Filipenses 3:12-16

3:12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
3:13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
3:14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
3:15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.
3:16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.

PROSIGO A LA META


Buenos días. ¡Feliz Año Nuevo 2025! Damos gracias a Dios que nos ha permitido comenzar un nuevo año en el calendario. Cada vez que inicia un nuevo año la gente tiene mucha expectativa. Piensan en todo lo que quieren lograr en el nuevo año que empieza y escriben sus resoluciones de año nuevo. Generalmente, resuelven perder peso, mejorar su salud, mejorar sus finanzas, viajar, y otras cosas que en realidad pocas veces alcanzan J. Muchos cristianos resuelven leer la Biblia completa en un año. ¿Alguno de ustedes ha escrito esa resolución alguna vez? ¿Alguno la ha cumplido? Honestamente, yo tampoco he podido. 

Si bien, esa es en realidad una buena práctica, en UBF solemos aprovechar el fin de año para reflexionar en el año que pasó, escribiendo nuestros tópicos de arrepentimiento, y planear lo que queremos alcanzar en Dios en el próximo año, seleccionando un versículo clave. ¿Ya escribieron sus tópicos de arrepentimiento? ¿Ya tienen su versículo clave? Los invito a hacer esto esta semana y que los compartamos juntos el próximo domingo. Al escribir estos tópicos de arrepentimiento recordaremos cómo y por qué le hemos fallado a Dios y a nuestros hermanos, y los pecados con los que todavía estamos luchando, para reflexionar en cómo podemos hacer para que no vuelva a ocurrir. Al seleccionar un versículo clave para 2025, tendremos una Palabra que nos ayude en nuestra lucha espiritual y nos ayude a recordar el amor y la gracia de Dios durante todo el año.  

Al mirar hacia atrás, hacia el año 2024, alguno quizá pueda sentir tristeza porque le hubiese gustado haber tenido una mejor relación personal con Dios. O quizás a algún nostálgico le gustaría repetir algunos buenos momentos de ese año. Pero esto no es correcto. No podemos caminar en la vida mirando hacia atrás y suspirando por momentos del pasado; ni por extrañarlos, ni por pensar que nos hubiese gustado evitarlos. Es bueno mirar hacia atrás para aprender de los errores del pasado, o para recordar la gracia y el amor que Dios siempre nos ha mostrado. Pero la vida se trata de mirar hacia adelante. El pasado, con sus cosas buenas y desaciertos, no debe llegar a convertirse en un ancla o lastre que nos frena, sino que debe ser un impulso para corregir nuestro camino o continuar caminando en la senda correcta. 

Esto es precisamente lo que vamos a aprender hoy, como podemos ver en los versículos claves: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” El apóstol Pablo usa aquí la figura de un atleta que corre una carrera. El atleta no puede correr mirando hacia atrás. No puede estar pensando en los tropiezos que tuvo, o en que debió haber arrancado la carrera de cierta manera. Tiene que ir sobreponiéndose de su arranque y de los tropiezos del camino, mirando hacia adelante, hacia la meta, y corriendo con todo su esfuerzo. Corriendo no sólo con sus piernas, sino con todo su corazón y su alma. 

Esto es lo que quisiera que aprendiéramos hoy a través de este mensaje: Si bien es importante mirar hacia atrás para recordar la gracia de Dios y para aprender de los errores y pecados del pasado, para no volver a cometerlos; la vida del cristiano es como una carrera. Debemos olvidar ciertamente lo que quedó atrás, sea bueno o sea malo, y esforzarnos por continuar la carrera mirando hacia la meta. Oro para que en este 2025 nos mantengamos en el camino de Dios, extendiéndonos hacia adelante, creciendo cada día espiritualmente, y prosiguiendo hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Amén.

La Epístola a los Filipenses fue escrita por el apóstol Pablo alrededor del año 61 d.C. mientras estaba encarcelado en Roma. Por esta razón se le conoce como una de las cuatro epístolas de la prisión junto a Efesios, Colosenses y la muy breve epístola a Filemón, que fueron escritas en aquel mismo tiempo en esa prisión. Esta epístola es muy hermosa, y según lo que podemos leer en ella, el apóstol Pablo amaba muchísimo a los hermanos de Filipos. En todas las cartas que Pablo escribe a las iglesias, corrige ciertas prácticas o doctrinas, pero en esta carta a los filipenses, no les corrige nada. No porque ellos fuesen perfectos, sino porque su propósito era agradecerles por la ofrenda que le enviaron y fortalecerlos para continuar con la lucha espiritual.

La iglesia de Filipos fue fundada por el apóstol Pablo durante su segundo viaje misionero. El propósito de ese viaje era visitar nuevamente las iglesias que Él había fundado en Asia Menor durante su primer viaje misionero, pero a mitad de camino le fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la Palabra en Asia. Luego, el mismo Espíritu les impidió ir a Bitinia. Y, finalmente, a través de una visión, el Espíritu Santo envió a Pablo a Macedonia. Así llegó a la ciudad de Filipos, la primera ciudad de Macedonia. Allí, la primera oveja de Pablo fue una mujer llamada Lidia, quien llevó a Pablo y sus compañeros a su casa. Después, Pablo fue apresado en Filipos y el carcelero también aceptó a Cristo con toda su casa. Así comenzó la iglesia de Filipos. 

Con este contexto en mente, entremos ahora al pasaje bíblico de hoy.

I.- Olvidando ciertamente lo que queda atrás (12-13) 

Leamos juntos el v.12. En los primeros versículos de este capítulo 3 el apóstol Pablo recuerda quién era él y la gloria que tenía como judío antes de conocer a Jesús. Pero dice que todo lo que él estimaba precioso en aquel tiempo, y de lo que se enorgullecía, lo estimaba ahora como basura para ganar a Cristo. Pablo recuerda cómo Jesús le escogió y le llamó para seguirle, para cumplir un propósito con él. Y se refiere precisamente a ese propósito cuando dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto”. Alguno podría pensar que el apóstol Pablo habla aquí acerca de la salvación cuando dice: “por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” Pero no, él no está hablando de la salvación, sino que está hablando acerca del propósito por el cual Jesús lo llamó.

Para entender mejor este pasaje bíblico, debemos entender el significado de la palabra perfecto, pues es una palabra importante aquí. Pablo dice que él todavía no es perfecto. Yo creo que todos los creyentes podemos identificarnos con estas palabras del apóstol. No creo que haya alguien de nosotros aquí que piense que es perfecto. Si yo les dijera que soy perfecto, escucharían una muy sonora risa de mi esposa. Pero hay que considerar también la palabra griega que se traduce aquí como perfecto. Pablo usó acá un derivado de la palabra griega téleios que en griego tiene una gran variedad de significados interrelacionados. 

Téleios va mucho más allá de la perfección abstracta en la que nosotros pensamos hoy en día. Es una especie de perfección funcional, de acuerdo con algún propósito dado. Se refiere a algo completamente desarrollado, en contraste con algo subdesarrollado; por ejemplo, se usa de un hombre plenamente desarrollado, en contraposición a un joven en desarrollo. Se usa con el sentido de maduro de mente, y por tanto quiere decir uno que está calificado en una materia como opuesto a un mero aprendiz. Cuando se usa esta palabra para las ofrendas, quiere decir que son sin tacha, sin defecto, y aptas para ser ofrecidas a Dios. 

Cuando se trata de los cristianos, un cristiano perfecto se refiere a personas bautizadas que son miembros de la iglesia en plenitud de derechos y obligaciones, como opuesto a los que están todavía recibiendo instrucción. En los días de la Iglesia Primitiva se usaba a menudo téleios para describir a los mártires. Un mártir se dice que ha sido perfeccionado por la espada, y el día de su muerte se decía que era el día de su perfeccionamiento. La idea es que la madurez cristiana de un hombre no puede ir más allá de su martirio, pues hasta allí llega su vida. Así que cuando Pablo dice aquí que no lo ha alcanzado ya, y que no es perfecto, quiere decir que él no es, de ninguna manera, un cristiano completo, sino que sigue avanzando, prosigue por ver si logra agarrar aquello para lo cual él fue tomado por Jesús. 

Leamos ahora juntos el v.13. Pablo sabe que todavía no es perfecto. Sabe que todavía le falta madurar en la fe para llegar a ser un cristiano verdaderamente perfecto. Pablo sabe que le ha fallado a Dios y que todavía le falta dedicarse más a las cosas de Dios para crecer espiritualmente. No sé si alguno de ustedes se siente identificado con él en este punto. Yo sí. Sé que todavía me falta mucho por aprender y corregir en el Señor. Entonces, ¿qué piensa hacer él al respecto? Dos cosas. La primera, olvidar ciertamente lo que queda atrás; y la segunda, extenderse a lo que está adelante.

Primero, olvidando ciertamente lo que queda atrás. Todo lo que hemos hecho en esta vida; sea bueno o sea malo, sea antes de conocer a Jesús o después de conocer a Jesús, haya sido hace muchos años atrás, o ayer, o esta mañana; todo eso forma parte de nuestro pasado. Todo eso ha quedado atrás. Y aún la introducción de este mensaje ya quedó en el pasado. Debemos haber aprendido de ello, forma parte de nosotros, de nuestra historia, pero ya quedó atrás. El problema de los nostálgicos, como yo, es que no podemos dejar esas cosas atrás. Siempre estamos hurgando entre ellas. Buscando buenos recuerdos; afligiéndonos por las cosas que hicimos, o por las que pudieron ser, pero nunca fueron. 

Pero, ¿qué nos dice Pablo que debemos hacer con lo que queda atrás? Debemos olvidarlo. Debemos olvidarnos de los errores del pasado; aprender de ellos para no repetirlos, pero olvidarlos; quedarnos sólo con el aprendizaje. Debemos olvidarnos de los logros del pasado; aprender de ellos para afrontar los retos del futuro, pero olvidarnos de los logros. Todo quedó ya en el pasado. Debemos vivir el hoy. El tiempo presente es lo único que existe. El pasado ya no existe. Existió en un momento y lo vivimos, lo sufrimos, lo disfrutamos, pero ya no es más. No debemos seguir cargando con él. El futuro tampoco existe todavía. No podemos vivirlo, pero podemos prepararnos para él, ¿cuándo? Hoy. Ahora. Sólo existe el ahora.     

Si pecamos ayer o esta mañana, ahora podemos arrepentirnos, solucionarlo y olvidarlo. Y aunque ayer o esta mañana estábamos mal con Dios, arrepintiéndonos ahora estamos bien, y Dios ya se olvidó de eso; debemos olvidarlo nosotros también. Después de compartir los tópicos de arrepentimiento, olvidémonos de eso. Es parte del pasado. Atesoremos los aprendizajes porque son los que nos ayudarán hoy a no cometer los mismos errores o a alcanzar nuevos logros, pero olvidémonos de lo demás.

Como les dije antes, que seguramente ya lo olvidaron porque es el pasado, este pasaje bíblico lleva la imagen de un atleta corriendo en una carrera. Imaginen un atleta que va a correr una carrera y sale mal en el arranque. No puede estar pensando en que salió mal, sino que tiene que esforzarse más para alcanzar a los otros que salieron bien. Imaginen si un atleta se tropieza y cae durante la carrera, no se puede quedar pensando en la caída, tiene que seguir corriendo y con más ahínco ahora que se ha quedado atrás. Les voy a mostrar un video donde pasa esto precisamente. Increíble, ¿verdad? Esa atleta tuvo que olvidar la caída y extenderse a lo que tenía adelante. Si no la hubiese olvidado, nunca hubiese podido ganar. Yo quizás me hubiese quedado en el suelo, lamentándome por la caída, pero ella se levantó y se extendió a lo que tenía adelante. Eso nos lleva a lo segundo que hay que hacer.

Segundo, extendiéndome a lo que está delante. No basta sólo con olvidar el pasado. Si olvidamos los errores y los aprendizajes que obtuvimos de ellos, entonces seguramente volveremos a cometer los mismos errores. Si olvidamos los logros y los aprendizajes que obtuvimos de ellos, entonces nos costará más obtener nuevos logros. El aprendizaje que obtenemos de los errores y logros deben impulsarnos hacia lo que está adelante. El pasado no debe ser una carga que nos retenga, sino un impulso hacia adelante. La palabra griega que usa aquí para extenderse es epekteínomai. Es muy gráfica y se usa para un corredor que se estira hacia la cinta, como la última estirada que dio la chica de la carrera para ganar. Epekteínomai describe a los ojos que no se concentran nada más que en la meta. Describe a la persona que va a por todas hacia el final. Así, Pablo dice que en la vida cristiana debemos olvidar el pasado, y tener solamente presente la meta que tenemos por delante, el reino de los Cielos.

II.- Sintamos una misma cosa (14-16)

Leamos juntos el v.14. Una vez que nos olvidamos del pasado, y miramos, nos estiramos, hacia lo que tenemos delante, ¿qué debemos hacer? Proseguir a la meta. El video de la carrera de mujeres que acabamos de ver es verdaderamente perfecto para ejemplificar estas palabras de Pablo. Cuando la chica se cayó, se levantó estirándose hacia adelante, y continuó corriendo con toda su fuerza para alcanzar a las otras. Esto es proseguir a la meta. No importa lo que haya pasado antes, debemos correr con toda nuestra fuerza. Quizá la que iba de primera estaba confiada porque ya estaba cerca de la meta y su perseguidora más cercana estaba quedando atrás, así que se relajó un poco en su carrera. Pero ella no contaba con la chica que se había caído que venía a toda marcha dispuesta a ganar la carrera contra todo pronóstico. Debemos correr como la que se cayó. Con todo ahínco proseguir hacia la meta. Al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 

Algunos podrían confundirse pensando que Pablo está hablando aquí acerca de la salvación. Que debemos correr la carrera para alcanzar la salvación. Pero nosotros no podemos hacer nada por nuestra salvación, todo lo hizo ya Jesús en la cruz del Calvario. Esta carrera de la que habla Pablo es la de la perfección. La de la santidad. Existen dos tipos de santificación: la santificación instantánea o posicional, y la santificación progresiva. Algunos agregan una tercera: la santificación perfecta, esta es la meta, el premio, pero no ocurre en esta Tierra. La santificación instantánea o posicional es la que recibimos de Jesús cuando le aceptamos como nuestro Salvador. En ese instante (por eso se le llama instantánea) Jesús perdona todos nuestros pecados. Él toma todo nuestro pecado y lo pone sobre sí, y toma Su santidad y la pone sobre nosotros. En ese momento somos declarados hijos de Dios y cambia nuestra posición con respecto a Dios (por esto se llama también posicional). Esta santificación se da con base en nuestra nueva posición de hijos de Dios y no tiene relación con nuestras acciones morales. La santificación posicional no es susceptible de mejoramiento, pues, ninguna obra humana puede hacer mejor la obra santificadora de Cristo.

Pero la carrera que estamos corriendo es la de la santificación progresiva. Ésta viene a ser la aplicación diaria y práctica de la verdad de que hemos sido apartados para Dios. Una vez que hemos recibido la posición de hijos de Dios, debemos buscar una santificación práctica que sea consecuente con esta posición. Debemos comportarnos santamente en toda nuestra manera de vivir. Nuestro carácter y nuestros hábitos deben ser cambiados en nuestras vidas para reflejar el carácter y la vida de Cristo. Por ello, a la santificación de la vida diaria se le llama progresiva; porque puede y debe mejorar. La santificación progresiva se da a lo largo de toda la vida del cristiano, y se produce por la acción de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Si vivimos cada día obedeciendo la Palabra, entonces viviremos en santidad.    

Pero, ¿cuál es el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús? La tercera santificación, la santificación perfecta. Cuando Jesús regrese a buscarnos ejecutará en nosotros la santificación perfecta o final. En esta santificación serán igualadas la santificación posicional y progresiva, de manera que seremos tan santos en vida práctica como lo somos en posición ante Dios. Esto se conoce como la glorificación o perfeccionamiento de los creyentes. Y esto es lo que Pablo quería alcanzar. Pero esto es imposible de alcanzar en esta Tierra, lo que podemos hacer aquí es correr la carrera, es decir santificarnos cada día en la Palabra, y esperar la segunda venida de Cristo o nuestro llamado al hogar celestial cuando obtendremos la santificación perfecta. 

Leamos ahora los vv. 15-16. Bueno… ¿somos perfectos o no somos perfectos? Pablo habla aquí a “todos los que somos perfectos”. Recuerden que esto no significa que no tengamos fallas, sino que en este caso él está hablando a los cristianos que son maduros en la fe. La verdad no sé si yo soy perfecto, creo que todavía me falta madurar mucho en la fe, pero igual escucharé el consejo de Pablo para los perfectos. Él dice: “esto mismo sintamos”. ¿Qué debemos sentir? Esta urgencia por seguir corriendo la carrera de la fe. Olvidarnos lo que queda atrás y extendernos a lo que está adelante, proseguir a la meta. Esto es lo que debemos sentir todos. 

Nuevamente les referiré el ejemplo del video. Podemos pensar que los perfectos son como la mujer que iba de primera en la carrera. Ella iba corriendo la carrera a la perfección. Sin embargo, parece que no se olvidó de lo que había quedado atrás, pues estaba complacida con la carrera que había hecho, y por lo tanto venía regocijándose en sus logros. Por esto, no se extendió a la meta que tenía adelante. Ella aflojó su carrera hacia el final. Pero, la que todos habían dado por perdida, se olvidó ciertamente de todo lo que había quedado atrás, y con todo su esfuerzo se extendía hacia adelante, prosiguiendo con todas sus fuerzas hacia la meta, procurándola con pasión.

Yo oro que en 2025 nosotros sintamos esto mismo. Que nos olvidemos de todo lo que pasó en el 2024, y nos extendamos hacia adelante, prosiguiendo a la meta, la santificación, obedeciendo la Palabra de Dios cada día, orando para que llegue el día que alcancemos el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, nuestra entrada en el Reino de los Cielos que cada día está más cerca. Amén.

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