Isaías 52:13 - 53:12

52:13 He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto.
52:14 Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres,
52:15 así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído.
53:1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?
53:2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.
53:3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
53:4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
53:5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
53:7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
53:8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
53:9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
53:10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
53:11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
53:12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

POR SU LLAGA FUIMOS CURADOS


Buenos días. Hoy comienza oficialmente la Semana Santa en el calendario litúrgico cristiano con el Domingo de Ramos. Durante esta semana, recordamos los eventos que marcaron la última semana de vida de Jesús, comenzando con Su entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos. Tradicionalmente, en UBF Panamá seguimos a Jesús en esta última semana de Su vida, leyendo la narrativa en los evangelios y compartiendo mensajes especiales de Pascua tanto el Domingo de Ramos como el Domingo de Resurrección. Este año, sin embargo, nos uniremos al programa de la Conferencia Internacional de Latinoamérica para conmemorar el 50º aniversario de la misión de UBF en nuestra región.

No obstante, hoy tendremos una lectura especial de un pasaje bíblico que solemos citar al reflexionar sobre la Pasión y Muerte de Jesús, pero que no habíamos tenido la oportunidad de estudiar en profundidad: Isa. 53. Este es el último y más conocido cántico del llamado Siervo de Jehová, del que se habla también en Isa. 42:1-9; 49:1-13 y 50:4-11. Aquí se describen los sufrimientos y la gloria de este Siervo de Jehová. Aunque no se menciona explícitamente que se trata del Mesías, veremos en este mensaje cómo este pasaje bíblico anticipa los sufrimientos y la gloria del Mesías Jesús, quien sería, entonces, el Siervo de Jehová en Isaías. Los detalles son tan precisos que ningún ser humano podría haberlos predicho por accidente, y ningún impostor los podría cumplir, por más astucia que tuviera. Esta es, sin duda, una profecía del Mesías Jesús, como lo confirma el testimonio a lo largo del NT, como veremos a lo largo de este mensaje. 

Yo oro para que, a través de este mensaje, podamos meditar profundamente en los sufrimientos y la gloria de Jesucristo, y en la razón por la cual Él tuvo que sufrir todo esto. Que cada uno de nosotros reconozca cómo nos descarriamos como ovejas, y comprendamos que Jehová cargó en Jesús el pecado de todos nosotros. Que entendamos que Jesús sufrió en silencio todo el castigo que nosotros merecíamos para que fuésemos perdonados. Y, como dice el título de este mensaje, por Su llaga fuimos curados. Mi oración es que podamos meditar profundamente en el amor de Cristo por nosotros, y que podamos aceptarle como nuestro Señor y Salvador. Oro para que esto nos llene agradecimiento para participar de Su misión, y Dios nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.

I.- Introducción al cántico (52:13-15) 

Leamos juntos los v.52:13, por favor. Aquí comienza la introducción al pasaje bíblico conocido como “El Cántico del Siervo Sufriente”. Los vv. 52:13-15 son un resumen y adelanto de la humillación y la exaltación del Siervo, descritas con más detalles en el cap. 53. Comienza en este v.52:13 con la exaltación de este siervo que vendría como resultado de Su obediencia y de la humillación que sufriría. Como mencioné en la introducción, Isaías no identifica explícitamente a este Siervo con el Mesías, sin embargo, no hay duda de que se trata de Jesús. A lo largo de este mensaje veremos cómo Jesús cumplió con cada uno de los detalles que se describen aquí. 

No obstante, antes, me gustaría llamar su atención a Flp. 2:5-11: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Este es el pasaje cristológico clásico en el NT que trata el misterio de la encarnación. Es probable que se haya cantado como un himno en la iglesia primitiva. Y creo que pueden ver el paralelo con el Cántico del Siervo Sufriente. Sin duda alguna, Cristo es el Siervo de Jehová mencionado en Isaías.

Ahora, puede que alguno de ustedes se pregunte: “¿Cómo es posible que los judíos no acepten que Jesús es el Mesías al escuchar cómo Él cumplió con tanta precisión este pasaje bíblico?” La realidad es que no todos ven este pasaje bíblico como una referencia mesiánica. Por ejemplo, el eunuco etíope en Hch. 8 iba leyendo este pasaje y le preguntó a Felipe: “¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?” (Hch. 8:34). No podía captar de quién se hablaba aquí hasta que Felipe le explicó, entonces creyó y se bautizó. Por su parte, los judíos piensan que el Siervo de Jehová en Isaías es la nación de Israel, entendiendo que estos son los sufrimientos que su nación padeció en el exilio. Así que no es sorprendente que ellos no estén esperando ni crean en un Mesías sufriente. Más adelante veremos que Dios mismo reveló al profeta Isaías que no muchos creerían el mensaje del evangelio al decir: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” (53:1). Por tanto, no debemos sorprendernos. Solo a aquellos que el Espíritu de Dios abra el entendimiento podrán creer y confesar que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, el Siervo Sufriente.

Leamos nuevamente el v.52:13, por favor. Fíjense que lo primero que declara el Señor por medio del profeta Isaías es la exaltación de Su Siervo. Comienza por Su victoria porque sería más asombrosa que Su humillación. El Siervo de Jehová sería prosperado. Esto no quiere decir que tendría prosperidad económica, sino que tendría éxito en Su misión. Jesús vino a este mundo a reconciliar a la humanidad con Dios. Y Su misión tuvo un éxito rotundo. Vivió como el hombre perfecto y obediente que Adán no pudo ser, y murió en la cruz como el sacrificio vicario, redentor y expiatorio por la humanidad. “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Flp. 2:9-11). ¡Aleluya!

Leamos ahora juntos el v.52:14, por favor. Pero antes de Su exaltación, el Siervo de Jehová recibiría tan severo castigo que dejaría de parecer un ser humano. Su deformación sería tal que asombraría a muchos. Los azotes de Jesús fueron tan severos que perdió su semblante de hombre. Cuando estaba colgado de la cruz, parecía un trozo de carne deformado por las heridas abiertas y la inflamación producto de los golpes. El reformador escocés John Knox comentó con respecto a esto: “¿Fue jamás la humana forma tan maltratada, tan desfigurada la hermosura humana?” Isaías nos dice aquí que la gente quedaría asombrada al ver a este Siervo inhumanamente desfigurado. Aunque en el NT no podemos encontrar un cumplimiento explícito de esta profecía, la forma en la que los evangelios describen la Pasión y Muerte de Jesús definitivamente tienen la intención de demostrar la crueldad con la que Jesús fue tratado y tendrían como consecuencia lógica Su completa desfiguración.

Leamos juntos el v.52:15, por favor. La primera parte de este versículo es difícil de entender en el original, así que, siguiendo con la idea de asombro del versículo anterior, la mayoría de las traducciones modernas traducen aquí que “Él asombrará a muchas naciones”. Pero, el verbo hebreo que aparece aquí debiera ser traducido como “rociará”. Según el comentario Beacon: “en los recientemente descubiertos escritos del mar Muerto. La idea de ‘rociar’ tiene en sí la intimación de purificación; lo que aquí se quiere decir, pues, es que ‘él purificará a muchos individuos de sus pecados’.” Y John Knox traduce también: “Él purificará una multitud de naciones.” En el v. 52:14 vemos el carácter vicario y redentor del sacrificio del Siervo Sufriente; y en el v.52:15, el carácter expiatorio del mismo. El Siervo de Jehová sufrió todo esto para morir en nuestro lugar, redimirnos de la esclavitud del pecado y rociarnos con Su sangre purificadora. Como mencioné anteriormente, esto se va a describir con más detalle en el cap. 53, pero podemos relacionarlo con el título del mensaje: “Por Su llaga fuimos curados”. Amén.

II.- Cántico del Siervo Sufriente (53:1-12)

Leamos juntos el v.53:1, por favor. Ahora el profeta Isaías se une a la causa del Siervo de Jehová y pregunta: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” Esto tiene un doble cumplimiento. Primero, en el tiempo de Isaías (alrededor del 700 a.C.) la gente no creía a su predicación. Él estaba anunciado a Judá que, si no se arrepentía de sus pecados, el Señor enviaría a Babilonia para deportarlos y esparcirlos por el mundo. Pero ellos no creían a su anuncio y no se arrepentían, por lo que el juicio de Dios se cumplió. Segundo, se cumpliría en el tiempo del Siervo de Jehová, Jesús, como testifica el apóstol Juan: “Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos. Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane. Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.” (Jua. 12:36-41).

También pregunta en el v.53:1: “¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” El brazo de Jehová es una metáfora del poder de Dios. Cuando prometió a los hijos de Israel la liberación de la esclavitud de Egipto dijo: “Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes” (Éxo. 6:6). Dios libraría a los israelitas de la esclavitud de Egipto con gran poder por medio de las diez plagas. También, libraría al mundo de la esclavitud del pecado con gran poder por medio del Siervo Sufriente. Esto resulta paradójico porque en la cruz Jesús parecía débil y humillado, no poderoso y vencedor. Sin embargo, al morir en la cruz, solo fue herido Su calcañar, pero aplastó la cabeza de Satanás, la serpiente antigua (Gén. 3:15). Además, en su vida Él hizo muchos milagros y prodigios, y aunque no se menciona explícitamente el brazo de Jehová, sí afirmó Jesús: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.” (Luc. 11:20). Esto es también una referencia al poder de Dios manifestado en Jesús, el Siervo de Jehová.

Leamos juntos el v.53:2, por favor. La imagen aquí es la de una pequeña planta creciendo en una tierra árida y desierta. No hay mucha hermosura ni esperanza en ella. Lo más probable es que se seque y muera. Así creció el Siervo de Jehová en medio de una nación adúltera y pecadora. Su nación no lo estimó. No creían que Él fuese el Mesías. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.” (Jua. 1:11). Especialmente, la élite religiosa de los saduceos y los fariseos.

Leamos ahora juntos el v.53:3. Entonces, Él fue despreciado y desechado entre los hombres. Desde Su mismo nacimiento no hubo lugar para Él en el mundo, así que tuvo que ser acostado en un pesebre, donde comen los animales (Luc. 2:7). Mis hijas nacieron en buenos hospitales, en un ambiente antiséptico, y fueron acostadas en unas cunas. Sin embargo, mi Salvador tuvo que nacer en un establo, un lugar sucio, y ser acostado donde comen los animales. Y mientras yo vivo en un cómodo apartamento en el centro de la ciudad, y tengo una buena cama; mi Señor no tenía donde recostar Su cabeza (Mat. 8:20). Esto nos muestra la humildad de Jesús y Su sacrificio durante Su ministerio terrenal. 

Pero esto no sería todo. Él sería “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Con respecto a esto comenta Charles Spurgeon: “Él también fue ‘un varón de dolores,’ por la variedad de sus aflicciones; Él no era solamente un varón de dolor, sino de ‘dolores.’ Todos los sufrimientos del cuerpo y del alma le son conocidos; el dolor del hombre que activamente lucha por obedecer; el dolor del hombre que se espera quieto, y pasivamente resiste. El dolor de los importantes Él lo conocía, porque Él era el rey de Israel; el dolor de los pobres también lo conocía, porque él ‘no tenía ni donde recostar su cabeza.’ Los dolores de los demás, y los dolores personales; los dolores mentales, y los dolores espirituales; los dolores de todas las clases y grados lo acosaron. La aflicción descargó todas sus flechas sobre Él hasta vaciar su aljaba, haciendo su corazón el objetivo de todas las aflicciones posibles.” Jesús padeció en todas las áreas en las que hombre puede padecer para entendernos y consolarnos en nuestras aflicciones.

¿Fuiste abandonado por tus padres? Él exclamó en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46). ¿Te han traicionado o abandonado tus amigos? Judas Iscariote traicionó a Jesús y Sus discípulos lo abandonaron la noche que fue arrestado. Además, Pedro lo negó tres veces esa noche. ¿Has perdido un ser querido? Jesús lloró ante la tumba de Lázaro (Jua. 11:35). ¿Te ha roto el corazón o herido emocionalmente tu pareja? La Iglesia, la esposa de Cristo, entristece a diario a su marido, a causa de sus pecados, y Él sigue amándola fielmente. Podría dar muchos más ejemplos, pero el punto es que no hay dolor o aflicción que el Señor no conozca. Él fue rechazado, humillado, abandonado, herido, azotado, perseguido, insultado, escupido, tuvo hambre, tristeza, se cansó, tuvo temor de enfrentar la muerte en el Getsemaní, etc., etc., etc. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Heb 4:15-16). ¡Amén!

Pero el profeta Isaías también se une a la rebelión de su pueblo y dice: “y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” El pueblo de Israel no estimó a Jesús, lo menospreciaron porque no era el Mesías que ellos esperaban. Y en Su Pasión y Muerte, Le tuvieron por herido de Dios y abatido. Pensaron que Dios estaba castigando a Jesús por sus propios pecados. Pero, ¿qué dice los vv. 53:4-5?: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Él sufrió todos esos padecimientos para llevar nuestras enfermedades y dolores.

No necesitas cargar más con tus heridas y pecados. Ya Jesús las clavó en la cruz junto con Su cuerpo. Trae todas tus heridas y dolores a Cristo. Confiesa la amargura de tu corazón. Dile: “Papá, no puedo más con esta pesada carga. No quiero odiar más a esta persona (o no quiero guardar más este rencor). No quiero llevar más esto en mi corazón. Ayúdame a perdonar como tú me has perdonado.” O, si todavía nos ha confesado tus pecados y aceptado a Jesús como tu Señor y Salvador, dile: “Papá, reconozco que soy pecador. He sido infiel. He mentido. Mi mirada se desvía hacia lo que no debería estar viendo. Tengo mi corazón y mi boca llena de groserías y vulgaridades. Perdóname. Ayúdame a ser fiel. Ayúdame a decir siempre la verdad. Ayúdame a guardar mis ojos. Limpia mi mente, mi corazón y mi boca. Acepto que Jesús murió por mis pecados en la cruz y le acepto como mi Señor y Salvador. Ayúdame a obedecer Tu Palabra. Que mis labios y mi vida te glorifiquen cada día. Amén.” 

Lo que conmemoramos en Semana Santa es la Pasión y Muerte de Jesús. Cómo fue azotado, humillado y crucificado para llevar nuestras enfermedades, nuestros dolores, nuestras rebeliones, nuestros pecados. Para ponernos en paz con Dios, Él tuvo que llevar sobre Sí nuestros pecados, y darnos Su justicia a nosotros. ¡Qué glorioso intercambio! ¡Por su llaga fuimos nosotros curados! Su llaga, sus heridas, pagaron el precio completo de nuestros pecados para que pudiésemos recibir el perdón de Dios. Él pagó con sus sufrimientos y muerte la deuda de pecado que nosotros no podíamos saldar por nosotros mismos. Él gritó en la cruz: “Consumado Es” (Jua. 19:30). Lo único que necesitamos hacer es reconocer que somos pecadores indefensos y que nuestros pecados llevaron a Jesús a esa situación. Necesitamos reconocer que Su muerte en la cruz es suficiente para perdonar todos nuestros pecados e incluirnos en la familia de Dios como Sus hijos. ¿Crees esto? 

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” Como ovejas tontas y ciegas nos hemos apartado del camino de Dios para andar según nuestro pensamiento. Y así como una oveja está indefensa y en constate peligro de muerte lejos del rebaño y del cuidado del pastor, nosotros estamos en peligro de morir eternamente si no somos encontrados por Jesús. El Señor ha dejado Su rebaño y ha salido para buscarnos. Él te está buscando. ¿Oirás la voz de tu amante Pastor? Deja que el Señor te rescate, sane tus heridas y te lleve a la seguridad del redil. ¡Deja de huir de Él! 

Leamos juntos los vv. 53:7-9. Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jua. 1:29). Cuando fue injustamente enjuiciado no abrió su boca para defenderse. “Como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” Cuando lo injuriaban, lo golpeaban y lo escupían, no pronunció ni una sola palabra contra sus exactores. Con respecto a esto dice el apóstol Pedro: “quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1Pe. 2:23-24). Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz para perdonarnos y darnos una nueva vida, y sanar nuestras heridas.

Jesús fue enjuiciado, encarcelado y ejecutado como un criminal, siendo todavía muy joven, y sin tener hijos en este mundo porque nunca se casó. Todo esto era considerado por los israelitas una gran maldición de parte de Dios. Ellos pensaban que Jesús había sido maldecido por Dios a causa de su propio pecado. Sin embargo, “por la rebelión de mi pueblo fue herido.” Él no era maldito, sino que se hizo a sí mismo maldición para librarnos a nosotros de la maldición de Dios (Gál. 3:13). Prueba de esto, es que se dispuso con los impíos Su sepultura, más con los ricos fue en Su muerte. Al ser crucificado, Su cuerpo debió haber sido lanzado al Valle de Hinom para ser quemado con la basura. Pero, José de Arimatea pidió Su cuerpo y lo colocó en un sepulcro nuevo, siendo como los ricos en Su muerte. Pues, solamente una persona adinerada podría comprar un sepulcro nuevo a las afueras de Jerusalén. Esto es una evidencia de que “nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca”, sino que era el Siervo Sufriente de Jehová que redimiría a Su pueblo.

Finalmente, en los vv. 53:10-12 se describe la exaltación del Siervo de Jehová. 
“Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.” Después de morir sin descendencia en la Tierra, Jesús resucitó y ha dado la potestad a los que le reciben de ser llamados hijos de Dios (Jua. 1:12). Así que después de muerto vio linaje, y ahora vive y reina para Siempre, habiendo cumplido cabalmente con la voluntad de Dios, el Pacto de Redención confirmado desde antes de la fundación del mundo. Y en el reino de Cristo, todos haremos de continuo la voluntad de Dios también, glorificando eternamente a nuestro Padre.

Jesús llevó todas las iniquidades de nosotros, consumando el Plan de Salvación de Dios, por lo cual, a pesar de todo Su sufrimiento, está satisfecho al ver el fruto de Su aflicción. Él ha justificado a los escogidos y Dios le ha exaltado hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Flp. 2:9-11).

Yo oro para que cada uno de nosotros reciba a Jesús como su Señor y Salvador, siendo curados por su llaga. Que podamos traer todas nuestras heridas, todos nuestros dolores, y todos nuestros pecados delante de Dios, y seamos completamente libres en el nombre de Jesús. Que en esta Semana Santa podamos meditar profundamente en la Pasión y Muerte de Jesús, arrepintiéndonos de nuestros pecados y comprometiéndonos a llevar una vida santa de obediencia a la Palabra de Dios. Que podamos recordar la maravillosa gracia que hemos recibido y trabajemos con agradecimiento en Su misión, anunciado el Evangelio en la Universidad de Panamá. Y que, al vivir de esta manera, el Señor nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.

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