- INICIO
|- MENSAJES
|- CHILE
|- SANTIAGO
|- JOSUE CHUN
Mateo 15:21-28
15:21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.15:22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
15:23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
15:24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
15:25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!
15:26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
15:27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
15:28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
GRACIA DE MIGAJAS
GRACIA DE MIGAJAS
San Mateo 15:21-28
V, Clave 15:27 “Ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.”
¡Gracias a Dios por haber bendecido el paseo en Panquehue ayer! Todos disfrutamos un compartir refrescante junto con nuestros niños por la despedida al hermano Gabriel. Gracias por los hermanos que prestaron un servir de mucho amor y sacrificio con ricas hamburguesas y snack. Que Dios bendiga la vida de Gabriel quien vuelve a Venezuela tras un año de estadía en Chile.
La palabra de hoy es de una obra que hizo Jesús con una mujer cananea. No es una sanación entre muchas, sino era una obra notable dónde fue manifiesta una clase fe de mujer que conmovió el corazón de Jesús. Oro que Dios nos ayude aprender qué clase de fe tenía esa mujer cananea que conmovió a Jesús.
I. SILENCIO Y RECHAZO DE JESÚS (21-26)
Los fariseos se ofendieron, cuando Jesús regañó su hipocresía de invalidar los mandamientos de Dios por las tradiciones del hombre (15:6-11). Quizás Jesús no quiso que su ministerio mesiánico fuera obstaculizado innecesariamente por los lideres religiosos ofendidos. Jesús salió de allí y se fue a la región de Tiro y de Sidón, tierra extranjera dónde no había los fariseos que perseguían, ni la multitud. Allí los discípulos podían tomar vacaciones junto con Jesús.
Sin embargo, aún allí hubo alguien que interrumpió esa vacación. ¿Quién fue esa persona? En el verso 22, Una mujer cananea de esa región vino a Jesús. La mujer cananea era de un pueblo que era un objeto de juicio de Dios cuando la tierra de Canaán fue conquistada por Josué y el pueblo de Israel. Ella no tenía que ver nada con la casa de Israel.
Ella se le acercó a Jesús no de manera noble o tranquila, sino desesperada y ruidosa. Le gritó a Jesús, diciendo “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.” Es interesante oír decir ‘Hijo de David’ de la boca de una extranjera. ‘Hijo de David’ era un nombre simbólico del ‘Mesías’. Ella, siendo extranjera, reconoció que Jesús es el Cristo prometido de la Escritura de Israel. En este sentido, ella era una mujer educada de ocupar un termino correcto en clamar.
Su hija era gravemente atormentada por un demonio. No sabemos cómo fuera la situación de su hija. Pero sabemos que el corazón de madre habría sido roto y más atormentado que su hija sufrida. Aparte del dolor de este mujer, notemos que la obra de un demonio es atormentar y destruir. El demonio no hace diferencia de edad y género. Dónde no hay el reinado verdadero de Dios, los demonios hacen cosas de destrucción de su manera sutil sin ninguna piedad. Sobre todo a los vulnerables como niños, mujeres y los de corazón frágil, así como a los hijos de Dios hacen su obra de destruir la imagen de Dios que se encuentran en ellos. Por lo tanto, apóstol Pedro advirtió, diciendo “Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” (1 Pe 5:8)
¿Cómo le respondió Jesús entonces? Como el verso 23 dice, ‘Jesús no le respondió palabra’. Jesús no le prestó atención. ¡Qué extraño es que Jesús el Señor de misericordia no responde a una persona tan sufrida y atribulada? Primero que nada sepamos que Jesús no es un solucionador de los problemas. Jesús no existe para dar todo lo que quiere uno, sino para cumplir su voluntad en todo y manifestar la gloria de Dios mediante su obra. Y creamos que aún cuando Jesús anda en silencio, es una respuesta necesaria para los que le claman. Jesús es quien considera todo y hace su obra según su deseo y tiempo. Jesús es quien escucha todo y prepara algo mejor para nuestro bien.
Pero acercándose sus discípulos, le rogaron diciendo, “Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros.” Sus discípulos quisieron que Jesús respondiera lo antes posible para que pudieran pasar un tiempo de tranquilidad. Pero Jesús les respondió. “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” (24) Hablando humanamente, Jesús rechazó el clamor de esa mujer. Jesús, naciendo en Belén como la descendencia de David, hacía su ministerio en Israel, entre la descendencia de Israel quienes tenían conocimiento de la palabra de Dios. Es verdad, Jesús fue enviado primero a los judíos quienes recibieron la Promesa. Pero también Jesús había atendido a una mujer samaritana (Jn. 4:1-24), a los endemoniados gadarenos (Mt. 8:28-34), al siervo de un centurión (Mt. 8:5-13). En verdad Jesús es el Cristo tanto para los judíos como para los gentiles (Rom. 1:16; 2:9-10). Para Dios no hay acepción de personas. Pero este rechazo de Jesús no refleja una discriminación humana, sino se refiere que hay un orden en la obra de salvación. Jesús fue enviado primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Sin duda esta respuesta fue una prueba fuerte para esa mujer. Pero ella no desistió de rogar, sino vino y se postró ante Jesús, diciendo “¡Señor, socórreme!” Sin embargo, ¿Qué le dijo Jesús a ella? Vamos a leer el verso 26. “Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perros.” ¡Wau, qué palabra tan fuerte es esta para una mujer! ¡Jesús le llamó como una perra! ¡Qué extraño! El creador de esta mujer le llama perra. Jesús, conocido por su compasión hacia los necesitados, refiriéndose a esta mujer en necesidad de una manera que parece despectiva.
Es importante tomar en cuenta que en aquella época los perros no eran tenidos como mascotas. En antiguo testamento, se usaba el término ‘perro’ a los pecadores abominables. “No traerás la paga de una ramera ni el sueldo de un perro a la casa del Señor tu Dios para cualquier ofrenda votiva, porque los dos son abominación para el Señor tu Dios” (Dt. 23:18). Aquí a lo que se está refiriendo el término perro es a un homosexual.
En los tiempos de Jesús, los judíos llamaban perros a los gentiles. En alguna ocasión, hablándoles a judíos, Jesús dice: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen” (Mt. 7:6). ‘lo santo’ es ‘la palabra de Dios’ y ‘los perros’ son ‘los que no siguen y creen a ella’. Apóstol Pablo también dijo. “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los que mutilan el cuerpo” (Fil.3:2) ‘los perros’ (hombres que no reconocen su acto vergonzoso) son peores que los malos obreros. Esto era el contexto cultural de aquellos días con el termino ‘perro’.
Esta mujer fue llamado y tratado con este nombre ‘perra’. ¡Qué humillante palabra es esta! Si fuera una mujer normal y emocional, puede enojarse mucho de esta ofensa y terminar hasta blasfemar el nombre de Dios. sin embargo, ¿Cómo le respondió esta mujer cananea a Jesús?
II. ELOGIO DE JESÚS (27-28)
Ante tal respuesta dura de Jesús, esta mujer le responde así. Vamos a leer el verso 27. “Ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.” Pongamos atención a esta respuesta sabia. Lo primero ella dijo “Sí, Señor”. Ella reconoció el juicio de Jesús. Reconoció de su humanidad, diciendo “Sí, Señor (Sí, soy como perra ante Jesús, el Cristo)”, es decir ‘soy indigna para rogar la gracia de Dios siendo una mujer pecadora’. Pero no se quedó allí, sino dio otro paso más en fe.
Y añadió, diciendo “pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. ¡Qué palabra tan sabia y prudente es esta! Ella no se dio por vencida en su emoción humana, sino sin perder el control de su emocionalidad, se humilló ante Jesús y pidió la gracia de migajas. Cuando ella dijo de ‘migajas’, se manifestó claramente su fe en la verdad que Jesús es el amo de su vida quien puede echar gracia de migajas. Ella creyó que Jesús es quien no olvida dar la gracia de migajas a los indignos.
¿Cómo reaccionó Jesús a la palabra de esa mujer? Vamos a leer el verso 28 juntos. “Entonces, respondiendo Jesús, dijo: ¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.” La palabra de mujer conmovió profundamente a Jesús quien alabó su fe. “Mujer, grande es tu fe”. Jesús vio la fe de ella con humildad, prudencia y sabiduría. Jesús vio su fe que busca la gracia de migajas y cree que Jesús es el amo de su alma y ella es una pecadora indigna ante él. El propósito de Jesús no era solo sanar, sino que ella tuviera fe en Jesús y su misericordia. Jesús probó su fe y le ayudó a conocer quién es Jesús, para que ella obtuviera la salvación junto con la de su hija.
Aquí rescatemos cuál es la fe grande que conmovió nuestro Señor Jesús.
Primero, una fe en toda palabra. Vamos a leer el verso 27 nuevamente. “Ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.” Ella dijo “Si, Señor”. Ella reconoció lo que dijo Jesús, diciendo “Si, Señor”. Ella aceptó aún una palabra que pareció despectiva a su autoestima como mujer. Cuando dice ella ‘Si, Señor’, ella reconoció que la palabra de Jesús es verdad y no hay dudas en ella. Ella creyó que Jesús es el Señor y el amo de toda vida. Jesús alaba esta clase de fe que dice “Sí, Señor”, aunque parezca dura la palabra de Jesús. Una fe en toda palabra sin reclamos es necesario a los que le buscan a él de verdad (Heb. 11:1).
En San Mateo 8:8, el centurión, un hombre extranjero, le dijo a Jesús, “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará”. Él creyó en el poder de la palabra. Y Jesús alabó su fe en gran manera, diciendo. “De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” Una fe en palabra y en toda palabra es la fe que elogia nuestro Señor Jesucristo.
Como creyente, inclinamos a aceptar y amar las palabras solo agradables selectivamente, diciendo “Si, Señor”, “Amén”. Pero callamos y no respondemos a algunas palabras que cuesta a vivir. Las pasamos por alto sin querer meditarlas, diciendo “No, Señor”. Cuando no hay respuesta conforme a mi apetito o gusto, difícilmente confieso “Si, Señor”. Esta clase de fe de mí no es una fe alabada por Jesús.
Aprendamos la fe de esta mujer cananea que dijo “Si, Señor”. Creamos que Jesús es el Señor y el amo de nuestra vida. Creamos que toda palabra de Jesús y toda respuesta a nuestra oración es verdad y justa. Si llegamos a confesar a toda su palabra “Sí, Señor”, daremos un paso grande para ser alabados por Jesús de la misma manera que de esa mujer cananea.
Segundo, una fe en humildad. Cuando ella dijo “Si, Señor”, esto se refirió “Si, soy una pecadora indigna”. Ella reconoció humildemente que no era una oveja amada de la casa de Israel, más bien es como una perra que no merece recibir el pan de los hijos. Reconocer así la palabra de Jesús, siendo una mujer, habría sido un morir su persona; su autoestima y toda dignidad como un ser de orgullo de la región de Tiro y Sidón; región de riqueza. Pero ella dejó todo orgullo de mujer y reconoció de su indignidad ante Jesús y el pueblo Israel. La Biblia misma ni siquiera menciona el nombre de mujer. Reconocer su indignidad es una fe humilde no ante los hombres, sino ante Jesús, el amo de nuestra vida. La fe que conmueve a Jesús es una fe que conoce quien es Jesús y quienes somos realmente.
Mi padre era el buen servidor de su iglesia. Él era un hombre de poca educación, pero sirvió a la fraternidad de adultos mayores como líder espiritual, fue fiel en oración de 2 horas por madrugada y se hacía cargo de todo servicio de limpieza de iglesia voluntariamente todos los días. Él confesaba con frecuencia “Soy un pecador indigno tanto humana como espiritualmente. Y agradezco al Señor por usarme, uno no merecido como yo.” Cuando falleció, muchos hermanos venían al altar velatorio y lloraban, manifestando sus afectos con una flor hacia él. Un pastor se me acercó y confesó, diciendo “era una ceremonia funeraria más emocionante de entre todas de iglesia”. Esto me hizo meditar de cuanto alabaría Jesús a una fe en humildad.
Jesús se hizo un siervo humilde desde su nacimiento, su vivir hasta la muerte. Jesús era un varón de dolores por amar a todos los pecadores indignos. Jesús comprende y se agrada cuando reconocemos nuestra indignidad ante su gran amor hacia nuestra vida pecadora. Por lo tanto, cuando nos humillamos así como esta mujer cananea, Jesús alaba tal fe conmovido en su corazón.
Tercero, una fe en la gracia de migajas. La fe que agrada a Jesús no es una fe que queda en tristeza o en pensamiento de fatalismo. Si hubiera regresado esta mujer sin dar otro paso más de fe o sea sin luchar más por su hija atormentada, jamás podría agradar al Señor de misericordia. Vamos a leer el verso 27 otra vez. “Ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.” Aquí ella manifestó una fe sabia. Ella no buscaba ni siquiera un pedazo de pan, sino solo migajas. Esperaba la gracia de migajas a su vida indigna. Encontramos que en una fe genuina que alaba Jesús debe haber la sabiduría. Ella humildemente empleó un ejemplo de migajas hacia ‘perro’.
En mi casa tengo un perrito que se llama ‘pistacho’. Cuando comemos mi familia a la mesa, siempre él viene a nuestro lado en espera de migajas. Cuando cae algo o damos unos sobrantes de comida, él muy atenta y alegremente reacciona y recibe esas migajas. Aún yo, siendo pecador, sé dar migajas a un animal en misericordia. ¡Cuánto más nuestro Señor Jesús quien es grande en misericordia no dará su migaja de gracia! Jesús quiere que se lo pida en fe. Jesús considera la paciencia de uno y se lo da su migada mejor.
La gracia de migajas de Jesús no es migaja normal, sino es migaja que da la salvación. Leamos el verso 28 juntos. “Entonces, respondiendo Jesús, dijo: ¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.” Lo que quiso dar Jesús no era esa migaja, sino una salvación mediante una fe que le agrada. Para este propósito Jesús le dio una prueba en silencio y una palabra despectiva, pero finalmente le concedió esa migaja maravillosa de salvación tanto para ella como para su hija. Así instalada una fe en el corazón de ella, ella fue alabada grandemente por Jesús, recibió la salvación de su alma y de su hija atormentada. ¡Alabo a Jesús quien guarda esa migaja que necesitamos nuestra alma y corazón! Aleluya.
En conclusión, creemos que Jesús es el amo de nuestra vida y somos pecadores indignos ante él. Tal como esta mujer confesamos “Si, Señor” a toda su palabra. A la vez, confiamos que Jesús es quien da gracia de migajas a los que no la merecen. Jesús dio su cuerpo a los pecadores, molido en pedazos en la cruz para darnos esa migaja de salvación. Oro que nuestra confesión sea como la de esa mujer cananea quien alcanzó su gracia junto con su hija amada. “Sí, Señor; pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Amén.
ARCHIVOS PARA DESCARGAR
|
[16.Feb.2025]_Dominical-UBF-Chile_(MAT_15..21-28)-Mensaje.pdf
|
|
C, San Mateo 15.21-39.docx
|
Hasta ahora se han realizado 0 comentarios...