Gálatas 3:6-14
3:6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.3:7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.
3:8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.
3:9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
3:10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
3:11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;
3:12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.
3:13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),
3:14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
CRISTO NOS REDIMIÓ DE LA LEY
Buenos días. La semana pasada comenzamos a ver cómo el apóstol Pablo procede a refutar las enseñanzas de los judaizantes en Galacia. En ese mensaje vimos que su primer argumento en contra de los judaizantes fue la evidencia experiencial de los gálatas, quienes recibieron el Espíritu Santo por la fe y no por las obras de la ley. Ellos habían empezado su vida cristiana por la fe, creyendo en el evangelio de Jesucristo. Pero ahora, por andar prestando oído a los judaizantes, estaban andando en la carne, tratando de conseguir la aceptación de Dios por medio de cumplir las obras de la Ley. Así que Pablo los llama a la reflexión preguntándoles: “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” (Gál. 3:3). Y cada uno de nosotros fue llamado a la reflexión también: ¿Estamos andando en el Espíritu o en la carne? ¿Reflexionaron? ¿Se arrepintieron? Mi oración es que lo hayamos hecho y estemos andando en el Espíritu, glorificando a Dios con nuestras vidas. Amén.
En el mensaje de hoy, vamos a aprender otros dos argumentos de Pablo en contra de los judaizantes: El ejemplo del patriarca Abraham, quien fue justificado por la fe y se convirtió en el modelo para todos los que creen (vv. 6-9); y, la evidencia de que en el Antiguo Testamento la justificación no puede lograrse por las obras de la ley, pues éstas solo llevan a la maldición a quienes no las cumplen perfectamente (vv. 10-12). Luego, veremos cómo concluye estos dos argumentos destacando la obra redentora de Jesucristo en la cruz, Quien tomó sobre Sí la maldición de la Ley para que, a través de Él, la bendición de Abraham y la promesa del Espíritu llegaran también a los gentiles (vv. 13-14).
Yo oro para que cada uno de nosotros pueda entender cómo Jesús nos redimió de la maldición de la Ley. Que podamos seguir el ejemplo de nuestro padre Abraham, creyendo la Palabra de Dios y aceptando a Jesús como nuestro Redentor, como nuestro Señor y Salvador. Así seremos justificados por la fe y alcanzaremos la bendición de Abraham y la promesa del Espíritu Santo. Y que, con el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas, ayudándonos a vivir vidas santas para Dios, Él nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
I.- Abraham, justificado por la fe (6-9)
Leamos juntos el v.6 por favor. Después de mostrar por la propia experiencia de los gálatas que la salvación es por la fe y no por las obras de la ley, ahora el apóstol Pablo va a demostrar que lo mismo es ilustrado en el ejemplo del patriarca Abraham. Abraham no fue justificado delante de Dios por sus obras, sino por su fe. Y así lo demuestra Pablo al citar Gén. 15:6. Este versículo es una de las expresiones más claras en la Biblia de la verdad de la salvación por la gracia, mediante la fe. Es el evangelio en el Antiguo Testamento. Cuando Abraham puso su fe en las promesas del Señor, Dios le contó esa fe por justicia.
Abram fue escogido por Dios cuando habitaba en Ur de los Caldeos. Y no hay ninguna evidencia en el texto bíblico que indique que haya sido escogido por su vida virtuosa o por alguna obra que haya hecho, simplemente fue escogido por la gracia soberana de Dios. Y, después de escogerlo en Su gracia soberana, le llamó diciendo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Gén. 12:1-3). ¿Y cuál fue la respuesta de Abram al llamado soberano de Dios? “Y se fue Abram, como Jehová le dijo” (Gén. 12:4). Tuvo fe en Jehová y obedeció Su llamado. Aquí se ve la fe de Abram a las promesas de Dios.
Sin embargo, pasó un tiempo desde que Abram salió de Ur de los Caldeos y todavía Dios no había cumplido Sus promesas. Así que Abram duda y le pregunta a Dios: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Gén. 15:2). Y Dios le responde: “No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.” (Gén. 15:4-5) ¿Y cuál fue la respuesta de Abram a esta reiteración de la promesa? “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” (Gén. 15:6). ¡El versículo que Pablo está citando! Él tuvo fe en la promesa de Dios y el Señor le contó esto como justicia.
La frase: “y le fue contado por justicia” significa que Dios vio la fe de Abram en Sus promesas y se la acreditó como justicia. Abram no era justo, pero Dios lo justificó al creer en Él. Con respecto a esto comenta Matthew Poole: “Su fe no era su justicia, pero Dios lo recompensó por su ejercicio de la fe, ya que en ella se calcula (o imputa) … la justicia de aquel en quien creyó.” Y el reformador Juan Calvino también escribió: “Abraham no fue justificado simplemente porque creía que Dios multiplicaría su descendencia, sino porque él abrazó la gracia de Dios, confiando en el Mediador prometido.” Entre su descendencia estaba la simiente en quien serían benditas todas las familias de la tierra, Jesucristo. Así que, al creer en la promesa de Dios, Abraham fue justificado por la fe en Jesucristo también.
Además, en ese momento, Abram todavía era incircunciso, pues la circuncisión y el cambio de nombre del patriarca son relatados más adelante, en Gén. 17. Por eso, Abram no podía haber sido justificado por la circuncisión ni por las obras de la Ley, como los judaizantes pensaban. Fue justificado por la fe siendo incircunciso. Esto es exactamente lo que el apóstol Pablo nos explica en Rom. 4:10-12: “¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.”
Y este es precisamente el punto que va a destacar en el v.7. Leámoslo juntos, por favor. Como Abraham fue justificado por la fe cuando era incircunciso, es padre no solo de los judíos circuncisos, sino de todos los que tienen fe en las promesas de Dios. Así lo expresó también Jesús en Jua. 8:39: “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.” Los verdaderos hijos de Abraham no son sus descendientes según la carne, sino los que siguen su ejemplo de fe y obediencia a Dios. ¿Eres hijo de Abraham? ¿Crees en Jesús como tu Señor y Salvador? ¿Obedeces la Palabra de Dios? Entonces, serás justificado por Dios y la bendición de Abraham te alcanzará, como veremos más adelante.
Leamos ahora juntos los vv. 8-9, por favor. Ahora el apóstol Pablo pasa a demostrar que la Escritura ya preveía la justificación por fe para los gentiles, y para esto cita de la Septuaginta la última parte de la promesa del llamamiento de Abram: “En ti serán benditas todas las naciones.” (Gén. 12:3). Abraham sería una fuente de bendición no solo para sus descendientes según la carne, sino para todas las familias de la Tierra. Y esta bendición no vendría solamente de su fe y ejemplo de obediencia, sino de su simiente, la simiente de la mujer prometida en Gén. 3:15, Jesucristo. Así, Pablo concluye diciendo que todos lo que son de la fe (que creen en Jesucristo como su Señor y Salvador), son bendecidos en el creyente Abraham. Y más adelante va a demostrar cómo en Cristo Jesús ha alcanzado la bendición de Abraham a los gentiles.
El argumento principal de los judaizantes era que los gentiles tenían que hacerse judíos para poder ser cristianos. Pablo expuso lo débil de este argumento al demostrarles que los verdaderos hijos de Abraham son aquellos que tienen fe, no los que guardan la Ley. Abraham mismo fue salvo por fe. Así que, al tener la misma fe de Abraham, los creyentes de todos los tiempos de toda nación reciben la misma bendición de Abraham, la justificación por la fe. Esta es una promesa consoladora, una gran herencia y un fundamento sólido para vivir. Sigamos, pues, el ejemplo de fe y obediencia de Abraham, y vivamos en santidad para la gloria de Dios. Amén.
II.- La maldición de la Ley y la redención en la Cruz de Cristo (10-14)
Leamos juntos el v.10. Pablo cita Deu. 27:26 para probar que, a diferencia de lo que los judaizantes enseñaban, la Ley no puede justificar ni salvar a nadie, sólo puede condenar. Pues, quebrantar uno solo de los mandamientos trae condenación sobre la persona. Y como todos hemos quebrantado cuando menos uno de los mandamientos, todos estamos condenados (Rom. 3:23), y la Ley nada puede hacer para cambiarlo. Así que todos los que dependen de las obras de la Ley para ser justificados están bajo la maldición de la Ley porque no la han podido cumplir cabalmente.
Cuando se habla de la maldición de la Ley, no se refiere a que la Ley de Moisés, el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia, sea una maldición para nosotros. ¡De ninguna manera! “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” (Rom. 7:12). La Ley nos muestra el estándar santo de Dios para el hombre, y “por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” (Rom. 3:20). Así que a través de la Ley podemos ver nuestra incapacidad para alcanzar el estándar de vida perfecta que Dios requiere del hombre. Dándonos cuenta de que somos pecadores indefensos que nunca podremos alcanzar la justificación por nosotros mismos. Esta es la maldición de la Ley.
Sin embargo, esta no era una sorpresa para Dios. Él ya sabía que la Ley nos mostraría una y otra vez que por nosotros mismos no podemos alcanzar la justificación delante de Él. Por eso instituyó el sistema del sacrificio expiatorio junto con la Ley. Y, de hecho, todo el sistema sacrificial apuntaba al sacrificio de Jesús en la cruz por nosotros. Así, la Ley solamente era una sombra de lo que venía, como afirma Heb. 10:1: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.” La Ley no tenía la intención de justificar a nadie delante de Dios, sino de mostrarle al hombre su incapacidad para hacerlo y apuntar al sacrificio vicario, expiatorio y redentor de Jesús.
Leamos juntos el v.11, por favor. Después de demostrar que Abraham fue justificado por la fe, el apóstol Pablo hace referencia a Hab. 2:4: “mas el justo por su fe vivirá” para afirmar que en el propio Antiguo Testamento ya era evidente de que la Ley no justifica a nadie para con Dios, sino que la justificación venía por la fe. Para que usted pueda ser declarado justo delante de Dios, debe tener fe. Pero no cualquier fe, sino la fe salvadora. La fe salvadora es creer que usted es un pecador indefenso, es decir, es un pecador que no puede hacer nada por sí mismo para dejar de serlo. Luego, debe creer que Jesús murió en la cruz para perdonar todos sus pecados y hacerlo justo delante de Dios. Y, finalmente, esa fe salvadora se reflejará en un estilo de vida que ama y obedece la Palabra de Dios. Su fe se demostrará en su confianza en Dios para su salvación y en su obediencia a la Palabra de Dios como agradecimiento por esta salvación tan grande.
Pero los judaizantes pensaban que su fe en Dios se demostraba a través de su cumplimiento de las obras de la Ley. Así que Pablo va a refutar esta línea de pensamiento también. Leamos juntos el v.12, por favor. “La Ley no es de fe”. Es decir, si yo estoy confiando que voy a ser acepto delante de Dios por guardar algunos aspectos de la Ley, aunque no guarde otros, eso no es fe, sino que es una confianza parcial en mí mismo y una confianza parcial en Dios. Pero Pablo dice que este tipo de pensamiento es absurdo porque Lev. 18:5 dice que “El que hiciere estas cosas vivirá por ellas”. Tú no puedes confiar en que Dios va a completar lo que te falte de cumplir la Ley, pues la Ley misma establece, como ya hemos leído en Deu. 27:26, que si no guardas completamente la Ley estás bajo maldición.
Sin embargo, los judíos ya se habían dado cuenta de que les era imposible cumplir cabalmente la Ley. Por eso pusieron tanto énfasis en su descendencia de Abraham, esencialmente confiando en los méritos de los patriarcas para salvarlos, ya que sabían que por sus propios méritos no podrían. Ellos pensaban que los patriarcas habían tenido tanta fe y justicia delante de Dios, que habían acumulado un tesoro de méritos a favor de sus descendientes. Creían que demostraban su fe en Dios por su cumplimiento parcial de la Ley, y lo que les faltaba, sería completado con los méritos de los patriarcas, que eran suficientes para ayudar a su descendencia a alcanzar la salvación, a pesar de sus faltas. No se daban cuenta de que, más bien, por su incumplimiento parcial estaban bajo la maldición de la Ley.
Seguramente los judaizantes tenían un pensamiento similar. Ellos pensaban que la gracia de Jesús completaba lo que a ellos les faltaba de su cumplimiento de la Ley. De modo que, en lugar de confiar en los méritos de los patriarcas para completar su salvación, confiaban en los méritos de Cristo para esto.
Algunos “cristianos” tienen este mismo pensamiento: “Voy a hacer lo mejor que pueda para obedecer la Biblia y dejaré que la fe cubra el resto. Dios mira mi esfuerzo y mis buenas intenciones, y me los acredita como justicia. Lo importante es que estoy tratando.” ¡No! ¡Así no es como funciona! Y Pablo lo prueba desde el mismo Antiguo Testamento. La justificación por la Ley y por la fe no operan en conjunto. La Ley no es de fe, sino de cumplir. Y si no cumples, estás bajo la maldición de la Ley.
Así que todos los que están bajo la Ley están bajo maldición. Entonces, alguno podría pensar: “Los gentiles no están bajo la Ley. Así que yo no estoy bajo la maldición de la Ley.” Pero con respecto a esto dice el apóstol Pablo en Rom. 2:14-15: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. Así que, aun los gentiles estamos bajo la Ley y su maldición. Esta es la mala noticia que nos da Pablo aquí en Gál. 3:10-12. Sin embargo, ahora nos va a dar una buena noticia en los vv. 13-14.
Leamos juntos el v.13. Aunque todos estábamos bajo la maldición de la Ley, Cristo nos redimió de ella. La palabra “redimió” nos lleva a la idea de la esclavitud. En el Antiguo Testamento, si una persona adquiría una deuda muy grande que no podía pagar, se vendía a sí misma como esclavo a su acreedor hasta pagar la deuda. Pero otra persona podía rescatar al esclavo pagando su deuda. Esto es lo que significa redención: liberar a un esclavo pagando el precio de su deuda. Cristo hizo esto por nosotros. Él pagó nuestra deuda con la Ley, que nos había hecho esclavos del pecado. Y “no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1Pe. 1:18-19). Jesús pagó el precio completo de nuestra redención al derramar toda Su sangre en la cruz.
Pero Pablo va mucho más allá aquí en el v.13. Él dice que Cristo fue “hecho por nosotros maldición”. Para librarnos de la maldición de la Ley, Cristo mismo se hizo maldición, pues “Maldito todo el que es colgado en un madero”. Aquí Pablo está citando Deu. 21:23. Según la Ley, todo hombre que era colgado en un madero era maldito por Dios. ¿Alguna vez te preguntaste por qué Jesús tuvo que morir en una cruz? ¿Por qué no fue apedreado, decapitado o quemado vivo? Porque Jesús tenía que tomar sobre Sí la maldición de la Ley para redimirnos de ella. En Su crucifixión, Jesús sufrió las maldiciones de la Ley en nuestro lugar para redimirnos de ella. Él llevó la maldición que nosotros merecíamos. Tú tenías que morir por tu pecado, pero ya Jesús murió en tu lugar.
¿Para qué? Leamos juntos el v.14. Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham nos alcanzase también a nosotros los gentiles. ¿Y cuál es esa bendición? La justificación por fe. Como Cristo se hizo maldición muriendo en nuestro lugar para redimirnos de la maldición de la Ley, entonces nosotros podemos ser justificados delante de Dios al creer en la muerte redentora de Jesús. Ya el satisfizo la ira de Dios contra nuestro pecado y nos hizo aceptos delante de Dios por Su justicia. ¿Crees tú en la muerte redentora de Jesús? ¿Reconoces que Él murió en la cruz por tus pecados para perdonarte? Entonces, ¿cómo deberías vivir de ahora en adelante? Obedeciendo la Palabra de Dios por agradecimiento y amor a Jesús. Deberías vivir una vida en santidad que agrada a Dios para agradecerle por Su gran amor y gracia al morir en la cruz por ti.
Obviamente esto no lo podemos hacer por nosotros mismos. Pero gracias a la muerte redentora de Jesús también hemos recibido por fe la promesa del Espíritu, es decir, el Espíritu Santo prometido por medio de los profetas, como en Eze. 36:27: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” Dios pone Su Espíritu dentro de los que aceptan por la fe a Jesús como su Salvador, para que nos ayude a vivir vidas santas obedeciendo la Palabra de Dios.
Yo oro para que cada uno de nosotros confiese por la fe a Jesús como su Señor y Salvador, su Redentor. Que, a través de Él, seamos librados de la maldición de la Ley y recibamos la justificación por la fe. Que el poder del Espíritu Santo nos ayude a vivir vidas santas que glorifiquen a Dios. Y que, al vivir de esta manera, el Señor nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
ARCHIVOS PARA DESCARGAR
|
[16.Mar.2025]_Dominical-UBF-Panamá_(GAL_3..6-14)-Mensaje.pdf
|
|
[10.Mar.2025]_Dominical-UBF-Panamá_(GAL_3..6-14)-Cuestionario.pdf
|
Hasta ahora se han realizado 0 comentarios...