Josué 1:6-9
1:6 Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.1:7 Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
1:8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
1:9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
ESFUÉRZATE Y SÉ VALIENTE
Buenos días. La semana pasada aprendimos cómo el libro de Josué comienza exactamente dónde termina el libro de Deuteronomio: Con la muerte de Moisés y la sucesión del liderazgo a Josué. Aprendimos quién era Josué, cómo Jehová lo eligió y cómo le ordenó levantarse y pasar el río Jordán con el pueblo de Israel (v.2). Este mandamiento era un gran desafío debido a la rebeldía del pueblo, la dificultad de cruzar el Jordán y los guerreros cananeos que les esperaban al otro lado. Por esto, Jehová le recordó a Josué Su promesa a Moisés: “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.” (v.3). Además, le dio una preciosa promesa personal a Josué: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.” (v.5).
Aunque el mensaje de la semana pasada terminó allí, la interacción de Josué con Jehová no había culminado. Él continuaría animando a Josué en los vv. 6-9, nuestro pasaje bíblico de hoy, para cumplir la misión que Él le había dado. Hoy aprenderemos cómo Jehová le manda a Josué a esforzarse y ser valiente —no una, ni dos, sino tres veces—. Veremos lo que significa esforzarse y ser valiente, y cómo esto aplica a nuestras vidas también. Yo oro para que cada uno de nosotros pueda escuchar hoy la voz de Dios que nos dice: “Esfuérzate y sé valiente”, y que podamos esforzarnos en la gracia de Dios y actuar valientemente confiando en Su Palabra y Sus promesas. Amén.
Antes de entrar en el pasaje bíblico, quisiera contarles una historia. Un hombre iba caminando por un sendero montañoso, en medio de una niebla tan espesa que apenas podía ver sus propios pies. El camino era traicionero, pero él avanzaba, confiado en sus propios pasos. De pronto, el suelo cedió bajo sus pies, y cayó por un risco. En un acto desesperado, logró aferrarse a una rama que sobresalía del acantilado. Colgado allí, con el corazón latiéndole con fuerza y con la niebla ocultando lo que había debajo, exclamó a gran voz: “¡Ayuda! ¡Que alguien me salve!” Entonces, una voz desde el cielo respondió: “Suéltate”. El hombre tembloroso miró hacia abajo, pero la niebla le impedía ver más allá de sus pies. “¡No puedo soltarme!” —respondió—. “¡Si me suelto, caeré y moriré!” Nuevamente se escuchó la voz desde el cielo: “Confía en mí. Suéltate.” Con el sudor corriendo por su frente, la rama crujiendo por su peso, y el corazón lleno de dudas, cerró los ojos, respiró hondo y se soltó. Cayó... pero en un instante, sus pies tocaron tierra firme. La niebla comenzó a disiparse, y se dio cuenta de que estaba a solo unos centímetros de un saliente seguro, de donde fue rescatado poco tiempo después. El abismo que temía era una ilusión, y su confianza y obediencia le permitieron experimentar a Dios y ahorrarse el sufrimiento de estar colgado allí por horas hasta que lo rescatasen.
Muchas veces la incertidumbre llena nuestro corazón de dudas y temor. No sabemos lo que nos depara el futuro. No podemos ver más allá de nuestra situación actual. Y aunque Dios nos habla a través de Su Palabra y nos muestra lo que tenemos que hacer, no Le creemos y nos aferramos a lo que podemos ver. Así estaría el corazón de Josué. No sabía cómo cruzaría el Jordán. No sabía cómo podría liderar a aquel pueblo tan grande y rebelde. No sabía cómo podría vencer a los pueblos guerreros que habitaban la tierra de Canaán. Por eso Dios le anima diciéndole: “Esfuérzate y sé valiente;” “no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” Veamos el significado de estas palabras a continuación.
I.- ¿Qué significa “Esfuérzate y sé valiente”? (6)
Leamos juntos el v.6, por favor. Cuando escuchamos que se nos dice “esfuérzate” tendemos a pensar que esto significa reunir todas las fuerzas que tenemos dentro de nosotros, o sacar fuerzas de donde tenemos, para realizar una acción. Sin embargo, no había fuerza humana capaz de realizar exitosamente la labor que Josué estaba por emprender. Como veremos a lo largo de este libro, sería necesaria la intervención sobrenatural de Dios para que Josué y el pueblo pudiesen conquistar y repartir la Tierra Prometida. Y el Señor sabía muy bien esto. Así que sería absurdo que Jehová le pidiese a Josué que reuniese toda su fuerza interior y su valentía para llevar a cabo esta misión.
Entonces, ¿qué quiso decir Dios con “esfuérzate y sé valiente? La clave para responder esta pregunta la encontramos en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo escribió a su joven discípulo Timoteo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.” (2Ti. 2:1). Esto parece contradictorio. Gracia significa favor inmerecido. O me esfuerzo o dependo de la gracia de Dios, ¿no? ¿Cómo me puedo esforzar en la gracia? Nuestra tendencia natural es confiar en nosotros mismos. En nuestras habilidades, nuestra inteligencia y propia prudencia. Tenemos que hacer un esfuerzo consciente para dejar de confiar en nosotros mismos y confiar en la voluntad de Dios. Especialmente, cuando lo que Él nos pide va en contra de nuestra lógica y experiencia. Esto es esforzarse en la gracia de Dios. Significa confiar por completo en Cristo y Su poder, y no tratar de hacer las cosas en nuestras propias fuerzas.
Así que, cuando Jehová le pide a Josué que se esfuerce y sea valiente, le está pidiendo que deje de pensar en las habilidades que él tiene y en los recursos de los cuales dispone, y dependa por completo del Señor y de Su buena voluntad, para obedecer el mandato que le está dando de pasar el Jordán con el pueblo de Israel, conquistar la Tierra Prometida y repartirla al pueblo. Josué tenía que fortalecerse en el Señor y en el poder de Su fuerza (Efe. 6:10). Tenía que asirse fuertemente de la Palabra del Señor y de Sus promesas, e ir a cumplir la misión que se le estaba encomendando.
Pero esto no era nada sencillo. Tan difícil era para Josué fortalecerse en el Señor y tener la valentía de confiar en Sus promesas, que Jehová tuvo que repetirle hasta tres veces: “Esfuérzate y sé valiente” (v.6a); “solamente esfuérzate y sé muy valiente” (v.7a); y, “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente” (v.9a). Hasta el pueblo de Israel se lo recordaría en el v.18: “solamente que te esfuerces y seas valiente”. El corazón de Josué debió haber estado bastante temeroso y lleno de dudas. Aunque él había visto las maravillas de Dios desde Egipto y en toda su travesía por el desierto, muy probablemente dudaba de su propia capacidad para guiar al pueblo en la misión que Dios le estaba encomendando. Si Moisés estuviera con ellos seguramente podría decir como hace 40 años cuando regresó de la misión de espionaje: “Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis.” (Núm. 14:9). Pero, Moisés había muerto. Y ahora le correspondía a él tan complicada misión.
Sin duda, Josué no era un héroe súperpoderoso. Y ahora, a orillas del Jordán, no sería de extrañar que sus rodillas estuviesen temblando y su corazón y su mente estuviesen llenos de dudas. La perspectiva de luchar contra los poderosos guerreros cananeos era aterradora. Las murallas de aquellas ciudades parecían infranqueables. Además, Josué conocía muy bien las debilidades e inconstancia de su pueblo. Por esta razón Jehová le repite tres veces: “¡Esfuérzate y sé valiente!” Deja de mirarte a ti mismo. Deja de mirar tus circunstancias. Deja de pensar solamente en tus habilidades y recursos. Fortalécete en el Señor y en el poder de Su fuerza. Llénate de Su Palabra. Confía en Sus promesas.
¿No te sientes identificado con la situación de Josué? La incertidumbre de la situación mundial y del futuro nos llena de temor y dudas. Pareciera que estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial. Y hay muchos países con el arsenal nuclear suficiente para acabar con el planeta entero. Estamos aferrados lo más fuerte que podemos a nuestras pequeñas y débiles ramas con la esperanza de no caer en el abismo. ¿Qué será de mi vida? Con la difícil situación en mi trabajo, ¿qué pasará conmigo? Con lo dura que está la economía, ¿qué pasará con mi negocio? Con la sociedad como se encuentra, ¿cuál será el futuro de mis hijos? Con este diagnóstico médico adverso, ¿qué será de mí? Si voy a la universidad de Panamá a predicar, ¿me escuchará algún estudiante? ¿Se burlarán de mí? ¿Perderé mi tiempo? ¡Hay mucha incertidumbre y dudas en nuestros corazones!
Pero, ese abismo es solo una ilusión creada por nuestra corta visión. Dios ya sabe qué pasará con el mundo y con cada uno de nosotros. Él no tiene incertidumbre alguna porque todo lo conoce. Los cristianos tampoco deberíamos tener incertidumbre en nuestros corazones. Si bien no podemos ver lo que nos depara el futuro, podemos confiar en Dios que nos ama y que hará siempre lo que es mejor para nosotros. El futuro del mundo ya Dios lo reveló en Su Palabra: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. […] Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mat 24:6-8,13). Todavía no es el fin, es el principio de dolores. Pero el que persevere hasta el fin, será salvo. Y, con respecto a nuestra situación individual dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom. 8:28). Todas las cosas que nos suceden nos ayudan a bien; para que Su propósito se cumpla en nosotros.
No hay guerra, enfermedad, pobreza ni fracaso, que no esté bajo la soberanía de Dios. Así que, Dios nos dice como a Josué: “Esfuérzate y sé valiente”. Deja de pensar en tus circunstancias y en los escasos recursos con los que cuentas ahora. “Esfuérzate y sé valiente”. “Fortalécete en el Señor, y en el poder de Su fuerza”. Veamos a continuación cómo podemos hacer esto.
II.- ¿Cómo podemos esforzarnos y ser valientes? (7-9)
Leamos juntos los vv. 7-8, por favor. Jehová ayudaría a Josué a cumplir la misión. Él estaría con Josué, no lo dejaría ni lo desampararía (v.5). Lo único que tenía que hacer Josué era esforzarse y ser valiente. ¿Cómo podía hacer eso? Meditando y obedeciendo la Palabra de Dios. Josué fue el primer líder de Israel que tuvo que depender de la Palabra escrita de Dios. Moisés había dejado por escrito la Ley, los primeros cinco libros. Ahora Josué tenía que leerla y meditarla de día y de noche. ¿Quiere decir que Josué no debía hacer otra cosa que dedicarse de día y de noche a estudiar la Ley? No. La frase: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley” (v.8a), sugiere que la meditación no era un estudio de la Biblia continuo sin hacer otra cosa, sino que todo lo que hablase e hiciese en su día a día tenía que estar apegado a la Ley que Dios le reveló a Moisés. El amplio hebraísmo “de día y noche” implicaba que no hay un solo momento, una sola decisión que se deba tomar, en que el libro de Dios no lleve las riendas. Debía ser leído constantemente en voz alta a Josué y a los demás, practicarse y recordarlo de continuo, obedeciéndolo meticulosa y entusiastamente.
La valentía que Dios pide a Josué es de origen divino, generada por la Palabra del Señor en su corazón. En la economía de Dios no existen imperativos sin indicativos, mandatos sin enseñanza sobre cómo pueden obedecerse éstos y lo que significa confiar activamente en las promesas de Dios. Esta no es la excepción. Los vv. 7-8 nos dicen que la fuerza y la valentía dependen directamente de la obediencia a la Palabra escrita de Jehová, la ley dada a Moisés. Josué debía ponerse bajo la autoridad de la Palabra escrita de Dios, tal como lo está cada creyente que ha pasado a ser destinatario de la revelación directa por medio de los escritores bíblicos. En este sentido, Josué lucha con nosotros y por nosotros cuando afrontamos las batallas espirituales y desafíos de nuestro momento en la historia. Debemos esforzarnos en tener una comunión íntima con Dios por medio del estudio profundo de la Biblia, de Su aplicación a nuestras vidas, del arrepentimiento continuo y de la oración.
Por esta razón, en nuestro ministerio de UBF enfatizamos tanto el estudio bíblico y la devoción personal. La mayoría de las iglesias pone el énfasis en la adoración comunitaria, teniendo Culto de Oración, Culto de Damas, Culto de Caballeros, Culto de Jóvenes, Culto de Estudio Bíblico, Culto de Avivamiento, Culto Infantil, cultos matutinos, Células, Ayuno Congregacional, Vigilias, además del Culto Dominical. Si bien, nada de esto es malo en sí mismo, y, de hecho, podría llegar a ser muy provechoso si se practica correctamente; muchas veces tienen un montón de gente agotada de tantas actividades o participando solo por participar, que ni siquiera tienen una relación personal con el Señor. En nuestra iglesia solo tenemos el Culto Dominical, y el énfasis durante la semana está en el Estudio Bíblico 1:1 y/o grupal y el Pan Diario. Aunque, debo admitir, que nos falta por lo menos una reunión de oración congregacional.
Además, tenemos herramientas como el Testimonio Bíblico y el Pan Diario que nos ayudan a meditar la Palabra de Dios. ¿Han notado ustedes alguna diferencia en su aplicación de la Palabra cuando escriben Testimonio Bíblico y cuando no lo hacen? ¿No meditan más profundamente y aplican mejor la Palabra a sus vidas cuando escriben testimonio bíblico? ¿No les ayuda poderosamente el Pan Diario en su devoción personal diaria?
Yo soy fiel testigo de esto. Cuando comencé a asistir a UBF Caracas en 2004 quedé cautivado con la forma en la que se estudiaba la Biblia. Muy diferente a las iglesias pentecostales de dónde venía. El M. Juan Seo me daba el cuestionario de la siguiente semana durante nuestro estudio bíblico, y yo lo preparaba diligentemente, escribiendo en un cuaderno las respuestas a las preguntas del cuestionario. Además, escribía testimonio de mi estudio bíblico de Romanos y del Mensaje Dominical en Hechos. Asimismo, comía Pan Diario cada día. Leía el pasaje bíblico, meditándolo, y leyendo la explicación que aparecía en el librito de Pan Diario; para finalizar orando y escribiendo un breve testimonio bíblico también. Aprendí mucho y me llené mucho de la Palabra de Dios en ese tiempo. Realmente me estaba esforzando en la gracia del Señor.
Los invito a cada uno de ustedes a esforzarse también en el Señor de esta manera. Utilicen las herramientas que le damos en el ministerio para meditar profunda y continuamente la Palabra de Dios. Levántese por lo menos 15 minutos antes y lea el Pan Diario y haga una oración, así sea breve. Si tiene tiempo, escriba lo que aprendió con arrepentimiento sincero y con decisiones de fe para obedecer esa enseñanza particular en su día a día. Si no le da tiempo a esa hora, revisite el pasaje bíblico en la noche y escriba antes de acostarse. Aparte su tiempo cada semana para estudiar la Biblia con su pastor. Si no está estudiando la Biblia actualmente, reclame su estudio bíblico, concerte un tiempo, y asista. Escriba su testimonio bíblico cada semana. No se vaya solamente con lo que medio le quedó del mensaje dominical. Léalo y escriba lo que aprendió. Escriba, aunque sea en una página o en una página y media, cómo esa palabra habló a su vida, su arrepentimiento, su decisión de fe y una oración. Si hace esto, estará esforzándose, fortaleciéndose con la Palabra del Señor y con Su Espíritu, y será muy valiente para obedecer la Palabra cada día de su vida y cumplir con la misión que Dios le encomiende. Amén.
En los vv. 7b y 8b, Jehová le promete a Josué que si medita la Palabra de esta manera será “prosperado en todas las cosas que emprendas” y “harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.” Aquí Dios no le está prometiendo prosperidad económica a Josué. El Señor le estaba prometiendo a Josué que prosperaría en su misión, es decir, que tendría éxito en conquistar la Tierra Prometida y en repartirla entre las tribus de Israel. De la misma manera, Dios no nos está prometiendo prosperidad económica o prosperar nuestro negocio, si nosotros meditamos y obedecemos Su Palabra, sino que nos promete que tendremos éxito en la misión que nos ha encomendado. Si meditamos así la Palabra de Dios y obedecemos yendo a predicar a la Universidad de Panamá, con toda seguridad levantaremos discípulos de Jesús entre los estudiantes allí y convertiremos a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
Leamos juntos el v.9, por favor. La última vez que le repite estas palabras lo hace como un mandamiento: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente”. Dios no nos está pidiendo que por favor nos esforcemos y seamos valientes, Él nos está mandando: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente”. No es una cosa opcional. Si no nos esforzamos en la gracia del Señor no alcanzaremos la salvación. Esto no quiere decir para nada que nuestra salvación dependa de nosotros mismos, sino que, si no nos estamos esforzando en la gracia, es porque no estamos en la gracia. Si no andamos en el Espíritu, estamos andando en la carne, y eso muestra que no hemos nacido de nuevo.
Así que, amado hermano mío, esfuérzate y sé valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas (siempre y cuando vayas obedeciendo Su voluntad, obviamente). Fortalezcámonos en el Señor y en el poder de Su fuerza. Llenémonos cada día de la Palabra de Dios y del poder del Espíritu Santo por medio de meditar continuamente la Biblia a través del Pan Diario, la oración, el estudio bíblico, el testimonio bíblico y el Culto Dominical. Obedezcamos la Palabra del Señor cada día en cada palabra que digamos, en que cada decisión que tomemos y en todo lo que hagamos. Y obedezcamos particularmente el mandato del Señor de ir a predicar el evangelio en nuestro campo de misión, la Universidad de Panamá, para que el Señor nos use para convertir a nuestro país en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
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