Mateo 21:12-22

21:12 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
21:13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
21:14 Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó.
21:15 Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,
21:16 y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman Perfeccionaste la alabanza?
21:17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad a Betania, y posó allí.
21:18 Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.
21:19 Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.
21:20 Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?
21:21 Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho.
21:22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Mi Casa, casa de oración


MI CASA, CASA DE ORACIÓN


San Mateo 22:12-22

V, Clave 22:13 “y les dijo: ‘Escrito está: “Mi casa, casa de oración será llamada”, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.’”


La palabra de hoy se trata del templo de Dios. Jesús entró a Jerusalén y llegando al templo, manifestó su indignación divina a la vista pública por lo que había allí. Y enseñó de cuál es la función del Templo. Su palabra hace alerta a toda su iglesia hoy.   

En Jesús, nuestra vida está hecha al templo de Dios. Cada creyente se constituye su iglesia. Dios ve con qué está lleno nuestro interior. Para él el estado de su casa tiene vital importancia para hacer su obra en ella. Oro que esta palabra sea una dirección a nuestra vida diaria dónde el Cristo mora.  


Primero, Casa de oración será llamada (12-17). Jesús entró a Jerusalén montado sobre un pollino como el rey manso y humilde. Llegado a la ciudad, lo primero que hizo Jesús era entrar en el templo de Dios, su casa. Pero el dueño del Templo confrontó algo detestable en ese lugar. Y manifestó su indignación por lo que había allí. Vamos a leer el verso 12. “Entró Jesús en el templo de Dios y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas”. 

Jesús echó fuera a todos los involucrados de comercio; vendedores y compradores. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas. La compra y venta por las ofrendas se hacían por el siclo del santuario (Ex 30:13). Así que los viajeros y extranjeros tenían que acudir a los cambistas. Los palomas era las ofrendas más comunes para los pobres (Lev 5:7), para purificación de las mujeres que dieron a luz (Lev 12:6-8) y para los leprosos sanados (14:22). Al parecer, estas actividades eran legales según la ley de Dios. 


¿Por qué Jesús manifestó y descargó su enojo de esta manera? Leamos el verso 13. “y les dijo: ‘Escrito está: “Mi casa, casa de oración será llamada”, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.’” el templo de Dios es la casa de Dios dónde él mora y se comunica con su pueblo. Es el lugar dónde Dios de su perdón y su pueblo eleva oración en la comunión íntima. Pero Jesús dice que su casa se ha hecho cueva de ladrones. 


Este comercio se hacía en el patio de los gentiles bajo la autoridad del Templo. Los sacerdotes dieron permiso a esta actividad. Pero aprovechando la ley “para que sea aceptado deberá ofrecer un macho sin defecto de entre el ganado vacuno, de entre los corderos o de entre las cabras. ninguna cosa en que haya defecto ofreceréis, pues no os será aceptado.” (Lev 22:19-20), los sacerdotes obligaban a comprar a los viajeros a los animales allí. De lo contrario, ellos reprobaban las ofrendas animales. Así aprovechaban sacar mucha ganancia desde los comerciante. Al final y al cabo el templo se convirtió en un lugar que explotaba el pueblo que venía a adorar a Dios. Así robaban lo de Dios. 


Para Jesús quien vino a dar su vida y establecer un Templo verdadero, el comercio que hacía en el Templo era inaceptable por su divinidad. Por lo tanto, Jesús como el Señor del Templo, descargó su enojo e indignación divina hacia estas actividades abominables a sus ojos. Si Jesús ve que su casa está llena de las cosas seculares, allí mete su fuego para que todo sea echado fuera del lugar. Tenemos que temer de este Jesús.  


Nuestro cuerpo es el templo de Dios (1Co 3:16-17; 6:19). Hemos de temer con qué llenamos esta casa. Si la llenamos de puro placer, antojo humano, comodidad secular y amor al dinero, Jesús repudiará, diciendo “cueva de ladrones”. Llenar el corazón de las cosas seculares es robar lo de Dios; sacar provecho secular mediante su bendición y su favor.  


Jesús dice “Mi casa, casa de oración será llamada”. Somos casa de él. somos comprados por él y le pertenecemos. Jesús quiere que sea nuestro cuerpo ‘casa de oración’ dónde haya comunión muy íntima con él; de alabanza, su palabra y oración. De esta manera él quiere morar en nosotros y manifestar su presencia. En el verso 14-15, Jesús sanó a los ciegos y cojos que se le acercaron. Y los muchachos alababan, diciendo ‘Hosana al Hijo de David’. Así Jesús puso de manifiesto con toda claridad que el Templo es dónde se sana, descansa, se perdona, se consuela y se restaura en su amor y poder radiante. ¿No es así? ¿Cuánto anhelamos que sea nuestra iglesia sea así? ¿Cuánto oramos para que nuestra vida sea así un templo de Dios vivo? El hermano Abelardo dijo que él solía a alabar a Dios cuando se bañaba. De la misma manera, cuando elevamos nuestra oración en la madrugada, nos bañamos en oración, en comunión con nuestro Dios, el cielo se abre y nos llena para triunfar cada día. Llenemos nuestra vida de oración y alabanza. Oro que nuestra vida sea llena de las cosas de Dios como casa de oración.     

   

Pero cuando los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía Jesús y el clamor de muchachos, se enojaron contra él. Y Jesús les dijo “Sí. ¿Nunca leísteis: “De la boca de los niños y de los que aún maman,
fundaste la alabanza”?” La alabanza viene del corazón de los sencillos y humildes. Dios bendice tal corazón y se glorifica. Jesús dijo en San Mateo 11:25. “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.” Pero era lamentable que los lideres religiosos, viviendo en el Templo de Dios, no conocían quien era Jesús, no tenían alabanza y oración genuina en sus corazones. Por fuera parecían piadosos, pero por dentro llenos de maldad. 


Segundo, en oración, creyendo (18-22). Jesús salió de la ciudad, fue a Betania y se quedó allí. Por la mañana, volviendo a la ciudad tuvo hambre. Viendo una higuera cerca del camino, se acercó, pero no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le maldijo y al instante la higuera se secó. ¿Por qué Jesús maldijo la higuera? Jesús nunca había maldecido a una planta o algo de la naturaleza. Pero esta vez sí la maldijo. 


Aunque la higuera no tiene culpa en sí, muchas hojas sin frutos simbolizaban una hipocresía de los lideres religiosos que hicieron la casa de Dios como cueva de ladrones.  Ellos, llamándose ‘ministros de Dios’, llevaban una doble vida. Ellos no vivían la palabra, no tenían una comunión con Dios genuina, ni alabanza, ni oración genuina. Sus vestidos y conocimiento de la ley eran solo adornos y hojas. Ellos no tenían los frutos que Dios les esperaba; santidad, humildad, misericordia, verdad y justicia. Jesús maldijo su doble vida al maldecir la higuera. Jesús es quien puede juzgar a uno con bendición y maldición. 


Para ver los frutos de una iglesia, hay que verla de cerca. Aunque una iglesia esté modernizada en programa, actividades fascinantes y entornos, lo que Dios ve es sus frutos verdaderos. Dios lo ve de cerca. No solo Dios, sino también las ovejas de Dios lo van a sentir. Siempre es bueno examinar lo que tiene nuestra iglesia y hogar por dentro. Dios ve de cerca los frutos de nuestra propia vida. Puede que tengamos solo hojas frondosas que engañan a otros o algunos frutos pero muy pequeños. Ante los ojos de llama de fuego del Cristo, nadie puede engañar su interior. 


Teniendo años en iglesia, mi vida iba con más hojas. Me llaman ‘misionero’, ‘pastor’, ‘coordinador’, ‘director’, etc. Me escondo algunas veces tras estas hojas, sintiendo que serían frutos de alguna manera. Pero ante Dios son nada más que hojas. Jesús me enseña que debo orar mucho más que ahora por mí para poder llevar los frutos verdaderos. Es mi tópico de oración cada día. Me arrepiento de mi hipocresía. Oro que Dios me dé siempre un corazón humilde para poder llevar primero fruto de oración constante y profundizada.   


Los discípulos cuando vieron que la higuera se secó al instante, se asombraron por el poder de su palabra. Su palabra no solamente era poderosa en sanar, sino lo fue también en maldecir. Era una obra de Dios. Entonces Jesús les dijo. Vamos a leer el verso 21-22. “De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le decís: “¡Quítate y arrójate al mar!”, será hecho. 22 Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.” 


Para que haya una obra asombrosa de Dios, Jesús les dice a sus discípulos que tengan una fe sin dudar. Una fe sencilla y pura, sin importar el tamaño que sea, puede hacer una obra de Dios. Uno puede tener fe, pero con duda. Cuando Pedro miró solamente a Jesús y no dudó, pudo caminar sobre las aguas (Mt 14:29). Pero al ver un fuerte viento, le entró miedo y duda y empezó a hundirse. Y Jesús, salvándolo, le dijo “¡Hombres de poca fe! ¿Por qué dudaste?”  


Jesús dice que una fe sin dudar puede hacer ‘hasta mover el monte’. ¿Cómo uno podrá mover el monte? ¿A qué se refiere el monte? Podríamos suponer que si la higuera simbolizaba el pecado de los lideres religiosos, una doble vida, el monte podría compararse al pecado de toda humanidad. La obra de redención es una obra incomparable al secar la higuera. Aún Jesús no pudo remover el pecado de la humanidad sino solo por el sacrificio de su vida, su sangre. En su oración, Jesús logró tener su disposición del corazón, finalmente removió esa montaña del pecado por cargar su cruz.  



 A cada uno el monte varia. A uno un ministerio puede ser una montaña. A otro un conflicto matrimonial, a otro la crianza a los niños, el estudio y autofinanciamiento, etc. El problema es que las dudas brotan por las circunstancias desfavorable y debilita la fe. La fe dudosa no hace ninguna obra y se apaga la obra de Dios.  


¿Entonces, cómo podemos tener esa fe y no dudar, siendo pecadores tan débiles y fragiles? Leamos otra vez el verso 22 cuidadosamente por favor. “Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.” Jesús les recuerda orar. ‘todo lo que pidáis en oración, creyendo’. La fe sin dudar no se logra con la voz fuerte o la auto convicción o por mucho conocimiento, sino por la oración sostenida e intensa. La oración prolongada afirma nuestra fe hasta que las dudas se desaparezcan. ¡Qué precioso es el tiempo de orar en fe!


No estoy en perfección, pero he experimentado varias veces el poder de oración que afirma mi fe. Un día tuve un conflicto con mi amigo. No sabía cómo solucionar ese conflicto. Según mi capacidad no había salida. Esto me llevó a orar al Señor. ¿Podrá ayudar el Señor en esto? Esto era mi pregunta. Oraba y oraba muchas horas y varios días.  Maravillosamente pude oír su voz y dirección. No sé como recibí esa dirección. Pero Dios me dio la paz con esa dirección y no dudar. Mi conflicto interior cambió a una montaña removida.  


Jesús dijo “Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis” La oración sostenida, intensa y prolongada hace nuestra fe muy firme y no dudar. La oración nos hace mover la montaña, porque Dios brinda su poder en moverla. Así, Jesús quiere que nuestra vida sea casa de oración. Quiere manifestar su gloria, dándonos su perdón, fe sin dudar y moviendo las montañas que cada día nos abruma. Oro que seamos hombres que oran, hombres que creen y mueven las montañas. 


En conclusión, en Jesús somos su templo. Dios quiere que lo llenamos de oración, alabanza y palabra vivida. La oración afirma nuestra fe donde no cabe ninguna duda. Si así oramos, somo casa de oración. Si así oramos, Dios va a levantar gran obra de salvación por nuestra iglesia y nuestra vida. Oro que seamos su casa, dándole mejores frutos de nuestra vida. Amén. 


  




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