Éxodo 22:1-9

22:1 Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas.
22:2 Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido y muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte.
22:3 Pero si fuere de día, el autor de la muerte será reo de homicidio. El ladrón hará completa restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto.
22:4 Si fuere hallado con el hurto en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el doble.
22:5 Si alguno hiciere pastar en campo o viña, y metiere su bestia en campo de otro, de lo mejor de su campo y de lo mejor de su viña pagará.
22:6 Cuando se prendiere fuego, y al quemar espinos quemare mieses amontonadas o en pie, o campo, el que encendió el fuego pagará lo quemado.
22:7 Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar, y fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará el doble.
22:8 Si el ladrón no fuere hallado, entonces el dueño de la casa será presentado a los jueces, para que se vea si ha metido su mano en los bienes de su prójimo.
22:9 En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo.

EL TABERNÁCULO (I): Y HARÁN UN SANTUARIO PARA MÍ


Buenos días. La semana pasada aprendimos cómo Jehová y los hijos de Israel entraron en un pacto: Jehová sería el Dios de ellos y ellos serían Su pueblo, su especial tesoro entre las naciones, un reino de sacerdotes y una nación santa. Los hijos de Israel aceptaron obedecer los Diez Mandamientos bajo pena de castigo si no lo hacían; y Jehová se comprometió a guiarlos, protegerlos y bendecirlos en su camino por el desierto, y a darles la Tierra Prometida. Ellos se comprometieron diciendo: “todo lo que Jehová ha dicho haremos, y obedeceremos”. Y sellaron el pacto con la sangre de los sacrificios y comiendo los líderes con Jehová. Mi oración es que nosotros también nos comprometamos delante de Dios a hacer todo lo que nos ha dicho, obedeciendo cabalmente la Palabra de Dios, y que de esta forma Jehová haga de nosotros un Reino de Sacerdotes y Gente Santa. Amén.

Después de que los hijos de Israel entraron en el pacto con Dios y se convirtieron en Su pueblo, Jehová llamó a Moisés a subir a Su presencia en el Monte Sinaí otra vez. Allí estaría cuarenta días y cuarenta noches. Allí le revelaría el diseño para hacer el Tabernáculo, un santuario móvil para que Jehová pudiese habitar entre el pueblo y ser adorado mientras andaban por el desierto. Hoy vamos a comenzar una serie de mensajes para aprender acerca de cada uno de los elementos que comprenden este Tabernáculo y cómo ellos son sombra de la vida y obra de Jesucristo. Yo oro para que el día de hoy podamos aprender el propósito con que Jehová le pidió al pueblo de Israel que le construyeran un santuario, cómo lo construirían y el significado del mismo. Oro para que nosotros también hagamos un santuario donde el Señor pueda habitar y ser adorado, y que Su presencia esté en medio de nosotros. Amén.   

I.- La ofrenda para el Tabernáculo (1-7)

Miren los vv.1-2. Lo primero que Jehová le reveló a Moisés acerca del Tabernáculo fue la base sobre la cual sería construido. El pueblo de Israel debía traer los materiales para su construcción como ofrenda voluntaria. Jehová fácilmente podía haber establecido cuotas obligatorias por persona como lo hace en otras ocasiones en la Biblia, pero esta vez Él confió en el corazón generoso del pueblo. La obra del Tabernáculo era majestuosa. Se calcula que su construcción costó unos cinco millones de dólares. ¿De dónde sacarían cinco millones de dólares un pueblo de esclavos recién liberados de Egipto? Pues Jehová les había dado mucho más que eso cuando salieron de Egipto. ¿Recuerdan? Ellos cobraron todos sus salarios caídos de 430 años de esclavitud en  Ex. 12:35-36: “E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés, pidiendo de los egipcios alhajas de plata, y de oro, y vestidos. Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios.”

Pero, a pesar de que ellos tenían más que suficiente para hacer semejante obra, Jehová estaba confiando en que ellos voluntariamente traerían lo necesario para la construcción del Tabernáculo. Muchos de los materiales requeridos eran muy costosos. El pueblo podía traer como ofrenda lo más barato y entonces faltarían de los materiales costosos. O la ofrenda podría no ser suficiente para la construcción. Aramis sabe de construcción. Imagina que vas a hacer un edificio para que todos nosotros vivamos. Cada uno en su apartamento. Y nos dices: “tráiganme arena, cemento, bloques, vidrios, cerámica, mármol, etc. Cada uno traiga conforme a lo que quiera.” Puedes terminar con un montón de arena y cemento que es lo más barato, y no tendrías ni cerámica para poner en el piso. ¿Harías eso? No, ¿verdad? Tú pondrías cuotas más o menos iguales a cada uno para construir su apartamento. 

Lo mismo podía pasar aquí. Podrían faltar materiales, pero Jehová confió en el corazón voluntario y generoso del pueblo. También porque si imponía cuotas de todos los materiales podría ser que alguno no tuviese algo. Había algunas cosas que eran bastante raras de conseguir. Así que las personas que no las tuviesen se iban a preocupar y entristecer porque no podía traer a Jehová lo que había pedido. Y se angustiarían buscando la forma de conseguir lo que le faltaba. Dios no quería que la construcción del Tabernáculo fuese motivo de tristeza para el pueblo, sino motivo de gran alegría, y que con corazón alegre trajesen sus ofrendas delante de Él.

Veamos los materiales que Jehová pedía como ofrenda en los vv. 3-7. Primero se mencionan los metales preciosos: oro, plata y cobre, aunque en realidad no era cobre, sino bronce, una aleación de cobre y estaño. Luego, las telas y pieles: azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones. Las telas de colores eran muy raras y costosas. Ellos no tenían tintes económicos como los que usamos ahora, así que normalmente las ropas eran del color de la tela como se producía o de la piel del animal. El azul, la púrpura y el carmesí eran telas usadas en las ropas de la realeza, pues eran los que tenían la riqueza suficiente para darse esos lujos. Ese era el Louis Vuitton de aquella época. Después, la madera de acacia. La acacia es un árbol pequeño del desierto, con ramas espinosas y flores amarillas. Abunda en los cañones del desierto del Sinaí. Su madera es dura y muy buena para la construcción. Luego se mencionan los aceites y especias, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático. Y finalmente, las piedras preciosas, piedras de ónice, y piedras de engaste. Todos estos materiales tienen un significado espiritual del que hablaremos a medida que vayamos viendo los elementos en que son usados.

Entonces, Jehová pidió todos estos materiales, algunos tan raros y costosos como las telas azul, púrpura y carmesí, y las piedras preciosas, como ofrenda voluntaria del pueblo. Los que iban a construir el tabernáculo podían terminar con un montón de madera y bronce, y muy poco o nada de oro, azul, o piedras preciosas. Sin embargo, Jehová confió en el corazón voluntario y generoso del pueblo. Y esto fue lo que pasó: 
 “De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová. […] y hablaron a Moisés, diciendo: El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga. Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba.” (Ex. 35:29; 36:5-7).  ¡El pueblo de Israel participó con gran alegría en esta obra y trajeron de todos los materiales sin escatimar, hasta que sobraba! El Señor nos dé a nosotros también un corazón voluntario y generoso como el del pueblo de Israel para hacer su obra en esta generación. 

Dios todavía sigue confiando en el corazón voluntario y generoso de Su pueblo para hacer su obra. Hoy en día las iglesias dependen de los aportes voluntarios de sus miembros y visitantes. Muchos pastores trabajan tiempo completo para la obra de Dios y dependen de las ofrendas y diezmos de los miembros para su sustento y el de su familia. Tristemente, durante este tiempo de pandemia, todas las iglesias a nivel mundial han visto disminuidas dramáticamente sus ofrendas y diezmos. Ante la incertidumbre de la situación y por no haber un tiempo de ofrenda estipulado en las reuniones en línea, los miembros han dejado de ofrendar y diezmar. ¿Cómo podrá sostenerse así la obra de Dios? 

Como ustedes saben, nosotros somos misioneros autofinanciados, es decir, mi esposa y yo trabajamos para nuestro propio sustento y para apoyar la obra de Dios que estamos haciendo también. La principal fuente de ingreso de nuestra iglesia son nuestros diezmos que apartamos fielmente cada quincena. Y además, estamos sirviendo la obra de Dios con nuestro apartamento aportando el espacio y los servicios necesarios: agua, luz, aire acondicionado, internet, computadora, proyector, pantalla para la proyección, las comidas que compartimos después del culto, las meriendas en los estudios bíblicos y reuniones, etc. Todo esto viene del aporte voluntario y generoso de todos con nuestras ofrendas y diezmos. 

Sin embargo, durante estos meses que hemos estado en cuarentena no se han realizado ofrendas, sino solamente nuestros diezmos. Cuando termine la cuarentena, si cada uno de los que estamos acá conectados viene a reunirse el domingo, seguramente ya nuestro apartamento no será suficiente para adorar a Dios todos juntos cómodamente como lo hemos hecho hasta ahora. Por lo que tendríamos que pensar en buscar un lugar para adorar a Dios también. Esto implicaría alquilar un espacio y requeriría más sacrificio de nosotros, pues con las ofrendas y diezmos actuales no es sostenible. Así que Jehová también confía en nuestro corazón voluntario y generoso para contribuir para su obra en este tiempo. 

 Aquí les presento el número de cuenta de la iglesia para que puedan dar sus ofrendas o diezmos mientras estamos en cuarentena con un corazón voluntario como lo hizo el pueblo de Israel. Y como el apóstol Pablo exhortó a los hermanos en Corinto: 
 “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. (2Co. 9:7-8). Damos gracias a Dios por todas nuestras ofrendas voluntarias con las que hemos sostenido el ministerio hasta ahora sin que falte nada, y confiamos en que Dios seguirá haciendo su obra a través de cada uno de nosotros.  

II.- Un santuario para que Jehová habite en medio del pueblo (8-9)

Miren ahora el v.8. ¿Para qué era esta ofrenda que Jehová estaba pidiendo del pueblo? Para hacer un santuario para Él. Un santuario es un lugar santo en el que se va a adorar a Dios. Los domingos nuestro apartamento se convierte en un santuario cuando todos nos reunimos acá a adorar a Dios. En aquella época los hijos de Israel no tenían un lugar al cual acudir para adorar a Jehová. Ellos le adoraban en cualquier lugar en que Dios se les manifestaba. Pero ahora Jehová quería tener un lugar en medio de Su pueblo, para habitar en medio de ellos. ¡Imagínense! ¡Dios quería habitar en medio de Su pueblo! Aunque ellos no eran dignos. Aunque eran pecadores. ¡Dios quería habitar en medio de ellos! Así que les mandó a que le hiciesen un santuario con el cual Él podría andar entre ellos. Y esto es el  Tabernáculo del que les he estado hablando.

Tabernáculo es una palabra sofisticada para decir una tienda de campaña. Mientras andaban por el desierto, los hijos de Israel vivían en tiendas de campaña que montaban y desmontaban. Jehová quería su propia tienda para habitar en medio de ellos. Pero no podía ser cualquier tienda. Debía tener unas características especiales que Dios mismo le mostraría a Moisés, pues no iba a ser solo para que Dios habitare en medio del pueblo, sino para que también fuese adorado en medio de ellos. Sería como un templo móvil en el que los hijos de Israel adorarían a Dios durante unos cuatrocientos años hasta que Salomón le construye un majestuoso templo en Jerusalén conforme al deseo del corazón de su padre David.

Miren el v.9. El pueblo de Israel debía construir este Tabernáculo conforme a las instrucciones que Dios le estaba dando a Moisés. Debían hacer cada detalle según Jehová le estaba instruyendo, pues este Tabernáculo sería un lugar especial, no sólo porque sería el lugar de habitación de Dios en medio de su pueblo, y su lugar de adoración también, sino porque este Tabernáculo sería una fiel representación, una sombra, de lo que Jehová haría en su historia redentora. Todo este Tabernáculo con todos sus materiales, detalles y ritos representaban a Jesucristo, su vida y la obra que haría por nosotros. Y a través de esta serie de mensajes, veremos esto con más detalle. Veremos cómo cada uno de los elementos y materiales de este santuario apuntan a Jesús como el Tabernáculo perfecto.

Este Tabernáculo que el pueblo de Israel haría, si bien era diseño de Dios, era un Tabernáculo imperfecto porque sería hecho por manos de hombres y sería sólo una representación de lo que Dios haría en medio de su pueblo después. Jehová habitaría en este Tabernáculo y sería adorado en medio de él, pero no habitaría presencialmente allí de forma permanente. Él vendría y visitaría a Su pueblo cada cierto tiempo, cuando la columna de nube reposare sobre el Tabernáculo, pero después lo dejaría. Aunque el Tabernáculo era símbolo de la presencia constante de Dios en medio de Su pueblo, Jehová no estaba siempre allí. 

Sin embargo, Dios vino a habitar en medio de Su pueblo. En  Jn. 1:14 dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Jesús, el Verbo de Dios, Dios mismo, vino a habitar entre nosotros. La palabra griega que se usa aquí para “habitó” significa literalmente: “acampó o puso su tienda entre nosotros” y está relacionada con la palabra Tabernáculo. Así que Dios puso su Tabernáculo en medio de nosotros en la persona de Jesús. Él es el Tabernáculo perfecto porque fue hecho por mano divina y no por manos humanas. Dios mismo vino a vivir entre Su creación y nos dio el ejemplo de la vida perfecta. Y después de eso, murió por nuestros pecados en la cruz dándonos acceso a Dios por su muerte redentora. Él es el Tabernáculo perfecto a través del cual podemos adorar a Dios. 

Y aunque Jesús ya no está en este mundo porque murió en la cruz por nuestros pecados, Él resucitó y ascendió al cielo y está sentado a la diestra del trono de Dios intercediendo por cada uno de nosotros (Ro. 8:34). Y nos ha enviado al Espíritu Santo para habitar en cada uno de nosotros (1Co. 3:16). Mientras estuvo en este mundo Él prometió: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mt. 18:20). Jesús está hoy en medio de nosotros con su Espíritu Santo porque nosotros estamos congregados aquí en Su nombre. Él está habitando en cada uno de los corazones que le han aceptado como su Señor y Salvador. Si tú has reconocido que eres pecador y que Jesús murió por tus pecados en la cruz para salvarte, entonces Jesús habita en ti. 

El apóstol Pablo escribió a los hermanos en Corinto: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1Co. 6:19). Aquí la palabra templo tiene que ver con el lugar de la habitación de Dios, aunque no es igual que el Tabernáculo. Así que Jesús mora en nosotros por medio de su Espíritu Santo, y como todos nosotros estamos en Jesús, entonces todos nosotros estamos en el Tabernáculo perfecto de Dios. Por lo que podemos acercarnos a Dios con libertad y adorarle. ¿No es esto maravilloso? ¿No es esta una gran gracia que Dios haya venido a habitar entre nosotros y que Jesús quiera habitar en nuestros corazones?

Dios quiere que nosotros seamos un santuario para Él también. Él quiere que nuestras vidas sean un santuario donde Él pueda habitar y ser adorado. El apóstol Pablo escribió a los hermanos en Roma: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Ro. 12:1). Debemos entregarnos a Dios como un santuario, por medio de vivir obedeciendo la Palabra de Dios, y que Él pueda habitar en nosotros y ser adorado por nosotros en santidad. Así que, hermanos míos, les ruego por las misericordias de Dios, que obedezcan cada día la Palabra de Dios y que se mantengan en Jesús, el Tabernáculo perfecto de Dios. Y de esta manera puedan hacer un santuario para Dios y que Él pueda habitar en nosotros. Amén. 

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