Mateo 12:38-50

12:38 Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal.
12:39 El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.
12:40 Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.
12:41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.
12:42 La reina del Sur se levantaráen el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.
12:43 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.
12:44 Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada.
12:45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación.
12:46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar.
12:47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar.
12:48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
12:49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
12:50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.

LA SEÑAL DE JONÁS


LA SEÑAL DE JONÁS


Palabra: San Mateo 12:38-50

V, Clave 12:39 “Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás


Viviendo retos que arroja nuestra vida a diario, a veces sentimos la necesidad de señales de Dios a nuestros ojos. Pedimos a Dios las señales en oración para poder tomar una dirección sin equivocar. Y puede parecer que no pasa nada a nuestra petición la mayoría de las veces. Eso se relaciona a nuestra ceguera espiritual frecuentemente. A quienes buscan señales, la palabra de hoy puede ser una respuesta necesaria.  


¿Cuál señal deseamos ver y cuál señal Dios quiere que veamos? ¿Hay una señal que se aplica en toda situación de nuestra vida? Oro que de la palabra hoy podamos encontrar esa señal que el Cristo quiere que veamos en todo momento y circunstancia.    


Primero, La generación mala y adúltera (38-42). Cuando Jesús sanó a un endemoniado ciego y mudo, la gente decía “¿Será éste aquel Hijo de David?” (12:23). La gente iba abriendo su corazón a creer porque vieron las señales de Jesús. Habían visto suficientes señales en Jesús. Pero algunos de los escribas y de los fariseos pidieron algo más a Jesús. “Maestro, deseamos ver de ti señal.”, Ellos le pidieron ‘Una señal del Cristo’ (23). ¿Qué tipo señal sería lo que ellos piden? ¿Un fuego del cielo en el tiempo de Elías (1R 18:38)? o ¿La manifestación directa de Dios en fuego y nubes espesas como en el monte Sinaí (Éx.19:16-19)? o ¿Un poder libertador del tiempo de David? Sea cual sea, la intención de ellos no era para creer en Jesús, sino para tentarlo. Jesús lo sabía.  


 La señal que ellos pidieron era una señal que ellos mismos deseaban ver, no la que Dios deseaba mostrar. En verdad, Jesús les había mostrado suficientes señales para creer. Un leproso limpiado (8:1-4), los endemoniados sanados (8:28-34), un paralitico restaurado (9:1-8), la hija de Jairo resucitada (9:25), dos ciegos y un mudo vieron y hablaban (9:27-34), un hombre de mano seca curado (12:9-22). Tal como Jesús había dado su mensaje a Juan el Bautista, estas señales eran suficientes para creer que Jesús era el Cristo y venía haciendo y mostrando las señales que el Cristo tenía que hacer. Pero el pedir otra señal a aquellos era una prueba de incredulidad. 


¿Cuál era la respuesta de Jesús hacia tales que buscaban una señal? Vamos a leer el verso 39. “Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás” Primero Jesús les llamó la generación “mala y adúltera”. ‘La generación mala y adúltera’ fue dicha otra vez en 16:4. El pedir otra señal a pesar de muchas señales eran una maldad tan grande ante Dios. El deseo de Dios para ellos era un arrepentimiento genuino y creer en su enviado. Pero el deseo de ellos ignoró el deseo de Dios. En este sentido su religiosidad e incredulidad era una idolatría y adulterio espiritual ante Dios. A los ojos del Cristo ellos eran una generación ‘mala y adúltera’.  


Sin embargo, Jesús no les dice que no se les dará ninguna señal, sino aún hay una señal que era la señal del profeta Jonás. El profeta Jonás, por su rebeldía a su misión repugnante, tomó un barco y se fue a Tarsis, el lado opuesto de lo mandado para no predicar a los de Nínive. Él no quiso ver que sus enemigos, los de Nínive se arrepintieran y se salvaran del juicio de Dios. Por su rebeldía, Dios ordenó a tragar a Jonás a un pez grande dónde él estuvo tres días y tres noches (Jon 1:17). 


Jesús menciona la señal de Jonás, aludiendo a ‘su muerte y resurrección’ que fue tres días y tres noches. Jesús estuvo en la tumba tres días y resucitó al tercer día. Esta señal se da a toda generación para su salvación. Y esta señal de Jonás será una señal más grande e innegable de la verdad que Jesús es el Hijo de David, el Cristo prometido.  

A pesar de que la predicación de Jonás era forzada y pasiva, los gentiles de Nínive se arrepintieron desde el rey hasta los animales (Jon. 3:5-8). La predicación de Jonás era una predicación de arrepentimiento, mientras la de Jesús es una predicación de arrepentimiento y el evangelio de salvación eterna. Jonás era solo un predicador a arrepentimiento, pero Jesús era la salvación misma. Así Jesús es más que Jonás. Por lo tanto, la generación mala y adultera será condenada por esos gentiles que se arrepintieron. 


 Esta generación también será condenada por la reina del Sur (Saba). Saba (o Sabea) estaba distanciado de Israel por 2,400 kilómetros. Pero ella vino a Israel solo por a oír la sabiduría de Salomón quien hablaba proverbios. Pero Jesús es la sabiduría y la verdad mismas (Jn.14:6). “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Todos los que no creen en esta señal de Jesús, serán condenados por aquella mujer extranjera. Y finalmente serán condenados por el Cristo y el Dios Padre.   

  

Dios no condena el corazón que pide señales. Pero si, Dios ve es el motivo del corazón. Y se dan las señales cuando Dios considera necesario para su gloria y la edificación de fe. Cuando no vemos las señales de Dios, puede haber dos motivos. Uno es que no hay necesidad de mostrarnos señal. Y el otro es que no vemos las señales que Dios viene mostrándonos. Tenemos que confiar en que él no deja sin guía a los que buscan señal con sinceridad y rectitud, en oración y ayuno. 


Cuando Gedeón pidió una señal por la guerra, Dios le había mostrado dos veces sus señales (Jueces 6:36-40). Cuando Ezequías pidió señal a Dios, le fue dada una señal que la sombra del reloj retrocedió 10 grados (2R.20:8-11). Dios es quien ve el asunto y responde. Sin embargo, en muchas ocasiones no vemos algunas señales que deseamos ver. 


¿Qué hacemos cuando sentimos que no vemos sus señales claras? Vamos a leer nuevamente el verso 39. “Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás” Hay una señal que se muestra a toda generación. Es la señal del profeta Jonás. La cruz es una señal y guía permanentes y efectivas para nuestros asuntos pequeñas y grandes. Dios había dado un mensaje al rey de Juda Acaz que le desobedeció. “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is.7:14) La señal de Jonás y la señal de Acaz son lo mismo que Dios muestra una señal sin cambio aún a la generación mala y adúltera.   


Cuando yo tuve infarto cardiaco, tenía que abandonar el ministerio y el negocio vigente. Para mí era un momento de pérdida total. A su vez necesitaba una señal para tomar una decisión por mi futuro. Oraba día a día en qué camino debo andar, si me vuelvo a Chile y me quedo en Corea, si sigo sirviendo el ministerio del campo universitario o hacer otra cosa. No había podido recibir las señales claras que yo deseaba ver. Pero Dios me dio su palabra en los momentos de mi angustia. Y su señal definitiva para mi decisión era la señal de Jonás, la cruz del Cristo. Dios me ayudó a mirar esa señal tan grande hacia mi vida y me dejó tomar decisión en mi libertad. Finalmente tomé una decisión por agradecer su gracia hacia mi vida y muchas señales que me venía mostrando incluso lo que me salvo del infarto mismo. Y estoy sirviendo la obra de chile tal como hoy y Dios me ha bendecido según mi decisión de fe. Gracias a Dios por su señal permanente para mí vida pecadora. 


Tal vez la señal de Jonás nos cae como una perdida que no deseamos mirar. Pero la cruz de Jesús siempre nos guía a llevar un fruto significativo y hallar su presencia más cerca a nuestra vida. Dios quiere que veamos las señales que él ha venido manifestándonos en el camino de nuestra vida. Si observamos con detención reflexiva, podemos encontrar un montón de señales para nuestra vida.  Su cuidado, su gracia, su compañía, su amor minucioso, etc. Y la señal de Jonás nos da confianza de su gran amor hacia nuestra vida. La señal de Jonás es una vara de medir en todo asunto pequeño y grande en nuestra vida personal, familiar y ministerial. En la señal de Jonás hay un tesoro escondido eterno para nuestro bien. Oro que esta señal de Jonás, la cruz guie nuestra vida día a día para poder caminar por sendas del Cristo.   


Ahora bien, ¿Qué sucederá a la generación mala y adúltera que rechazan definitivamente esta señal de Jonás?


Segundo, a quienes rechazan esta señal (43-45). Vamos a leer los versos 43-45. “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. / Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. / Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación.” 


Por algún motivo irresistible, el espíritu inmundo sale del hombre, pero sin poder hallar reposo, vuelve a hombre de dónde salió. Lo encuentra desocupada, barrida y adornada. Y toma consigo otros siete espíritus peores que él y entrados, moran allí. Y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Esta ilustración trata a la generación mala y adúltera del tiempo de Jesús, especialmente los saduceos y los fariseos y todos los que rechazan al Cristo. 

 

En esta palabra de Jesús, notamos que una persona es como una casa. Y el dueño es el Cristo o el espíritu impuro y no hay otro dueño, ni siquiera uno mismo. Jesús dice a los lideres religiosos como una casa ‘desocupada, barrida y adornada’. Ellos por no vivir la palabra y no aceptar al Cristo se hizo como una casa sin su dueño. Por su religiosidad su casa estaba barrida y adornada. Esta persona es una casa más favorita de los espíritus impuros, porque es un lugar mejor para engañar a la gente. 

 

Por la venida de Jesús, los demonios salían y huían de los hombres. Jesús los sanaba para que le creyeran y vivieran sirviendo a Dios como una casa del Señor. La generación de Jesús era la descendencia de los retornados del exilio babilónico. Dios los retornó de vuelta a su tierra para que ellos pudieran servir a Dios. Al inicio de su retorno, ellos reedificaron el Templo, se arrepintieron de su idolatría y se comprometieron a servir solo a Dios (Esdras 9-10). Pero con el tiempo perdieron su espíritu, en la vida de muchos quedó una forma de religión y doble vida tal como los fariseos. Sobre todo no se arrepintieron ante las señales contundentes del Cristo. Mas bien blasfemaron al Espíritu Santo. Ellos tenían una forma de religión, pero sus vidas no tenían al Dios vivo quien es el dueño de su vida. De esta manera ellos se tornaron una casa desocupada, barrida y adornada. Como su producto, ellos fueron destruidos completamente en Jerusalén por el comandante romano Titus 70 D.C. y perdieron su nación durante 1900 años tal como Jesús les advirtió.


En la vida espiritual no hay punto medio entre el reino de Dios y el reino de espíritus impuros.  Uno puede vivir una vida hermoseada ante el mundo, pero Dios sabe cómo está esa casa y los demonios también lo saben. Dónde no hay el Cristo, allí establece el demonio su puesto junto con otros peores demonios; Los espíritus de inmoralidad, de orgullo, de incredulidad, de avaricia y de todo tipo contra el espíritu de Dios. Los frutos de vida hablarán de esta realidad.  


Fuimos la generación mala y adúltera. Pero solo por la gracia, nos hicimos hijos de Dios en Cristo. Nadie puede robar nuestra salvación y el demonio no puede anularla por ningún motivo. Sin embargo, aunque el demonio no puede separarnos del Cristo, él puede hacernos cristianos impotentes cuando llevamos una doble vida. Cuando nos alejamos de Dios y su palabra, fácilmente nos volvemos el blanco favorito de los demonios como una casa desocupada, barrida y adornada. Aunque no cometamos pecados graves, si no tenemos una vida guiada por Dios, el demonio con sutileza puede difamar nuestra dignidad de hijos de Dios para que no viva una vida influyente en el mundo. 


Dios quiere que vivamos su palabra y crezcamos a la imagen del Cristo día a día para que él sea el dueño de nuestra vida. Mientras el Cristo se entrona en nuestro corazón, estaremos más que vencedores. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom. 8:37) Oro que el Cristo sea el dueño de nuestro corazón en todo caminar. Amén.   


Entonces, ¿Qué bendición vendrá a quienes reciben la señal de Jonás?


Tercero, la familia de Jesús (46-50). Mientras Jesús aún hablaba a la gente, su madre y sus hermanos estaban afuera y le querían hablar. Pero Jesús respondió al que le decía que su familia estaba afuera. ‘¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?’ Jesús, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo. Vamos a leer el verso 50. “Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre.” 


Esta palabra no es que Jesús ignora la familia sanguínea. Jesús, aún en la cruz, pensó de su madre María y se la encargó a Juan, a su discípulo amado. Dios nos ha regalado a formar una familia terrenal en su gracia. Es una bendición grande de nuestro Dios en esta vida terrenal. Pero la familia terrenal no significa la familia eterna.  


En Jesús Dios nos permite una familia nueva y eterna. Nos hizo primero hijos del Padre celestial y así hermanos entre todos los que le creen. “Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” (Jn. 20:17) “y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18). La voluntad del Padre Dios es creer en su Hijo enviado y vivir en él y su palabra. Y Todo aquel que hace la voluntad del Padre celestial es la familia en Cristo. ¿No es maravilloso y admirable que sentimos familia aquí, teniendo nacionalidad, cultura, y contexto de vida tan distintas? Por esta razón tenemos orar también por nuestra familia terrenal y las ovejas para que todas alcancen la familia de Cristo. Amén. 


Conclusión, La señal más grande que Jesús quiere que veamos es la señal de Jonás. La señal de su muerte y resurrección es la señal primera y última de su amor hacia nuestra vida. Esa señal es la base, el motivo y el fin de toda nuestra decisión de diario vivir. Las demás señales vendrán alineadas a esa señal de cruz. Oro que esa señal sea una señal que guie nuestra vida para poder vivir y hacer la voluntad de nuestro Dios. Amén.  

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