Josué 10:16-43
10:16 Y los cinco reyes huyeron, y se escondieron en una cueva en Maceda.10:17 Y fue dado aviso a Josué que los cinco reyes habían sido hallados escondidos en una cueva en Maceda.
10:18 Entonces Josué dijo: Rodad grandes piedras a la entrada de la cueva, y poned hombres junto a ella para que los guarden;
10:19 y vosotros no os detengáis, sino seguid a vuestros enemigos, y heridles la retaguardia, sin dejarles entrar en sus ciudades; porque Jehová vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano.
10:20 Y aconteció que cuando Josué y los hijos de Israel acabaron de herirlos con gran mortandad hasta destruirlos, los que quedaron de ellos se metieron en las ciudades fortificadas.
10:21 Todo el pueblo volvió sano y salvo a Josué, al campamento en Maceda; no hubo quien moviese su lengua contra ninguno de los hijos de Israel.
10:22 Entonces dijo Josué: Abrid la entrada de la cueva, y sacad de ella a esos cinco reyes.
10:23 Y lo hicieron así, y sacaron de la cueva a aquellos cinco reyes: al rey de Jerusalén, al rey de Hebrón, al rey de Jarmut, al rey de Laquis y al rey de Eglón.
10:24 Y cuando los hubieron llevado a Josué, llamó Josué a todos los varones de Israel, y dijo a los principales de la gente de guerra que habían venido con él: Acercaos, y poned vuestros pies sobre los cuellos de estos reyes. Y ellos se acercaron y pusieron sus pies sobre los cuellos de ellos.
10:25 Y Josué les dijo: No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.
10:26 Y después de esto Josué los hirió y los mató, y los hizo colgar en cinco maderos; y quedaron colgados en los maderos hasta caer la noche.
10:27 Y cuando el sol se iba a poner, mandó Josué que los quitasen de los maderos, y los echasen en la cueva donde se habían escondido; y pusieron grandes piedras a la entrada de la cueva, las cuales permanecen hasta hoy.
10:28 En aquel mismo día tomó Josué a Maceda, y la hirió a filo de espada, y mató a su rey; por completo los destruyó, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo al rey de Maceda como había hecho al rey de Jericó.
10:29 Y de Maceda pasó Josué, y todo Israel con él, a Libna; y peleó contra Libna;
10:30 y Jehová la entregó también a ella y a su rey en manos de Israel; y la hirió a filo de espada, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo a su rey de la manera como había hecho al rey de Jericó.
10:31 Y Josué, y todo Israel con él, pasó de Libna a Laquis, y acampó cerca de ella, y la combatió;
10:32 y Jehová entregó a Laquis en mano de Israel, y la tomó al día siguiente, y la hirió a filo de espada, con todo lo que en ella tenía vida, así como había hecho en Libna.
10:33 Entonces Horam rey de Gezer subió en ayuda de Laquis; mas a él y a su pueblo destruyó Josué, hasta no dejar a ninguno de ellos.
10:34 De Laquis pasó Josué, y todo Israel con él, a Eglón; y acamparon cerca de ella, y la combatieron;
10:35 y la tomaron el mismo día, y la hirieron a filo de espada; y aquel día mató a todo lo que en ella tenía vida, como había hecho en Laquis.
10:36 Subió luego Josué, y todo Israel con él, de Eglón a Hebrón, y la combatieron.
10:37 Y tomándola, la hirieron a filo de espada, a su rey y a todas sus ciudades, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; como había hecho a Eglón, así la destruyeron con todo lo que en ella tenía vida.
10:38 Después volvió Josué, y todo Israel con él, sobre Debir, y combatió contra ella;
10:39 y la tomó, y a su rey, y a todas sus ciudades; y las hirieron a filo de espada, y destruyeron todo lo que allí dentro tenía vida, sin dejar nada; como había hecho a Hebrón, y como había hecho a Libna y a su rey, así hizo a Debir y a su rey.
10:40 Hirió, pues, Josué toda la región de las montañas, del Neguev, de los llanos y de las laderas, y a todos sus reyes, sin dejar nada; todo lo que tenía vida lo mató, como Jehová Dios de Israel se lo había mandado.
10:41 Y los hirió Josué desde Cades-barnea hasta Gaza, y toda la tierra de Gosén hasta Gabaón.
10:42 Todos estos reyes y sus tierras los tomó Josué de una vez; porque Jehová el Dios de Israel peleaba por Israel.
10:43 Y volvió Josué, y todo Israel con él, al campamento en Gilgal.
JEHOVÁ PELEABA POR ISRAEL
Buenos días. La semana pasada aprendimos cómo Jehová entregó en mano de Josué los ejércitos de los cinco reyes amorreos que se aliaron para combatir a Gabaón. En un acto de poder sobrenatural, el Señor no solo confundió a los enemigos de Israel, sino que también desató una lluvia de granizo que acabó con más amorreos que las propias espadas de los israelitas. Además, a petición de Josué, Dios realizó un milagro sin precedentes al detener el sol y la luna en el cielo, prolongando el día para que Israel pudiese completar su victoria. A través de estos milagros pudimos comprobar que Jehová verdaderamente entregó a los amorreos en manos de Josué y que Él peleaba por Israel como mencionaba el v.14.
Sin embargo, ese no fue el fin de la batalla. De hecho, los vv. 12-15, los últimos de nuestro pasaje bíblico de la semana pasada, son más bien un resumen de la intervención divina tanto en la batalla contra los cinco reyes amorreos como en la conquista del sur de Canaán. El pasaje bíblico de hoy es la continuación de lo que aprendimos la semana pasada. En la primera parte del mensaje de hoy, exploraremos cómo Jehová terminó de entregar en manos de Josué a la coalición amorrea que atacó Gabaón. Y en la segunda parte veremos cómo esta victoria impulsó lo que se conoce como la Campaña del Sur, una serie de batallas que llevó a los israelitas a controlar el sur de Canaán: “desde Cades-barnea hasta Gaza, y toda la tierra de Gosén hasta Gabaón” (v.41). A través de estos eventos, veremos cómo Jehová peleaba por Israel, cumpliendo con Sus promesas, y aprenderemos lecciones del liderazgo de Josué.
Yo oro para que nosotros también confiemos en que el Señor pelea por nosotros con Su Espíritu Santo. De modo que, al rendirnos a Él, obtendremos la victoria contra toda tentación y pecado. Que esta certeza nos impulse a seguir luchando cada día contra el pecado, y a continuar librando la batalla por las almas, predicando el evangelio para ganarlas para Cristo. Y que, al vivir así, el Señor nos dé la victoria convirtiendo a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria, hasta que un día nos dé la victoria final de llevarnos a habitar en Su reino para siempre. Amén.
I.- La victoria contra los cinco reyes amorreos (16-27)
Como les mencioné en la introducción, los vv. 12-15, en el pasaje bíblico anterior, resumen cómo Jehová intervino sobrenaturalmente para entregar a los amorreos y el sur de Canaán en manos de Josué. Aunque el v.15 pareciera sugerir que Josué y todos los varones de guerra regresaron al campamento de Gilgal, el paralelismo con el v.43 y lo narrado en los vv. 16-21 nos llevan a concluir que realmente no fue así, sino que el v.15 es parte del resumen previo antes de narrar los detalles en los vv. 16-43 conforme al estilo en el que Josué escribe y que hemos visto, por ejemplo, en los caps. 3-4. Podemos ver claramente que la batalla con los amorreos no termina en el v.15, sino que continúa hasta el v.27, donde finalmente son derrotados y muertos los reyes, y esto es lo que desarrollaremos en la primera parte de este mensaje.
Leamos juntos los vv. 16-19, por favor. Los cinco reyes amorreos que se habían aliado contra Gabaón: Adonisedec rey de Jerusalén, Hoham rey de Hebrón, Piream rey de Jarmut, Jafía rey de Laquis y Debir rey de Eglón, lograron escapar del campo de batalla y se escondieron en una cueva en Maceda. A primera vista, podríamos pensar que fue una mala decisión, ya que una cueva parece un lugar fácil para ser descubiertos. Sin embargo, la topografía de la zona, con sus numerosas cuevas, hacía difícil que los israelitas las registraran todas una por una, sin saltarse ninguna. Así que no era tan mala estrategia, y les permitió descansar tras su desesperada huida. Sin embargo, no pudieron escapar del propósito de Dios.
Los israelitas descubrieron a los reyes escondidos en la cueva y avisaron inmediatamente a Josué, quien lideraba al ejército en el campo de batalla. Podríamos pensar que un hallazgo así impulsaría a Josué a correr hacia la cueva para capturar a los reyes y celebrar la victoria, pero el general de Dios no se dejó distraer de su misión principal. Él debía completar la tarea que Dios le había asignado: destruir por completo al enemigo. Por eso, respondió con sabiduría a los mensajeros: “Rodad grandes piedras a la entrada de la cueva, y poned hombres junto a ella para que los guarden; y vosotros no os detengáis, sino seguid a vuestros enemigos, y heridles la retaguardia, sin dejarles entrar en sus ciudades; porque Jehová vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano.” (vv. 18-19). Los reyes podían esperar; después de todo, ya no tenían dónde huir. Josué ordenó a un grupo de soldados que aseguraran la entrada de la cueva con grandes piedras y una guardia, mientras el resto del ejército debía continuar la persecución hasta acabar con todos los enemigos.
Es posible que los israelitas estuviesen agotados tras perseguir a los amorreos a lo largo de unos 40 km desde Gabaón a Maceda aquel día. Quizá pensaron que eliminar a los reyes bastaría para declarar la victoria. Sin embargo, Josué sabía que el propósito de Dios no era solo vencer, sino destruir por completo a los amorreos. Por eso, con sabiduría de lo alto, decidió priorizar la persecución. Pero, comprendiendo el cansancio de ellos, los animó con la misma promesa que él recibió de parte de Dios: “porque Jehová vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano.” (v.19). Aunque estaban cansados debían continuar porque Dios ya les había dado la victoria. ¡Qué poderoso es recordar las promesas de Dios para renovar nuestras fuerzas en medio de la batalla espiritual!
Sucede a menudo que las iglesias o los individuos olvidamos nuestra misión principal y nos distraemos con asuntos secundarios que nos agotan sin avanzar realmente. Muchas iglesias tienen más ministerios que miembros, y muchos hermanos intentan hacer mucho más de lo que pueden o deben. Recuerdo una vez, en la primera iglesia en la que serví antes de UBF, durante una Escuela Bíblica de Vacaciones en la que unos diez jóvenes estábamos sirviendo a unos 50 niños de la barriada: estaba estresado sacándole punta a los colores para que los niños pintaran, cuando un hermano se acercó con una pregunta urgente y le dije: “Hermano, por favor, espera un momento a que termine con estos colores y te atiendo”. Él replicó: “No creo que los niños pinten mucho con el blanco”. ¡Le estaba sacando punta a un color blanco! Estaba tan absorto en una tarea insignificante que ni siquiera noté su inutilidad, habiendo otras cosas más importantes por hacer.
¿Cuántas veces nos encontramos en la misma situación? ¿Cuán enfocado estamos en tareas poco relevantes, en lugar de enfocarnos en la misión que Dios nos ha dado? ¿Cuál es nuestra misión en la iglesia? Levantar discípulos de Jesús, comenzando en las universidades, por medio del Estudio Bíblico profundo y el desarrollo de sus talentos, para que toda Panamá confiese a Jesús como su Señor. ¿Qué estás haciendo tú para contribuir en el cumplimiento de esta misión? Los hermanos que tienen poco tiempo en la iglesia deben priorizar lo fundamental: Comer su Pan Diario con oración, estudiar la Biblia cada semana con su pastor, escribir y compartir semanalmente su testimonio bíblico y asistir fielmente al Culto Dominical. Así crecerán en comunión con Dios y estarán listos para servir más. Los discípulos, además, deben contribuir con la pesca, dar estudios bíblicos a las ovejas y cumplir con diligencia las responsabilidades asignadas. Si cada uno aporta su granito de arena, confiando en las promesas de Dios como Josué lo hizo, Él nos dará la victoria y convertirá a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
Leamos ahora juntos los vv. 20-21. Las palabras de ánimo de Josué surtieron efecto y los israelitas obtuvieron una victoria avasallante contra los amorreos. Solamente unos pocos de ellos lograron huir y refugiarse en sus ciudades. En cambio, todo el ejército israelita llegó sano y salvo a Josué en el campamento en Maceda. Por esto, los gabaonitas no podían quejarse, pues Israel cumplió su pacto al destruir a sus enemigos. Y ninguna ciudad vecina osó desafiarlos. Yo oro para que Dios nos conceda una victoria así en nuestra misión, teniendo buen testimonio, de modo que nadie pueda hablar nada contra nosotros, sino que glorifiquen al Señor por lo que está haciendo en nuestras vidas.
Leamos juntos los vv. 22-27. Después de que Josué hubo destruido a sus enemigos, ahora sí vino a la cueva donde estaban escondido los cinco reyes y ordenó sacarlos ante todo Israel. Cuando los soldados los trajeron, Josué hizo algo inesperado: llamó a sus capitanes y les mandó poner sus pies sobre los cuellos de los reyes. En aquella época, el rey vencedor ponía el pie sobre el cuello del vencido en señal de dominio y de que ahora tanto su pueblo como su tierra le pertenecían a él. Pero Josué les dio este privilegio a sus capitanes para animarlos a seguir luchando por la conquista, y les compartió la promesa que Dios le dio: “No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.”
Luego, mató a los cinco reyes y los hizo colgar en cinco maderos, declarándolos malditos delante de Jehová, conforme a lo que dice Deu. 21:22-23: “Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad.” Y obedeciendo esa misma palabra, Josué mandó descolgarlos antes del anochecer y sepultarlos en la misma cueva donde se escondieron. Lo que ellos esperaban que fuese su refugio se convirtió en su sepulcro.
En esta batalla, Josué nos ha dado varias lecciones de liderazgo espiritual. Primero, debemos tener claras nuestras prioridades. Debemos enfocarnos en la misión y no dejarnos distraer por tareas secundarias. Segundo, debemos animar a otros con la Palabra y las promesas que hemos recibido de Dios. Tercero, debemos empoderar y animar también a nuestros líderes para continúen creciendo en su liderazgo y cumpliendo la misión. Cuarto, debemos obedecer continuamente la Palabra de Dios. Oro para que yo pueda seguir el ejemplo de Josué y animarlos a ustedes y ayudarles a crecer como líderes espirituales de Panamá y que juntos podamos llevar a cabo la misión que Dios nos ha encomendado y convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
II.- La conquista del sur de Canaán (28-43)
En los vv. 28-39 se da una lista de las ciudades que fueron conquistadas en lo que se ha llegado a conocer como la Campaña del Sur. Empezando ahí mismo en Maceda (v.28), Josué y sus fuerzas siguen hasta Libna (vv. 29-30) y, después, a Laquis (vv. 31-32), donde Horam, rey de Gezer, acude sin éxito en ayuda de su aliado (v.33). Desde Laquis pasaron a Eglón (vv. 34-35), luego a Hebrón (vv. 36-37) y, finalmente, a Debir (vv. 38-39). La mención de siete ciudades habla de la plenitud de la conquista, pero también sugiere que éste puede ser un relato resumido, que muestra la destrucción de ciudades representativas y que no pretende ser exhaustivo. Seguramente conquistaron otras ciudades no mencionadas aquí como Jarmut y Gaza, por ejemplo. Es, también, relevante que Laquis, Eglón y Hebrón aparezcan aquí, ya que todas ellas eran ciudades de la recién derrotada alianza amorrea. Así que, no solo sus reyes, sino las ciudades mismas, han caído bajo la espada de Josué.
Ninguno de los relatos de la caída de las siete ciudades repite con exactitud otro, aunque hay grandes similitudes. Algunas veces hay un asedio, como en Laquis y Eglón, otras veces no; pero el resultado siempre es el mismo: la victoria total para Israel y la aparente aniquilación de todos sus enemigos. Y digo “aparente” porque es probable que algunos hayan escapado como sucedió en el v.20, y que esto es parte del lenguaje de guerra en el que se quiere destacar lo contundente de la derrota, aunque no sea completamente literal. Estoy podría sonarnos exagerado, pero Josué no está cometiendo equivocaciones ni está confundiendo deliberadamente. Estaba hablando en el lenguaje que todos habrían entendido en su época. En lugar de intentar engañar, él sólo está diciendo que había aplastado bastante bien al enemigo.
Vale la pena notar la repetición de la idea de que Josué y su ejército destruyó todo lo que en ellas tenía vida (vv. 28, 30, 32, 33, 35, 37, 39). Esto muestra que todas aquellas ciudades eran anatema como Jericó. Esto puede hacer que alguno respalde la observación del crítico ateo, Richard Dawkins en su libro: “El Espejismo de Dios”, donde etiqueta la conquista de Canaán como genocidio o limpieza étnica, y distorsiona el relato bíblico en sus afirmaciones de “masacres sanguinarias” llevadas a cabo con “placer xenófobo”. Sin embargo, él hace estas afirmaciones porque no reconoce a Dios detrás de estas acciones. Niega totalmente que haya un Creador y que somos Sus seres creados, y resiste la realidad bíblica básica de que la vida que tenemos no nos pertenece para actuar con orgullosa independencia, sino que es don de Dios, a quien rendimos cuentas por todo. Los juicios sobre Canaán son precursores y presagian, por terribles que fueran, el juicio definitivo que espera a toda la creación en el Día del Juicio Final.
A pesar de esto, quizás alguno de ustedes haya pensado algo similar mientras estudiamos el libro de Josué: “¿Por qué Dios mandaría a matar a todos incluyendo mujeres y niños?” “¿Cómo un Dios de amor podría hacer eso?” Superficialmente considerado, este exterminio en masa de los cananeos parece cruel. Plantea algunas cuestiones morales y religiosas. El v.40b afirma claramente que Josué llevó a cabo esa carnicería “como Jehová Dios de Israel se lo había mandado”. Pero, cuando tratamos de entender estos actos de Dios, debemos tener presentes algunos principios básicos:
Primero, La condenación de los cananeos fue un acto de juicio divino. Al describir a Canaán, el Señor declaró que la tierra estaba “contaminada” y que ella misma “vomitó a sus moradores” (Lev. 18:25). “Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti” (Deu. 18:12). “Por la impiedad de estas naciones Jehová tu Dios las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob” (Deu. 9:5). Las prácticas perversas de los cananeos habían llegado a ser parte de su vida religiosa y social. Los ocupantes de esa tierra se habían hecho odiosos a los ojos del Creador.
Segundo, La misericordia de Dios había sido muy grande. Esos pueblos habían conocido la suerte de Sodoma y Gomorra, pero habían continuado practicando el mismo estilo de vida. Habían sabido de los reyes Og y Sehón, al otro lado del Jordán, pero no se habían arrepentido. Sabían que el juicio estaba a punto de caer sobre ellos, pero solamente Rahab y los gabaonitas buscaron misericordia; el resto se conjuró para torcer los propósitos de Dios (Jos. 9:1-2). Además, en su promesa a Abraham le reveló Jehová que su “descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. […] Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.” (Gén. 15:13,16). Dios tuvo paciencia con los cananeos durante 500 años para que se arrepintieran y no lo hicieron, al contrario, colmaron la paciencia de Dios y este es el juicio del Señor contra ellos.
Tercero, el exterminio de esas naciones fue, de hecho, una manifestación del amor de Dios. Primero, porque las naciones restantes tuvieron así una clara lección de que el Dios de Israel era Señor de toda la tierra, y podían arrepentirse y adorar a Jehová; segundo, porque Su propio pueblo fue protegido así de la contaminación con esas naciones impuras; tercero, como resultado del establecimiento y preservación de la nueva nación, todo el mundo se benefició, ya que por medio de Israel vino el Redentor a la humanidad.
Así que no hay razón para pensar que Dios es injusto o demasiado severo en el castigo. Dios es amor (1Jn. 4:8) y es perfectamente justo. Lo que vemos aquí es el justo juicio de Dios para lo cananeos y Su amor para Su pueblo y para las naciones vecinas. Si alguno de ellos se quisiese quejar de injusticia, deberían ir a hacerlo con Rahab y los gabaonitas. Entendamos que, como son más altos los cielos que la tierra, así son los caminos de Dios más altos que nuestros caminos, y Sus pensamientos más que nuestros pensamientos. (Isa. 55:9).
Leamos juntos los vv. 40-41. Después de la lista de las ciudades conquistadas, se resume todo el territorio conquistado por Josué: las montañas, la zona árida conocida como el Neguev, los llanos y las laderas. Desde Cades-barnea en el sur hasta Gaza en el este, Gosén en el oeste y Gabaón en el norte. Básicamente, toda la región del sur de Canaán. Si bien, no deben haber conquistado todas las ciudades, las victorias conseguidas deben haber asegurado el control del sur.
¿Cómo pudieron Josué e Israel conquistar todo este gran territorio en una sola campaña? Leamos juntos el v.42. ¡Porque Jehová el Dios de Israel peleaba por Israel! Aunque aquí se nos dice que “los tomó Josué de una vez”, esto no significa que fuese rápido. Resulta fácil leer este relato y suponer que todo ocurrió a gran velocidad, con extrema facilidad, pero es evidente que no fue así. Esta campaña debió haber tomado meses. No había duda del resultado, por el compromiso de Dios con Su Palabra de promesa, pero hubo mucha sangre, mucho trabajo duro, sudor y lágrimas por el camino.
Cuando leemos la conclusión, es fácil subestimar o incluso olvidar el proceso. Sin embargo, Dios dijo a su pueblo que la conquista sería gradual (Éxo. 23:29-30), y, muchas veces en el trascurso de este libro, hay recordatorios de que queda mucho más por hacer y que no se pueden dormir en los laureles. Entonces, entendemos aquí que se consideró ésta como una campaña completa para acabar con cualquier oposición relevante en el sur. Esto no resta mérito a esta gran victoria. El resultado sigue siendo sorprendente. Y solo fue posible porque Jehová peleaba por Su pueblo.
De la misma manera, Jehová está hoy en día peleando por nosotros (y ha de decirse que muchas veces también con nosotros). Y aunque puede haber muchos sufrimientos, sudor y lágrimas en nuestras vidas, el resultado ya está garantizado también: Obtendremos una aplastante victoria. Solamente necesitamos rendirnos y dejar que el Espíritu Santo pelee por nosotros. De hecho, ya Jesús venció el pecado y la muerte, y ha concedido Su victoria a los que tienen fe en Su muerte y resurrección. ¿Crees que Jesús es el hijo de Dios? ¿Tienes fe en Su Palabra y en Sus promesas? ¿Has nacido de nuevo? Entonces, ¡ya has vencido el mundo! “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1Jn. 5:4-5).
Pero, si todavía no has confesado a Jesús como tu Señor y Salvador y nos ha nacido de nuevo, te invito a hacerlo para que te unas al bando de los vencedores. Porque, “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rom. 8:31b-32). Ya que nos ha dado a Su Hijo, nos dará con Él todas las cosas, incluyendo la victoria sobre la tentación y el pecado. En Jesús, “somos más que vencedores” (Rom. 8:37).
Yo oro para que cada uno de nosotros confiese a Jesús como Su Señor y Salvador, nazca de nuevo y permita que el Espíritu Santo dirija su vida y pelee por él. Como Josué confió en que Jehová peleaba por Israel, que nosotros avancemos de victoria en victoria en Cristo, venciendo toda tentación y pecado. Que el Señor nos conceda la victoria en la batalla por las almas, usándonos para levantar muchos discípulos suyos en la Universidad de Panamá y en todas las universidades del país, y así convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
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M. Juan Carlos Vivas (AR)
( 23 de julio de 2021 )
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