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Mateo 18:15-35
18:15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.18:16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
18:17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
18:18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
18:19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
18:20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
18:21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
18:22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
18:23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
18:24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos
18:25 A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
18:26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
18:27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
18:28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
18:29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
18:30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
18:31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.
18:32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.
18:33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
18:34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
18:35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
SETENTA VECES SIETE
SETENTA VECES SIETE
Palabra: San Mateo 18:15-35
V, Clave: 18:27 “El señor de aquel siervo, movido a misericordia, lo soltó y le perdonó la deuda.”
Aprendimos de no menospreciar a uno de los pequeños en fe, porque la voluntad de Dios es buscar y salvar a lo que se había perdido. Temer menospreciar o cosa semejante se aprende solo en la reverencia a Dios. No lo negamos para nada. Pero ¿qué hacemos con un hermano que peca contra nosotros? Y ¿Cuántas veces le perdonamos? Es un tema no fácil de responder.
Ahora Jesús responde de nuestra madurez espiritual en cómo perdonar. Una herida hecha por un hermano o hermana nos pone en una prueba a nuestra madurez. A frecuencia se nos ocurre tal ocasión y nos afecta en nuestra vida. Jesús lo sabe y nos guía a meditar de cómo respondamos a esa realidad. Oro que Dios nos ayude a dar un paso significativo en lo que hemos de hacer en cómo perdonar al hermano mediante la palabra de hoy.
Primero, Repréndele estando tú y él solos (15-20). Repitamos la pregunta. ¿Qué hacemos con un hermano que peque contra nosotros? ¿Para no menospreciar, admitimos todo, incluso pecado? ¿Lo dejamos hacer como quiera?’ Jesús nos enseña al respecto. Vamos a leer el verso 15. “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” Jesús dice que le reprenda al hermano que peca. ‘Reprenderle’ no quiere decir ‘exasperarse con tal hermano que pecó’. Por ningún motivo, la exasperación puede ganar a alguien o algo, sino resulta lo contrario. ‘reprenderle’ se traduce en ingles ‘mostrarle o hablarle su falta (NASB: show him his fault; ESV: tell him his fault)’. En griego (elenxon: ἐλέγχω) se traduce ‘corregir, amonestar’. Este acto ‘reprender’ se ha de basar en respeto y amor. Jesús dice ‘estando tú y él solos’. ‘Estar solos los dos’ es para proteger y cuidar la personalidad del hermano que pecó desde la vergüenza innecesaria.
El primer paso con el hermano o la hermana que peca es ‘ir y reprenderle’. Antes que intervenga otra persona en el asunto la persona afectada y herida ha de tomar la iniciativa de reprender. Jesús lo dice, porque el perdón verdadero puede venir con un arrepentimiento o una corrección genuinos para ambas partes. La intervención de otra persona anticipada en el asunto puede ayudar en algo, pero no fundamentalmente.
‘Reprender a alguien’ es un trabajo que exige un carácter muy maduro a la persona que quiera hacerlo. Si lo practica mal o sin la oración de calidad anticipada, ‘reprensión emocional o fría’ puede resultar algo contrario o nada significativo. ‘reprensión que conduce a la corrección verdadera y ganar el alma’ es ‘una reprensión saturada de amor’ o puede decirse ‘un amor verdadero posee una amonestación’. Solo esa reprensión basada de amor genuino va a poder trabajar y ganar al hermano que peca.
Un día pasado eché una broma a mi amigo jugando con su nombre, cuando era el universitario. Pero mi palabra le lastimó en su corazón, sintiéndose burlado. Él era un hombre introvertido y tranquilo. Unos días después él me llamó y estando él y mi persona solos, me habló con toda seriedad de cómo fue herido su corazón por mi palabra en tal momento. Me día cuenta de la gravedad del asunto y me arrepentí y le pedí perdón por haberle lastimado. Y aprendí cómo debería amonestar a alguien desde su actuar. Él me ganó mi alma de la condenación de Dios por su amonestación en respeto y amor sincero. Y él es uno de mis mejores amigos hasta ahora.
Jesús dice el fin de la reprensión. ‘si te oyere, has ganado a tu hermano (15b)’. ‘ganar al hermano para el Señor’ es el fin de reprensión, no avergonzar, jamás condenarlo. Y el perdón es personal. Los procesos largos de esta reprensión nos hablan cómo Dios quiere cuidar al alma de uno y dar la oportunidad de arrepentirse. En iglesia y hogar entre hermanos y hermanas suelen a suceder cosas semejantes tal como lo sucedieron entre los discípulos de Jesús. Hagamos lo mismo que Jesús nos enseña. En un buen momento tranquilo llamamos al hermano que pecó o lastimó y estando solos los dos, manifestamos en el Señor de nuestra herida seria en amor genuino. Aprendamos de cómo reprender a uno tal como Jesús nos enseña. Es nada fácil. Pero lo intentemos por fe. Y Por otro lado, cuando alguien nos amonesta así, oigamos su corrección con toda humildad, porque él o ella vino a edificarnos en el Cristo. Si la oímos, ganaremos nuestra alma. Y la relación de los dos se hará más estrecha en el Señor. Oramos para seamos así al reprender o ser reprendido. Amén.
Entonces, ¿Qué hacemos si no nos oye? ¿Lo condenamos por no oírnos? ¡No! Jesús dice “Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.” Tal vez puede que el hermano no nos oye por nuestra inmadurez o falta de sabiduría o por otro motivo personal. Por lo tanto, tendremos que invitar a otras personas más maduras o confiables para que el asunto sea atendido correcto para que Dios intervenga allí. Antes de esta reprensión ha de constar toda palabra en boca de dos o tres testigos, no por una persona que dice ‘herido o herida’ (16). Si no los oyere a ellos, hay que decirlo a la iglesia. ‘la iglesia’ es la comunión dónde hay la presencia de Dios. Si no oyere a la iglesia, este hermano sería quien niega y rechaza la exhortación de Dios. La iglesia es la autoridad final en tratar del pecado de uno. Si no oye la iglesia definitivamente, ese hermano ha de considerarse por gentil y publicano como un incrédulo.
Vamos a leer el verso 18. “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.” esta palabra nos enseña que la iglesia tiene la autoridad celestial. Todo lo hecho por la iglesia será hecho también en el cielo. Jesús había dicho lo mismo ante la confesión de Pedro. “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” (Mt. 16:19) Además, si dos de nosotros se ponemos de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pedimos, nos será hecho por el Padre celestial. Así Jesús da la autoridad celestial a la iglesia para servir al Dios vivo y a su pueblo. La iglesia tiene esa autoridad final y celestial, porque allí gobierna el Cristo. Vamos a leer el verso 20. “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Toda autoridad de la iglesia pertenece al Cristo. Mientras el Cristo se presencia en una iglesia, la autoridad de la iglesia tendrá así las llaves del reino de los cielos. ¡Cuán importante es lo que hace la iglesia del Dios vivo!
La autoridad dada por Dios a la iglesia no es para ser ejercida por controlar los miembros de la congregación o para privilegiar a algún grupo, sino para cuidar la congregación y servir la misión dada por Dios. En este sentido la autoridad de la iglesia conlleva la responsabilidad solemne. La iglesia ha de cuidar a cada miembro y servir para ganarle para Cristo. Para esto existe la iglesia. Si no hay el Cristo en la congregación, esa iglesia perderá su autoridad celestial. Y si hay la presencia del Cristo en una más mínima iglesia, aunque sea un matrimonio o dos personas congregadas, el Cristo mismo estará allí y les otorgará su autoridad para poder servir su voluntad en poder.
Segundo, Setenta veces siete (21-35). Encones se le acercó Pedro y le dijo a Jesús. “Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”. ‘cuantas veces’ En esta pregunta, implícitamente Pedro expresó la naturaleza de querer condenar de alguna manera. Pedro dijo ‘siete veces’. Es un nivel bastante alto de paciencia en perdonar. ¿será fácil perdonar al hermano que peca hasta siete veces? En mi caso, ‘perdonar hasta tres veces’ sería el límite de mi tolerancia en perdonar. Con su pregunta Pedro esperaba una resolución ratificada por Jesús para poder condenar al hermano.
¿Qué le dice Jesús? el verso 22 dice “Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” El número de perdón que Jesús dice no hasta siete, sino hasta setenta veces siete. Según la aritmética, es 490 veces. No va a haber alguna persona que peca así con nuestra persona de la manera tan repetida. Así que entendemos la palabra de Jesús que hemos de perdonar sin límite, si se arrepiente’. El perdón de Jesús no tiene tope. Cuando dice ‘hasta setenta veces siete’, esta cifra simboliza la gran piedad de Dios hacia un pecador arrepentido.
Para demostrar del perdón de Dios, Jesús les refirió una parábola. Un rey quiso hacer cuentas con sus siervos. Le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Un talento equivale a 6000 denarios. (un denario era un jornal del día de un obrero) Entonces, diez mil talentos equivalen al salario de trabajo de 164.383 años. Es un monto de deuda que no puede pagar un trabajador siquiera con toda su vida. El siervo no tenía con qué pagarle al rey esa deuda tan grande. Y su señor ordenó vender a este siervo, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía. Por lo tanto, este siervo le suplicaba postrado. “Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo”. Una súplica sin vergüenza. Pero ¿Qué hizo su señor? este señor, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. ¡Qué grande es la misericordia del rey! La deuda numerosa de Diez mil talentos fue perdonada.
Pero sucedió lo lamentable apenas salió este siervo tras recibir esta misericordia. Halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios. Y asiendo de él, le ahogaba, diciendo “págame lo que me debes”. Aunque su consiervo deudor le suplicó postrado a sus pies, él no quiso perdonar y le echó en la cárcel. ¿Qué dijo el rey a este siervo que no perdonó a su consiervo? Leamos el verso 32-33. “Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. / ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” El rey le dijo “Siervo malvado”. El señor se enojó con él no por la deuda que tenía, sino por no haber tenido misericordia de su consiervo.
¿Cual era lo que quería manifestar Jesús con esta parábola? Vamos a leer el verso 35. “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” Aquí Jesús hablando no de un endeudamiento material, sino de perdonar de las ofensas de ‘todo corazón’. Jesús quiere que perdonemos a nuestro hermano sus ofensas ‘de todo corazón’, no dejando ni 0.1% de rencor u odio, de todas las veces que se arrepientan.
Jesús enfatiza esto, porque difícilmente perdonamos a otros, ni siquiera una vez de la manera sincera. Los creyentes gustan de alabar al Señor por su perdón hacia su vida y lloran cada vez que cuenta de su gran misericordia hacia su propia vida. Pero nos cuesta mucho perdonar ‘de todo corazón’ a otro hermano sus ofensas. Esta situación dura mucho tiempo. Cuanto más inmaduro es nuestro corazón, tanto más largo permanece el corazón que no perdona. Mas bien le ahogamos a su cuello emocional y espiritualmente sin perdonarle de alguna forma.
Esta maldad existe en mi corazón. Yo también por no perdonar de todo corazón ahogaba a otro hermano o hermana que me irritaba. A veces sacaba mi resentimiento de mi corazón tan duro y lo manifestaba al hermano, esposa e hijos. Esto muestra que no soy quien perdona como Jesús quiere que haga, sino ese siervo que ahogaba a su consiervo. Oigo decir Jesús a mí, “siervo malvado”. ¡Qué miserable de mí! De verdad tenía deuda de diez mil talentos al Señor, una cantidad que jamás y ninguna manera podría pagarle. Jesús pagó toda mi deuda en la cruz, diciendo “Padre, perdónalo, porque no sabe lo que hace” (Lc 23: 34ª). En su grande misericordia recibió mi suplica y me perdonó toda la deuda de todo su corazón. Al pensar esta gracia tan grande, me avergüenzo de mi dureza de corazón y perdonar a otros a media. ‘Perdonar de todo corazón’ se hace posible solo por ‘comprender y agradecer a la gran misericordia de Dios hacia mi vida’. ‘Perdonar de todo corazón’ se aprende de rodillas que se doblan ante su misericordia hacia nuestra vida. El perdón de todo corazón atrae ‘el arrepentimiento genuino’ del hermano que peca. El más beneficiado por perdonar es quien perdona a otros. Y llegamos a confesar que ‘perdonar de todo corazón’ es un gran regalo de Dios hacia quien lo practica de verdad. Gracias a Jesús, por perdonarnos una deuda inescrutable. Oro que mi corazón y su corazón aprenda ‘perdonar de todo corazón’. Amén.
Preguntemos ¿Quién es ese hermano o hermana que no podemos perdonar de todo corazón? ¿Quién es esa persona endeudada de 100 denarios a nuestra vida? Puede haber uno o varios. Y admitimos que no es fácil perdonar. Es casi imposible perdonar setenta veces siete y de todo corazón. Pero Jesús nos invita a mirar esa deuda que teníamos a Dios, diez mil talentos. Para pagar esa deuda, teníamos que vivir esclavizado al pecado y a toda miseria durante toda nuestra vida y después ponernos al tribunal de Dios para ser juzgado terrible. Sin embargo, solo por su misericordia, solo por su compasión a nuestra súplica de lágrimas, Dios perdonó toda nuestra deuda, dejando pagarlo a su Hijo amado de su totalidad en la cruz dolorosa en nuestro favor.
Solo el perdón incalculable e inmensurable del Cristo nos hace perdonar setenta veces siete y de todo corazón. Cuanto más miramos a esa gracia, tanto más fácil perdonar a las ofensas como el Cristo. Anhelemos y abracemos esa gracia derramada en la cruz desesperadamente. Esa persona es verdaderamente dichosa y bendecida. Cómo perdonar es un indicador de la madurez espiritual de una persona. Si una persona es perdonadora y ama aún a los que ofenden, hemos de saber que él es una persona madura que está saturada de la gracia del perdón de nuestro Rey Jesucristo. Esas personas son aptas para reprender a un hermano que peca y aptos que puedan servir a los ofendidos también. ¡¡Gracias a Jesús por su perdón maravilloso, puro e inagotable!!
En conclusión, El característica más importante de la iglesia es el perdón. Jesús quiere que aprendamos cómo amonestar a un hermano que peca en toda madurez para ganarle. Y quiere que perdonemos a un hermano o hermana de todas las veces y de todo corazón. Es el nivel del perdón que Jesús desea que tengamos y es posible y deseable por su perdón anticipado en la cruz. Oro que Dios nos haga hombres y mujeres de perdón para que nuestra vida, hogar e iglesia sean fuente para poder ganar a los hermanos para su honra y gloria. Amén
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