Gálatas 2:15-21
2:15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,2:16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.
2:17 Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.
2:18 Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
2:19 Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.
YA NO VIVO YO, MAS VIVE CRISTO EN MÍ
Buenos días. La semana pasada aprendimos cómo Pablo confrontó a Pedro por llevar al resto de los cristianos de trasfondo judío en Antioquía a no andar conforme a la verdad del evangelio. Vimos lo que significa andar conforme a la verdad del evangelio, que básicamente es esforzarnos en la gracia de Dios. Implica saber que la salvación es por gracia, un regalo de Dios; y que las disciplinas espirituales son para nuestra santificación (no para nuestra salvación), y nos ayudan a vivir en la gracia que nos ha sido dada. También aprendimos qué llevó a Pedro y a los hermanos de trasfondo judío a no andar conforme a la verdad del evangelio: el miedo (v.12), la hipocresía (v.13) y el legalismo (v.14). Estas son las cosas que debemos evitar para poder andar conforme a la verdad del evangelio.
Yo oro para que ninguno de nosotros viva en temor, en hipocresía, ni en legalismo, sino que andemos cada día conforme a la verdad del evangelio. Y que defendamos la verdad del evangelio contra las perversiones que se pretenden introducir en la iglesia de Cristo. Que viviendo así el Señor nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
Hoy aprenderemos la enseñanza que el apóstol Pablo quería dar a partir del incidente que tuvo con Pedro en Antioquía y que explica magistralmente cómo opera la justificación por la fe en el creyente. No es del todo claro si esta es una continuación de las palabras de Pablo a Pedro, es decir, si esto es parte de su confrontación. Podría ser. Lo que sí es cierto es que este pasaje bíblico aclara sin lugar a dudas que “por las obras de la ley nadie será justificado.” (v.16), sino que la única forma de ser declarado justo delante de Dios es a través de la fe en Jesucristo. Y para esto tenemos que ser crucificados juntamente con Cristo, y que no vivamos más nosotros, sino Cristo en nosotros.
Yo oro para que cada uno de nosotros aceptemos verdaderamente a Jesús como nuestro Señor y Salvador, y que al hacer esto declaremos al unísono con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (v.20). Que nuestro viejo ser pecaminoso sea crucificado juntamente con Cristo, y que una nueva vida santa en Cristo se manifieste en nosotros, de forma tal que todos los que nos vean glorifiquen a Dios en nosotros. Y el Señor use nuestras vidas santas para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Amén.
I.- Nadie es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo (15-17)
Leamos juntos el v.15 por favor. Desde el punto de vista de los judíos, había dos tipos de personas en este mundo: Los judíos de nacimiento, que guardaban la Ley y las tradiciones judías; y los gentiles pecadores, que eran transgresores de la Ley. Como los gentiles no eran parte del pueblo escogido de Dios, y por ende no eran circuncisos ni guardaban la Ley de Moisés, entonces eran automáticamente pecadores. La palabra “pecadores” aquí tiene el sentido de transgresores de la Ley. Pablo no está diciendo aquí que los judíos no sean pecadores, sino que él, Pedro, y los otros cristianos de trasfondo judío allí, como judíos kosher, no eran culpables de la flagrante y constante negligencia de las leyes dietéticas judías. En cambio, los gentiles estaban automáticamente en la categoría de “pecadores” en el sentido de que no conocían ni guardaban la Ley ni las tradiciones judías. Pablo está asumiendo hipotéticamente la perspectiva de los judaizantes para luego refutarla.
La realidad es que todos somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios (Rom. 3:23). Puedo decir con toda certeza que todos los que estamos aquí somos pecadores. La diferencia está en si somos pecadores redimidos o no. Vamos a aprender en este pasaje bíblico que un pecador redimido es aquel que ha sido crucificado juntamente con Cristo y en el cual vive Cristo por la persona del Espíritu Santo. Eso hace una diferencia muy grande. Los pecadores redimidos son justificados delante de Dios por la justicia de Cristo. Seguimos siendo pecadores. Seguimos luchando con el pecado cada día, algunas veces cayendo en él y teniendo que arrepentirnos, pero somos aceptos delante de Dios a causa de Su Hijo. Pero los pecadores no redimidos no son aceptos delante de Dios. Están destituidos de la gloria de Dios. No podrán entrar en el Reino de los Cielos. Les ruego entonces que escuchen muy atentamente el mensaje de hoy y que se acerquen a la Cruz de Cristo y sean crucificados juntamente con Él. Amén.
Leamos el v.16 por favor. Después de asumir hipotéticamente la perspectiva de los judaizantes, Pablo expresa algo que todos ellos también entienden y aceptan. Todos ellos sabían que “el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo” y por eso habían creído en Jesucristo para ser justificados por Él. Este es la primera vez que el apóstol Pablo usa en esta carta la gran palabra griega dikaioo que se traduce como “justificado”. Según el teólogo australiano Leon Morris esta palabra representa un concepto legal. “La persona que está ‘justificada’ es el que obtiene el veredicto en un tribunal de justicia. Se utiliza en un sentido religioso, significa conseguir un veredicto favorable ante Dios el día del juicio.”
Pablo sabía que incluso un judío estrictamente observante de la Ley como él era, nunca podría ser considerado justo delante de Dios por las obras de la Ley. Pues siempre fallaría transgrediendo algún punto de ella. Por eso, él, Pedro, Bernabé, y todos los cristianos de trasfondo judío que estaban allí, tuvieron que acudir con fe a Jesús para ser justificados delante de Dios. Y Pablo sí que quiere enfatizar este punto, pues usa una técnica discursiva judía de repetición lógica en este versículo, que en español suena bastante cacofónica. Sin embargo, él quería dejar bien en claro su punto: “el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo”.
Leamos ahora juntos el v.17. Los hermanos en Antioquía andaban conforme a la verdad del evangelio sabiendo que la justificación venía solamente por la fe en Jesucristo. Así que ellos no guardaban las leyes dietéticas ni obligan a los incircuncisos a circuncidarse. Así vivía también Pedro entre ellos antes de que llegasen los hermanos judíos desde Jerusalén. Pero por hacer esto, los judaizantes los catalogaban como “pecadores”, lo mismo que los gentiles, porque no guardaban las leyes kosher y comían con incircuncisos. Así que Pablo va a desafiar la lógica de este argumento mostrando a la conclusión que éste llevaba: ¡Cristo sería un ministro de pecado!
Si la justificación es solamente a través de la fe en Jesucristo, entonces no sería necesario guardar las leyes y tradiciones judías, porque éstas no pueden justificar a nadie, ¿cierto? Así que por Jesucristo ya no es necesario guardar la circuncisión y las leyes dietéticas porque éstas no nos pueden justificar delante de Dios, ¿cierto? Pero si no guardar estas cosas te hace pecador, entonces Cristo es un ministro de pecado, porque está llevando a los judíos que creen en él a dejar de guardar las leyes kosher y a sentarse a comer con los gentiles incircuncisos que no guardan las leyes dietéticas tampoco, ¿verdad? ¡De ninguna manera! Cristo no es un ministro de pecado porque no es pecado dejar guardar estas leyes y costumbres judías.
Amados hermanos, Jesús no vino a abolir la Ley ni los profetas, sino a cumplirlos (Mat. 5:17). Cuando dice que vino a cumplir la Ley, se refiere a completar su propósito y darle su verdadero significado. Él vivió una vida perfecta, sin pecado, y cumplió todas las exigencias de la Ley. Al hacerlo, mostró que la Ley no era un fin en sí misma, sino que señalaba la necesidad de un Salvador, y Pablo va a explicar esto al final del cap. 3. Jesús cumplió la Ley para que, a través de Su sacrificio y resurrección, aquellos que creen en Él puedan ser justificados por la fe y no por las obras de la Ley. En este sentido, ya no es necesario que los creyentes cumplan la Ley para ser justificados, porque Jesús lo hizo en su lugar. Pero esto no lo hace ministro de pecado, sino ministro y mediador de un nuevo y mejor pacto. (Heb. 8:6). Amén.
II.- Pablo crucificado juntamente con Cristo (18-21)
Leamos juntos el v.18 por favor. Después de demostrar lo ilógico que era el argumento de los judaizantes con respecto a ser considerados pecadores por no guardar las leyes dietéticas y la circuncisión, Pablo aclara que más bien se haría transgresor o pecador si volvía a edificar las cosas que había destruido. Y, ¿qué había destruido Pablo? El sistema falso de salvación por medio del legalismo, destruido mediante la predicación de la salvación solo por gracia y solo mediante la fe. El apóstol Pablo ya había vivido un tiempo guardando celosamente la Ley y las tradiciones de sus padres, pero esto no le había ayudado a alcanzar la justificación delante de Dios. Así que cuando tuvo su encuentro personal con Jesucristo, él destruyó todas estas cosas y las tuvo por basura para ganar a Cristo, para ser hallado en Él, no teniendo su propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe (Flp. 3:8-9).
Si el apóstol Pablo regresara al cumplimiento de la ley como los judaizantes pretendían ― y como Pedro, Bernabé y los otros estaban haciendo ― estaría reconstruyendo la estructura falsa que había destruido previamente, y que jamás lo llevaría a la justificación. Es más, eso lo haría transgresor del evangelio de gracia de Jesucristo. La respuesta de Pablo es sutil, pero brillante. Si tuviera que volver a construir un camino hacia Dios por medio de guardar la ley de Moisés, entonces él mismo se haría un transgresor. En esencia, Pablo dice que hay más pecado tratando de encontrar la aceptación ante Dios por mantener la ley, que el pecado que hay en la vida diaria como un cristiano.
¿En qué sentido hay más pecado tratando de agregar la obediencia de la Ley a mi salvación? En muchos sentidos. Pero quizás el más grande es que se ve a Jesús colgado en la cruz, llevando el castigo que nosotros merecíamos, recibiendo la ira de Dios en nuestro lugar, y le dice: “Muy bien, pero no es suficiente. Su obra en la cruz no será lo suficientemente buena delante de Dios hasta que estén circuncidados y coman kosher”. ¡Qué insulto para el Hijo de Dios! Y ese es precisamente el punto de Pablo en el v.21. Pero antes de llegar ahí, veamos la explicación magistral de Pablo de cómo opera la justificación por la fe en el creyente.
Leamos juntos el v.19, por favor. Pablo dice que ha muerto a la ley. Si él está muerto para la ley, entonces es imposible que la ley sea la forma de justificación para él. Fíjense que no es la ley la que está muerta. La ley refleja, en su contexto, el corazón santo y el carácter de Dios. No había nada malo con ella. “La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” (Rom. 7:12). No es la ley la que murió, sino Pablo murió a la ley. Y, ¿cómo Pablo murió a la ley? “Yo por la ley soy muerto para la ley”. La propia ley ‘mató’ a Pablo. Se le mostró que él nunca podría vivir de acuerdo con la Ley, y cumplir su santo estándar. Durante mucho tiempo, antes de que Pablo conociera a Jesús, él pensó que Dios lo aceptaría por guardar la Ley. Pero llegó al punto en que el realmente entiende la ley ― entendiéndola en la forma en que Jesús la explicó en el Sermón del Monte ― y Pablo se dio cuenta de que la Ley lo hacía culpable ante Dios, no lo justificaba ante Dios. Este sentimiento de culpa ante Dios ‘mató’ a Pablo, y le hizo ver que guardar la Ley no era la respuesta.
El problema de los judaizantes era que no estaban pensando y viviendo como si hubiesen muerto a la Ley. Ellos pensaban que aún estaban viviendo bajo la Ley, y creyeron que guardándola serían aceptos por Dios. Y no sólo estaban viviendo bajo la Ley, sino que querían que los gentiles viviesen bajo la Ley también. Pero Pablo les muestra el camino correcto: Hay que morir a la Ley, “a fin de vivir para Dios.” Cuando Pablo murió a la ley, entonces podría vivir para Dios. Mientras estaba bajo la Ley estaba muerto espiritualmente porque no podía alcanzar el estándar de Dios; pero al morir a la Ley, y confiar en Cristo para su salvación, ahora estaba vivo espiritualmente por la acción del Espíritu de Cristo en él. Y precisamente va a explicar cómo murió a la Ley y cómo vive para Dios en el siguiente versículo.
Leamos juntos el v.20, por favor. ¿Cómo murió Pablo a la Ley? Crucificado juntamente con Cristo. Obviamente, Pablo no estuvo físicamente colgado en la Cruz con Cristo. Él está hablando aquí espiritualmente. Cuando Pablo aceptó a Jesús como su Señor y Salvador, su viejo ser subió a la Cruz con Cristo y fue crucificado juntamente con Él. Cuando una persona mira a la Cruz del Calvario con fe, reconociendo que es un miserable pecador y que Jesús murió en la Cruz por sus pecados, para perdonarlos, se sube a la Cruz con Él y muere allí juntamente con Él. Luego, es sepultado juntamente con Cristo, y resucita con Él como una nueva persona. Este es el simbolismo del bautismo. El creyente es sumergido en las aguas de la muerte y emerge en nueva vida en Cristo. Entonces, al aceptar a Jesús como nuestro Señor y Salvador, ya no somos las mismas personas de antes, sino que ahora somos nuevas criaturas en Cristo.
Y, obviamente, al ser crucificado, ya no vive más la persona, sino que el nuevo hombre tiene el privilegio de que Cristo more en su interior en la persona del Espíritu Santo. Capacitándole con poder de lo alto para vivir en Él. De modo que en su nueva vida no se manifiestan los viejos hábitos y conductas pecaminosas, sino que ahora las obras de Cristo son manifiestas en el nuevo creyente, que va exhibiendo el fruto del Espíritu Santo en su vida.
Este es el proceso de la justificación por la fe. Al poner su fe en Cristo para su salvación, el creyente está unido a Cristo. Todo lo que pertenece a Cristo, Su justicia, Su santidad, Su comunión con el Padre, todo, se transfiere al creyente; y todo lo que pertenecía al creyente, su pecado, su condenación, su debilidad espiritual, todo, se transfiere a Cristo. Esta doble imputación es el corazón de la justificación. En este sentido también, la muerte de Cristo, Su crucifixión, se convierte en la muerte del creyente. Por lo tanto, a través de la muerte de Cristo, el creyente se libera de las exigencias y la maldición de la ley, porque Cristo tomó sobre Sí esa maldición. Es por esto que Pablo dice que fue crucificado con Cristo. Sin embargo, ahora Cristo vive en él. En otras palabras, es el poder del Espíritu Santo que mora en él lo que le permite a Pablo vivir por fe en Cristo, no sus propios esfuerzos por merecer la justificación por la obediencia.
Y todo esto ha sido posible porque Jesús “me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Cuando yo era un sucio y miserable pecador, Jesús me amó y se entregó por mí. Aun antes de que yo naciera, Jesús me amó y se entregó por mí. Aun antes de la fundación del mundo, Jesús me amó y se dispuso a venir al mundo a morir por mí la terrible muerte de cruz. No hay un tiempo en la historia en que Jesús no me haya amado. Pero mi pecado es abominable ante los ojos de Dios, así que Jesús en su amor tuvo que morir de forma cruel y espantosa para pagar el precio de mi pecado, limpiarme y hacerme acepto delante del Padre.
Jesús te ama con profundo amor y murió en la Cruz del Calvario para perdonar todos tus pecados y darte entrada en Su reino. Pero si no te arrepientas de tu vida pecaminosa, y le recibes como Señor y Salvador, no podrás ser justificado por Él. No podrás ser un pecador redimido. ¡Arrepiéntete! ¡Acepta a Jesús como tu Señor y Salvador! Si lo haces podrás confesar junto con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.
Yo oro para que Cristo viva en cada uno de nosotros. Y que el poder del Espíritu Santo nos capacite para vivir vidas santas que glorifiquen a Dios. Y que viviendo así el Señor nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa para Su gloria. Amén.
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M. Juan Carlos Vivas (AR)
( 23 de julio de 2021 )
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