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Mateo 16:21-28
16:21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.16:22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.
16:23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
16:24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
16:25 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
16:26 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
16:27 Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
16:28 De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
TOME SU CRUZ Y SÍGAME
TOME SU CRUZ Y SÍGAME
San Mateo 16:21-28
V, Clave 16:24 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.”
La semana pasada aprendimos de la confesión de Pedro. Jesús es el Cristo prometido por toda escritura. Esta confesión es la Roca sobre la cual se va edificando la iglesia gloriosa del Cristo Jesús. Y a su iglesia se le otorga las llaves al reino de los cielos de parte del Cristo.
Si la confesión de Pedro fue hecha por su boca, la palabra de hoy se trata de la confesión de la vida misma. La veracidad de nuestra confesión debe medirse por su vida. La confesión de nuestra boca es solo el inicio para dar una vida que Jesús quiere que llevemos. ¿Cuál sería esa vida consecuente a la confesión? ¿Cómo podemos llevar esa vida que el Cristo manda? La palabra de hoy nos responde de eso. Oro que Dios nos ayude a confesar por medio de una vida que el Cristo quiere que llevemos.
Primero, la mira en las cosas de Dios (21-23). Cuando Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, Jesús alabó a Pedro y le reveló del misterio de su iglesia gloriosa y poderosa contra la cual las puertas del Hades no prevaleciesen. Así la confesión de Pedro complació al Cristo. Sin embargo para que tuviera sentido su confesión, Pedro tenía que saber claramente de lo que el Cristo iba a hacer. Pues, ¿Cuál es la obra esencial del Cristo?
Vamos a leer el verso 1 juntos. “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.” Desde ese momento de la confesión, Jesús comenzó a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho, y ser muerto, y resucitar al tercer día. Todo esto que iba a suceder estaba contenido en el corazón de Jesús. Jesús como el Cristo estaba muy consciente de hacia dónde tenía que dirigirse.
‘Era necesario’ quiere decir ‘forzosamente’ o ‘sin posibilidad de evitar’ o ‘si o si’. La obra esencial del Cristo es cargar la cruz y morir en ella, y luego resucitar al tercer día. Es una obra conjunto de ‘morir’ y ‘resucitar’. Pero primero debe cargar su cruz y morir. Para nosotros la muerte del Cristo es muy familiar, pero para los judíos de entonces su muerte era una cosa no aceptable. Los judíos tenían su propio concepto al Cristo. Se esperaba que el Cristo restaurara el reino a Israel en esta misma tierra (Hch.1:6). Pero Jesús no era el Cristo de su esperanza humana, sino era el Cristo que restaura el reino de Dios a su pueblo que busca la salvación de sus pecados. Para esta obra de salvación, le era necesario a morir en la cruz y resucitar al tercer día.
Entonces, ante esta declaración de Jesús, ¿Cómo reaccionó Pedro que había hecho la confesión? Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo “Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!”. Pedro de alguna manera reprendió a Jesús. Parecía que humanamente Pedro pensaba a Jesús en su favor. Pero, Pedro reaccionó así, porque no pudo aceptar a tal Cristo que iba a morir. Su Cristo no tenía que morir, tenía que ser un Cristo que le brindara solo su poder, amor, gracia y gloria, pero sin morir. El éxito y su bienestar era todo lo que necesitaba y esperaba del Cristo. La gracia y gloria sin cruz era cosa que Pedro buscaba. Por lo tanto, no quiso oír de las cosas que el Cristo hablaba y le convino.
¿Qué le dijo Jesús a este Pedro? Leamos el verso 23. “Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” Jesús le dijo ‘¡Quítate de delante de mí, Satanás!’ Pedro quien fue elogiado tanto por Jesús, fue reprendido y humillado hasta ser llamado ‘Satanás’. Pedro no era el mismo Satanás. Y Jesús lo amaba hasta el fin a pesar de su negación de tres veces (Jn 13:1). Pero podemos saber que aún los que confiesan al Cristo puede volverse un tropiezo al Cristo. Jesús reprende a todo lo que hace tropezar su obra de salvación.
‘El tropiezo al Cristo’ viene de la mira. “porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” Si uno pone su mira solo en las cosas de los hombres, puede convertirse en tropiezo al Cristo. Hay que temerlo. Para que no seamos tropiezo al Cristo, nuestra mira debe estar en las cosas de Dios. ‘Las cosas de Dios’ son las cosas que habló Jesús en su declaración; ‘morir y resucitar’. Estos son las cosas prometidas por la Escritura. En este sentido también ‘las cosas de Dios’ son ‘las promesas (palabras) de Dios’.
Con pocas palabras las cosas de Dios es la cruz del Cristo, mientras ‘las cosas de los hombres’ son una vida sin cruz. Jesús fielmente ponía su mira en las cosas de Dios que es su cruz y caminaba con esa vida que Dios el Padre le había encomendado.
Tenemos que revisar en dónde está nuestra mira; en las cosas de Dios o en las cosas de los hombres. Es el asunto de ser entre instrumento precioso de Dios o un tropiezo. Si confesamos que Jesús es el Cristo, tenemos que aprender poner nuestra mira en las cosas de Dios que es una vida con cruz y sus promesas. Si hacemos así como Jesús, podemos ser un instrumento precioso para su obra de salvación, aunque no lo merecemos. Oro que Dios nos ayude a poner nuestra mira en su promesa y la cruz del Cristo.
Entonces, ¿Cuál es poner la mira en las cosas de Dios concretamente y cómo podemos llevar esa vida?
Segundo, si quiere venir en pos de mí (24-28). Tras esta reprensión a Pedro, Jesús dirigió su palabra a todos sus discípulos que le seguían. Vamos a leer el verso 24. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.” Jesús lo dice a todos los que quieren seguirle incluso hasta nosotros.
Uno, niéguese a sí mismo. Los que quieren seguir a Jesús, deben negarse a sí mismo. ‘negarse a sí mismo’ no quiere decir ‘negarse a su existencia misma’, sino ‘negarse a su ego en naturaleza pecaminosa (egocentrismo)’. Nuestro ego ama solo a nosotros mismos y lo que agrada carne como toda comodidad y placer seculares. Nuestro ego naturalmente inclina al pecado y tiende a dejar arrastrado por ello. Por ende, nuestro ego resiste la cruz y va contra el Espíritu de Dios finalmente. Jesús dice con toda seriedad “Niéguese a sí mismo”. Esto es la tarea de cada día. Tenemos que negarnos a este ego o egocentrismo para que nuestro corazón sea centrado en Dios.
Dos, tomar su cruz. Si nos negamos a nosotros mismos, esto es para tomar nuestra cruz que el Cristo nos confía. Jesús aquí dice no “La Cruz”, sino “su cruz”. Nosotros no podemos tomar La Cruz que el Cristo tomó, porque somos pecadores. Pero hay ‘nuestra propia cruz’ que el Cristo quiere que tomáramos. Aunque el Cristo tomó La Cruz y consumió toda demanda para la obra de salvación, quiere continuar su obra a través de los que le siguen. Para esta obra, hay las cruces remanentes. “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia.” (Col.1:24) A través de las cruces que tomamos, Jesucristo quiere continuar su obra de salvación y levantar su iglesia.
“tome su cruz”. ‘cruz’ es lo que no queremos tomar en realidad, porque es lo que cuesta. Por eso, lo llamó Jesús ‘cruz’. La gente dice “Tengo cruz de trabajo”, “Tengo cruz de criar a los niños”, “cruz de salud”, etc. Jesús no los llama ‘cruz’, sino son solo ‘cargas’, porque son las cosas que todos los hombres incluso los incrédulos llevan.
Pero si queremos criar a los niños para el Señor, eso se convierte en cruz, porque tenemos que dar un ejemplo de vida de fe. Si queremos manifestar la gloria del Señor en trabajo, nuestro trabajo se convierte en cruz, ya que debemos negarnos nuestro carácter inmaduro y pecaminoso. Las cruces son las cosas vinculadas a honrar a Dios.
En especial los que siguen a Jesús deben tomar las cruces por la obra de salvación; orar, predicar, enseñar y todo tipo de servicio. Estas cruces requieren un sacrificio de tiempo, esfuerzo y material. Nadie quiere dar un sacrificio significativo sin poder ganar lucros. Pero Jesús nos ordena ‘tome su cruz’. El Cristo nos encomienda ‘distinta cruz’ en nuestro lugar. Según el nivel de nuestra fe y madurez, Jesús nos da una cruz personalizada en amor. El Cristo quiere que tomemos nuestra cruz bien activa y voluntariamente.
Tres, Sígueme. Vamos a leer otra vez el v24. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.” Cuando Jesús dice “niéguese a sí mismo, tome su cruz”, esto no era empujarnos a una vida sufrida y solitaria, sino para poder llegar a la gloria verdadera. Cuando Jesús mandó así a sus discípulos ‘negarse y tomar su cruz’, Jesús llevaba su Cruz adelante y nos dice “Sígueme”. Jesús no evitó su Cruz, sino la enfrentó y la cargó positivamente. Jesús por su humanidad débil, suplicó a Dios que pasara su copa de él (Mt.26:39; Mc.14:36; Lc.22:42). Pero oró así no para evitarla, sino tomarla bien. Solo y cuando seguimos a este Jesús podemos llevar tal vida de negarnos y tomar nuestra cruz diariamente.
‘Nuestra cruz’ es la canal vital para aprender de Jesús. cuando seguimos a Jesús con nuestra cruz, podemos aprender de la manera mejor a Jesús y maduramos a su imagen. Sirviendo a una oveja de Jesús, ¿Cuánto más aprendemos el corazón de Jesús hacia nuestra vida misma? Cuando luchamos a amar a una oveja de Dios, ¿Cuánto más maduramos en su amor de la cruz hacia un pecador? Servir a una persona es una cruz que Jesús nos deja por su última comisión. Y cuando seguimos a Jesús, no solo aprendemos de él, sino también recibimos su sabiduría, consolación, y su fuerza en el Espíritu Santo. Y él mismo nos ayuda a tomar la cruz fácilmente mediante su compañía tan estrecha.
¿Cuál es el efecto de esta vida de seguir a Jesús? El primero esta vida de tomar nuestra cruz nos garantiza ganar nuestra alma. Vamos a leer los versos 25-26. “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará / ¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?” Los que viven una vida negada de sí mismo y tomada de su cruz en fidelidad por causa del Cristo, gana su propia alma en este turbulento mundo y de su pecaminosidad. Solo los que siguen así a Jesús, pueden conservar su vida con seguridad en su gracia, porque el Cristo da su compañía a todos aquellos que ponen su mira en una vida de su cruz.
Y no solo gana salvación, sino también recibirá el pago conforme a sus obras. Leamos el verso 27. “porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” Los que no tomaron su cruz llegarán a la vergüenza, los que tomaron su cruz a media llegarán a poca recompensa con reprensión, pero los que toman su cruz encomendada en fidelidad recibirán el pago incomparable a su hecho en este mundo. “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.” (Apoc. 22:12) “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” (Col.3:23-24) El Cristo es quien quiere dar una recompensa grande en verdad. El recompensar es su deseo de amor.
A veces una vida con nuestra cruz es abrumadora. La lucha parece larga, porque es una lucha día a día. Pero en este asunto no hay punto medio, ni comprometerse con la carne, menos retroceder. Miremos a Jesús y decidamos llevar una vida de cruz activamente. Mejor dicho, decidamos a vivir y morir con nuestra cruz. No nos demos por vendido por nuestro cansancio, sigamos dando nuestra vida en orar, amar, servir, y abrazar todas aquellas cruces que el Cristo nos confía. Jesús quien considera y mide todo nos ayudará a hacerlo más que bien para su eterna gloria. Amén.
En conclusión, las cosas de Dios es negarse a sí mismo, tomar su cruz que Jesús le confía y seguirle a él. Jesús mismo puso su mira en la cruz y la tomó voluntaria y activamente en obediencia a Dios. Jesús abrazó su cruz y murió en ella. Este Jesús quiere que hagamos lo mismo como él. Cuando hacemos así, nuestro Dios el Padre dará el pago justo a cada uno de nosotros conforme a nuestras obras. Oro que podamos llevar una vida con cruz cada día para poder experimentar su recompensa gloriosa tanto en el reino de Dios como en este mundo. Amén.
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