Mateo 12:22-37

12:22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba.
12:23 Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David?
12:24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
12:25 Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.
12:26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?
12:27 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
12:28 Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
12:29 Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.
12:30 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
12:31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
12:32 A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.
12:33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.
12:34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
12:35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.
12:36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
12:37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

PECADO IMPERDONABLE


PECADO IMPERDONABLE


Palabra: San Mateo 12:22-37

V, Clave 12:28 “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios”   


La obra más grande de Dios es la obra de perdón. Hoy venimos a gozarnos de ese perdón en Cristo. Pero en el pasaje de hoy se menciona un pecado que no se perdona. Este título mismo nos puede sonar serio y temeroso. Entonces, ¿De cuál pecado habla este pasaje? y ¿Por qué Jesús lo mencionó aquí? 


Estamos viviendo en un mundo que blasfema a Dios sin ningún temor a nivel extremo. Esta realidad nos irrita y entristece profundamente. Pero, también nosotros, aunque no hacemos como el mundo, igual podremos contristar a su Espíritu en hablar y hechos. La palabra de hoy nos despierta y nos ayuda a arrepentirnos de este punto. Y también nos da a saber la llegada del reino de Dios en nosotros. Oro que Dios nos restaure nuestra visión para ver y vivir el reino de Dios.   


Primero, Jesús sana a un endemoniado, ciego y mudo (22-24). Después que fue sanado el hombre de la mano seca, le llevaron a Jesús un endemoniado, ciego y mudo. En San Mateo 9:32, fue sanado un mudo, endemoniado. Pero este capítulo fue traído un endemoniado, ciego y mudo. No sabemos exactamente qué relación tiene el demonio con ceguera y mudez. Lo que suponemos es que el demonio puede afectar gravemente en ver y hablar. De todas maneras, cuando vino este endemoniado, Jesús lo sanó y este hombre veía y hablaba. Jesús lo liberó completamente del poder del demonio para poder ver al Cristo quien lo salvó (28). 


Por esta obra milagrosa la gente comenzó a pensar. “¿Será éste el Hijo de David?” el corazón de la gente iba abriéndose a creer en Jesús como el Hijo de David, el Cristo. Se decía en Isaías 35:5 del Cristo. “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y destapados los oídos de los sordos.” Exactamente Jesús estaba haciendo lo profetizado en la Escritura con poder. Su obra testificaba que Jesús es el Cristo prometido. El Espíritu Santo echó fuera el demonio de ese hombre y estaba abriendo el corazón de la gente que estaban allí.   


En diferencia a la gente, ¿Cómo era la reacción de los fariseos? Los fariseos, al oír hablar la gente, decían. “Éste no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” Esta palabra no tenía ninguna base de la Ley de Dios. No dice ninguna palabra de Dios que el príncipe de los demonios puede echarlos. Ellos solo infamaron la obra de Dios, llamándolo como la obra del demonio. Su hablar era algo contra la obra del Espíritu Santo. 


El endemoniado ciego y mudo plasma la espiritualidad de nuestra generación. La corriente secular del mundo no nos deja ver la obra del Cristo. El mundo apodera del corazón de la gente por riqueza, placer y mentiras. Cada vez más los hombres pierden su vista espiritual y deseo de saber de Dios, no ven, no saben hablar de Dios, menos alabar y orar. Espiritualmente totalmente ciegos y mudos. Fuera del Cristo así fuimos nosotros. Pero en su gran misericordia, Jesús echó fuera el espíritu impuro de nuestro corazón y limpió todo nuestra suciedad y nos hizo ver y alabar a nuestro Padre. A veces volvemos a este hombre anterior expuesto al corriente del mundo y por nuestra pecaminosidad. Pero Jesús continuamente nos sana y nos imparte su espíritu en su sangre preciosa para poder ver el reino de Dios y hablar de aquello. Oro que sigamos acercándonos al Cristo y tengamos su corazón hacia los sufridos espiritualmente para poder traerlos ante sus pies para poder ver y hablar de su gracia admirable.       


Segundo, Por el Espíritu de Dios (25-29). Jesús, quien creó la mente y el corazón, supo los pensamientos de los fariseos que decía “Éste no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios”. Jesús les explica que ningún reino o ciudad o casa divididos contra sí mismos pueden permanecer. Así que el reino de Satanás no puede permanecer, siendo dividido. Cuando los hijos de los fariseos llegaran a creer en Jesús y echan fuera los demonios en su nombre, serán juzgados por ellos de sus palabras que blasfemaban la obra del Espíritu de Dios. Jesús había dicho en San Mateo 17:21. “Pero este género no sale sino con oración y ayuno.” Vencer a los espíritus impuros no es del asunto de los hombres. Solo el Espíritu Santo puede echar el espíritu impuro. 


Vamos a leer el verso 28. “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” Aquí Jesús dice claramente que Jesús echaba fuera los demonios por el Espíritu de Dios. La obra de Jesús sucedía junto con el Espíritu de Dios. Jesús vivía y trabajaba lleno del Espíritu de Dios. Jesús inició su obra, recibiendo el Espíritu Santo. “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.” (Mt. 3:16) El apóstol Pablo declaró del Cristo Jesús de esta manera. “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (col. 2:9) 


Los demonios habían gobernado el mundo y el corazón de los hombres por su potestad de pecados y muerte. Pero el reino de los demonios terminó por la venida del Cristo. Dondequiera que fuera Jesús, los demonios fueron echados fuera. Una legión de demonios gritaba frente a Jesús solo por verlo. “Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. / Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.” (Mc. 5:6-7) Por la venida de Jesús el reino del Diablo que hace ciego y mudo a los hombres se echa fuera. Y allí el reino de Dios se establece. Jesús por su cruz, perdonó el pecado de los hombres y venció la muerte, resucitando de entre los muertos. De esta manera, definitivamente el reino de Dios ha llegado en nuestro corazón que recibimos al Cristo Jesús como nuestro Señor y Salvador.  


La llegada del reino de Dios a nosotros no solo quiere decir nuestra salvación, sino también una vida nueva. Cuando el reino de Dios se establece por su Espíritu, él nos gobierna con su personalidad divina y nos forma según su imagen divina conforme a nuestra fe y deseo. Dios quiere que vivamos su reinado y lleno del Espíritu Santo para su gloria. Así el reino de Dios ya se vive en nuestra vida, liberándonos de toda atadura de los demonios. ¡¡Gloria a Dios!!  


Tercero, pecado contra el Espíritu Santo (30-37). Ahora Jesús toca del pecado imperdonable de los fariseos. En el verso 30, “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” Jesús peleaba una batalla espiritual para rescatar a un hombre del demonio. Esta batalla era de una fuerza de su espíritu. Jesús lo sanó e hizo ver y hablar. Era completamente la obra que solo Dios pudo hacer. Ante esta obra de Dios, el Espíritu Santo comenzó a trabajar en los corazones de la gente y ellos iniciaron a mirar a Jesús como el Hijo de David, el Cristo para creerle (23). Era un momento de recoger la cosecha espiritual junto con Jesús. 


Pero los fariseos, en vez de recoger junto con Jesús, arrojaron una palabra descalificadora, blasfemando a la obra de Dios. Abatieron la fe sembrada en la gente, desparramaron la cosecha del Cristo de las almas. Por consiguiente, los fariseos estorbaron el camino de salvación y apoyaron la obra del demonio. En camino de salvación, no habrá punto medio entre Dios y los demonios. 


Y Jesús advierte directamente con mucha seriedad de lo cometido por los fariseos. “31 »Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. 32 Cualquiera que diga alguna palabra contra el Hijo del hombre, será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo, no será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.” Jesús menciona de una clase de pecado que no se perdona jamás. Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, incluso blasfemia contra el Hijo de Dios, Jesucristo. En verdad, Jesús había perdonado hasta quienes le entregaron, burlaron y crucificaron. “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lc. 23: 34ª) Este perdón es por su misericordia infinita, no porque estaba permitido hacerlo. 


En cambio, si uno hable contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este siglo ni en el venidero. ¿Por qué? ¿el Espíritu Santo es diferente a Jesús o menos misericordioso? Primero lo que debemos reconocer que la obra sucedido con el hombre endemoniado, ciego y mudo era la obra del Espíritu Santo. Según la palabra de Jesús, el Espíritu Santo es quien ejecutó la expulsión del demonio de ese hombre.  


Aquí cabe recordar la palabra que Jesús habló del renacimiento. “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3:5) El renacimiento o sea la salvación consiste en arrepentimiento y perdón. El Espíritu Santo es quien hace arrepentirse a uno de sus pecados, da convicción de su perdón y hace renacer. El arrepentimiento solo no produce salvación, sino debe haber imprescindiblemente el trabajo del Espíritu Santo quien hace arrepentirse genuinamente, regeneración y renovación. “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). 


El Espíritu Santo es quien convence a los hombres de pecado para darle justicia de Dios en Cristo Jesús. “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Jn. 16:8) Podemos entender que el Espíritu Santo es quien ejecuta toda operación de arrepentimiento, perdón y renacimiento. Por lo tanto, hablando contra él nadie puede arrepentirse de sus pecados y recibir el renacimiento. La salvación viene por el sacrificio de Jesús, pero la ejecución de esa salvación pertenece al discernimiento y autoridad soberna del Espíritu Santo. “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1Co. 12:3) Esto es por qué no se perdona la blasfemia contra el Espíritu Santo. En hechos 5, podemos ver que Ananías y Safira murieron por sustraer el precio de su heredad vendida, mintiendo al Espíritu Santo. 


Por el fruto, el árbol se conoce (33). Si la sanación al hombre endemoniado es la obra y el fruto bueno, quien lo sanó es bueno y de Dios. Pero los que hablan mal de quien hace buena obra son arboles malos. Y Jesús los llama “Generación de víbora”. Toda palabra ociosa que descalifica infama la obra del Espíritu Santo será juzgada y condenada (36-37). Jesús es el único árbol bueno. Así que él da buenos frutos en abundancia. Todos los que le aman y aprenden de él en verdad, sacarán buenas cosas de su buen tesoro de corazón como Jesús. 


Nosotros, siendo creyentes, no blasfemamos intencionadamente contra el Espíritu Santo como los fariseos. Pero puede que contristásemos al Espíritu Santo en nuestro hablar. Aunque no descalificáramos la obra de Dios en otros hermanos, con frecuencia no la valoramos como corresponde. O criticamos a la debilidad y las faltas de los demás con un acto que no recoge con Jesús. También no vemos la obra preciosa que hace Dios en nosotros mismos y nuestra vida. Hacemos comparación a otros mejores, envidiamos, llevamos baja-autoestima, incluso auto condenación, aunque no lo hacemos con frecuencia. Toda esta actitud contrista al Espíritu de Dios. Sea cual sea, él que sabe los pensamientos de nuestro corazón y nuestro hablar. A la iglesia Efesios, el apóstol Pablo dijo en tono mandado. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Ef. 4:30) Es necesario recordar en toda claridad que contristando al Espíritu Santo, jamás podemos esperar que él trabaje en gozo y poder para nuestro bien. 


Dios no nos llamó para contristar a su Espíritu, ni para agradar a nosotros mismos, sino para que agradarle en cosas que ver y hablar. “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, / porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Fil.2:12b-13) Tenemos que orar para poder ver la obra preciosa de Dios en nosotros así como en los demás. Tenemos que creer y confiar en lo que va a hacer el Espíritu Santo entre los que le confían. Tenemos que adquirir esa óptica de Jesús a cada persona y recoger con él. Si vivimos así junto con Jesús, nuestra vida, hogar e iglesia, serán muy bendecidos en el Espíritu de Dios.     


Conclusión, Jesús nos sanó e hizo ver y hablar (alabar y orar). En el poder del Espíritu Santo nos dio el reino de Dios mediante su sangre. Dios quiere que nos pongamos a su lado y recojamos con él a las almas caídas. Oro que seamos participes en esta obra del Espíritu Santo tanto en nosotros como en otros para que sea glorificado el nombre de Dios en plenitud. Amén. 




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