Josué 5:2-15
5:2 En aquel tiempo Jehová dijo a Josué: Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel.5:3 Y Josué se hizo cuchillos afilados, y circuncidó a los hijos de Israel en el collado de Aralot.
5:4 Esta es la causa por la cual Josué los circuncidó: Todo el pueblo que había salido de Egipto, los varones, todos los hombres de guerra, habían muerto en el desierto, por el camino, después que salieron de Egipto.
5:5 Pues todos los del pueblo que habían salido, estaban circuncidados; mas todo el pueblo que había nacido en el desierto, por el camino, después que hubieron salido de Egipto, no estaba circuncidado.
5:6 Porque los hijos de Israel anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que todos los hombres de guerra que habían salido de Egipto fueron consumidos, por cuanto no obedecieron a la voz de Jehová; por lo cual Jehová les juró que no les dejaría ver la tierra de la cual Jehová había jurado a sus padres que nos la daría, tierra que fluye leche y miel.
5:7 A los hijos de ellos, que él había hecho suceder en su lugar, Josué los circuncidó; pues eran incircuncisos, porque no habían sido circuncidados por el camino.
5:8 Y cuando acabaron de circuncidar a toda la gente, se quedaron en el mismo lugar en el campamento, hasta que sanaron.
5:9 Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta hoy.
5:10 Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó.
5:11 Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas.
5:12 Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año.
5:13 Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
5:14 El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?
5:15 Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo.
PREPARACIÓN ESPIRITUAL PARA LA CONQUISTA
Buenos días. El cap. 5 de Josué marca una transición entre el cruce del Jordán y la conquista de Canaán, pero lejos de ser un simple interludio, presenta tres eventos claves —la circuncisión, la Pascua y el encuentro de Josué con el Príncipe del ejército de Jehová— que preparan espiritualmente al pueblo para la misión de Dios. La preparación es esencial para el éxito. Un corredor de 100 metros planos en las olimpiadas compite durante menos de diez segundos, pero dedica años de entrenamiento intenso durante muchas horas diarias para alcanzar esa marca. De la misma manera, Israel necesitaba esta preparación espiritual para cumplir la voluntad de Dios.
Mucha gente subestima la importancia de la preparación espiritual, pero esta es crucial para cumplir la misión que Dios nos encomienda. Podemos tomar como ejemplo a los doce apóstoles. Ellos necesitaron estar con Jesús y ser enseñados por Él durante más de tres años para prepararse para la misión de hacer discípulos en todas las naciones. ¡Imagínense! ¡Tres años de ardua preparación con el Maestro! ¿Cuánto tiempo creen que necesitarán ustedes teniéndome a mí como maestro bíblico? Definitivamente necesitamos prepararnos espiritualmente para hacer la voluntad de Dios como lo hicieron aquí los hijos de Israel.
Algunos de ustedes me comentan que les gustan mucho mis mensajes. ¿Saben cuánto tiempo de preparación guiada por el Espíritu Santo me toma cada uno de ellos? En promedio unas 12 horas. A veces más, a veces menos, por eso digo en promedio. Pero estos mensajes no son solo el fruto de las horas invertidas durante esa semana, sino también de la preparación espiritual en la que he estado por más de 20 años. A lo largo de mi discipulado he sido entrenado por siervos de Dios como el M. Juan Seo, el Dr. Henry Park, el Dr. José Ahn, el P. Ron Ward, entre otros, que me han ayudado en la elaboración y predicación de algunos mensajes, dándome herramientas que luego he puesto en práctica en todos mis mensajes. Mi esposa es testigo de que con los años mis mensajes han ido mejorando, y oro para que cada semana el Espíritu Santo me siga ayudando a mejorarlos cada vez más para la gloria de Dios y el beneficio de todos nosotros. También, que Dios me dé sabiduría para ayudarles a ustedes a levantarse como poderosos mensajeros de la Palabra de Dios. Amén.
A través del mensaje de hoy aprenderemos la renovación del pacto por medio de la circuncisión en Gilgal, la celebración de la Pascua, y el encuentro de Josué con el Príncipe del ejército de Jehová. Veremos cómo esto era una preparación espiritual para la conquista y qué podemos aprender de ello. Yo oro para que cada uno de nosotros se prepare espiritualmente para hacer la voluntad de Dios, y que estemos dispuestos a someternos humildemente a ella como lo hace Josué aquí. Que Dios nos prepare espiritualmente para ir a conquistar los campus universitarios de Panamá, empezando por la Universidad Nacional, y que nos use así para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
I.- Josué circuncida al pueblo en Gilgal (2-9)
Leamos juntos los vv. 2-3, por favor. Después de haber cruzado el Jordán tan milagrosamente, el pueblo de Israel estaría eufórico creyendo verdaderamente que Jehová estaba con ellos, que les daría la victoria contra los cananeos, y que obtendrían la tierra prometida. Con Jericó a unos pocos kilómetros de distancia, nuestros instintos modernos nos llevarían a seguir adelante lo más rápidamente posible, aprovechando el entusiasmo del pueblo, y que los ciudadanos de Jericó están aterrados y desmoralizados. ¡Vayamos ya a la batalla! Sin embargo, Dios pulsa el botón de pausa. Ordena a Josué “a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel.” (v.2). Esto no significa que iba a circuncidar de nuevo a todos los que estaban ya circuncidados, sino que debía renovarse el pacto de Abraham en una segunda entrega porque aquella era una generación incircuncisa como explican los siguientes versículos.
Leamos juntos los vv. 4-7. La palabra ‘pacto’ no se emplea en estos versículos, pero se encuentra implícita en todas partes. El pueblo había violado flagrantemente el pacto abrahámico al no circuncidar a la generación nacida después del éxodo. Este acto era necesario para continuar bajo los términos del pacto. La institución de la circuncisión como señal del pacto se remonta a las instrucciones de Dios a Abraham en Gén. 17:10–14. Todo niño varón debía ser circuncidado a los ocho días de nacido como requisito indispensable para poder ser miembro de la comunidad del pacto de Dios. “Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.” (Gén. 17:13-14). “Mas todo el pueblo que había nacido en el desierto, por el camino, después que hubieron salido de Egipto, no estaba circuncidado.” (v.5). Este mandato se había ignorado por toda una generación.
Podemos pensar dos posibles razones por las que esto sucedió. Una razón práctica y una razón espiritual. En la práctica, la vida nómada en el desierto, con sus desafíos logísticos (falta de estabilidad, recursos limitados, constante movimiento), pudo haber dificultado la práctica de la circuncisión. La circuncisión requería condiciones higiénicas y un período de recuperación, lo cual podría haber sido complicado en el desierto. Sin embargo, considerando la protección sobrenatural de Jehová en todo el camino del desierto, esto no tendría por qué ser un impedimento para continuar practicando la circuncisión. Por otro lado, tenemos la razón espiritual, la rebeldía de Israel en Cades-Barnea (Núm. 13—14). Esta rebelión y el subsecuente castigo de Dios pudieron haber generado un estado de apatía o desánimo espiritual y de negligencia colectiva en el pueblo. Ellos entendían que estaban excluidos de la promesa del pacto abrahámico porque no heredarían la tierra, así que descuidaron todas sus obligaciones religiosas, incluyendo la circuncisión de sus hijos.
Esto muestra que la generación que nació en el desierto estaba desvinculada del pacto de Dios. Sin embargo, ellos fueron protegidos y bendecidos por la gracia común o general de Dios en el desierto, y por la promesa de Dios a Abraham. Esto es una gran muestra de la gracia de Dios en el Antiguo Testamento. Esta generación del desierto es un símbolo de las personas que hoy en día visitan frecuentemente la iglesia, pero que no se han arrepentido verdaderamente ni han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Puede que hayan hecho la oración de confesión de fe, puede que incluso se hayan bautizado y tengan una membresía en una iglesia local, pero continúan viviendo en pecado y sus vidas no han sido transformadas por el Espíritu Santo. Tales personas pueden disfrutar de la bendición de escuchar cada semana el mensaje de Dios, pueden participar de la amistad de los santos en la iglesia, pueden cantar a toda voz los himnos o las canciones de adoración, pero si no han nacido de nuevo, si no han aceptado verdaderamente a Jesús como su Señor y Salvador, si sus vidas no han sido transformadas, entonces no forman parte de la comunidad del pacto de Dios, la Iglesia, el Nuevo Israel, y por tanto no podrán siquiera ver el reino de Dios (Jua. 3:3).
Amados hermanos, aceptemos verdaderamente a Jesús como nuestro Señor y Salvador, arrepintiéndonos genuinamente de nuestros pecados para que el Espíritu Santo venga a nosotros y transforme nuestras vidas. Así circuncidaremos nuestros corazones con circuncisión no hecha a mano, sino con la circuncisión de Cristo (Col. 2:11), y seremos parte de la comunidad del pacto de Dios, siendo “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1Pe. 2:9). Amén.
Leamos ahora juntos el v.8. Toda la gente fue circuncidada, renovando el pacto y poniéndose en la correcta relación con Dios. Desde nuestra perspectiva podría parecer que era un momento muy inconveniente para realizar esto, pues aquel procedimiento requería de un tiempo de recuperación de aproximadamente una semana, durante el cual serían extremadamente vulnerables porque todos sus guerreros menores de cuarenta años estaban incapacitados. Sin embargo, todo se hizo en el tiempo perfecto de Dios, pues estaban a pocos días de la fecha establecida para la celebración de la Pascua, y los enemigos estaban paralizados por el miedo, por lo que no existía peligro real de ataque.
Esto nos da una valiosa lección: Las personas que realmente quieren obedecer a Dios, se ponen en Sus manos sin reservas, aunque el tiempo y las circunstancias parezcan inconvenientes. En lugar de buscar excusas (algunas de las cuales podrían ser válidas), tengamos fe y dispongámonos a obedecer la voluntad de Dios, sin importar cuán inconveniente pueda parecer. Así vive un verdadero cristiano: Creyendo las promesas de Dios y obedeciendo, aunque nos pueda resultar muy difícil. Amén.
Leamos juntos el v.9, por favor. Después que el pueblo hubo obedecido, Jehová se sintió complacido y le dijo a Josué: “Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto”. Con la renovación del pacto en Gilgal, mediante la circuncisión, Jehová finalmente quitó del pueblo de Israel la vergüenza de la esclavitud en Egipto. ¿En qué sentido?
Mientras andaban por el desierto, la identidad de los hijos de Israel seguía siendo la de esclavos fugitivos de Egipto. Aunque Jehová ya les había manifestado su intención de convertirlos en “un reino de sacerdotes y gente santa” (Éxo. 19:6), y les había entregado una constitución —la Ley (Éxo. 20ss)—, en múltiples ocasiones expresaron deseos de volver a Egipto, recordando la comida y la aparente ‘seguridad’ de la esclavitud: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Núm. 11:5). También lo hicieron cuando enfrentaban hambre, sed o enemigos: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?” (Éxo. 17:3). Y el colmo fue en Cades-Barnea: “¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto.” (Núm. 14:3–4) Este es el oprobio de Egipto: Una mentalidad de esclavos fugitivos de Egipto, marcada por el temor, la nostalgia y la incapacidad de abrazar la libertad que Dios les ofrecía.
Pero, con la circuncisión en Gilgal, Jehová les restauró su identidad como pueblo de Dios. Restablecieron su relación de pacto con el Señor, preparándose para heredar la promesa de Abraham. Ya no serían más esclavos fugitivos de Egipto, sino la nación de Israel. Lo único que les faltaba para ser propiamente una nación era un territorio, pero eso también se estaba empezando a cumplir como veremos más adelante. Como dijo una vez el gran evangelista estadounidense D.L. Moody: “Jehová tardó una noche para sacar al pueblo de Israel de Egipto, pero le tomó 40 años para sacar a Egipto del pueblo de Israel.” En Gilgal, finalmente, Jehová sacó a Egipto del pueblo de Israel. Yo oro para que Dios nos quite la mentalidad de pecadores rebeldes y nos dé la identidad como hijos de Dios obedientes a Su Palabra. Amén.
II.- Celebración de la Pascua (10-13)
Leamos juntos el v.10, por favor. Ya circuncidados, pueden celebrar la Pascua. Una vez más, parece hacerse hincapié en la obediencia detallada del pueblo al mandato de Dios, pues en Éxo. 12:6 dice que el cordero de la Pascua debía sacrificarse el día catorce del primer mes, “al anochecer” (NTV), y aquí el cumplimiento es exacto. El lenguaje tiene probablemente la intención de llevarnos a recordar esa primera Pascua en Egipto cuando Jehová los sacó de la esclavitud, y ahora, en esta primera Pascua dentro de la tierra prometida, se ha completado el ciclo. El mismo Dios que los sacó de Egipto por medio de la sangre de la Pascua los ha traído a la tierra, tal como prometió.
Pareciera que el pueblo de Israel no llegó a celebrar la Pascua en el desierto, pues la única otra Pascua que se menciona fue en el Sinaí, un año después de su salida de Egipto, en Núm. 9. Y tendría sentido que esta generación incircuncisa no la hubiese celebrado, porque la circuncisión era un requisito para participar de ella (Éxo. 12:43-48). Por otro lado, las condiciones del desierto como la vida nómada y las dificultades logísticas para obtener corderos o preparar el sacrificio, podrían haber hecho que la celebración fuese complicada. Además de la apatía espiritual del pueblo por el juicio de Dios que mencioné anteriormente. Así que esta celebración habría sido muy especial para ellos.
Leamos ahora los vv. 11-12, por favor. Al día siguiente de celebrar la Pascua, comieron del fruto de la tierra. En Gilgal estaría el campo de cultivos de Jericó y los hijos de Israel llegaron allí para el tiempo de la cosecha. Así que se estaban comiendo lo que ellos no sembraron. Esto cumplía la promesa de Dios de que Israel comería de “viñas y olivares” que no plantaron (Deu. 6:11). Entonces, Gilgal fue la primera tierra conquistada al occidente del Jordán, comenzando a cumplirse la promesa de Dios a Abraham.
Una vez que empezaron a comer del fruto de la tierra, el maná cesó, por cuanto ya no era necesario que la provisión divina descendiese del cielo, pues ahora brotaba de la tierra. Así se cerró un ciclo en la vida del pueblo de Israel. El maná era el último vínculo de Jehová con los esclavos fugitivos. Ahora, la relación del pueblo de Israel con Dios había cambiado. Ya no eran guiados por la Shekhiná, sino por el arca del pacto. Ya el líder no era Moisés, sino Josué. Ya no recibían el pan del cielo, sino de la tierra. Ya no estaban bajo el juicio de Dios, sino bajo Su pacto y sus promesas. Ya no eran esclavos fugitivos de Egipto, sino la nación de Israel que estaba comenzando a conquistar su territorio.
Cuando aceptas a Jesús como tu Señor y Salvador y te arrepientes de tus pecados, tu relación con Dios también cambia. Pasas de ser un pecador rebelde, separado de Dios y bajo Su justo juicio, a convertirte en un hijo de Dios, santo y amado, que vive en la esperanza de Su reino eterno. Ya no dependes únicamente de la gracia común que Dios extiende a toda la humanidad, sino que ahora estás bajo Su gracia salvadora en Jesucristo, que te justifica, te santifica y te asegura la vida eterna en comunión con Él. Ya no vives más sin propósito en este mundo, sino que estás siendo preparado por el Espíritu Santo para cumplir la voluntad de Dios. Amén.
III.- Encuentro con el Príncipe del ejército de Jehová (13-15)
Leamos juntos el v.13, por favor. El capítulo acaba con un magnífico y enigmático párrafo, rico en significado e instrucción. Aquí tenemos la última pieza del rompecabezas de los preparativos necesarios antes de que pueda comenzar la conquista. Los vv. 13–15 resumen y subrayan las lecciones que ya hemos estado aprendiendo, pero son también la clave de lo que seguirá en los próximos capítulos. El centro de atención pasa de Gilgal a Jericó, y de la nación a un solo hombre: Josué.
Josué estaba cerca de Jericó, probablemente espiando personalmente la ciudad para idear alguna estrategia para atacarla. Estaría pensando en cómo hacer para franquear ese formidable muro. ¿Cuántos hombres necesitaría? ¿Cómo debía organizar los grupos? ¿A quién pondría a la cabeza de cada escuadrón? En fin, estaba pensando como el estratega militar que era. Y mientras tenía su mente ocupada en esos menesteres, alzó sus ojos y vio un varón con una espada desenvainada, listo para atacar. Así que inquirió acerca de su lealtad: “¿Eres amigo o enemigo?” (BLPH). Josué quería saber si tenía que desenvainar también su espada o compartir las estrategias que se les había ocurrido.
Leamos ahora juntos el v.14, por favor. La respuesta del varón es curiosa, casi evasiva: “No”. Esa no era una respuesta apropiada a la pregunta de Josué. Aunque la NVI traduce la respuesta como: “¡De ninguno!”, en realidad, esta es una traducción interpretativa, y podría ser, si acaso, una posible interpretación de la respuesta del varón, como si no está tomando un bando. David Guzik comenta: “De cierta forma, el hombre se rehúsa a responder la pregunta de Josué porque no es la pregunta correcta, y no es la pregunta más importante que puede hacer en ese momento.” Pienso que esta es la mejor interpretación. El varón no está diciendo que no apoye a ninguno de los dos bandos. Si es Príncipe del ejército de Jehová, ¿a favor de quién estará peleando? ¡De Israel! Pero la pregunta de Josué no era la correcta. No es de parte de quién estaba Aquel varón, sino de parte de quién estaba Josué.
Seguramente estarán pensando que la respuesta a esta pregunta es lógica también. ¿De parte de quién está peleando Josué? De Israel. Por tanto, debe estar de parte de Jehová, ¿no? No necesariamente. Hace más de 20 años escuché en un programa de radio algo que quedó profundamente grabado en mi mente y corazón. Un pastor predicaba acerca de Rom. 8:31: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Él comentaba que en una ocasión una niña pasó a leer este versículo frente a la congregación, y lo leyó así: “Si Dios es por nosotros, entonces nosotros estamos en contra de Dios”. Aunque fue un error en la lectura de la niña, es una realidad en la vida de muchos. Aunque Dios está luchando a nuestro favor, ¿cuántas veces nos hemos encontrado peleando contra Dios, yendo en contra de Su voluntad?
Josué estaba buscando su propia estrategia para pelear contra Jericó, pero la pregunta aquí era: “¿Estás dispuesto Josué a someterte a la voluntad de Dios?” Aquel varón era el Príncipe del ejército de Jehová que estaba librando las batallas del pueblo de Dios, ¿estaría Josué dispuesto a rendir sus planes y sus propios pensamientos para hacer la voluntad de Dios? ¿Pelearía Josué de la forma en la que Jehová quería que peleara? La reacción de Josué a la respuesta del varón nos da la respuesta a esta pregunta y nos ayuda también a entender quién será aquel misterioso varón.
Leamos nuevamente el v.14b, por favor. Josué se postra en adoración ante el varón y le pregunta: “¿Qué dice mi Señor a su siervo?” El curtido estratega se rinde ante la voluntad de Dios y está dispuesto a escuchar cuál es la estrategia del Señor para librar la batalla contra aquella fortificada ciudad. Jamás imaginaría la inusitada estrategia que Dios ordenaría, pero en el próximo capítulo veremos cómo la obedece fielmente, aunque parece carecer de sentido. ¡Nos diera Dios el corazón de Josué!
Por otro lado, nos falta todavía entender quién es este Príncipe del ejército de Jehová. Tal título pudiese ser ostentado por un ángel, o un arcángel como Miguel que comanda las huestes celestiales como príncipe de Israel, según aprendimos en Dan. 10:13,21. Sin embargo, un ángel no aceptaría adoración como aprendimos la semana pasada en el Pan Diario en Apo. 22:8. Así que estamos aquí ante una Cristofanía, una aparición preencarnada del Verbo, la Segunda Persona de la Trinidad. Por esta razón aceptó la adoración. El Verbo Divino iba delante de Israel peleando la batalla y derramando Su justo juicio sobre estas naciones paganas pecadoras.
En el v.15 el Señor manda a Josué a quitarse el calzado en señal de respeto reverente porque aquella tierra era santa por la presencia del mismísimo Dios allí. “Y Josué así lo hizo”. La sumisión total de Josué al Señor muestra que él sabe quién está a cargo realmente. Además, el paralelismo con Moisés es evidente. Así como Moisés cruzó el Mar Rojo con el pueblo, Josué cruzó el Jordán con la nueva generación. Así como Moisés tuvo su encuentro con Jehová en la zarza ardiente, Josué tiene su encuentro con el Señor manifestado como el Príncipe del ejército de Jehová. Esto está cumpliendo la promesa de Dios para Josué: “como estuve con Moisés, estaré contigo” (Jos. 1:5).
Ahora, la pregunta importante es: ¿De parte de quién estás tú? ¿De Dios o de ti mismo? ¿Te sometes a la voluntad de Dios, o vas a seguir viviendo como mejor te parece? ¿Entregas tus planes, sueños y metas a Dios; o vivirás aferrados a ellos, aunque vayan en contra de Su voluntad? ¿Estás preparado espiritualmente para hacer la voluntad de Dios? Circuncida tu corazón a través del arrepentimiento genuino. Acepta a Jesús como tu Señor y Salvador. Estudia la Biblia. Come Pan Diario cada día. Congrégate cada domingo con tus hermanos. Procura crecer como un discípulo de Jesús. Comparte tu fe con otros. Invítalos a la iglesia. Ve a la Universidad de Panamá e invita a los jóvenes a estudiar la Biblia. Prepárate para que Dios te use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
Yo oro para que cada uno de nosotros circuncide su corazón a través del arrepentimiento. Que nos sometamos enteramente a la voluntad de Dios. Que el Espíritu Santo nos prepare para vivir conforme a la voluntad de Dios y para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
En Una Palabra: ¡He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad! (Heb. 10:7).
ARCHIVOS PARA DESCARGAR
|
[17.Ago.2025]_Dominical-UBF-Panamá_(JOS_5..2-15)-Mensaje.pdf
|
|
[11.Ago.2025]_Dominical-UBF-Panamá_(JOS_5..2-15)-Cuestionario.pdf
|
Hasta ahora se han realizado 0 comentarios...