Josué 4:1 - 5:1

4:1 Cuando toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán, Jehová habló a Josué, diciendo:
4:2 Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu,
4:3 y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche.
4:4 Entonces Josué llamó a los doce hombres a los cuales él había designado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu.
4:5 Y les dijo Josué: Pasad delante del arca de Jehová vuestro Dios a la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel,
4:6 para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras?
4:7 les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el Jordán, las aguas del Jordán se dividieron; y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre.
4:8 Y los hijos de Israel lo hicieron así como Josué les mandó: tomaron doce piedras de en medio del Jordán, como Jehová lo había dicho a Josué, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, y las pasaron al lugar donde acamparon, y las levantaron allí.
4:9 Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto; y han estado allí hasta hoy.
4:10 Y los sacerdotes que llevaban el arca se pararon en medio del Jordán hasta que se hizo todo lo que Jehová había mandado a Josué que dijese al pueblo, conforme a todas las cosas que Moisés había mandado a Josué; y el pueblo se dio prisa y pasó.
4:11 Y cuando todo el pueblo acabó de pasar, también pasó el arca de Jehová, y los sacerdotes, en presencia del pueblo.
4:12 También los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés pasaron armados delante de los hijos de Israel, según Moisés les había dicho;
4:13 como cuarenta mil hombres armados, listos para la guerra, pasaron hacia la llanura de Jericó delante de Jehová.
4:14 En aquel día Jehová engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel; y le temieron, como habían temido a Moisés, todos los días de su vida.
4:15 Luego Jehová habló a Josué, diciendo:
4:16 Manda a los sacerdotes que llevan el arca del testimonio, que suban del Jordán.
4:17 Y Josué mandó a los sacerdotes, diciendo: Subid del Jordán.
4:18 Y aconteció que cuando los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehová subieron de en medio del Jordán, y las plantas de los pies de los sacerdotes estuvieron en lugar seco, las aguas del Jordán se volvieron a su lugar, corriendo como antes sobre todos sus bordes.
4:19 Y el pueblo subió del Jordán el día diez del mes primero, y acamparon en Gilgal, al lado oriental de Jericó.
4:20 Y Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán.
4:21 Y habló a los hijos de Israel, diciendo: Cuando mañana preguntaren vuestros hijos a sus padres, y dijeren: ¿Qué significan estas piedras?
4:22 declararéis a vuestros hijos, diciendo: Israel pasó en seco por este Jordán.
4:23 Porque Jehová vuestro Dios secó las aguas del Jordán delante de vosotros, hasta que habíais pasado, a la manera que Jehová vuestro Dios lo había hecho en el Mar Rojo, el cual secó delante de nosotros hasta que pasamos;
4:24 para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehová es poderosa; para que temáis a Jehová vuestro Dios todos los días.
5:1 Cuando todos los reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán al occidente, y todos los reyes de los cananeos que estaban cerca del mar, oyeron cómo Jehová había secado las aguas del Jordán delante de los hijos de Israel hasta que hubieron pasado, desfalleció su corazón, y no hubo más aliento en ellos delante de los hijos de Israel.

DOCE PIEDRAS CONMEMORATIVAS EN GILGAL


Buenos días. La pasada Navidad, cuando estuvimos en Nueva York, tuvimos la oportunidad de visitar Ground Zero, el sitio donde solían estar las Torres Gemelas del World Trade Center antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Hoy en día, el sitio ha sido reconstruido y alberga el Memorial y Museo del 11-S, que incluye dos piscinas reflectantes en el lugar exacto de las torres, un museo que documenta los eventos y el One World Trade Center, el edificio principal del nuevo complejo. Ahora en este lugar se conmemora y reflexiona acerca de aquel trágico ataque terrorista que cobró las vidas de más de 2,700 personas.

De la misma manera, en Panamá tenemos un monumento en la Av. de los Mártires que conmemora los trágicos eventos del 9 de enero de 1964, cuando estudiantes panameños intentaron izar la bandera de Panamá en la Zona del Canal, entonces bajo control estadounidense, desatando enfrentamientos que dejaron 21 víctimas fatales. Aunque el monumento no se encuentra exactamente en el lugar de los hechos, está en la avenida nombrada para recordarlos.

Estos son ejemplos de nuestra práctica como sociedad de levantar monumentos, estatuas, placas o separar fechas especiales para conmemorar eventos significativos de nuestra historia, una tradición que se remonta a tiempos antiguos. En el pasaje bíblico de hoy encontramos un ejemplo poderoso: por mandato de Dios, Josué y el pueblo de Israel levantaron un monumento conmemorativo con doce piedras tomadas del río Jordán, para que las futuras generaciones recordaran el milagroso cruce del río y la fidelidad de Dios. 

A través de este mensaje, aprenderemos cómo el pueblo de Israel terminó de cruzar el Jordán, cómo levantaron aquel monumento conmemorativo y el significado que esto tiene para nosotros. Yo oro para que cada uno de nosotros recuerde cada día la gracia de Dios en su vida, y que esto nos anime y fortalezca para vivir según Su voluntad. Que nuestras vidas sean monumentos conmemorativos de la gracia de Dios, reflejando Su amor y poder para que otros, al vernos, glorifiquen a Dios. Que al vivir de esta manera, Dios nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.

I.- Dios ordena tomar doce piedras del Jordán (1-7) 

Leamos juntos los vv. 1-3, por favor. El capítulo 3 terminó diciendo: “y todo Israel pasó en seco.” (3:17). Ahora Josué nos dice lo que Dios le ordenó después de que toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán: “Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche.” (vv. 2-3). Dios le ordena a Josué que seleccione un hombre de cada tribu de Israel para que regrese al cauce del río Jordán, donde los sacerdotes aún permanecen de pie con el Arca del Pacto, y tomen doce piedras grandes, las cuales debían llevar sobre sus hombros (v.5), y las traigan al lugar donde habían de pasar la noche. 

Leamos ahora juntos los vv. 4-5. Josué hizo exactamente lo que Jehová le mandó. Él ya había seleccionado doce hombres en el 3:12, así que ahora los llamó y les comunicó la voluntad de Dios: Debían sacar doce piedras grandes del río y erigir un monumento conmemorativo en el lugar donde iban a pasar la noche. Resulta interesante que no se les haya dado la orden mientras iban cruzando el río, sino después de que todo el pueblo hubo cruzado. Hubiese sido más sencillo parar un momento en el camino, recoger su piedra, y continuar con ella el resto de la travesía. Pero quizá se hizo de esta manera para desafiar su fe y obediencia. Según el v.10, el pueblo de Israel pasó a prisa por el cauce del río. Seguramente tenían miedo de que el río bajase repentinamente y se los llevase a todos, así que cruzaron lo más rápido que pudieron. Pero ahora estos doce hombres tenían que arriesgarse nuevamente al cauce del río, tomar unas buenas piedras sobre sus hombros, y volver a la seguridad de la orilla. Era un desafío a su fe y obediencia. 

Quizá también se hizo así porque ahora estos hombres tenían que romper el cerco santo que se había puesto alrededor del Arca del Pacto. Jehová les mandó a tomar las piedras “del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes” (v.2). Esto podría referirse de forma general al lecho del río, o específicamente al sitio exacto donde se encontraban los pies de los sacerdotes. Esta última parece ser la mejor interpretación. Así que ellos debían ignorar el mandamiento anterior de guardar dos mil codos o novecientos metros de distancia, y acercarse peligrosamente al Arca del Pacto para recoger las piedras. ¿Por qué digo peligrosamente? Porque si la tocaban, morirían. Debían confiar en la Palabra de Dios que recibieron ahora para hacer lo contrario a lo que se les había ordenado previamente. Debían confiar en que no morirían por acercarse demasiado al Arca. Nuevamente, se desafía su fe y obediencia.   

¿Para qué debían recoger estas piedras y levantarlas en el campamento? Leamos juntos los vv. 6-7, por favor. Sería una señal. El lenguaje es parecido al utilizado al hablar de la Pascua en Éxo. 12:26-27, una festividad que debe ser una señal, un recordatorio o una conmemoración anual de la milagrosa liberación del pueblo de Dios de su esclavitud en Egipto. Las generaciones futuras deben saber que estas cosas ocurrieron realmente, por eso debían sacar las doce piedras del lecho del río. La referencia al arca en el v.7 es especialmente significativa, pues indica que Dios estaba en medio de la situación con su pueblo para liberarlo, protegerlo y guiarlo. No era una deidad remota o distante, a diferencia de los dioses de los paganos a su alrededor. El concepto se explica en el v.7: “las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová”. ¡Miren las piedras que sacamos del río! Ahí está la prueba. Constituyen un memorial perpetuo, y no sólo del paso al otro lado del Jordán, sino también del Dios del pacto, Jehová, que lo hizo todo.

Recordar es una parte esencial del discipulado cristiano. También es una actividad profundamente humana. Recordamos y celebramos los aniversarios de nuestro nacimiento (cumpleaños), nuestra boda o acontecimientos destacados en la historia de nuestra patria. En parte, esos momentos sirven como señales indicadoras del paso del tiempo, pero también son oportunidades para reflexionar y recapacitar, y quizá para reajustar el presente a la luz del pasado. Las piedras conmemorativas tomadas del lecho del Jordán y erigidas en Gilgal debían cumplir un propósito parecido en la vida cotidiana de la nación de Israel. Serían recordatorios del poder y la gracia de Dios para con Su pueblo. Además, ofrecerían la oportunidad para enseñar a los hijos. 

El Día del Padre tuvimos un mensaje completo de cómo debemos educar a nuestros hijos: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Deu. 6:6-7). La Palabra de Dios tiene que estar primeramente en nuestro corazón, y también debemos repetirlas a nuestros hijos. Nuestras vidas transformadas por Cristo deberían ser monumentos vivos para que nuestros hijos y todas las personas a nuestro alrededor glorifiquen a Dios por Su gracia y poder. Yo oro para que cada uno de nosotros seamos monumentos vivos de la gracia de Dios, reflejando Su amor y poder, para que todos, al vernos, glorifiquen a Dios. Que nuestros hijos tomen nuestro ejemplo y enseñanza y vivan según la voluntad de Dios. Amén.

II.- Josué erigió las doce piedras en Gilgal (4:8–5:1) 

Leamos juntos el v.8, por favor. A pesar de los riesgos antes mencionados, los doce hombres elegidos de entre las tribus de Israel mostraron su fe y obediencia haciendo así como Josué les mandó: Descendieron nuevamente al lecho del río hasta donde estaban los sacerdotes, tomó cada uno su buena piedra sobre su hombro, y las llevaron al lugar donde acamparon, y las levantaron allí. Mi oración es que Dios levante en nuestra iglesia hombres de fe obedientes como estos, que cumplen fielmente las tareas encomendadas a pesar de lo difícil que puedan resultar. Que Dios levante hombres y mujeres fieles y obedientes que vayan a la Universidad de Panamá a orar, pescar y dar estudio bíblico, y que puedan levantar discípulos de Jesús entre los estudiantes. Amén.

Leamos ahora juntos el v.9, por favor. Josué descendió también al lecho del río nuevamente, fue hasta donde estaban los sacerdotes y levantó doce piedras allí a los pies de ellos como un monumento conmemorativo. Es notable que el texto no mencione una orden directa de Dios para esta acción, lo cual nos invita a reflexionar. Aunque no se registra un mandato explícito, la iniciativa de Josué está en armonía con el propósito de recordar la obra de Dios. Estas piedras, colocadas en el lecho del río, probablemente quedarían cubiertas cuando el Jordán volviera a fluir, pero podrían haber sido visibles en tiempos de sequía, sirviendo como un testimonio del lugar exacto donde estaban los sacerdotes con el Arca del Pacto. Este segundo monumento parece destacar la presencia de Dios en medio de Su pueblo, recordándonos que Él fue el centro de todo este milagro, siendo así un recordatorio complementario al monumento en el Gilgal.

Leamos los vv. 10-11. Aquí se destaca el liderazgo, compromiso y fidelidad de los sacerdotes que llevaban el Arca del Pacto. A pesar del riesgo que suponía y del gran esfuerzo físico y fe que aquello requería, ellos se mantuvieron allí firmes hasta que todo el pueblo hubo cruzado, hasta que los doce elegidos hubieron llevado las piedras al campamento, y hasta que Josué hubo levantado el segundo monumento en medio del río. Después de que todo aquello se cumplió conforme a la voluntad de Dios, ellos continuaron su travesía. Dios conceda esta fidelidad y paciencia a los pastores y a cada uno de Sus siervos para realizar la tarea encomendada hasta que se haya cumplido Su voluntad, y la iglesia alcance el reino de Dios. Por favor oren por mí para mantenerme firme y paciente hasta que todos ustedes lleguen al lugar a donde Dios los quiere llevar, y que yo también pueda llegar a la presencia de Dios y decir como el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2Ti. 4:7-8). Amén.

Leamos juntos los vv. 12-13. Aquí se nos da otro ejemplo de compromiso y fidelidad. Las tribus de Rubén y Gad, y la media tribu de Manasés, también cruzaron el Jordán armados delante de sus hermanos, conforme al compromiso que habían hecho con Moisés. Tanto los sacerdotes como estos hombres armados nos dan un ejemplo de compromiso y responsabilidad delante de Dios. Cada uno de nosotros en la iglesia debe tener un compromiso con Dios y ser responsable con ello. Mi compromiso es preparar cada semana el Mensaje Dominical, y los cuestionarios y estudios bíblicos, así como darles estudios bíblicos a mis ovejas cada semana. Además, de preparar y dirigir la adoración y otras tareas administrativas. Algunos de ustedes también tienen compromisos en la iglesia como guiar el himno, presidir, la oración representativa, la lectura bíblica, la oración por la ofrenda. Debemos cumplir fielmente cada semana este compromiso con Dios, de lo contrario dejaremos un vacío o cargaremos a otra persona con nuestra responsabilidad. Imaginen si una semana no escribo el mensaje, y decido no venir a la iglesia, ¿qué pasaría ese domingo por no cumplir mi responsabilidad? 

Cada uno de ustedes debiera tener el mismo sentido de responsabilidad. Claro, si usted no viene, a última hora le damos la responsabilidad a otro, y parece que no pasa nada. No parece tan grave como que yo no escriba el mensaje. Sin embargo, usted no debería pensar así. Usted debe pensar que tiene un compromiso con el Señor y con su iglesia, y debería hacer todo lo posible para cumplir. Si no, le puede pasar como a aquel hombre de la parábola que enterró el talento que su señor le dio: “Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. […] Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mat. 25:28,30). ¡Dios nos guarde!

Como los hombres armados de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, deberíamos ir delante de nuestros hermanos a cumplir la misión en la Universidad de Panamá. Deberíamos ir a orar y a invitar a los jóvenes a estudiar la Biblia. Deberíamos tener este compromiso con la misión. Por supuesto, que no esperamos que todos hagan esto. Algunos de ustedes todavía necesitan conocer más a Jesús y crecer como discípulos. El compromiso de aquellos que todavía no han hecho el discipulado debería ser estudiar la Biblia cada semana con su pastor, escribir su testimonio bíblico semanalmente, y guardar cada semana el Día del Señor viniendo acá al Centro Bíblico para participar de la comunión de los santos. Si aún no tenemos sentido de responsabilidad con estos compromisos, puede ser porque no entendemos bien o no recordemos la gracia de Dios. De eso hablaré un poco más adelante en este mensaje. Por ahora, tomemos el ejemplo de los sacerdotes que llevaban el Arca y de los hombres de guerra de estas dos tribus y media, y meditemos en el compromiso deberíamos tener con el Señor y con la iglesia.

Leamos juntos el v.14, por favor. Aquí se muestra que se cumplió lo dijo Jehová a Josué en el 3:7: “Entonces Jehová dijo a Josué: Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo.” Dios engrandeció a Josué a los ojos del pueblo, y ellos entendieron con este milagroso cruce del Jordán que Jehová estaba con Josué como había estado con Moisés. Así que el pueblo respetó el liderazgo de Josué como había respetado el de Moisés.

Leamos ahora juntos los vv. 15-18, por favor. Así nos narra Josué cómo terminó la travesía a través del Jordán. Después de que se hizo todo lo que Jehová había ordenado, Josué llamó a los sacerdotes para que saliesen del cauce del río y viniesen a la orilla occidental del Jordán. Y cuando ellos posaron las plantas de sus pies en las riberas, las aguas del Jordán retomaron su curso, corriendo con la misma intensidad de antes por todos sus bordes. Esto demuestra que era el poder de Dios lo que retenía el agua río arriba, y que Dios usó los pies de los sacerdotes como señales para la corriente del río. Si el río hubiese sido represado por algún evento natural, el agua pudo haber corrido mientras los sacerdotes estaban en medio del río, o un tiempo después de que ellos hubiesen cruzado. Pero el hecho de que el agua se detuvo justo cuando las plantas de sus pies tocaron el borde oriental del río y se reanudaron justo cuando tocaron la ribera occidental, demuestra que todo aquello era obra de Dios.

Leamos juntos el v.19. Los israelitas llegaron a la ribera occidental del Jordán el 10 de Abib, o como se le conocería después del exilio babilónico, el 10 de Nisán. Cuarenta años después de que salieron de Egipto en la madrugada del 15 de Abib (Núm. 33:3). Así se destaca el cumplimiento de la Palabra del Señor de que estarían vagando 40 años en el desierto por su incredulidad (Núm. 14:33-34). Al alcanzar aquella orilla, acamparon en Gilgal que se convertiría en su cuartel general durante toda la conquista de Canaán. De Gilgal hablaremos más la próxima semana. Por ahora, veamos lo que hicieron allí.

Leamos juntos los vv. 20-23. Cuando acamparon en Gilgal, Josué erigió las doce piedras que habían traído del Jordán como un monumento conmemorativo para los hijos de Israel, tal y como Jehová lo había ordenado. Luego, les explicó el propósito de aquel monumento: Serviría de recordatorio y enseñanza al pueblo de que “Jehová vuestro Dios secó las aguas del Jordán delante de vosotros, hasta que habíais pasado”. Aquel monumento recordaría al pueblo diariamente aquel maravilloso día en que Jehová detuvo las aguas del desbordado Jordán para que ellos pasasen en seco. Eso les haría recordar el propósito con el que Jehová les hizo cruzar milagrosamente el Jordán.

Leamos ahora juntos el v.24, por favor. Jehová hizo este milagro para que toda la tierra reconociese Su poder y para que los hijos de Israel le temiesen todos los días. Dios quería que ellos pudiesen recordar Su poder que detuvo las aguas y lo pensasen dos veces antes de pecar contra Él. De no ser por Dios, aquel pueblo habría muerto en el desierto. De no ser por Dios, seguirían abandonados, sin hogar, al oriente del Jordán. Por tanto, su única respuesta apropiada debe ser someterse a Él y temerle con reverencia. Ese será el único factor inmutable en todo el futuro desconocido que está a punto de abrirse ante ellos: Él es el poderoso Dios que puede hacer maravillas, por lo que hay que temerle. No podemos manipularlo, engañarlo ni escondernos de Él, pero sí confiar en Él y obedecerle, y amarle porque Él nos amó primero. Eso es lo que los israelitas debían recordar siempre que viesen las doce piedras en Gilgal. Debían ser un recuerdo perdurable de la fiel provisión de un Dios amoroso, a Quien debían amar y en Quien podían confiar eternamente.

Cuando nosotros recordamos la gracia y el amor de Dios por nosotros, deberíamos responder con amor, agradecimiento y un respeto reverente. Deberíamos tener el deseo de amarle y servirle de todo corazón. Deberíamos tener el anhelo de levantarnos cada mañana a buscar Su rostro en oración y en la Palabra. Deberíamos tener el anhelo de salir cada día a testificar de Él. De glorificarle cada día con nuestras palabras y acciones. De venir cada domingo aquí a congregarnos con nuestros hermanos para adorar juntos al Señor.

El problema es que nuestra memoria espiritual es muy corta, tanto que en el ajetreo de la vida olvidamos frecuentemente las realidades espirituales sobre las que estamos fundamentados. Pero del mismo modo que Dios conocía las necesidades del pueblo de Israel y les dio este monumento conmemorativo en Gilgal, también conoce las nuestras, y nos ha dejado los medios de gracia como recordatorio continuo. Según la tradición reformada, especialmente en el contexto de la Confesión de Fe de Westminster y el Catecismo de Heidelberg, los principales medios de gracia son: La Palabra de Dios, el Bautismo, la Cena del Señor, la Oración y la Comunión de los Santos. Estos son los instrumentos o canales instituidos por Dios a través de los cuales Él imparte Su gracia salvadora y fortalece la fe de los creyentes. Estos medios son esenciales para el crecimiento espiritual y la comunión con Dios. 

En la Palabra de Dios podemos aprender, entender y recordar el amor y la gracia de Dios, bien sea al leerla o al escucharla a través de un mensaje bíblico. A través del Bautismo en agua podemos recordar la gracia de salvación y confesar públicamente nuestra fe. Con la Cena del Señor recordamos la muerte de Jesús por nuestros pecados, y la gracia y amor que nos demostró en la Cruz. A través de la oración, podemos recordar la gracia de Dios, Su amor, Su misericordia y fortalecernos en la comunión con Él. Y al venir los domingos a la iglesia y participar de la Comunión de los Santos, podemos recordar también Su gracia y amor, y edificarnos los unos a los otros para crecer en nuestra comunión con Dios. Todos estos son medios necesarios para recibir y crecer en la gracia de Dios.

Una de las razones por las que disponemos de la Palabra de Dios en su forma escrita permanente es para que podamos volver a ellas día tras día y recordar. También es una de las razones por las que nos reunimos con otros creyentes regularmente en tiempos de adoración, instrucción y comunión conjuntas. En una cultura como la nuestra, adicta a la novedad, resulta fácil caer en la tentación de juzgar la efectividad de nuestra utilización de los medios de gracia divina según la cantidad de nuevo entendimiento que obtengamos. Por supuesto que queremos crecer en nuestro conocimiento y amor de Dios, pero frecuentemente necesitamos más de una profundización de lo que ya conocemos o de una nueva aplicación de antiguas verdades, en lugar de asombrosos nuevos descubrimientos. Todos necesitamos que nos recuerden constantemente las realidades más básicas de nuestra experiencia cristiana, los fundamentos de los que depende todo lo demás, que explica la provisión de las doce piedras en Gilgal y la Santa Cena para nosotros.

Yo oro para que cada uno de nosotros recurra cada día a los medios de gracia, y que podamos animarnos en nuestra fe, amor, compromiso y obediencia al Señor al recordar Su maravillosa gracia. Que fortalecidos por la gracia de Dios podamos cumplir con nuestro compromiso con el Señor para venir cada domingo a la iglesia y para ir a la Universidad de Panamá a invitar a los jóvenes a estudiar la Biblia. Que haciendo así el Señor nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.

En Una Palabra: ¡Recordemos la gracia de Dios!

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