Éxodo 23:10-33

23:10 Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha;
23:11 mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo; y de lo que quedare comerán las bestias del campo; así harás con tu viña y con tu olivar.
23:12 Seis días trabajarás, y al séptimo día reposarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu sierva, y el extranjero.
23:13 Y todo lo que os he dicho, guardadlo. Y nombre de otros dioses no mentaréis, ni se oirá de vuestra boca.
23:14 Tres veces en el año me celebraréis fiesta.
23:15 La fiesta de los panes sin levadura guardarás. Siete días comerás los panes sin levadura, como yo te mandé, en el tiempo del mes de Abib, porque en él saliste de Egipto; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías.
23:16 También la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, que hubieres sembrado en el campo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo.
23:17 Tres veces en el año se presentará todo varón delante de Jehová el Señor.
23:18 No ofrecerás con pan leudo la sangre de mi sacrificio, ni la grosura de mi víctima quedará de la noche hasta la mañana.
23:19 Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios. No guisarás el cabrito en la leche de su madre.
23:20 He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
23:21 Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
23:22 Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
23:23 Porque mi Angel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.
23:24 No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas.
23:25 Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.
23:26 No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días.
23:27 Yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos.
23:28 Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo y al heteo, de delante de ti.
23:29 No los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del campo.
23:30 Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra.
23:31 Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti.
23:32 No harás alianza con ellos, ni con sus dioses.
23:33 En tu tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo.

EL LIBRO DEL PACTO (III): A JEHOVÁ VUESTRO DIOS SERVIRÉIS


Buenos días. Hoy finalizaremos esta serie de lecturas en el Libro del Pacto. En esta parte final aprenderemos la voluntad de Dios al dar el Libro del Pacto. Él quería instruir detalladamente a los hijos de Israel en cómo debían servirle. Jehová quería ser el Dios de los hijos de Israel y que ellos fuesen su pueblo. Así que les dio este Libro del Pacto para que ellos supieran cómo podían servirle. Ellos debían servir y adorar solo a Jehová y hacerlo de la forma en la que Él quería que lo hiciesen. Nosotros también debemos servir y adorar sólo a Jehová Dios porque Él es el único Dios verdadero. Mi oración es que a través de este mensaje nosotros podamos recordar esto y podamos aprender cómo servir a Jehová nuestro Dios conforme a su voluntad. Amén.   

I.- El reposo y las fiestas para Jehová (10-19)

Miren los vv.10-11. Aquí Jehová está ordenando el año sabático. Esta es una costumbre única de los judíos. Seis años cultivarían la tierra que Jehová su Dios les daba, pero el séptimo año no podían cultivar la tierra, debían dejarla en barbecho, es decir, sin cultivar. Este sería un año de descanso para la tierra, para los animales que la trabajaban, para los esclavos y para los trabajadores. Durante el séptimo año la tierra daría frutos por sí sola, pero esos frutos no les pertenecían al dueño de la tierra, sino a los pobres, a las viudas, a los huérfanos, a los extranjeros y a los animales. Los necesitados podían meterse al campo de otra persona y recoger los frutos que la tierra barbecha hubiese dado para su propio sustento. 

Este año sabático tenía varios propósitos. El v. 11 nos dice que era para el beneficio de los pobres, es decir que los frutos de ese año eran la provisión divina para los desamparados. Sin embargo, otra razón principal es que la tierra necesita descanso. Si se sobrecultiva, la tierra agota sus recursos y deja de ser fértil. Por esta razón, los agricultores rotan cultivos cada cierto tiempo. Pero Jehová ordenó a los hijos de Israel, que en lugar de rotar cultivos, tuviesen un año de descanso general, que no solo beneficiaba a la tierra sino a ellos también porque les permitía tener más tiempo con sus familias y también para Dios. 

Además, el año sabático era una muestra de fe y obediencia a Dios. Si los hijos de Israel dejaban de cultivar y cosechar durante un año, ¿de qué habrían de vivir? Esto se trata con más detalle en el libro de Levítico. Lv. 25:20-22 dice: “Y si dijereis: ¿Qué comeremos el séptimo año? He aquí no hemos de sembrar, ni hemos de recoger nuestros frutos; entonces yo os enviaré mi bendición el sexto año, y ella hará que haya fruto por tres años. Y sembraréis el año octavo, y comeréis del fruto añejo; hasta el año noveno, hasta que venga su fruto, comeréis del añejo.” Jehová les promete a los hijos de Israel que el sexto año les daría suficiente fruto para tres años y que no pasarían hambre hasta que pudiesen cosechar nuevamente al noveno año. Así que los hijos de Israel debían confiar en que Jehová les proveería lo suficiente en el sexto año.

Este año sabático, como su nombre lo sugiere, está relacionado con el día sábado, y por eso en el v.12 se vuelve a mencionar el cuarto mandamiento. Así como cada semana, ellos debían descansar un día y dedicarlo para Dios. Después de seis años, ellos debían descansar un año de trabajar y dedicarlo a Dios también. No solamente descansaba la tierra, sino que como aprendimos hace dos semanas, los esclavos eran liberados y todas las deudas se cancelaban. El sabático era el año del borrón y cuenta nueva. Cuando aprendimos los diez mandamientos, ya hablamos que el día sábado apunta a Jesús porque Él es el Señor del día de reposo (Lc. 6:5) y “el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.” (He. 4:10). De la misma manera, el año sabático apunta a Jesús quien ha perdonado todas nuestras deudas de pecado, nos ha liberado de la esclavitud del pecado y nos hace descansar de nuestras obras pecaminosas para vivir una nueva vida santa y agradable para Dios.

Miren ahora el v. 13. Acá se cierra la sección del Libro del Pacto que está dedicada a aplicar los diez mandamientos y establecer castigos por su infracción. Aunque la sección de las fiestas y la promesa de Dios que sigue a continuación, igualmente apunta a los mandamientos relativos a Dios, esta sección cierra aquí en el v. 13 ordenando guardar todo lo que Dios ha dicho. Los hijos de Israel debían reconocer y obedecer solamente a Jehová Dios, y el nombre de otros dioses no deberían mencionar para reconocerles como dioses ni mucho menos para adorarles.

Miren el v.14. En esta sección Jehová ordena a los hijos de Israel peregrinar tres veces al año para celebrar las fiestas relativas a las cosechas. Aunque los hijos de Israel tienen otras fiestas importantes, aquí sólo mencionan las fiestas relativas a la cosecha y que implicaban peregrinar a la Casa de Jehová. A estas fiestas se les conoce en hebreo como Shelóshet Ha"regalim o “Los tres peregrinajes”. Como se establece en el v.17, todos los varones de Israel debían ir tres veces al año al lugar de adoración a Jehová y reunirse para celebrar fiesta a Dios dándole gracias por su provisión en las cosechas y orando para que Dios les siga dando cosechas abundantes. Estas fiestas en un santuario central tendrían un efecto unificador en lo social y religioso en la nación. 

Miren el v. 15. La primera fiesta que se menciona es la Fiesta de los Panes Sin Levadura. Ésta se celebraba cada año en el día 15 del mes de Abib (conocido luego como Nisán) y se extendía por siete días en los cuales se comían los panes ácimos o sin levadura. Esta fiesta era inmediatamente posterior a la Pascua, que se celebraba el día 14 de Abib, y a veces tiende a nombrarse de forma unificada con la Pascua. El mes de Abib corresponde a Marzo – Abril en nuestro calendario, y coincide con Semana Santa. Según nos dice aquí en el v.15 esta fiesta celebraba la liberación de la esclavitud de los hijos de Israel de Egipto, como aprendimos en Ex. 12 – 13. Pero también tenía un significado agrícola porque celebraba la llegada de la primavera. El día 16 de Abib se realizaba una ceremonia que consistía en mecer una gavilla de las primicias de la cebada que señalaba el comienzo de la temporada de la cosecha (Lv. 23:10-14). Es por esto, que Jehová ordena al final del v. 15 que “ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías.”   

La Fiesta de los Panes Sin Levaduras tiene un doble significado para nosotros como cristianos. Como saben, la levadura representa la malicia, la hipocresía y el pecado. Esta fiesta representa una vida sin pecado. En este sentido apunta a la vida perfecta que vivió Jesús antes de ser sacrificado como nuestra pascua, pero también apunta a la vida que debemos llevar como cristianos conforme a lo que nos explica el apóstol Pablo en 1Co. 5:7-8: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.”

Miren el v. 16. Acá se mencionan dos fiestas más. Todas estas fiestas están mencionadas en orden de ocurrencia en el año. Primero, se menciona la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, es decir de las primicias. También conocida en hebreo como Shavuot o la Fiesta de las Semanas. De acuerdo a Lv. 23:16, esta fiesta se celebraba cincuenta días después de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, por esta razón se le llama en griego Pentecostés, que significa “quincuagésimo”. Esto quiere decir que esta fiesta se celebra el día 6 de Siván del calendario hebreo, Mayo – Junio en nuestro calendario. Aquí se celebran los primeros frutos de la cosecha, principalmente del trigo. También, se celebra la entrega de la Ley en el Monte Sinaí como aprendimos en Ex. 19. Esta fiesta apunta a Jesús como primicia de la resurrección de los muertos (1Co. 15:20,23). Pero también apunta a Cristo como bautizador con el Espíritu Santo, pues el Espíritu vino sobre los discípulos en el Día de Pentecostés (Hch. 2:1-4).

La tercera fiesta de peregrinaje es la fiesta de la cosecha a la salida del año, también conocida en hebreo como Sucot o Fiesta de los Tabernáculos. Ésta se celebra del 15 al 22 de Tishrei, en septiembre-octubre de nuestro calendario, y fue ordenada por Dios para darle gracias por las cosechas del año y para pedirle que las lluvias y las cosechas sean abundantes en el nuevo año agrícola. Esta fiesta después se usó para recordar que los israelitas anduvieron errantes por el desierto durante cuarenta años habitando en tiendas o tabernáculos. Esta fiesta también apunta a Jesús quien siendo Dios tomó un tabernáculo de cuerpo humano y habitó entre nosotros (Jn. 1:14).

Ya nosotros no participamos en ninguna de estas festividades, pues ya cumplieron su propósito de revelar a Jesús y su obra en el Antiguo Testamento. Pero cada semana nosotros tenemos una fiesta para celebrar la resurrección de Jesús: nuestro Culto Dominical. Allí nos reunimos juntos en un lugar; adoramos a Dios, cantando y dando gracias; oramos; y escuchamos la Palabra de Dios. Esto fortalece nuestra comunión con Dios y los unos con los otros, por lo que el autor de Hebreos nos aconseja: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (He. 10:25). 

Para finalizar esta sección, en los vv. 18-19 Jehová da una serie de instrucciones acerca de los sacrificios. No se debe ofrecer los sacrificios de sangre con pan leudo, sino con pan sin levadura, pues la levadura representa el pecado. No se deben dejar las grosuras de los sacrificios sobre el altar durante la noche para evitar que atrajeran moscas o bestias del campo. Los sacerdotes y levitas debían limpiar todo después de terminar con los sacrificios. Debemos mantener limpios nuestros altares. Nuevamente ordena que deben traer las primicias a la casa de Jehová. Y finalmente, no se deben hacer sacrificios como los que hacían los cananeos guisando el cabrito con la leche de su madre. Los hijos de Israel debían adorar a Jehová como Él ordenaba, y nosotros también debemos adorarle conforme a su Palabra y no a nuestro propio pensamiento.

II.- La promesa de guía y protección divinas (20-33)

Miren los vv.20-23. Para cerrar el Libro del Pacto Jehová promete a los hijos de Israel su guía y su protección. Él iba a enviar a Su Ángel delante de ellos quien los guardaría por todo el camino del desierto y los introduciría en la Tierra Prometida. Este Ángel era Dios mismo conforme a lo que dice el v.21: “porque mi nombre está en Él.” Esto quiere decir que la presencia de Dios y su autoridad están en Él. Como habla acerca del Ángel en tercera persona, pero se lleva el nombre, la autoridad y la Palabra de Dios en Sí, podemos ver que se trata del Hijo, Jesús en su forma pre-encarnada, quien visitó varias veces la Tierra en esta forma, antes de tomar un cuerpo y vivir como un hombre entre nosotros. El Ángel de Jehová se encargaría de introducir a los hijos de Israel en la tierra prometida, expulsando a sus habitantes delante de ellos. 

Miren los vv. 24-25a. Sin embargo, Jehová les recuerda a los hijos de Israel el primer y segundo mandamientos. Ellos no podían adorar ni servir a otros dioses, sino solo a Jehová. Una vez que entraran en la tierra de Canaán los hijos de Israel podrían verse tentados a adorar a los dioses de los cananeos, Jehová les advierte contra esto. No podían servir a ningún otro dios sino solo a Jehová. Nosotros también debemos recordar esto cada día de nuestras vidas. En nuestra cotidianidad podemos ser tentados a servir a otros dioses: el dinero, nuestro orgullo, nuestra pareja, nuestra familia, los deseos carnales, y un larguísimo etcétera. Que nos piden obedecerle antes que a Jehová Dios. Pero nosotros no debemos poner en nuestros corazones a nada ni nadie por encima de Jehová. Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas (Mr. 12:30). 

Jehová les estaba dando a los hijos de Israel instrucciones muy específicas acerca de cómo Él quería que le sirvieran. Les dio los Diez Mandamientos como el núcleo de su Ley, y después les fue explicando con casos tipo cómo podían aplicar estos mandamientos y cómo podían castigarlos. Además, les dio instrucciones generales en cuanto a la adoración, y a partir del capítulo 25 les va a dar todas las instrucciones para construir un tabernáculo para adorarle. También, les instruyó aquí acerca de las fiestas y en Levítico les dio mayores detalles al respecto. Así que los hijos de Israel tenían todo lo que necesitaban saber acerca de cómo adorar y servir a Jehová. Ellos no tenían excusa para no hacerlo. 

De la misma manera Jesús y los apóstoles nos han dejado muchas enseñanzas que nos instruyen acerca de cómo podemos poner en práctica los mandamientos. De hecho Jesús resumió los diez mandamientos en dos: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” (Mr. 12:30-31). Sin embargo, aún el Antiguo Testamento es útil para aprender el corazón de Dios para la humanidad y los principios con que Él quiere que vivamos. Por eso estamos aprendiendo Éxodo. Así que nosotros tenemos todos lo que necesitamos saber también para servir solo a Jehová nuestro Dios y no tener ningún otro dios o ídolo delante de nosotros.

Dios nos ha dado dones y talentos para servirle y adorarle. Debemos continuar aprendiendo acerca de Él en la Biblia e ir creciendo en la fe y desarrollando nuestros talentos en el servicio a Dios. Por ejemplo, Dios le dio a Darío talento para evangelizar. Él constantemente está conversando con la gente acerca de Dios e invitándolos a estudiar la Biblia o a participar en las actividades de la iglesia. A medida de que Él vaya aprendiendo la Palabra de Dios, arrepintiéndose de sus pecados y creciendo en la fe, él podrá ir desarrollando ese talento que Dios le dio y será un buen pastor. Solamente tiene que quitar todos los ídolos de su corazón y amar a Dios por encima de todas las cosas y Jehová le ayudará a desarrollar no solamente ese talento, sino todos los otros done y talentos que Dios le ha dado. Igual con cada uno de ustedes. Continúen aprendiendo la Biblia y creciendo en su comunión con Dios, y decídanse a servir a Jehová solamente abandonando toda su vida y hábitos pecaminosos.

Miren ahora los vv. 25b-26. Una de las razones por la que los hijos de Israel podían verse tentados a adorar a otros dioses, era buscando estas cosas que Jehová les promete aquí en estos versículos. Las personas en aquella época adoraban a todos esos dioses buscando la fertilidad de la tierra y de sus mujeres, y la provisión de alimentos, agua y salud. En resumen, para tener una vida larga y próspera. Pero Jehová les promete a los hijos de Israel que si le adoran solo a Él, Él les daría pan, agua, salud, y la fertilidad de la tierra y de las mujeres, y que vivirían todos los días que Él tenía dispuesto para ellos. Ellos no necesitaban buscar estas cosas fuera de Jehová. En Él tenían la garantía porque se los prometió aquí, y porque ya les había dado un adelanto sacándolos de la tierra de Egipto, proveyéndoles agua en el desierto, y maná del cielo, guardando su salud en su recorrido, y dándoles la victoria contra los amalecitas. Jehová no les estaba haciendo promesas vanas o inciertas, sino cosas que ya les había dado desde antes. Ellos sólo tenían que servir a Jehová guardando todo lo que les había mandado.

Y esto no era lo único que les prometía, Él les aseguraba que les daría la tierra que había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Miren ahora los vv. 27-30. Los pueblos que los hijos de Israel enfrentaría, eran pueblos fuertes y acostumbrados a la batalla, que habitaban las mejores tierras de la zona. Así que conquistar la tierra de Canaán no sería fácil. Pero Jehová enviaría delante de ellos su terror. En el libro de Josué podemos ver que cuando los hijos de Israel se iban a enfrentar a los pueblos de la tierra de Canaán ellos ya estaban desfallecidos y atemorizados al escuchar todo lo que Jehová había hecho. Así que eso les daba una ventaja importante. Jehová les asegura a los hijos de Israel que no deben preocuparse porque Él se encargaría de expulsar a todos esos pueblos de delante de ellos, pero no lo haría en corto tiempo, sino poco a poco para que fuese más sencillo para ellos establecerse en la tierra.

Además, en los vv.31-33 les promete que les daría buena parte de la media luna fértil del Cercano Oriente, es decir de lo mejor de aquella tierra desde el río Éufrates al norte hasta el mar Rojo al sur. Solamente ellos debían obedecer a Dios y expulsar a todos los habitantes de la tierra. No debían hacer alianzas con ellos, ni con sus dioses, ni dejarlos habitar en su tierra para que no fuesen tropiezo para ellos llevándole a la adoración de otros dioses. Lamentablemente nosotros sabemos que al final ellos no obedecieron e hicieron alianzas y dejaron habitar algunos entre ellos por lo que no pudieron conquistar todo el territorio que Dios les prometió, y terminaron adorando a los dioses de ellos y alejándose de Jehová por lo que Él los disciplinó. No obstante, vamos a quedarnos hasta esta promesa de Dios condicionada por la obediencia de ellos.

En conclusión, Jehová les dio a los hijos de Israel este libro del pacto detallando la forma en la que ellos podían adorarle y servirle. Lo único que los hijos de Israel debían hacer era prestar atención y obedecer todo lo que Dios les ordenó. La voluntad de Dios es que ellos le adorasen solamente a Él y que lo hiciesen de la forma en la que Él había prescrito. Así mismo, Dios espera que nosotros le adoremos y le sirvamos sólo a Él obedeciendo lo que Él nos ha dejado en su Palabra. Así que debemos estudiar y obedecer la Palabra de Dios cada día; amar a Jehová nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismo; y reunirnos cada domingo para celebrar esta fiesta al Señor presentándonos sin la levadura del pecado y como altares limpios delante de Él. Amén. 

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