Gálatas 3:1-5
3:1 ¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?3:2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3:3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
3:4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano.
3:5 Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
¿COMENZANDO POR EL ESPÍRITU VAS A ANDAR EN LA CARNE?
Buenos días. Después de defender su autoridad apostólica y de demostrar cómo los apóstoles en Jerusalén respaldaron tanto su ministerio como el evangelio que predicaba en los capítulos 1 y 2, Pablo pasa a refutar las enseñanzas de los judaizantes en Galacia en los capítulos 3 y 4. Para ello, utiliza tanto la experiencia de los propios gálatas, como ejemplos y enseñanzas del Antiguo Testamento. En el mensaje de hoy solo alcanzaremos a cubrir los primeros cinco versículos del capítulo 3, donde Pablo expone su primer argumento en contra de los judaizantes Este argumento se basa en la experiencia de los gálatas, quienes, al recibir el Espíritu Santo, no lo hicieron por las obras de la Ley, sino por escuchar el evangelio y creerlo con fe.
Veremos en este mensaje cómo Pablo reprocha fuertemente a los gálatas y les hace una serie de preguntas para invitarlos a la reflexión. Para que ellos mismos respondan y se den cuenta de que habían comenzado en el Espíritu, pero ahora estaban andando en la carne. Y que, si seguían así, todo lo que habían padecido hasta ese momento sería en vano. Yo oro para que cada uno de nosotros también pueda reflexionar hoy en su propia vida de fe: ¿Estamos andando en el Espíritu o en la carne? Y si estamos andando en la carne, que podamos arrepentirnos de todo corazón y volvamos al Señor para andar en el Espíritu. Y que, al andar de esta manera, podamos glorificar a Dios y Él nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
I.- ¡Oh insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad? (1)
Leamos juntos el v.1 por favor. Pablo comienza este pasaje bíblico regañando fuertemente a los gálatas: “¡Oh gálatas insensatos!”. La RVR60 parece suave en su traducción, ya que la palabra griega que se usa aquí, anóetos, significa literalmente: “ininteligente”, “sin entendimiento” o “sin razonamiento”. Lleva la idea de alguien que no razona correctamente o que carece de inteligencia. Entonces, Pablo está diciendo que los gálatas parecían bobos o tontos por andar prestándole atención a los judaizantes. Nuestros hermanos colombianos dirían: “Usted sí es mucho bobo, ¿no?” Aunque, obviamente, las palabras de Pablo son mucho más serias y cargadas de un peso espiritual profundo, ya que su intención es confrontar a los gálatas por desviarse del evangelio de la gracia y añadir al evangelio el cumplimiento de las obras de la Ley.
Leamos nuevamente el v.1b. La palabra griega que se traduce en la RVR60 como “fascinar” tiene la idea de poner a alguien bajo un embrujo o un hechizo. Pablo pregunta a los gálatas quién los hipnotizó, embrujó o engatusó para dejar de obedecer a la verdad del evangelio que él les había predicado aproximadamente un año antes. Cuando Pablo les predicó el evangelio, no les dijo que tenían que circuncidarse o guardar las leyes dietéticas para ser salvos; él les dijo que si creían en Jesús como su Señor y Salvador, serían salvos por esa fe. En su evangelio, Pablo les presentó a los gálatas a Jesús crucificado como la única esperanza de salvación. De hecho, la palabra griega que Pablo utiliza aquí, traducida como “presentado claramente”, contiene la idea de mostrar una imagen o un retrato vívido. En otras palabras, Pablo les estaba diciendo a los gálatas que, al predicarles el evangelio, él los llevó al Calvario y les mostró a Jesús crucificado, ensangrentado, muriendo por sus pecados.
Pablo se maravilla de que tan pronto se hayan olvidado de esa “visita” al Calvario, y que hayan aceptado la idea de que la muerte de Jesús por sí sola no es suficiente, sino que necesitan agregar algo más para su salvación. Como concluyó en el capítulo 2 diciendo: “pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gál. 2:21). “¡Gálatas cabezones! ¿No es suficiente la muerte de Jesús para perdonar todos nuestros pecados? ¿Quién los engatusó para que dejaran de creer en la eficacia de la muerte de Jesús en la cruz para salvarnos y los convenció de que debían guardar la Ley para ser aceptos delante de Dios?”
Como les mencioné en la introducción, en los vv. 1-5 Pablo plantea varias preguntas, sin responderlas, con la idea de que los gálatas las contestasen por sí mismos. La primera pregunta en el v.1 es “¿quién os fascinó?” ¿Quién los engatusó? (BLPH). Con esta pregunta Pablo quería hacerlos reflexionar profundamente sobre quiénes eran los responsables de que se desviaran de la verdad del evangelio. ¿Quiénes los habían engañado de esa manera? ¡Los judaizantes! Ellos eran los que no conocían bien el evangelio y estaban arrastrando a los gálatas en su error.
Muchos cristianos hoy en día tampoco andan conforme a la verdad del evangelio. Unos, al igual que los gálatas, prestan oído a gente que no conoce bien el evangelio o que lo tuerce a su conveniencia. Otros, no escuchan a sus pastores y prefieren vivir como mejor les parece. La mayoría son embelesados por los medios de comunicación, que los mantienen adormecidos espiritualmente. Pasan más tiempo frente a una pantalla, consumiendo cualquier cosa que les entretenga, que ante la Biblia o en oración, buscando conocer la voluntad de Dios para sus vidas. ¡No sean insensatos! ¡No se dejen fascinar por este mundo! ¡Obedezcan a la verdad del evangelio! Amén.
II.- ¿Por las obras de la Ley, o por el oír con fe? (2-5)
Leamos ahora juntos el v.2, por favor. La segunda pregunta de Pablo es contundente y destruye el argumento de los judaizantes: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” En la iglesia primitiva, cuando una persona confesaba a Jesús como el Cristo y recibía el Espíritu Santo, esto solía manifestarse a través de un don espiritual visible, como señal externa de que realmente había nacido de nuevo y se había convertido en cristiana. Así que la pregunta de Pablo podría leerse también de la siguiente manera: “¿Se convirtieron en cristianos por las obras de la Ley, o por el oír el evangelio con fe?” Pablo quería que los gálatas meditaran si ellos habían recibido el Espíritu Santo en su conversión por medio de la fe o por cumplir las obras de la Ley, como la circuncisión, por ejemplo.
Hoy en día, la conversión de una persona al cristianismo raramente viene acompañada de un don espiritual extraordinario, como el hablar en lenguas o profetizar. En la iglesia primitiva, esas manifestaciones tenían un propósito específico: autenticar el mensaje del evangelio y establecer la autoridad divina de los apóstoles y líderes en una iglesia que apenas estaba naciendo. Al ser un tiempo fundacional, esos dones extraordinarios servían como señales de que Dios estaba obrando poderosamente y que el mensaje de Jesús era verdadero. Pero ahora, el fundamento ya está puesto y tenemos la Biblia completa, así que el Espíritu Santo opera de manera diferente en el creyente. Algunos incluso creen que esos dones extraordinarios, como las lenguas y los milagros de sanidad, fueron específicos de la era apostólica, y que ahora Dios obra principalmente a través de dones espirituales más “ordinarios”, como la enseñanza, el servicio, la fe y la administración.
Lo que sí es cierto es que, todavía hoy, cuando una persona confiesa a Jesús como el Cristo, como su Señor y Salvador, igualmente recibe el Espíritu Santo porque “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Rom. 8:9). “y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1Co. 12:3). Asimismo, Pablo escribe: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efe. 1:13-14). Así que, para ser verdaderos cristianos, debemos tener el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, morando en nosotros. Es a través de Él que podemos confesar que Jesús es el Señor. Este Espíritu Santo es el sello y el adelanto de la promesa del reino de Dios en nuestras vidas.
Pablo había sido testigo de cómo los gálatas habían recibido el Espíritu Santo, así que no había duda alguna en su mente de que ellos habían recibido el Espíritu Santo. Por eso les pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” Dejando nuevamente la pregunta sin contestar para que ellos mismos reflexionen y lleguen a la respuesta. ¿Y cuál sería su respuesta? “Por el oír con fe”. Porque cuando Pablo les predicó, nunca les dijo que tenían que guardar las obras de la Ley, ni estaban ellos guardándolas cuando recibieron el Espíritu Santo.
Ya que no hay una señal externa extraordinaria hoy en día, no hay certeza del momento exacto en que una persona recibe el Espíritu Santo. Pero por el cambio de vida y el fruto que está dando la persona, uno puede tener una idea de si ha nacido de nuevo o no. Yo no puedo ver sus corazones, solo Dios sabe si ustedes han nacido de nuevo. Pero mi oración siempre será que el Espíritu Santo venga a morar a sus corazones y los lleve al arrepentimiento y a vidas que glorifican a Dios sirviendo la misión. Amén.
Leamos juntos el v.3, por favor. Pablo no podía creer con cuánta facilidad habían sido engañados los gálatas, así que hizo una pregunta retórica para reprenderlos por su necedad: “¿Tan necios sois?” Y, sabiendo Pablo que los gálatas recibieron el Espíritu por la fe, les pregunta: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” Ellos habían comenzado su vida de fe en el Espíritu, pero al tratar de agregar las obras de la Ley, acabarían en la carne. ¿Y qué significa aquí “la carne”? La carne es nuestro viejo ser pecaminoso que no se sujeta a la voluntad de Dios porque no puede a causa de su pecaminosidad (Rom. 8:7). La carne es el “yo” independiente de Dios, tan enamorado de su autodeterminación que no se somete a la autoridad absoluta de Dios.
Pero no crean, amados hermanos, que la carne siempre luce malvada. En su forma irreligiosa, hace alarde de su insubordinación a Dios en la inmoralidad, la idolatría, la envidia, la embriaguez y cosas por el estilo, que veremos en Gál. 5:19, donde se describen las obras de la carne. Pero en su forma religiosa, la sutileza de su insubordinación puede manifestarse en el pensamiento de que el crecimiento espiritual es por las obras que hacemos. Pensamos que las disciplinas espirituales nos hacen más aceptos delante de Dios. Y que quienes no las practican como nosotros, no son tan santos como nosotros. Los cristianos carnales son los cristianos legalistas. Aquellos que no entienden las palabras de Jesús: “porque separados de mí nada podéis hacer.” (Jua. 15:5). ¡Jesús es la vid y nosotros los pámpanos! ¡Las disciplinas espirituales son para mantenernos pegados a la vid, no para crecer como vides independientes! En el momento en que pensamos que somos cristianos mejores que otros, o que juzgamos a los otros, estamos andando en la carne y no en el Espíritu.
Ya habrán notado que el v.3 está dirigido a los ya habían comenzado en el Espíritu, es decir, a los cristianos. Está escrito para nosotros que comenzamos hace algún tiempo y ahora estamos en grave peligro de tratar de vivir la vida cristiana de una manera que anula la gracia y conduce a la destrucción. El punto aquí es que debes continuar en la vida cristiana de la misma manera en que la comenzaste. Ya que comenzamos por la obra del Espíritu, debemos seguir confiando en el Espíritu. El problema está en creer que uno comienza la vida cristiana por la fe, y luego crece en la vida cristiana por las obras, es decir, recurriendo a nuestras propias fuerzas para contribuir de alguna manera en nuestra salvación o en nuestra santificación. Tanto la salvación como la santificación son obras del Espíritu Santo en el creyente. Lo que nosotros hacemos a través de las disciplinas espirituales es limitar al viejo hombre para someternos al Espíritu.
Una forma moderna de este pensamiento es: “Dios dice: ‘Ayúdate que yo te ayudaré’.” ¿Dónde está eso en la Biblia? ¡En ningún lado! Si te crees eso como forma de avanzar en la vida cristiana, has puesto las obras donde debe estar la fe. La fe es la única respuesta a la Palabra de Dios que deja espacio para que el Espíritu actúe en nosotros y a través de nosotros. La carne, por el contrario, es el ego insubordinado y autodeterminado que, en las personas religiosas, responde a la Palabra de Dios no con la confianza en el Espíritu, sino con la confianza en sí mismo. Puede producir una moral muy rigurosa, pero anula la gracia de Dios y es negligente a la cruz de Cristo.
Hermano, te pregunto: ¿Has recibido el Espíritu Santo? ¿Es Jesús realmente tu Señor? ¿Estás andando en el Espíritu, conforme a la voluntad de Dios? O, ¿andas conforme a la carne, haciendo tu propia voluntad? ¿Has sido realmente crucificado con Cristo y no vives más tú, mas vive Cristo en ti? ¿Cómo se manifiesta esto en tu vida?
Si vienes el domingo a la iglesia, y luego pasas toda la semana sin orar, sin leer la Biblia, sin estudiarla con tu pastor, sin escribir testimonio bíblico, sin predicar el evangelio a otros, sin servir a otros en amor; gritándole a tu esposa, a tu esposo, a tu papá, a tu mamá, al vecino; mirando pornografía, o mirando con lujuria a otros hombres o mujeres en la calle, en el Instagram, o en WhatsApp; o si andas vagueando en tu trabajo o en la escuela, en lugar de cumplir con tus responsabilidades; déjame decirte que, lamentablemente, andas en la carne. Y, aunque hayas hecho la oración de fe y hayas aceptado a Jesús como el Cristo; aunque tengas muchos años viniendo a la iglesia; aunque hagas muchas buenas obras en tu vida; aunque hayas empezado en el Espíritu; vas camino a acabar en la carne. Así que mi llamado hoy es: ¡Arrepiéntete! ¿Tan necio eres? ¿No ves que vas por mal camino?
¡Vuelve a tu primer amor! ¿No te acuerdas cómo empezaste? Venías a la iglesia cada domingo porque querías aprender más de Dios y compartir con los hermanos la gracia que hemos recibido. Tenías estudio bíblico cada semana porque tenías mucha hambre espiritual y querías conocer más a Dios, ¡hasta dos estudios bíblicos a la semana querías tener! Escribías testimonio bíblico con arrepentimiento fielmente cada semana, y tenías el deseo de dejar la vida pecaminosa que llevabas y crecer en santidad. Comías Pan Diario todos los días. No querías salir de tu casa sin tener la Palabra de Dios en tu corazón y sin pasar un tiempo con tu Padre Celestial en oración. Ibas a la Universidad de Panamá a pescar porque querías llevar el evangelio que habías recibido a los estudiantes. ¿Qué pasó? ¿Quién te fascinó para no obedecer a la verdad? ¡Arrepiéntete! ¡Vuelve a vivir según el Espíritu! Amén.
Leamos juntos el v.4, por favor. La siguiente pregunta de Pablo llama a la reflexión a los gálatas acerca de los sufrimientos que habían padecido. Al aceptar a Jesús como el Cristo, empezaron a sufrir persecución tanto de los judíos como de sus compatriotas gentiles. Ellos habían padecido mucho por confesar con fe que Jesús es el Cristo. Si ellos desde un principio se hubiesen circuncidado y hubiesen guardado las obras de la Ley, seguramente los judíos no los habrían perseguido, sino que los habrían ayudado a integrarse en la comunidad judía. Así que, judaizándose ahora, todo lo que habían padecido de los judíos era en vano. Pero no solamente en eso. Si no que, anulando la gracia de Dios con su carnalidad, iban camino a la condenación, así que lo que habían padecido en un principio por causa de Cristo sería vano también.
De la misma manera, amados hermanos, si empezamos en el Espíritu y terminamos en la carne, todos los sufrimientos que hayamos padecido por Cristo, las privaciones y todo el trabajo que hayamos hecho en el Señor, serían vanos. Nada de eso nos valdrá para el Día del Juicio. Aunque nos hayamos congregado durante cuarenta años, aunque hayamos evangelizado a mucha gente, aunque hayamos servido a muchos en el nombre de Jesús, nada de eso podrá ayudarnos ese día si no hemos nacido de nuevo y andamos en el Espíritu. Ya nos lo advirtió el Maestro: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mat. 7:22-23). ¿Quieren escuchar al Señor decir: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”? Entonces, ¡andemos en el Espíritu! ¡Andemos conforme a la verdad del evangelio! Andemos conforme a la voluntad de Dios.
Pablo muestra su esperanza en el arrepentimiento de los gálatas al recibir esta carta al decir al final del v.4: “si es que realmente fue en vano.” Él se negaba a creer que la obra del Señor en Galacia había sido en vano. Él tenía esperanza en su corazón y la fe en el Señor, de que los gálatas se arrepentirían al leer la carta y andarían en el Espíritu, y sus padecimientos no serían en vano. De la misma manera, yo estoy persuadido de “que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Flp. 1:6). Oro para que el Espíritu Santo les ayude a perseverar en la fe y a crecer cada día en la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Leamos ahora juntos el v.5, por favor. Esta pregunta es muy similar a la del v.3. La diferencia es que, en el v.3, Pablo habla de la obra del Espíritu Santo al inicio de la vida de fe, mientras que en el v.5, trata sobre la ministración del Espíritu en medio de la congregación. El Espíritu Santo otorgaba dones y hacía milagros en las iglesias en Galacia como testimonio de que el mensaje predicado era la Palabra de Dios. Pero, esos dones y milagros no provenían del cumplimiento de las obras de la Ley, sino por el oír el evangelio con fe. Desde antes de la llegada de los judaizantes, el Espíritu Santo ya ministraba en las iglesias de Galacia. Esto era una señal clara de que el cumplimiento de la Ley no era un requisito ni para la salvación ni para la aceptación ante Dios.
Alguno podría pensar que en nuestra iglesia no existe una señal así de clara de la ministración del Espíritu Santo. Aquí no hablamos en lenguas, ni se sanan enfermos, ni se echan fuera demonios. ¿Por qué? Yo les pregunto a ustedes: ¿El mensaje que predico los domingos es Palabra de Dios? Eso ya es un milagro en estos días, porque en muchas iglesias se está predicando cualquier cosa, menos la Palabra de Dios. Además, esto solo es posible por el Espíritu Santo. Así que es una evidencia de la ministración del Espíritu Santo en medio de nosotros. ¿Reciben ustedes la Palabra de Dios y se arrepienten por medio de los estudios bíblicos? Esa es otra señal de la ministración del Espíritu en nuestra iglesia. Es imposible que nadie se arrepienta sin la acción del Espíritu Santo en su vida. Y eso me lleva a la siguiente pregunta, ¿creen ustedes y confiesan que Jesús es el Cristo? Entonces el Espíritu Santo está ministrando en medio de nosotros.
Yo oro para que cada uno de nosotros confiese a Jesús como su Señor y Salvador. Que recibamos el Espíritu Santo en nuestras vidas al poner nuestra fe en Jesús. Que andemos cada día en el Espíritu, de modo que se manifieste en nosotros el fruto del Espíritu Santo que es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gál. 5: 22-23). Que el poder del Espíritu Santo nos capacite para vivir vidas santas que glorifiquen a Dios, y que Él nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
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