorizar a Dios sobre lo material. Y la muerte de Balaam nos amonesta contra usar los dones de Dios para beneficio propio, llamándonos a glorificar al Señor con ellos. Así, obedecer cuidadosamente la Palabra de Dios nos libera de pecados ocultos, nos lleva a usar nuestros dones para Su gloria y nos anima a confiar en Sus promesas eternas.

Yo oro para que a través de este mensaje podamos ver la fidelidad y el amor de Dios para estas tribus al darles la tierra que les había prometido, y que esto pueda ayudarnos a confiar en el cumplimiento de las promesas de Dios para nosotros también. Que podamos aprender de la obediencia de Josué a la Palabra de Dios y seguir su ejemplo en nuestras vidas, obedeciendo cuidadosamente la Palabra del Señor cada día. Que podamos aprender las consecuencias de la desobediencia parcial de estas tribus y el pecado de Balaam, y seamos desafiados a evitar estos errores. Y que, al vivir de esta manera, el Señor pueda usarnos para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.

I.- Josué confirma la heredad que Moisés había repartido (8-14) 

Leamos juntos el v.8, por favor. Antes de comenzar a repartir la tierra entre las nueve tribus y media restantes, como aprendimos en Jos. 13:7 la semana pasada, Josué comienza describiendo la heredad de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés al lado oriental del Jordán, según se las dio Moisés siervo de Jehová. Aunque Josué no está repartiendo este territorio, sino que está reiterando lo que ya Moisés había dejado por escrito, podríamos considerar esto como el comienzo de la repartición de la tierra. A partir de aquí, el libro de Josué va a describir la heredad de cada una de las tribus. 

Este v.8 destaca, primero, la fidelidad de Dios, Quien confirma el territorio asignado a estas dos tribus y media después de que cumplieron su compromiso de pelear junto a sus hermanos por Canaán (Núm. 32:20-22). Aunque, Rubén, Gad y Manasés Oriental, no irán a sus territorios hasta que Josué terminé de repartir las heredades del resto de las tribus, como veremos en Jos. 22. Esto nos enseña que podemos confiar en la promesa de Dios, que, aunque a veces parece tardar, no fallará. Por eso nos anima el autor de Hebreos: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.” (Heb. 10:23). ¡Perseveremos en nuestra fe para alcanzar las promesas de Dios! ¡Amén! 

Segundo, destaca la obediencia de Josué a la Palabra de Dios. El General de Dios describe con detalle los territorios de estas tribus tal cual Moisés los dejó por escrito en Núm. 32:33-42 y Deu. 3:12-17. Demostrando así su conocimiento profundo de la Palabra de Dios y su obediencia a ella. Josué pudo haber cambiado los límites de estas tribus conforme a su criterio. Pudo haber tenido preferencias entre ellas y darles más territorio. Pero no lo hizo. Fue completamente obediente a la Palabra de Dios escrita por Moisés. Aprendamos nosotros también de su ejemplo. Meditemos de día y de noche en la Palabra de Dios. Estudiémosla con diligencia. 

No nos conformemos con lo que aprendemos el domingo aquí. No nos conformemos con nuestro estudio bíblico semanal con nuestro pastor. Comamos Pan Diario cada día. Allí estamos aprendiendo lecciones en el libro de Hechos. Y si escribimos testimonio bíblico de Pan Diario, estoy seguro de que nos estamos llenando mucho de la Palabra de Dios. Pero, más importante que llenarnos de conocimiento bíblico, apliquemos esa Palabra con arrepentimiento en nuestras vidas. Procuremos con diligencia obedecer la Palabra de Dios cada día de nuestras vidas para que el Señor prospere nuestro camino y todo nos salga bien. Y cuando fallemos, volvámonos rápidamente en arrepentimiento a Dios, y Él perdonará nuestros pecados. Amén.

Leamos ahora juntos los vv. 9-12, por favor. Aquí se describe nuevamente toda la tierra que los hijos de Israel conquistaron en Transjordania bajo el liderazgo de Moisés: Desde Aroer, que está a la orilla del arroyo de Arnón, en el sur, hasta el Monte Hermón, en el norte. Como mencioné la semana pasada, este territorio no formaba parte de la promesa original de Jehová a Abraham en Gén. 15:18-21, pero el Señor se las dio como una extensión soberana y sobreabundante de Su promesa. En Deu. 2:26-29, Moisés narra cómo los israelitas intentaron cruzar esta región pacíficamente para llegar al Jordán y cruzar a la Tierra Prometida. Sin embargo, Jehová endureció el corazón de Sehón, rey de Hesbón, quien se les opuso en batalla (Deu. 2:30-32), y el Señor lo entregó en sus manos, dándoles su tierra (Deu. 2:33-37). Lo mismo ocurrió con Og, rey de Basán (Deu. 3:1-10). 

Aquella tierra era inmensa, pero los israelitas no obedecieron plenamente a Jehová para expulsar a todos sus habitantes, por lo que no pudieron poseerla completamente. Esta es la advertencia que nos hace Josué en el v.13, leámoslo juntos, por favor. Aunque en el v.11 indica que Jehová les dio lo territorios de los gesureos y maacateos, Josué nos aclara aquí en el v.13 que los hijos de Israel no los echaron, sino que convivieron con ellos hasta el tiempo en que él escribió su libro. ¡Cuán difícil es para el hombre pecador aprender a obedecer completamente la Palabra de Dios! A pesar de la fidelidad de Jehová en cumplir Su promesa y darles la tierra, ellos no obedecieron, ya sea por pereza, por la comodidad de someter a esos pueblos a servidumbre, o por incredulidad en las promesas de Dios. Su desobediencia fue un error que traería graves consecuencias en el futuro de la nación.

En uno de sus últimos discursos, Josué les advirtió precisamente sobre esto: “Porque si os apartareis, y os uniereis a lo que resta de estas naciones que han quedado con vosotros, y si concertareis con ellas matrimonios, mezclándoos con ellas, y ellas con vosotros, sabed que Jehová vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros, sino que os serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado.” (Jos. 23:12-13). Por su desobediencia, Jehová no expulsó estas naciones delante de ellos, sino que fueron por tropiezo y por azote para sus costados como se describe en Jue. 3:5-7: “Así los hijos de Israel habitaban entre los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Y tomaron de sus hijas por mujeres, y dieron sus hijas a los hijos de ellos, y sirvieron a sus dioses. Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes de Asera.” ¡Qué triste destino trae la desobediencia!

Amados hermanos, este es un claro llamado de atención para nosotros también. Los gesureos y los maacateos representan los pecados ocultos y los hábitos pecaminosos en los que podríamos estar viviendo todavía. Si no confesamos nuestros pecados ni dejamos esos hábitos, pueden convertirse en nuestra perdición, alejándonos del Señor. Conocí a un hermano que parecía un fiel cristiano, pero batallaba secretamente con la homosexualidad. Él nunca confesó su pecado ni compartió su lucha para buscar ayuda. Eventualmente, cedió a sus deseos pecaminosos y lamentablemente se apartó de Dios. Oro para que el Señor tenga misericordia de él, lo restaure y lo traiga al arrepentimiento. 

Otros siguen pecando en secreto por años, pensando que nadie se dará cuenta. Pero si el Señor viene o esa persona muere, ¿qué pasará con ella? Jesús nos dio la respuesta en Mat. 7:21-23: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” ¡Qué terrible destino! Podemos parecer siervos del Señor, pero si estamos viviendo secretamente en el pecado o persistimos en nuestros hábitos pecaminosos, puede que en realidad no hayamos nacido de nuevo. Entonces, el Señor dirá a tales personas: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Por eso escribió el Dr. John Piper: “Ser descubierto en un pecado secreto es algo horrible. Solo hay una cosa peor: Nunca ser descubierto.”

Amados hermanos, el pecado oculto que no se confiesa ni se combate es más destructivo que la vergüenza temporal de exponerlo, porque crece en secreto, alejándonos de Dios sin la disciplina amorosa (Heb. 12:5-11) o la confesión restauradora (1Jn. 1:9). No dejemos que esas “pequeñas zorras” destruyan nuestras viñas (Cnt. 2:15). En obediencia a la Palabra de Dios, confesemos cualquier pecado oculto o cualquier hábito pecaminoso que nos esté alejando del Señor. ¡Expulsemos esos gesureos y maacateos de nuestra vida en obediencia al Señor! Amén.

Leamos juntos el v.14, por favor. Además de las asignaciones a Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, Moisés otorgó una herencia a la tribu de Leví, pero no fue un territorio como el de las otras tribus, sino una herencia espiritual, como repite Josué también en el v.33. Al unir ambos versículos, vemos que la herencia de los levitas era “Jehová el Dios de Israel” y “los sacrificios de Jehová”. Esto lo encontramos en Núm. 18:20: “Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel.” Por eso, Josué los incluye aquí, completando la descripción de las herencias asignadas por Moisés.

¿Por qué los levitas no recibieron un territorio como las otras tribus? Porque Jehová los escogió en lugar de los primogénitos de los hijos de Israel para servirle en el tabernáculo, y después en el templo, como leemos en Núm. 3:12: “He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos… serán, pues, míos los levitas.” Su vida estaba dedicada al servicio del Señor, realizando los sacrificios y ministrando en el santuario, por lo que no necesitaban tierras para cultivo o pastoreo como las otras tribus. En cambio, Jehová proveyó para ellos a través de las ofrendas y los diezmos de las demás tribus, como establece Núm. 18:21: “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión.” 

Además, para que pudieran vivir entre el pueblo y cumplir su labor, Dios les asignó 48 ciudades dispersas entre las otras tribus, incluidas seis ciudades de refugio para los que buscaban justicia, como se detalla en Jos. 21:1-42 y Núm. 35:6-7. Estas ciudades no eran de propiedad personal de ninguno de los levitas ni podían legarla como herencia familiar, sino que fueron asignadas permanentemente a la tribu de Leví como un colectivo para su uso y sustento, y este derecho se mantuvo de generación en generación mientras cumplieran su rol sacerdotal y ministerial.

La herencia espiritual de los levitas, quienes vivían para servir a Dios, nos enseña que obedecer a Jehová priorizando Su servicio es más valioso que cualquier posesión terrenal. De la misma manera, todos los creyentes en Cristo hemos sido llamados como “real sacerdocio, […] pueblo adquirido por Dios para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1Pe. 2:9). Por tanto, no nos afanemos en hacernos tesoros en la tierra, sino hagámonos tesoros en el cielo, porque donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón. (Mat. 6:19-21). Busquemos, pues, primeramente, el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas nos serán añadidas (Mat. 6:33). ¡Vivamos en obediencia a Dios, confiando en Su provisión! Amén.

II.- Las heredades de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés (15-33) 

Ahora Josué nos detalla las heredades asignadas a las tribus transjordanas, comenzando por Rubén. Aunque Rubén fue el primogénito de Jacob, el orden en que se describen estas heredades no sigue la primogenitura, sino la ubicación geográfica, empezando en el límite sur y avanzando hacia el norte. Así, Josué inicia con Rubén (vv. 15-23), sigue con Gad (vv. 24-28) y concluye con Manasés Oriental (vv. 29-31). Estas heredades, asignadas por Moisés conforme a la Palabra de Dios, también cumplen las bendiciones proféticas de Jacob y Moisés en Gén. 49 y Deu. 33, respectivamente. 

Leamos juntos los vv. 15-23. El territorio de Rubén abarcó desde Aroer, a la orilla del arroyo de Arnón (v.16) hasta el Jordán en el norte (v.23). Comprende principalmente el área gobernada en el pasado por Sehón desde su capital, Hesbón (v.17a). Se destacan las doce ciudades capturadas en la meseta (vv. 17–21), principalmente de los príncipes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, príncipes de Sehón. Aunque extenso, este territorio era más pequeño que el de otras tribus y básicamente desértico, lo que refleja la pérdida de la primogenitura de Rubén por su pecado al acostarse con la concubina de su padre (Gén. 49:4). Por ello, la tribu de Rubén tuvo poca relevancia en la historia de Israel, sin jueces ni profetas destacados. Sin embargo, Moisés oró para que no se extinguiera en Deu. 33:6: “Viva Rubén, y no muera, y no sean pocos sus varones.” Esta heredad, asignada conforme a la Palabra de Dios, parece ser una respuesta a esa oración, mostrando la fidelidad de Jehová, a pesar del pecado de Rubén.

Podemos encontrar otra lección importante en el v.22, leámoslo juntos nuevamente, por favor. Aquí se menciona la muerte de Balaam, hijo de Beor, descrito como “el adivino”, un personaje controversial en la historia de Israel. Balaam parecía ser profeta de Jehová, pues en Núm. 23, sus profecías, inspiradas por Jehová, proclamaron la grandeza de Israel. Y en su último oráculo, en Núm. 24, anunció la venida del Mesías. Sin embargo, en Núm. 22 fue llamado por Balac, rey de Moab, para maldecir a Israel a cambio de riquezas. Aunque inicialmente parecía que obedecería a Dios, en su camino, el Ángel de Jehová lo enfrentó para matarlo, probablemente porque su corazón codiciaba las riquezas y se inclinaba a desobedecer al Señor. Pero, allí se arrepintió, y después pronunció las bendiciones ordenadas por Dios junto con las profecías que mencioné anteriormente.

A pesar de sus profecías, pareciese que Balaam claudicó ante la codicia y aconsejó a Balac inducir a Israel a la idolatría y la inmoralidad con las mujeres moabitas, como dice Núm. 31:16: “He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo que hubo mortandad en la congregación de Jehová.” Por esta traición, los israelitas lo mataron a espada junto con los madianitas, como parte del juicio de Dios (Núm. 31:8). Por eso, el apóstol Pablo advierte en 1Ti. 6:9-10: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” Esta historia nos enseña que los dones de Dios deben usarse para Su gloria, conforme a Su Palabra, pues de lo contrario, la codicia puede apartarnos del camino del Señor, llevándonos a la destrucción.

Leamos ahora juntos los vv. 24-28. Gad ocupaba la región central de las tribus transjordanas, al norte de Rubén y al sur de Manasés Oriental. Los vv. 26-27 describen sus límites desde Hesbón en el sur hasta Debir en el norte, llegando al extremo meridional del Mar de Cineret (Galilea). Esta heredad, asignada por Moisés conforme a la palabra de Dios, cumplía también con las bendiciones proféticas de Jacob y Moisés. Jacob profetizó: “Gad, ejército lo acometerá; mas él acometerá al fin.” (Gén. 49:19). Su posición geográfica y su buena tierra, les expondría a invasiones, y haría de ellos valientes y famosos guerreros. Moisés, en Deu. 33:20-21 lo bendijo: “A Gad dijo: Bendito el que hizo ensanchar a Gad; como león reposa, y arrebata brazo y testa. Escoge lo mejor de la tierra para sí, porque allí le fue reservada la porción del legislador.” Reflejando la amplitud de su heredad y su ferocidad en batalla. Así, Dios mostró Su fidelidad al cumplir estas promesas en la heredad de Gad. 

Leamos juntos los vv. 29-31. El territorio de Manasés Oriental abarcaba el reino de Og, rey de Basán, desde Mahanaim en el sur, cerca del río Jaboc, hasta las regiones de Basán y el Monte Hermón en el norte. Fue asignado principalmente a los descendientes de Maquir, hijo destacado de Manasés (v.31), especialmente a los clanes de Jair y Nob (Núm. 32:39-42). Esta asignación refleja las bendiciones proféticas dadas a José, padre de Manasés, que se extendieron hasta él. En Gén. 49:22-26, Jacob bendijo a José diciendo: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro. [...] Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo, con bendiciones de los pechos y del vientre.” Esta bendición destaca la fertilidad y la prosperidad de su descendencia, lo que se manifestó en la gran extensión de tierras fértiles en Galaad y Basán que Jehová otorgó conforme a su Palabra. 

Por su parte, en Deu. 33:13-17, Moisés bendijo a José diciendo: “Bendita de Jehová sea tu tierra, con lo mejor de los cielos, con el rocío, y con el abismo que está abajo. [...] con el fruto más fino de los montes antiguos, [...] y sus astas como astas de búfalo; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; [...] y ellos son los millares de Manasés”. Esta bendición resalta la riqueza de la tierra asignada a Manasés, tanto en el oriente como en el occidente del Jordán, y su fuerza para conquistar regiones estratégicas. Los clanes de Maquir, Jair y Nob demostraron esta fuerza al tomar posesión de Basán y Galaad, tierras productivas que cumplían las promesas de Jehová. Así, la heredad de Manasés, asignada por Moisés conforme a la Palabra de Dios, muestra la fidelidad divina al bendecir a Su pueblo con abundancia y poder, como prometió a José, animándonos a confiar en sus promesas. 

En el v.32 Josué finaliza diciendo que: “Esto es lo que Moisés repartió en heredad en los llanos de Moab, al otro lado del Jordán de Jericó, al oriente.” Y añade en el v.33: “Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho.” Así concluye Josué con las heredades que ya Moisés había asignado. Y así obedeció él fielmente la Palabra de Dios.

Yo oro para que cada uno de nosotros siga este ejemplo de Josué, obedeciendo cada día la Palabra de Dios. Que no seamos como estas tribus desobedientes que no expulsaron a los gesureos y maacateos, sino que esta semana cada uno de nosotros escriba testimonio bíblico sincero, arrepintiéndonos de cualquier pecado oculto o hábito pecaminoso que no hayamos entregado delante del Señor. Que como los levitas, nos enfoquemos en nuestra herencia espiritual, nuestra ciudadanía celestial, en lugar de buscar los tesoros en este mundo, cayendo en el error de Balaam, destruido por la codicia. Que, al vivir en obediencia, Jehová nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.

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