Gálatas 1:1-5

1:1 Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos),
1:2 y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia:
1:3 Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo,
1:4 el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,
1:5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

PARA LIBRARNOS DEL PRESENTE SIGLO MALO


Buenos días. Hoy comenzaremos a aprender un nuevo libro de la Biblia: La epístola del Apóstol Pablo a los Gálatas. Quizás algunos de ustedes se pregunten: “¿Por qué Gálatas?” El año pasado finalizamos nuestro emocionante viaje de dos años a través del Evangelio Según Mateo, y después aprendimos dos libros del Antiguo Testamento: Daniel y Hageo. Así que quería regresar al Nuevo Testamento. Pero quería que aprendiésemos algo básico, como un evangelio. No obstante, ya aprendimos Mateo, entre 2022 y 2024; Juan, entre 2018 y 2019; y Marcos, por allá por 2014 en el Culto Dominical, pero lo estudiamos completo en los estudios bíblicos grupales en la Universidad de Panamá entre 2017 y 2020. Así que me decidí por Gálatas que es la defensa del apóstol Pablo al evangelio, donde nos muestra qué es verdaderamente el evangelio y la libertad que éste nos da. Somos libres de las obras de la ley, libres del poder del pecado y de la muerte, y libres para servir al Dios vivo.

En lo próximos meses aprenderemos esta magnífica carta. Gálatas ha sido llamada la “Declaración de Independencia de la libertad cristiana.” El gran reformador Martín Lutero amaba especialmente esta carta. Él llamó a Gálatas su “Catalina von Bora”, porque, dijo: “estoy casado con ella”. El erudito del Nuevo Testamento Leon Morris escribió: “Gálatas es una apasionada carta, la efusión del alma de un predicador en el fuego por su Señor y profundamente comprometido a llevar a sus oyentes a una comprensión de lo que la fe salvadora es.”  Y el deseo de mi corazón es que aprendamos a través de esta carta: ¿Qué es verdaderamente el evangelio? ¿Qué ha hecho por nosotros? Y, ¿cómo deben cambiar nuestras vidas por esto? 

Yo oro para que a través de esta poderosa y apasionada carta pueda cambiar nuestra visión del evangelio y de la vida cristiana, y que vivamos como verdaderos cristianos en el presente siglo malo, no dejándonos influir por la corriente pecaminosa de este mundo, sino con un entendimiento transformado por la libertad que Dios nos ha dado a través de Jesucristo. Oro para que, a través de entender profundamente el evangelio y la gracia de Dios, en nuestras vidas se pueda manifestar el fruto del Espíritu, mientras predicamos y defendemos valientemente el evangelio de nuestro Señor Jesucristo y la libertad que Él nos ha dado. Amén.

El apóstol Pablo escribió la epístola a los Gálatas alrededor del año 49 d.C., siendo así una de sus primeras cartas y uno de los primeros libros del Nuevo Testamento. Se cree que la escribió desde Antioquía de Siria poco después de regresar de su primer viaje misionero donde estableció las iglesias de esta región. Parece que después de que Pablo fundó estas iglesias, algunos cristianos de trasfondo judío querían obligar a los cristianos gentiles a circuncidarse y guardar la Ley de Moisés, diciéndoles que si no hacían estas cosas no serían realmente salvos. La situación era tan grave que llegó rápidamente a los oídos de Pablo, y él decidió escribir esta carta a los gálatas para recordarles lo que realmente es el evangelio y advertirles acerca de estos falsos maestros.

Gálatas es famosa tanto por el tono apasionado del apóstol como por su contenido doctrinal. Pablo se muestra muy agitado en esta epístola, y con razón. Las iglesias que él fundó en Galacia se estaban alejando del evangelio. Estaban en el peligroso camino de la apostasía. El tono fuerte de Pablo, por tanto, no debe compararse con un amo opresor o iracundo que insulta verbalmente a sus subordinados. Más bien, Pablo es como un padre angustiado que grita a todo pulmón para detener a su hijo que camina por una avenida transitada, sabiendo que la vida del niño corre gran peligro. En el caso de los gálatas, los peligros son la apostasía y su consiguiente condenación eterna.

Desde el mismo saludo podemos ver la defensa feroz de Pablo a su ministerio y al evangelio que Él recibió de Jesucristo y que había predicado en las iglesias de Galacia. Hoy aprenderemos el conciso pero profundo saludo de Pablo en esta carta y todo lo que nos revela acerca del evangelio y del propósito de Dios al darnos tan preciosa gracia a través de Jesucristo. Yo oro para que cada uno de nosotros pueda recibir gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo, y que podamos vivir cada día libres de la influencia del presente siglo conforme a la voluntad de Dios Padre, a Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.  

I.- Pablo, apóstol (1) 

Leamos juntos el v.1 por favor. Pablo comienza esta epístola presentándose como apóstol. La palabra griega apostolos en términos generales, significa “aquel que es enviado con un mensaje o comisión especial”. En general, el uso en el Nuevo Testamento tiene como trasfondo la figura hebrea del shaliaj, que era un representante o apoderado legal de otro, con plenas facultades, es decir que todo lo que decía y hacía era como si lo dijese o hiciese el que lo envió. Es como si la persona que lo envió estuviese allí hablando y actuando en Él. Ese es el sentido general de la palabra apostolos.

Sin embargo, Pablo recalca que él es “apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos)”. Por el énfasis de Pablo aquí, podemos ver que él no está hablando del significado general o amplio de la palabra apóstol, sino del ministerio especial al que fueron llamados los Doce (Luc. 6:13). De entre todos sus discípulos, Jesús escogió a doce para que estuviesen con Él en todo tiempo, y para enviarlos a predicar, y para sanar enfermedades y echar fuera demonios (Mar. 3:14-15). A estos apóstoles puso Jesús como fundamento de Su Iglesia como nos dice el propio Pablo en Efe. 2:20: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. Esto quiere decir que toda la doctrina de la Iglesia está basada en las palabras de los profetas (Antiguo Testamento) y de los apóstoles (Nuevo Testamento) quienes testifican de Jesucristo, la piedra angular de la Iglesia. Los cristianos desde el principio “perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (Hch. 2:42), es decir, oían y obedecían sus enseñanzas como mandamientos del Señor Jesús quien los había comisionado.

Entonces, Pablo está enfatizando aquí su autoridad apostólica. Él no fue comisionado como apóstol por ningún hombre, sino por el propio Jesús resucitado, tal como podemos ver en la historia de su conversión en Hch. 9, particularmente, en las palabras del Señor a Ananías en Hch. 9:15: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”. El Señor comisionó a Pablo para predicar a los gentiles, a los reyes, además de los judíos. Pero, los apóstoles habían estado con Jesús desde el principio de Su ministerio y fueron escogidos y llamados por Él delante de todos los discípulos como acabamos de ver en Luc. 6:13 y Mar. 3:13-14. De hecho, cuando los apóstoles eligieron un sucesor para Judas Iscariote, Pedro colocó como requisito que debía ser uno que hubiese estado entre ellos todo el tiempo del ministerio público de Jesús, comenzando desde el bautismo de Juan hasta Su ascensión (Hch. 1:21-22). Y Pablo no califica de acuerdo a estos requisitos.

Durante el ministerio público de Jesús, Saulo era un fariseo. Y aunque había nacido en la ciudad de Tarso, fui criado y educado en Jerusalén por uno de los rabinos más prominentes de su época, Gamaliel (Hch. 22:3), quien era miembro del sanedrín que condenó al Señor (Hch. 5:34). Después de la ascensión, Saulo consintió en la muerte de Esteban (Hch. 8:1). Y, luego, en Jerusalén, “Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.” (Hch. 8:3). Más tarde, recibió autoridad del Sumo Sacerdote para apresar a los cristianos en Damasco (Hch. 9:1-2). Y fue justamente cuando iba a Damasco que Jesús resucitado se le apareció y lo llamó para ser su apóstol.

Así que parece que Pablo no cumplía con los requisitos para ser apóstol. Sin embargo, como leímos en Hch. 9:15 el propio Señor testificó a Ananías que Él estaba escogiendo a Pablo para una misión especial. Y Pablo reconoce que su apostolado es más pequeño que el de los doce en 1Co. 15:8-9: “y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.” Sin embargo, agrega: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.” (1Co. 15:10). Su trabajo y sus dones testifican su apostolado.

El ministro presbiteriano Marvin Vincent en su libro Estudio de las Palabras en el Nuevo Testamento registra tres cualidades de un apóstol: “1) uno que ha tenido un encuentro visible con la resurrección de Cristo; 2) uno que planta o establece iglesias; 3) uno cuyo ministerio está acompañado de señales, maravillas y milagros.” Y según estas cualidades, definitivamente Pablo califica como apóstol. Sin embargo, esto no estaba tan bien establecido para aquel entonces, y podemos ver a Pablo defendiendo su apostolado en múltiples ocasiones en sus cartas, particularmente a los corintios y a los gálatas. ¿Por qué? Porque muchos judaizantes cuestionaban el apostolado y las enseñanzas de Pablo acusándolo de diluir el cristianismo, haciéndolo más favorable para los gentiles.

Me parece impresionante como hay algunos hoy en día que tienen la arrogancia de llamarse a sí mismo apóstoles, o son nombrados apóstoles por otros hombres que pretenden ostentar tal autoridad. Y el común denominador de estos charlatanes es que buscan una autoridad y un respeto que no les corresponden. Utilizan su posición para engañar a la gente, y sacarles dinero. Amados hermanos, cuando escuchen de alguien que se haga llamar apóstol o de alguna iglesia “apostólica”, no le presten atención al mensaje que predican. No conozco a ningún maestro bíblico serio que pretenda ostentar tal título. Los apóstoles fueron comisionados por Jesús resucitado para darnos la Palabra del Señor. Y ya tenemos toda la revelación divina de Jesucristo plasmada en la Biblia. Así que no son necesarios más apóstoles en nuestros días, sino que el ministerio de plantación de iglesias y de enseñanza de la Palabra ahora lo llevan a cabo los misioneros y pastores que el Señor ha comisionado. 

Toda enseñanza o doctrina que alguien predique debe pasar el filtro de la Biblia. Y si alguno dice que su enseñanza no debe ser medida con la Biblia porque es nueva revelación de Dios, ese es un ministro mentiroso y no debe ser escuchado. En cambio, Pablo es un apóstol de Jesucristo, y debemos escuchar atentamente toda su enseñanza como la Palabra de Dios. Escuchemos a continuación lo que tiene para enseñarnos.

II.- Un saludo muy profundo y evangélico (2-5) 

Leamos juntos el v.2. Contrariamente a lo acostumbrado por Pablo, esta carta no contiene acción de gracias ni expresión alguna que dé testimonio de un sentimiento de gozoso afecto, no porque Pablo no estuviese gozoso por los hermanos de Galacia, ni porque no les tuviera afecto, sino que, como les dije en la introducción, había una urgencia en Pablo por amonestarles para que salieran de la senda peligrosa en la que se encontraban. Como un padre que desesperadamente llama a su hijo a que salga del tráfico antes de que un carro lo atropelle. Y aunque el saludo parece un escueto encabezamiento con palabras de bendición y doxología, en realidad es un resumen muy completo de todo el contenido de la carta. 

Después de recalcar su autoridad apostólica, Pablo saluda a los hermanos de Galacia de parte de todos los hermanos que están con él. Estos podrían ser los hermanos de Antioquía de Siria, donde había una fuerte comunidad de cristianos y desde donde habían salido como misioneros Pablo y Bernabé (Hch. 13); o los que habían estado con Pablo y Bernabé en la misión por Galacia que conocían a los hermanos. Como sea, Pablo les está mostrando que no solo él se preocupa por ellos, sino que hay varios hermanos que los aman en el Señor y se preocupan por su bienestar. 

Nosotros también debemos seguir el mismo ejemplo. Debemos preocuparnos por nuestros hermanos cuando escuchamos que están en apuros. Especialmente, por aquellos que han dejado de congregarse. Esta no es solo la tarea del pastor, sino que cada uno de nosotros debe interesarse genuinamente por el bienestar espiritual y material de nuestros hermanos. Contactemos a nuestros hermanos que tenemos tiempo que no vemos. Oremos por ellos continuamente. Saludémoslos en el amor del Señor.

Leamos nuevamente el v.2b. Hasta ahora hemos hablado de que esta carta iba dirigida a los gálatas o a los hermanos de Galacia, pero no los hemos identificado. Galacia era una provincia romana situada en la parte central de la actual Turquía. Lo más probable es que Pablo estuviese escribiendo a las iglesias que fundó en el sur de Galacia en su primer viaje misionero, en las ciudades de Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe y sus alrededores (Hch. 13-14). Así que no era una carta que sería llevada y entregada a una congregación particular, sino que sería llevada y leída en varias congregaciones en diferentes ciudades. Quizá se hicieron copias y se entregó una en cada congregación. Los ancianos leerían la carta y la discutirían con su congregación cuando se reunieran, probablemente en el Día del Señor. Después llegaría a convertirse en parte de la enseñanza en las congregaciones, como la estamos leyendo y aprendiendo hoy. 

Leamos ahora juntos el v.3. Este es el saludo habitual de Pablo en sus cartas, basándose en los saludos tradicionales de ambas culturas, la griega (gracia), y la judía (paz). Aparece tal cual en 10 de las 13 cartas paulinas, exceptuando las pastorales a Timoteo y Tito donde se lee: “Gracia, misericordia y paz” (1Ti. 1:2; 2Ti. 1:2; Tit. 1:4). Martín Lutero comentó con respecto a este saludo: “Estos dos términos, la gracia y la paz, constituyen el cristianismo.” Y Richard Lenski en su comentario sobre 1 Corintios dice: “La gracia es siempre primero, la paz, siempre segundo. Esto es debido al hecho de que la gracia es la fuente de la paz. Sin la gracia no hay ni puede haber paz, pero cuando la gracia es nuestra, la paz debe necesariamente seguir.”

Según el v.3, ¿de dónde vienen esta gracia y esta paz? “De Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo”. La gracia se refiere a la gracia de Dios. Ese regalo inmerecido de Dios a través de Jesucristo, quien perdonó todos nuestros pecados con su muerte vicaria en la cruz, y nos ha regalado la salvación. Y la paz es el producto de esa gracia. Como nuestros pecados han sido perdonados, entonces estamos en paz con Dios. Y al ser redimidos, y vivir en santidad, obedeciendo la Palabra de Dios, estaremos en paz con nuestros hermanos. Pero no podemos estar en paz con el mundo. Aquí tendremos tribulaciones, persecuciones y angustias. Entonces, ¿cómo podríamos tener paz en este mundo? Jesús dijo a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. […] La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Jua. 14:1, 27). También, “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Jua. 16:33). En medio de toda situación tenemos que confiar en la gracia y el amor de Dios, y en Su buena voluntad para con nosotros. Así que no importa lo que estemos atravesando, confiemos en Jesús y tendremos paz en el corazón.

Leamos juntos el v.4 por favor. Nuestro Señor Jesucristo se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo. Aquí Pablo está describiendo el evangelio. ¿Qué es el evangelio? Es la buena noticia de que Jesús murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras y que fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. (1Co. 15:3-4) ¡Jesús murió por nuestros pecados! ¿Crees esto? Y la muerte de Jesús en la cruz es suficiente para perdonar todos nuestros pecados y restaurar nuestra relación con Dios, ¿lo crees? Entonces, acepta a Jesús como tu Señor y Salvador, y nacerás de nuevo, y cambiará completamente tu vida. Esa es la evidencia del nuevo nacimiento. Si realmente has recibido a Jesús como tu Señor y Salvador, ya no seguirás viviendo de la misma manera que antes. Ya no seguirás cometiendo los mismos pecados. El Espíritu Santo te ayudará a desarrollar un carácter más parecido al del Señor, y poco a poco serás más y más como Jesús. ¿Está cambiando así tu vida? ¡Gloria a Dios!

Eso es precisamente lo que nos dice Pablo aquí en el v.4. Jesucristo murió por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo. El presente siglo malo, no se refiere a una época o siglo particular, sino al mundo actual corrompido. Se refiere a este mundo y su sistema. Así que esto significa que Jesucristo murió para hacernos libres de la influencia pecaminosa del mundo actual. Del poder del pecado que agobia a la gente. Estamos en el mundo, pero no somos ya de este mundo, así como Jesús no es de este mundo (Jua. 17:16). Así que no deberíamos vivir como el mundo vive. Deberíamos vivir en santidad, conforme a la Palabra de Dios (Jua. 17:17). Aunque vivimos en medio de un mundo pecaminoso y perverso, somos parte del reino de Dios. Así que no deberíamos vivir conforme a los valores y las costumbres de este mundo pecaminoso y perverso, sino conforme a los valores del reino de Dios. Tenemos que ser la sal y la luz del mundo. No podemos amoldarnos a este mundo pecaminoso, sino que como nuestras mentes están siendo transformadas por el Espíritu Santo, entonces deberíamos vivir conforme a la voluntad de Dios, agradable y perfecta (Rom. 12:2). 

Amados hermanos, no se dejen confundir por este mundo perverso. Estudien la Biblia. Oren. Escriban testimonios bíblicos profundos con arrepentimiento genuino. Dejen que la Palabra de Dios penetre profundamente en sus mentes y corazones. Y así serán transformados en su entendimiento. Así dejarán que la obra redentora de Jesús los llene de gracia y paz para vivir en santidad. Así experimentarán la verdadera libertad que Jesucristo vino a traer con Su muerte y resurrección. Así experimentarán el poder del evangelio en sus vidas. ¿Quieren vivir vidas cristianas poderosas? No vivan conforme a los valores y costumbres de este mundo, sino, más bien, dejen que el Espíritu Santo revele en ustedes la gracia que Jesús vino a traer con Su muerte, y los libre del poder del pecado. Arrepiéntanse de todos sus pecados y obedezcan la Palabra de Dios, y sentirán la gracia y la paz de Dios en sus vidas. Cuando reconocemos verdaderamente el señorío de Jesús sobre nuestras vidas, y Le aceptamos como Señor y Salvador, nuestras vidas son transformadas y el Padre es glorificado. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.  

Yo oro para que cada uno de nosotros pueda recibir verdaderamente a Jesús como su Señor y Salvador, y que podamos vivir en santidad obedeciendo la Palabra de Dios. Y que, en lugar de dejarnos influenciar por este mundo, nosotros podamos ser sal y luz del mundo, y el Señor nos use para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Y de esa forma el Señor sea glorificado en nosotros y a través de nosotros. Amén. 

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