Josué 8:1-29
8:1 Jehová dijo a Josué: No temas ni desmayes; toma contigo toda la gente de guerra, y levántate y sube a Hai. Mira, yo he entregado en tu mano al rey de Hai, a su pueblo, a su ciudad y a su tierra.8:2 Y harás a Hai y a su rey como hiciste a Jericó y a su rey; sólo que sus despojos y sus bestias tomaréis para vosotros. Pondrás, pues, emboscadas a la ciudad detrás de ella.
8:3 Entonces se levantaron Josué y toda la gente de guerra, para subir contra Hai; y escogió Josué treinta mil hombres fuertes, los cuales envió de noche.
8:4 Y les mandó, diciendo: Atended, pondréis emboscada a la ciudad detrás de ella; no os alejaréis mucho de la ciudad, y estaréis todos dispuestos.
8:5 Y yo y todo el pueblo que está conmigo nos acercaremos a la ciudad; y cuando salgan ellos contra nosotros, como hicieron antes, huiremos delante de ellos.
8:6 Y ellos saldrán tras nosotros, hasta que los alejemos de la ciudad; porque dirán: Huyen de nosotros como la primera vez. Huiremos, pues, delante de ellos.
8:7 Entonces vosotros os levantaréis de la emboscada y tomaréis la ciudad; pues Jehová vuestro Dios la entregará en vuestras manos.
8:8 Y cuando la hayáis tomado, le prenderéis fuego. Haréis conforme a la palabra de Jehová; mirad que os lo he mandado.
8:9 Entonces Josué los envió; y ellos se fueron a la emboscada, y se pusieron entre Bet-el y Hai, al occidente de Hai; y Josué se quedó aquella noche en medio del pueblo.
8:10 Levantándose Josué muy de mañana, pasó revista al pueblo, y subió él, con los ancianos de Israel, delante del pueblo contra Hai.
8:11 Y toda la gente de guerra que con él estaba, subió y se acercó, y llegaron delante de la ciudad, y acamparon al norte de Hai; y el valle estaba entre él y Hai.
8:12 Y tomó como cinco mil hombres, y los puso en emboscada entre Bet-el y Hai, al occidente de la ciudad.
8:13 Así dispusieron al pueblo: todo el campamento al norte de la ciudad, y su emboscada al occidente de la ciudad, y Josué avanzó aquella noche hasta la mitad del valle.
8:14 Y aconteció que viéndolo el rey de Hai, él y su pueblo se apresuraron y madrugaron; y al tiempo señalado, los hombres de la ciudad salieron al encuentro de Israel para combatir, frente al Arabá, no sabiendo que estaba puesta emboscada a espaldas de la ciudad.
8:15 Entonces Josué y todo Israel se fingieron vencidos y huyeron delante de ellos por el camino del desierto.
8:16 Y todo el pueblo que estaba en Hai se juntó para seguirles; y siguieron a Josué, siendo así alejados de la ciudad.
8:17 Y no quedó hombre en Hai ni en Bet-el, que no saliera tras de Israel; y por seguir a Israel dejaron la ciudad abierta.
8:18 Entonces Jehová dijo a Josué: Extiende la lanza que tienes en tu mano hacia Hai, porque yo la entregaré en tu mano. Y Josué extendió hacia la ciudad la lanza que en su mano tenía.
8:19 Y levantándose prontamente de su lugar los que estaban en la emboscada, corrieron luego que él alzó su mano, y vinieron a la ciudad, y la tomaron, y se apresuraron a prenderle fuego.
8:20 Y los hombres de Hai volvieron el rostro, y al mirar, he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo, y no pudieron huir ni a una parte ni a otra, porque el pueblo que iba huyendo hacia el desierto se volvió contra los que les seguían.
8:21 Josué y todo Israel, viendo que los de la emboscada habían tomado la ciudad, y que el humo de la ciudad subía, se volvieron y atacaron a los de Hai.
8:22 Y los otros salieron de la ciudad a su encuentro, y así fueron encerrados en medio de Israel, los unos por un lado, y los otros por el otro. Y los hirieron hasta que no quedó ninguno de ellos que escapase.
8:23 Pero tomaron vivo al rey de Hai, y lo trajeron a Josué.
8:24 Y cuando los israelitas acabaron de matar a todos los moradores de Hai en el campo y en el desierto a donde los habían perseguido, y todos habían caído a filo de espada hasta ser consumidos, todos los israelitas volvieron a Hai, y también la hirieron a filo de espada.
8:25 Y el número de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue de doce mil, todos los de Hai.
8:26 Porque Josué no retiró su mano que había extendido con la lanza, hasta que hubo destruido por completo a todos los moradores de Hai.
8:27 Pero los israelitas tomaron para sí las bestias y los despojos de la ciudad, conforme a la palabra de Jehová que le había mandado a Josué.
8:28 Y Josué quemó a Hai y la redujo a un montón de escombros, asolada para siempre hasta hoy.
8:29 Y al rey de Hai lo colgó de un madero hasta caer la noche; y cuando el sol se puso, mandó Josué que quitasen del madero su cuerpo, y lo echasen a la puerta de la ciudad; y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy.
JEHOVÁ ENTREGA A HAI EN MANO DE JOSUÉ
Buenos días. La semana pasada aprendimos cómo Israel sufrió una humillante derrota en Hai por el pecado de Acán y la negligencia de Josué en consultar a Dios. Vimos cómo después de esa derrota el corazón de ellos desfalleció y Josué oró amargamente delante de Jehová. Sentían que ya todo estaba perdido y que serían exterminados en la tierra de Canaán. No obstante, el Señor mandó al pueblo a santificarse y les dio la estrategia para remediar la situación: Tenían que destruir el anatema en medio de ellos. Josué y el pueblo hicieron todo como Jehová mandó y la ira del Señor se apartó de ellos.
Ahora, en el pasaje bíblico de hoy, aprenderemos cómo Jehová manda a Israel a levantarse e ir a pelear nuevamente con Hai, utilizando su vergüenza como parte de la estrategia para darles la victoria. Lamentablemente, por nuestra naturaleza pecaminosa, somos propensos a tener caídas en nuestra vida de fe. Algunas muy duras y dolorosas, de las cuales parece imposible levantarnos. Sin embargo, en este pasaje se nos muestra que en Dios siempre hay la posibilidad de levantarse después de una caída y obtener la victoria, si venimos ante Él con arrepentimiento y dispuestos a obedecer Su Palabra.
Oro para que hoy podamos aprender cómo Dios puede darnos la victoria después de la caída, si nos arrepentimos y obedecemos minuciosa y meticulosamente Su Palabra. Que, obedeciendo así la Palabra de Dios, vayamos de victoria en victoria en Cristo, y el Señor nos dé la victoria final convirtiendo a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
I.- La estrategia de Jehová para conquistar Hai (1-2)
Leamos juntos el v.1a, por favor. En el cap. 1 aprendimos que Josué era propenso al desánimo, por lo que Dios lo exhortó tres veces: “Esfuérzate y sé valiente” (1:6,7,9). Así que, tras la derrota en Hai y la muerte de aquellos 36 israelitas, Josué estaría profundamente desanimado, a pesar de haber resuelto ya la situación destruyendo el anatema. Por esta razón, Jehová lo anima nuevamente: “No temas ni desmayes”. El pecado había provocado la ira de Dios, pero, tras el arrepentimiento y la obediencia del pueblo, Dios, en Su gracia, restableció Su favor. Ya lo hecho, hecho está, y no puede cambiarse; ahora hay que mirar hacia adelante.
No sé ustedes, pero yo me puedo identificar aquí con Josué. Soy de temperamento melancólico, por lo que puedo quedarme enganchado en los errores del pasado y desanimarme rápidamente. Tiendo a revivir eventos o discusiones en mi mente para tratar de hallar el escenario en el que pude haberlo hecho mejor. Pero eso no es correcto. Si hemos cometido algún error, debemos confesarlo, arrepentirnos, y seguir adelante. Así lo hace Dios: “Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” (Miq. 7:19). Si en sus testimonios de esta semana ustedes confesaron sinceramente sus pecados, aun los ocultos, y se arrepintieron; ya Dios los perdonó, y echó todos sus pecados en lo profundo del mar. Ya el pecado de Josué y de Israel había sido perdonado, y ahora debían seguir adelante con la conquista.
Leamos ahora juntos el v.1b, por favor. Dios no estaba desanimado o deprimido, y Él no quería que Josué o el pueblo de Israel lo estuviesen tampoco. Ahora era tiempo de ocuparse y prepararse para la victoria que el Señor les daría, porque Él no los ha abandonado. Ahora va a darles Su estrategia para derrotar a Hai. A diferencia de la primera batalla, donde enviaron solo tres mil hombres (7:4), Dios ordena que suban todos los varones de guerra. Él pudo haber dado la victoria con menos hombres, como con los 300 de Gedeón (Jue. 7), pero ordenó que subiesen todos los varones de guerra.
Esto podría ser para mostrarles que la estrategia de ellos no estaba alineada con la voluntad de Dios. También, para quitarles la pereza espiritual al pueblo que quería una victoria fácil. O, como todo el pueblo había desfallecido, quizá quería hacerlos participar a todos de la victoria para que se animasen nuevamente. Además, como esta vez sí iban a repartir despojos, quizás los envía a todos para que puedan beneficiarse del botín. Lo cierto es que ahora todos los guerreros debían participar de esta batalla.
De igual manera, todos nosotros estamos llamados a participar de la batalla por las almas. Quizás pienses: “Soy muy joven para predicar en la universidad” o “No tengo suficiente conocimiento bíblico”. Sin embargo, puedes participar con tus oraciones; o hablando de Jesús a tus familiares, vecinos, o compañeros de clases o de trabajo. Quizá no tengas suficiente conocimiento para dar estudio bíblico, pero puedes invitar a alguien a tener estudio bíblico con tu pastor, o traerlo y nosotros le conseguimos un pastor. Además, puede participar de la misión con tus diezmos y ofrendas. Así que no hay excusa. Como el pueblo de Israel, todos debemos participar de una forma u otra en la batalla por las almas.
Leamos juntos los vv. 1c-2a. Esta orden de Dios de subir nuevamente a Hai podía ser muy difícil de obedecer para Josué. ¿Quién querría volver al lugar de su derrota? ¿No podían ir primero a otra ciudad y después que ya hubiesen experimentado la victoria allá, regresar a Hai? Pero la voluntad de Dios era que el pueblo se levantara de su pecado y enfrentara nuevamente a su enemigo. Sin embargo, el Señor conocía y entendía el corazón de Josué. Sabía que Él todavía andaba rumiando aquel fracaso. Así que llama su atención: “Mira”; “Josué deja de enfocarte en tu vergüenza y aflicción y mírame en mí”. Y le da la misma promesa que le dio antes de la milagrosa victoria en Jericó: “ yo he entregado en tu mano al rey de Hai, a su pueblo, a su ciudad y a su tierra.” Y por si no entendió la referencia: “ Y harás a Hai y a su rey como hiciste a Jericó y a su rey”. ¡Qué maravillosa promesa! Dios le asegura a Josué que ya le había dado la victoria como en Jericó.
Si nos hemos arrepentido genuinamente de nuestros pecados, podemos confiar en que el Espíritu Santo nos dará la victoria cuando enfrentemos la tentación. Pero si decimos habernos arrepentido y seguimos cayendo en el mismo pecado una y otra vez, nuestro arrepentimiento no es genuino. ¡Tenemos que arrepentirnos de nuestro arrepentimiento! El arrepentimiento genuino transforma nuestro corazón por el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros y nos da el poder para vencer el pecado y vivir en obediencia a Dios.
Leamos el v.2b. A diferencia de Jericó, aquí el pueblo de Israel sí podía tomar de los despojos. ¡Si tan solo Acán hubiese esperado un poco más! La práctica común era que el ejército vencedor tomase botín de la ciudad conquistada. Sin embargo, Jehová había declarado a Jericó anatema, es decir, que todo lo que en ella había estaba consagrado para Dios para destrucción. Por esta razón, Israel no podía tomar botín allí. Pero Hai no era anatema y ahora Jehová les permite repartir los despojos y el ganado entre el pueblo. Esto nos habla acerca de la soberanía de Dios.
El pueblo de Israel debía aprender a obedecer la voluntad de Dios. Si Él decía que no debía tomarse botín, pues no debían hacerlo; pero si ya lo permitía el Señor, entonces con libertad podían repartir despojos. A muchos cristianos les cuesta discernir la voluntad de Dios para sus vidas y tratan de guiarse por su lógica, conciencia o sentido común. No obstante, rara vez la voluntad de Dios está alineada con nuestra lógica, deseos o pensamientos, a causa de nuestra pecaminosidad. Por eso es importante buscar siempre la voluntad revelada de Dios en las Escrituras. Obviamente, en la Biblia no dice específicamente con quién te debes casar, o qué carrera universitaria debes elegir, o qué debes decidir en una situación particular de tu vida, pero sí nos da la guía general.
Por ejemplo, en cuanto al matrimonio nos da muchos principios, entre ellos: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2Co. 6:14). Así que si alguien está orando para casarse con un incrédulo que le gusta y que después lo va a convertir, mejor lea bien su Biblia y ore al Señor. Hay otros casos más complejos en los que tenemos que elegir entre dos cosas buenas, por ejemplo, alguien quiere visitar a un enfermo en el hospital y orar por él, eso es bueno; pero quiere hacerlo el domingo a la hora del Culto y por eso no va a venir. ¿Será esa la voluntad de Dios? ¿Qué dice la Escritura? “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Heb. 10:25). Sería mejor congregarse, y planificar su visita en cualquiera de las otras 166 horas que tiene la semana.
Podría dar otros ejemplos, pero, por el tiempo, voy a seguir avanzando. Si alguno de ustedes está buscando la voluntad de Dios en una decisión específica de su vida, y necesita consejo y apoyo en oración puede acercarse a su pastor y/o a mí, y con gusto los guiaremos con lo que hemos aprendido en nuestro andar en Dios.
Leamos ahora juntos el v.2c. Esta es la estrategia que Jehová ordena a Josué: Emboscadas detrás de la ciudad de Hai. La estrategia de emboscada implica el ocultamiento de las tropas para realizar un ataque sorpresivo sobre el enemigo. La estrategia básica es que todas las tropas estén escondidas a la espera de que el enemigo quede expuesto para atacarlo rápida y sorpresivamente. Sin embargo, en la variante que Dios le dio a Josué, una parte del ejército atraería al enemigo para dejarlo expuesto, y luego atacar de forma sorpresiva a la ciudad y al ejército desprevenido (vv. 5-8, 13-22). Veremos, pues, a continuación, más detalles de la estrategia y la victoria que Jehová le dio a Josué y al pueblo de Israel sobre Hai.
II.- Israel derrota a Hai al obedecer la estrategia de Dios (3-29)
Leamos juntos los vv. 3-8, por favor. Animado por las palabras y las promesas de Dios, Josué puso en marcha la estrategia de Jehová. Convocó a toda la gente de guerra para subir contra Hai y les comunicó la estrategia divina. De entre todo el ejército, seleccionó a treinta mil hombres fuertes, enviándolos aquella misma noche a preparar una emboscada detrás de la ciudad de Hai, ordenándoles mantenerse cerca de la ciudad y a estar listos para actuar. Por su parte, Josué y el resto del ejército se acercarían de frente para atraer a los enemigos, fingiendo luego huir como en la primera batalla. Cuando los de Hai los persiguieran, la emboscada tomaría la ciudad y le prendería fuego, cumpliendo así la Palabra de Dios.
Noten cómo Dios usa la vergüenza de los israelitas para darles ahora la victoria. Josué en su oración expresó esta vergüenza diciendo: “¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos?” (7:8). Ahora tenían que huir otra vez delante de sus enemigos, pero solamente como estrategia para obtener la victoria. Sucede también que, en nuestra batalla contra el pecado, en ocasiones tenemos que huir para poder obtener la victoria. En Gén. 39:12 encontramos a José huyendo de la mujer de Potifar que insistía en acostarse con él, y como lo asió de la ropa, “él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó”. Y aunque terminó preso después de aquello, en realidad hizo lo correcto. El apóstol Pablo exhortó a su joven discípulo Timoteo: “Huye también de las pasiones juveniles” (2Ti. 2:22a). Amado hermano, ante las tentaciones sexuales solo hay un camino para la victoria: “¡Huye!” No te quedes a probar tu resistencia, pues pronto te darás cuenta que “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mat. 26:41b).
Por otro lado, Dios puede usar nuestra vergüenza para darnos la victoria. Si bien puede ser vergonzoso confesar nuestros pecados delante de la gente, Dios puede usar nuestro testimonio para darnos la victoria en la batalla por las almas. Aunque lo que hayamos hecho sea muy vergonzoso de mencionar, alguno que esté teniendo la misma lucha espiritual podría ser tocado por nuestro testimonio de victoria sobre nuestro pecado, y podría acercarse a Dios también en arrepentimiento y obtener la victoria sobre su pecado. Así que no ocultemos nuestros pecados con vergüenza, sino que como el hombre de la mano seca en Mar. 3:1-6, extendamos nuestra mano seca delante de todos para que el Señor nos sane y nos restaure, y nos use para Su gloria. Amén.
Leamos juntos los vv. 9-17. En estos versículos se nos muestra cómo Josué y el pueblo de Israel ejecutaron la estrategia de Dios meticulosamente. Los treinta mil hombres escogidos salieron aquella noche y se pusieron detrás de Hai, al occidente, entre Hai y Bet-el. La ubicación de la ciudad de Hai ha sido objeto de controversia desde el inicio de las investigaciones arqueológicas en Israel. Algunos estudiosos concluyeron que estaba localizada en el sitio llamado et-Tell. Sin embargo, este sitio desacredita por completo el relato bíblico. Por esta razón Associates for Biblical Research [Asociados por la Investigación Bíblica] ha invertido los últimos 40 años investigando la ubicación real de esta ciudad, y después de 14 excavaciones ha concluido que en realidad se encontraba en el sitio llamado Khirbet el-Maqatir que cumple con todos los requisitos geográficos y arqueológicos, y comprueba el relato bíblico. La emboscada debe haberse posicionado en el Wadi Sheban, un valle muy profundo detrás de Khirbet el-Maqatir, oculto a la vista de ellos, que podía albergar todos aquellos hombres.
Josué pasó la noche en medio del pueblo, y se levantó muy de mañana para pasar revista al pueblo y asegurarse que todos los hombres de guerra disponibles estuviesen allí. Tomó también a los ancianos de Israel, y subieron todos contra Hai. Probablemente, la emboscada tomó una ruta detrás de la ciudad, y el pueblo tomó otra ruta más larga para llegar a una colina ahora conocida como Jebel Abu Ammar, a unos 2 km al norte de Khirbet el-Maqatir, donde acamparon. De allí Josué mandó otros cinco mil hombres a la emboscada.
Más tarde aquella noche Josué tomó un grupo de guerreros y avanzó hasta la mitad del valle que hoy se conoce como Wadi el-Gayeh. Allí lo vio rey de Hai, quien se apresuró a preparar su ejército para salir por la mañana a la batalla contra Israel. Salieron, pues, los hombres de Hai a pelear contra Israel, y Josué y su ejército se fingió vencido, huyendo delante de ellos por el camino del desierto. Todos los guerreros de Hai, junto con los de Bet-el, persiguieron a Israel, dejando la ciudad abierta y desprotegida, lista para que la emboscada cumpliera el plan de Dios.
Leamos juntos los vv. 18-19. Josué nos revela aquí la señal que Jehová había dado para que la emboscada atacase: Debía extender su lanza hacia Hai. Y así tal cual lo hizo, extendió su mano con la lanza hacia la ciudad. Entonces la emboscada se levantó prontamente y tomó la ciudad, prendiéndole fuego, tal y como Jehová lo había ordenado. Esto nos muestra que aquellos hombres estaban atentos y listos para obedecer la voluntad de Dios. Debemos aprender esto de ellos, debemos estar atentos a las señales de Dios para hacer Su voluntad. A diferencia de ellos, no sabemos cuál es la señal, por lo que debemos estar aún más atentos espiritualmente para cuando el Señor nos revele Su voluntad, salgamos prontamente a cumplirla.
Leamos ahora juntos los vv. 20-25, por favor. Prenderle fuego a la ciudad servía un doble propósito, era la señal para los israelitas de que la ciudad ya había sido tomada por la emboscada; y ayudaría a confundir al ejército de Hai. Cuando los de Hai vieron el humo subir de la ciudad no sabía qué estaba pasando, por lo que instintivamente una parte de ellos intentó regresar a la ciudad para averiguarlo. Sin embargo, cuando los israelitas vieron el humo, dejaron de huir y regresaron para hacerles frente. Además, una parte de la emboscada vino a unirse a la batalla, así que los de Hai se vieron rodeados por un gran ejército y confundidos. Así fueron masacrados por los israelitas. Aquel día murieron todos los doce mil habitantes de Hai, obteniendo así Israel una resonante victoria contra los que los habían derrotado y humillado. Pero los guerreros israelitas tomaron vivo al rey de Hai y lo trajeron a Josué.
Leamos juntos los vv. 26-29. Josué tenía el deseo de obedecer por completo la voluntad de Dios, así que después de alzar la lanza en su mano, no la bajó hasta que el pueblo de Israel acabó por completo con los de Hai. Esto nos recuerda a la batalla contra los amalecitas en Éxo. 17. En aquella ocasión Josué comandaba el ejército mientras Moisés mantenía levantadas sus manos con la ayuda de Aarón y Hur. Sin duda, el propósito de esto es mostrar un paralelismo más entre Josué y Moisés.
Se muestra aquí, además, la obediencia de todos al tomar para sí las bestias y los despojos conforme a la Palabra de Jehová que le había mandado a Josué. También, quemaron por completo la ciudad, reduciéndola a un montón de escombros, evitando así que algún otro pueblo reconstruyese la ciudad y la usase como fortaleza para oponerse al pueblo de Israel desde allí.
Finalmente, el relato termina con la humillación del rey de Hai. En Jos. 10:26 se describe con más detalle esta práctica. Se mataba primero a los reyes y luego se los colgaba, lo que sugiere que éste no es un modo de ejecución sino una forma de tratar el cadáver. Josué habría ejecutado al rey de Hai y después habría colgado su cuerpo en un madero para declararlo maldito conforme a lo que enseña Deu. 21:22-23. Y precisamente conforme a esa Escritura, cuando el sol se puso lo mandó a bajar del madero y a echarlo a la puerta de la ciudad para no contaminar la tierra. Sin embargo, al no sepultarlo, mantuvo la maldición de Dios sobre él, pues los que no llegaban a tener una sepultura, eran considerados malditos. Entonces, levantaron un gran montón de piedras sobre él como memorial de la victoria que Dios les había dado y de lo que les sucede a aquellos que no viven conforme a la voluntad de Jehová.
Así dio Jehová la victoria al pueblo de Israel después de su caída, cuando ellos se arrepintieron y se santificaron, eliminando drásticamente el pecado de en medio de ellos, y obedeciendo nuevamente la Palabra de Dios de forma minuciosa y meticulosa.
Amados hermanos, la voluntad de Dios es que no pequemos, que vivamos vidas santas y agradables delante de Él; sin embargo, el apóstol Juan escribió: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1Jn 2:1-2). La idea es que no pequemos, pero en el trágico escenario de que alguno haya pecado, tenemos a Jesucristo como abogado delante del Padre. Y, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1Jn. 1:9). Una caída espiritual es un tropiezo, no el fin de nuestra vida de fe.
A lo largo de mi vida de fe he tenido que luchar con el pecado del adulterio. La razón por la que dejé mi iglesia anterior a UBF fue porque no quería luchar más con este pecado. En esa iglesia yo tenía una novia con la que estaba en pecado, pero después de un tiempo empecé a andar con otras muchachas en la universidad también. Esto me hizo sentir muy culpable, y al final renuncié a la iglesia, terminé con mi novia, y me entregué a vivir esta vida pecaminosa. En mis ratos de lucidez pensaba que moriría en vergüenza como Sansón por causa de las mujeres, y que me iría justamente al infierno. Pero Dios en Su gracia y amor me trajo a UBF, y me ayudó a arrepentirme y a entender mejor Su gracia por medio de los estudios bíblicos en Romanos con el M. Juan Seo.
Quisiera decir que esta fue la victoria definitiva contra este pecado, pero no es así. Lamentablemente, volví a caer en este pecado más de una vez estando casado, tanto en Caracas como aquí en Panamá. Herí mucho el corazón de mi esposa, traicioné su confianza, y traje muchos problemas a mi familia y ministerio. Pero la gracia de Dios me levantó nuevamente. Su gracia y amor llenaron el corazón de mi esposa para perdonarme y amarme como Oseas amaba y perdonaba a Gomer. Y por esta gracia y amor de Dios, se ha restaurado mi familia y mi ministerio, y he podido destruir este anatema de mi vida. Dios me ha fortalecido espiritualmente a través de consejerías matrimoniales, estudios bíblicos de Iglesia Hogareña, predicaciones, y principalmente a través de Su Palabra y la disciplina del Pan Diario y de escribir el Mensaje Dominical.
Después de destruir este anatema, Dios me ha dado la victoria contra las tentaciones y me ha ayudado a crecer mucho en el ministerio también. Por eso les puedo decir con conocimiento de causa: Una caída espiritual no es el fin. Pero, “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” (Pro. 28:13). ¡No oculten su pecado, confiésenlo y apártense de él! Cuando hacemos esto y obedecemos la Palabra de Dios en nuestras vidas, Él nos dará la victoria. Amén.
Yo oro para que cada uno de nosotros confiese con arrepentimiento genuino sus pecados y se aparte. Que obedeciendo la Palabra de Dios cada día, el Señor nos lleve de victoria en victoria en Cristo Jesús. Y que, haciendo así, el Señor pueda santificarnos y usarnos para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
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M. Juan Carlos Vivas (AR)
( 23 de julio de 2021 )
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