Josué 6:1-27

6:1 Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los hijos de Israel; nadie entraba ni salía.
6:2 Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra.
6:3 Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días.
6:4 Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas.
6:5 Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo, cada uno derecho hacia adelante.
6:6 Llamando, pues, Josué hijo de Nun a los sacerdotes, les dijo: Llevad el arca del pacto, y siete sacerdotes lleven bocinas de cuerno de carnero delante del arca de Jehová.
6:7 Y dijo al pueblo: Pasad, y rodead la ciudad; y los que están armados pasarán delante del arca de Jehová.
6:8 Y así que Josué hubo hablado al pueblo, los siete sacerdotes, llevando las siete bocinas de cuerno de carnero, pasaron delante del arca de Jehová, y tocaron las bocinas; y el arca del pacto de Jehová los seguía.
6:9 Y los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las bocinas, y la retaguardia iba tras el arca, mientras las bocinas sonaban continuamente.
6:10 Y Josué mandó al pueblo, diciendo: Vosotros no gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga: Gritad; entonces gritaréis.
6:11 Así que él hizo que el arca de Jehová diera una vuelta alrededor de la ciudad, y volvieron luego al campamento, y allí pasaron la noche.
6:12 Y Josué se levantó de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca de Jehová.
6:13 Y los siete sacerdotes, llevando las siete bocinas de cuerno de carnero, fueron delante del arca de Jehová, andando siempre y tocando las bocinas; y los hombres armados iban delante de ellos, y la retaguardia iba tras el arca de Jehová, mientras las bocinas tocaban continuamente.
6:14 Así dieron otra vuelta a la ciudad el segundo día, y volvieron al campamento; y de esta manera hicieron durante seis días.
6:15 Al séptimo día se levantaron al despuntar el alba, y dieron vuelta a la ciudad de la misma manera siete veces; solamente este día dieron vuelta alrededor de ella siete veces.
6:16 Y cuando los sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad.
6:17 Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos.
6:18 Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis.
6:19 Mas toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová.
6:20 Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron.
6:21 Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos.
6:22 Mas Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allí a la mujer y a todo lo que fuere suyo, como lo jurasteis.
6:23 Y los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo; y también sacaron a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento de Israel.
6:24 Y consumieron con fuego la ciudad, y todo lo que en ella había; solamente pusieron en el tesoro de la casa de Jehová la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro.
6:25 Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó.
6:26 En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas.
6:27 Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra.

JEHOVÁ ENTREGA JERICÓ A ISRAEL


Buenos días. La historia de la caída de Jericó es sin duda una de las más famosas del libro de Josué. Es probable que, al anunciar que estudiaríamos este libro, muchos de ustedes hayan pensado inmediatamente en este relato. Sin embargo, les puedo asegurar que hay muchos detalles que seguramente hemos pasado por alto y que aprenderemos mucho hoy. De hecho, esta historia ha sido objeto de interpretaciones erróneas. Por ejemplo, algunos podrían pensar que Dios nos llama a destruir a quienes no creen en Jehová, como hizo Josué con Jericó; o que las murallas de Jericó simbolizan las dificultades de la vida como enfermedades, pobreza, desempleo, persecución, soltería, etc. Y si tenemos fe en Dios, Él puede derribar todas esas murallas y sanarnos, enriquecernos y darnos la victoria. Sin embargo, estas ideas no reflejan el mensaje central de este pasaje bíblico. 

Los muros de Jericó eran un obstáculo que impedía al pueblo de Israel cumplir la voluntad de Dios de conquistar la tierra y ejecutar Su justo juicio sobre las naciones pecadoras. Así, las murallas en nuestras vidas son todas aquellas cosas que nos impiden hacer la voluntad de Dios. Las enfermedades, la pobreza, el desempleo o la persecución por el nombre de Jesús no son obstáculos para conocer a Dios y hacer Su voluntad; al contrario, son oportunidades para conocerle mejor y glorificarle. Más bien, nuestra pereza, nuestra negligencia para practicar las disciplinas espirituales, nuestro orgullo, nuestro propio pensamiento, son grandes murallas que nos impiden hacer la voluntad de Dios. ¡Estas son las murallas que deben caer en nuestras vidas!

A través del mensaje de hoy aprenderemos la estrategia que Dios le dio a Josué y al pueblo de Israel para derrumbar los aparentemente insuperables muros de Jericó. También cuál fue la respuesta de Josué y del pueblo ante la insólita estrategia de Dios: Fe y obediencia minuciosa y meticulosa. Yo oro para que cada uno de nosotros, como el pueblo de Israel, creamos a las promesas de Dios. Que con fe obedezcamos minuciosamente Su Palabra, aplicándola en todas las áreas de nuestras vidas. En particular, para obedecer el llamado de Dios de ir a la Universidad de Panamá a predicar el evangelio entre los estudiantes, confiando en que el Señor nos conceda la victoria, derribe todo muro espiritual en nuestras vidas y nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.

I.- La insólita estrategia de Dios para tomar Jericó (1-5) 

Leamos juntos el v.1, por favor. Este capítulo comienza diciéndonos que “Jericó estaba cerrada, bien cerrada”. La ciudad estaba en alerta máxima debido a la proximidad de los hijos de Israel. Se aprovisionaron y cerraron sus puertas, de modo que nadie entraba ni salía. Jericó estaba fortificada por un anillo doble de muros, el externo de unos cinco metros de altura y casi dos metros de espesor, y el interno de unos ocho metros de altura y casi cuatro de espesor. Los israelitas no tenían las armas necesarias como para atravesarlos. La única estrategia militar posible para enfrentar una ciudad semejante era un sitio de varios meses para forzar que se rindieran a través del hambre. Pero los israelitas no tenían los recursos ni el tiempo para usar esa estrategia. Desde la perspectiva humana, esta era una batalla imposible de ganar.

Leamos juntos el v.2. Jehová llama la atención de Josué diciéndole: “Mira”. “¡Mírame a mí! ¡Deja de ver tu problema!” “¿Te parece imposible ganar esta batalla?” “Yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra.” Aunque desde la perspectiva humana, era una batalla imposible; desde la perspectiva de Dios era una batalla ganada. El verbo está en pasado: “Yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra.” “Josué, ¡Ya ganaste!”. En el capítulo anterior dejamos a Josué postrado en adoración delante del Príncipe del ejército de Jehová (5:13–15). Allí se rindió ante la voluntad de Su Señor y le preguntó: “¿Qué dice mi Señor a su siervo?” (5:13). Pues, esto es lo que le dice: “Ya ganaste. Solo tienes que obedecer mi estrategia.” Esta es la lección: Si rendimos nuestras vidas a la voluntad del Señor, la victoria ya está asegurada. Entonces, ¿Rindes tu vida a la voluntad del Señor?

Leamos ahora juntos los vv. 3-5. Aquí se describe la insólita estrategia de Dios: Los varones de guerra escoltarán a los siete sacerdotes que van tocando las bocinas de cuerno de carnero delante de los que llevan el Arca del Pacto, mientras le dan una vuelta diaria a la ciudad durante seis días. El séptimo día, rodearán la ciudad siete veces, luego tocarán prolongadamente las bocinas de cuerno de carnero, el pueblo gritará y los muros caerán. Entonces, cada uno del pueblo subirá derecho hacia adelante y tomará la ciudad. Desde un punto de vista militar, no tiene ningún sentido. ¿Van a darle vueltas al muro hasta que se maree y se caiga? O, ¿los gritos harán que el muro se asuste y se desmaye? Podría pensarse que las vibraciones provocadas por el gran escándalo de las bocinas y de los gritos del pueblo provocarían un efecto de resonancia en el muro, haciéndole caer, pero parece poco probable. Simplemente, esta era una estrategia que requería fe y obediencia meticulosa y minuciosa a Dios para después ver Su poder obrando.

Si se fijan bien, el énfasis no está en los hombres de guerra como uno podría esperar en una batalla, sino en el arca del pacto, símbolo de la presencia divina. Dios está en medio de Su pueblo para conseguir esta victoria para ellos. No está lejos o a cierta distancia, sino liderando a Su pueblo con Su presencia, tal como lo había hecho a lo largo de todos los años en el desierto. Por esta razón el texto insiste tanto en el número “siete”, que aparece en cuatro ocasiones en el v.4. El siete es el número de la perfección o plenitud divina, y refleja el séptimo día de reposo al final de los seis días de la creación. Los seis primeros días dando una vuelta a la ciudad deben, pues, encontrar su culminación en el séptimo, con sus siete vueltas alrededor de Jericó. Siete sacerdotes con un cuerno de carnero cada uno anunciando la presencia del arca, tocando continuamente, y culminando con un largo toque tras la séptima vuelta en el séptimo día, que serviría de señal para que el pueblo grite a gran voz y caigan los muros de la ciudad. 

De la misma manera, en nuestra lucha espiritual el enfoque no está en nosotros sino en Cristo. Él está con nosotros en cada una de nuestras batallas dándonos la victoria. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Rom. 8:37-39). “Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” (1Jn. 5:4). Así que, “hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efe. 6:10), creyendo en Sus promesas y poniendo en Sus manos todas aquellas cosas que nos impiden aceptar Su voluntad, para que el Señor nos dé la victoria. Amén.

II.- La obediencia minuciosa de Josué y del pueblo (6-21) 

Leamos juntos los vv. 6-7. Obedientemente Josué comunicó la estrategia divina tal cual la había recibido. Casi puedo imaginar la cara de los sacerdotes y de todo el pueblo al escucharla. Desde el punto de vista humano, parece un plan absurdo e ineficaz. Sin embargo, Josué no tuvo reparos en comunicar la voluntad de Dios al pueblo. Puede que a nosotros también nos parezca irrelevante e ineficaz la estrategia que utiliza UBF para levantar discípulos de Jesús. ¿Estudio bíblico 1:1? ¿Pesca en la universidad? ¿No sería más eficaz predicar a las multitudes? ¿Organizar grandes eventos en la universidad? Quizás; pero esta es la estrategia que Dios inspiró al Dr. Samuel Lee, nuestro fundador. Y hasta ahora ha probado ser efectiva. UBF ha alcanzado a miles de jóvenes perdidos que se han convertido en poderosos discípulos de Jesús. Muchos han salido, incluso, como misioneros y continúan haciendo la misma obra. Quizá no parece eficiente, pero ha sido muy efectiva, y por eso la seguimos implementando.

No se desanimen pensando que el crecimiento de la iglesia o su propio crecimiento espiritual parece lento. Cuando se siembra la semilla, puede pasar mucho tiempo antes de que brote; tanto, que hasta podemos llegar a pensar que no lo va a hacer; pero, en realidad, está echando buena raíz bajo tierra, y después de que tiene un fundamento sólido, entonces crece y da mucho fruto. Esto toma su tiempo. De la misma manera, nuestro crecimiento espiritual es un proceso de toda la vida. Al principio parece que no crecemos mucho, pero, si continuamos practicando nuestras disciplinas espirituales: estudiando profundamente la Biblia, orando continuamente, congregándonos fielmente, a su tiempo comenzaremos a dar mucho fruto para el Señor. 

Lo mismo sucede con la iglesia. Al principio son pocas personas reuniéndose en un lugar, pero cuando esas personas crecen espiritualmente, invitan a otras; y estos nuevos hermanos crecen también e invitan a otros; y así sucesivamente, de modo que el crecimiento se hace exponencial. De repente nos damos cuenta de que somos muchas más personas que antes. Mi esposa y yo lo vivimos en Caracas, y ahora lo estamos viviendo aquí con ustedes. Poco a poco el Señor irá añadiendo los que han de ser salvos. Nosotros solo debemos creer y obedecer fielmente. 

Con esta fe en la promesa de Dios, yo he estado sirviendo durante los últimos 14 años en Panamá. Tratando de comunicar fielmente la Palabra de Dios como lo hizo Josué. Y aunque parezca humanamente imposible, les sigo sembrando cada semana la visión de que Dios convertirá a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Si creemos verdaderamente en Su promesa y obedecemos Su Palabra, Él nos usará para esta maravillosa obra. Amén.

Leamos juntos los vv. 8-9. A pesar de lo absurda que parecía la estrategia divina, ellos acababan de ver cómo Jehová detuvo el Jordán y los hizo pasar en seco para llegar allí, así que obedecieron meticulosa y minuciosamente las órdenes dadas, porque creían a las promesas de Dios. Siete sacerdotes, llevando siete bocinas de cuerno de carnero, pasaron delante del arca de Jehová, y tocaron las bocinas; y el arca del pacto de Jehová los seguía. Y los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las bocinas, y otro contingente detrás del Arca del Pacto, escoltando así a los sacerdotes. Esto muestra que la obediencia cabal es la única respuesta apropiada cuando realmente creemos a las promesas de Dios. ¿Crees tú las promesas de Dios? ¿Estás obedeciendo meticulosa y minuciosamente la Palabra de Dios? Yo oro para que seamos como Josué y el pueblo y obedezcamos cabalmente la Palabra del Señor creyendo a Sus promesas. Amén.

Leamos ahora juntos el v.10, por favor. Ya hemos visto en los cap. 3 y 4 que Josué no escribe en orden cronológico. Él usa la lógica hebrea para narrar los acontecimientos. Estos nuevos detalles que da acá en el v.10 y los que dará más adelante en los vv. 17-19 y 22-23 no surgieron en medio de la implementación de la estrategia divina, sino que fueron revelados desde el principio por Jehová. Solamente que él decidió narrar cómo el pueblo iba obedeciendo meticulosa y minuciosamente cada uno de los componentes de la estrategia divina. Primero en la forma de disponer la procesión y de darle vuelta a la ciudad, y después en todos los otros detalles.

Mientras rodeaban la ciudad, solo debían escucharse las bocinas de cuerno de carnero anunciando la presencia del Arca del Pacto en medio del pueblo. Los hombres de guerra debían permanecer en completo silencio durante todo el recorrido. Algunos han sugerido que la estrategia divina era parte de una guerra psicológica contra Jericó. Los jericonitas estaban aterrados dentro de la ciudad, y el sonido de las bocinas alrededor de ella podía asustarlos aún más. Siguiendo esta lógica, si los guerreros gritaban durante el recorrido, el espanto podía ser mucho mayor, ¿no?; pero Jehová dispuso que los varones de guerra permaneciesen en completo silencio. ¿Por qué? 

Una de las posibles razones sería evitar las murmuraciones y quejas: “¡Qué calor!” “¿Para qué hacemos esto?” “¿Qué sentido tiene?” Esto podría promover un ambiente de incredulidad entre el pueblo. Sin embargo, si ellos permanecían callados, solo podían quejarse en sus mentes. Así, cualquier duda o queja podía disiparse viendo el Arca del Pacto y recordando el poder del Señor que abrió el Jordán delante de ellos. Por tanto, el silencio de los guerreros promovía un ambiente de meditación reverente y concentración absoluta en la misión. Por otro lado, también permitía que se escuchase el toque final de la bocina y la señal de Josué para gritar y tomar la ciudad. 

Leamos ahora juntos los vv. 11-16, por favor. Aquí se enfatiza la obediencia meticulosa y minuciosa de Josué y el pueblo. El primer día Josué hizo que el Arca del Pacto, escoltada por los sacerdotes que tocaban las bocinas y por los guerreros, diese una vuelta alrededor de la ciudad y regresase al campamento para pasar la noche, como lo había ordenado Jehová. Sin embargo, esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cuánto tiempo tardaría el pueblo en dar toda esa vuelta? Sobre todo, al considerar las siete vueltas del séptimo día. Según las excavaciones arqueológicas, Jericó tenía un perímetro de unos 800 m. Así que, considerando que andaban a ritmo de procesión, cada vuelta alrededor de la ciudad les tomaría unos 15 minutos. Por tanto, las siete vueltas del último día se harían en poco más de dos horas. Totalmente factible.

En el v.12 se destaca la prioridad con la que ellos cumplían la misión. El recorrido completo desde y hacia el campamento les tomaría menos de dos horas en total. Así que tenían suficiente tiempo durante el día para ir a cumplir con esa misión. Sin embargo, Josué y el pueblo iban a cumplirla tan pronto como se levantaban en la mañana, demostrando así que la prioridad de su día era obedecer a Dios y la misión. El Señor nos diera este corazón también. Que nos levantáramos cada mañana buscando primeramente Su rostro en oración y en la Palabra. Este es el propósito de la disciplina de Pan Diario: Que antes de hacer o pensar en cualquier cosa de nuestro día, busquemos a Dios. Que antes de enfrentar las tareas y tentaciones cotidianas, estemos fortalecidos por la Palabra y el poder del Espíritu Santo. Yo oro para que cada uno de nosotros pongamos a Dios como prioridad cada día, buscando Su rostro y Su Palabra antes que cualquier cosa, y que esto nos fortalezca en nuestra batalla espiritual. Amén. 

Ya que el séptimo día tendrían que dar siete vueltas alrededor de la ciudad, “se levantaron al despuntar el alba” (v.15), es decir cuando apenas se asomaba el sol por el horizonte, para cumplir con la misión. E hicieron todo como Jehová había ordenado, dando siete vueltas alrededor de la ciudad solamente ese día, después de las cuales, los sacerdotes tocaron las bocinas prolongadamente y “Josué dijo al pueblo: Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad.” (v.16). Pero antes de decirnos en qué culminó todo aquello. Josué decide agregar un detalle más que no nos había dicho antes. 

Leamos los vv. 17-19. La ciudad de Jericó fue declarada anatema por Jehová. La palabra “anatema” significa: “Algo consagrado a Dios para destrucción”. Era algo que los hombres no podían tomar para sí porque pertenecía a Dios, pero no se usaba como ofrenda, sino que se destruía delante de Jehová. Así que el pueblo no podía tomar nada de la ciudad como botín de guerra, sino que tenían que destruirlo todo, excepto a Rahab y lo que hubiese en su casa. Y “toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro” que serían consagrados para ser usados en el Tabernáculo.  

Leamos ahora los vv. 20-21. Cuando los sacerdotes tocaron las bocinas y el pueblo gritó a gran voz, el muro se derrumbó. Ya les he mencionado al principio que es poco probable que el gran bullicio haya hecho caer el muro por las vibraciones. La palabra hebrea que se traduce aquí como “derrumbó” tiene la idea de algo que cae como si la presión viniese de arriba. Además, el autor de Hebreos nos dice que: “Por la fe cayeron los muros de Jericó” (Heb. 11:30). No fueron los gritos, sino su fe manifestada por su obediencia cabal. El poder de Dios obró a través de la fe ellos, derribando los muros. Así, Jehová le dio a Israel una victoria absoluta sobre Jericó, acabando con todo lo que en ella había conforme a la voluntad del Señor.

De la misma manera, las murallas que nos impiden hacer la voluntad de Dios no caerán por nuestros propios esfuerzos, sino por nuestra fe manifestada en nuestra obediencia minuciosa y meticulosa de la Palabra de Dios. La estrategia de Dios para darnos la victoria en nuestra batalla diaria contra el pecado es sencilla: Tener comunión con Él a través de la oración y el estudio profundo de la Biblia. Cuanto más oremos y nos llenemos de la Palabra cada día, más fácil será hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas y obtener la victoria sobre el pecado. Pero si no oramos a diario ni leemos la Biblia, ¿cómo esperamos obtener la victoria sobre el pecado y hacer la voluntad de Dios? Yo oro para que cada uno de nosotros tengamos cada día una cada vez más profunda relación con el Señor, pasando tiempo con Él en oración y en Su Palabra, y que seamos así fortalecidos en el Señor y en el poder de Su fuerza para obtener la victoria espiritual de hacer cada día Su voluntad y glorificar Su nombre con nuestras vidas. Amén.   

III.- La salvación de Rahab y la maldición de Jericó (22-27)

Leamos juntos los vv. 22-23, por favor. Los dos espías honraron su juramento y obedecieron las palabras de Josué, salvando a Rahab y todo lo que había en su casa, y poniéndolos fuera del campamento de Israel. El autor de Hebreos lo describe así: “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.” (Heb. 11:31). La fe de Rahab, expresada en su servicio a los dos espías, le ayudó a conseguir la salvación. La fe de Rahab, de hecho, condena a su pueblo porque todos ellos escucharon las maravillosas obras de Jehová, y en lugar de arrepentirse de su vida pagana y poner su fe en Jehová como lo hizo ella, fueron desobedientes. En lugar de rendirse y tratar de negociar la paz (como veremos más adelante que van a hacer los gabaonitas), ellos trataron de oponerse obstinadamente a la voluntad de Dios, recibiendo así el justo juicio del Señor.

Leamos juntos el v.24, por favor. Este fue el justo juicio de Dios para una ciudad que pecaba continua y obstinadamente contra Él. Fue completamente destruida con fuego. Los arqueólogos encontraron la evidencia de esta destrucción por fuego y concluyeron que los atacantes habrían destruido todo quemándolo porque habría algún tipo de plaga en la ciudad y querían evitar ser contagiados. Es posible que esta haya sido una de las razones por las cuales Jehová mandó a quemar la ciudad con todo lo que en ella había, incluidos los animales. Sin embargo, lo que podemos decir con toda seguridad es que este es el justo juicio del Creador para unas criaturas que no le reconocían como tal ni le honraban. Jehová estaba al mismo tiempo ejecutando Su juicio, y protegiendo a Su pueblo de posibles nuevos asentamientos enemigos allí.

Leamos ahora juntos el v.25. Por como concluye el v.23 podríamos pensar que Rahab y su familia vivieron marginados fuera del campamento de Israel. Sin embargo, no es así. Ellos fueron inicialmente puestos fuera del campamento porque eran incircuncisos y podrían estar inmundos por vivir en una ciudad inmunda. Pero, una vez que fueron circuncidados y declarados limpios ceremonialmente, vivieron en el campamento con el pueblo. De hecho, el apóstol Mateo nos dice que Rahab se casó con Salmón y dio a luz a Booz, quien se casó con Rut y dio a luz a Obed, padre de Isaí y abuelo del rey David (Mat. 1:5). Así que Rahab era tatarabuela de David y, por tanto, ancestro de Jesucristo. ¡Gloria a Dios! Jehová no solo salvó a Rahab por su fe, sino que la usó como parte de Su gran plan de salvación para toda la humanidad. Esto no muestra que no importa en qué familia hayamos nacido, ni cuál sea nuestra pasado, si tenemos fe en Dios y le obedecemos, Él puede usarnos preciosamente en Su plan de salvación. Amén.

En el v.26 Josué pronuncia una maldición contra Jericó para que no fuese reconstruida. Cualquiera que se atreviese a reconstruirla, yendo en contra de la voluntad de Dios que la había declarado anatema, perdería dos hijos, el primogénito y el menor. Con semejante maldición uno esperaría que la ciudad nunca fuese reconstruida, al menos no por un israelita. Sin embargo, 1Re. 16:34 nos narra que unos quinientos años después, durante el reinado de Acab, un tal Hiel de Bet-el, bien sea por no conocer la Escritura o por desafiar la voluntad de Dios, se atrevió a reconstruir Jericó, costándole las vidas de sus hijos Abiram y Segub. Esto nos muestra nuevamente la importancia de conocer y obedecer cabalmente la Palabra de Dios. 

Yo oro para que cada uno de nosotros ponga su fe en Jesucristo como su Señor y Salvador. Que siga la estrategia de Dios para vencer en la batalla espiritual: Teniendo comunión con Él cada día a través de la oración y del estudio de la Biblia, y ejercitando nuestras disciplinas espirituales. Que obedezcamos cada día la Palabra de Dios minuciosa y meticulosamente para hacer Su voluntad y glorificarle. Y que haciendo así Él nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.

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