Mateo 9:27-38

9:27 Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!
9:28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.
9:29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.
9:30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
9:31 Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.
9:32 Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron un mudo, endemoniado.
9:33 Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel.
9:34 Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
9:35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
9:36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
9:37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
9:38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

LA MIES Y OBREROS


LA MIES Y OBREROS


Palabra: San Mateo 9:27-38

V, Clave 9:37 y 38. “Entonces dijo a sus discípulos: «A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos. / Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.»” 


 Se dice que nos encontramos en la época difícil de ver un avivamiento espiritual. Y la receptividad del evangelio va disminuyendo por varios lados. Como creyentes podemos sentir fatiga y frustración ante la realidad indiferente al evangelio. Pero independientemente de nuestros sentimiento y realidad, tenemos que prestar atención a la palabra de Dios. ¿Si Jesús estuviera hoy en nuestra realidad, qué diría él?  


La palabra de hoy nos enseña a dónde hay que mirar y de qué rogar. Este tema es tan urgente tanto para nosotros como para sus ovejas. Oro que Dios abra nuestra ceguera espiritual para tener esa visión que Jesús tenía hacia su mies (cosecha).  


Primero, Dos ciegos y un mudo (27-34) Jesús había levantado a la hija muerta del dignatario de sinagoga. Y se difundió la fama de Jesús por toda aquella tierra (26). Después salió de allí. Entonces, dos ciegos siguieron a Jesús, gritando “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!”. Ellos, por no poder ver a Jesús físicamente, tenían que gritar. “Ten compasión de nosotros”. Ellos reconocieron que no merecían ser atendidos. Pero en colaboración apelaron a la compasión de Jesús a gritos fuertes. 


Cuando gritaban, ellos le llamaron a Jesús como ‘¡Hijo de David!’. El ‘Hijo de David’, este nombramiento se basa en 2 samuel 7:12-13 “Cuando tu vida llegue a su fin y vayas a descansar entre tus antepasados, yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes y afirmaré su reino. / Será él quien construya una casa en honor de mi Nombre y yo afirmaré el trono de su reino para siempre.” Dios había dado una promesa al rey David que le fuera dado un descendiente por quien fuera construida una casa en honor de su nombre y fuera afirmado el trono de su reino para siempre. Los israelitas esperaban a este ‘Hijo de David’ quien fuera el Cristo. Mateo 1:1 inicia así. “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” En Mateo 21:9b la gente gritaba cuando Jesús entró a Jerusalén montado sobre un pollino. “«¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!»”. Así se conocía entre los israelitas que ‘Hijo de David’ es el Mesías prometido (Cristo). 


Cuando estos dos ciegos gritaban así, Jesús hubiera podido atenderles en el camino. Pero Jesús no les atendió hasta entrar en la casa. Los ciegos no se cansaron y se le acercaron sin desistir. Entonces, Jesús les preguntó. “¿Creen que puedo sanarlos?” (28b). Jesús entendían que ellos necesitaban la vista. Jesús hizo esta pregunta para sembrar y afirmar la fe en ellos antes de sanarlos. Jesús quiso que ellos pusieran su confianza completamente en él. Los ciegos respondieron que sí. 


¿Cómo Jesús los sanó? Jesús podía sanarlos solo con palabra (8:13). Pero Jesús les sanó de una manera especial. Vamos a leer el verso 29. “Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho” Lo primero Jesús tocó sus ojos con sus manos. Esta mano era esa misma mano quien creó la luz en oscuridades (Gen 1:3). Si Jesús los hubiera sanado solo con su palabra, ellos no habrían podido entender quien los sanó. Pero el tacto de la mano les dio a conocer que Jesús era quien les tocó. cuando Jesús les tocó los ojos, ellos recobraron la vista. 


 Jesús les dijo “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Jesús no los sanó sencillamente sus ojos físicos, sino fortaleció y bendijo la fe en ellos. La compasión de Jesús les ayudó a tener confianza en Jesús y llegar a conocer del Cristo. Por este curso de sanación, Jesús les dio una vista espiritual para que ellos pudieran reconocer que Jesús es verdaderamente ‘el Hijo de David’ que todos esperaban. 


“¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!”. Este grito debe ser nuestro. Como sabemos muy bien, fuimos pecadores inmerecidos y ciegos espirituales que no conocíamos del Cristo, ni de su palabra. No veíamos nada del mundo de Salvación y del Cristo como ciegos. Y teníamos que sufrir todas las consecuencias de pecados y vivíamos en oscuridad miserable. Si pienso en mi realidad pasada, tiemblo por esa ceguera que tenía en mi vida. Reconozco que fui un pecador inmerecido a su gracia. Pero por su compasión Jesús oyó y atendió a mis gritos tan desesperados “Ten compasión de mí”. Y Jesús me tocó los ojos con su mano. Entonces, recobré la vista. Ahora veo al Cristo y el mundo maravilloso en su soberanía.  


Si nuestro corazón se va perdiendo luz, nuestros ojos espirituales oscurecen en pecados, y no podemos hallar su gracia en corazón, tenemos que llamar al Cristo a gritos. “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!”. Y Jesús seguramente tendrá su compasión y nos atenderá, tocándonos los ojos para que recobremos la vista limpia a verle. 


Miren el verso 30. Jesús les advirtió a estos dos ciegos con firmeza de que nadie se enterara de esta sanación, porque el pueblo de Israel tenía una percepción equivocada sobre el Cristo que fuera un salvador político. Aunque Jesús era el Cristo, ‘el Hijo de David’, no buscó la fama equivocada del pueblo y les advirtió. Pero ellos no lo obedecieron y divulgaron por toda aquella región la noticia acerca de Jesús. 


 Mientras ellos salían, le llevaron un mudo endemoniado. Él no pudo gritar a Jesús como dos ciegos. Además por ser endemoniado, sin la ayuda de otro, él mismo no pudo venir a Jesús. No sabemos cómo relaciona el demonio con la mudez. No todas las mudeces son por el demonio. Pero, lo cierto es que el demonio hace que no vea al Cristo y no hable de él. Antes de llegar el Cristo, así el demonio había gobernado sobre este mudo. En ningún lado del antiguo Testamento se menciona de la sanación de un endemoniado. Pero cuando llegó el Cristo, se terminó el dominio del demonio entre los hombres. Jesús echó fuera al demonio, el mudo habló (33ª). 


Jesús es el Señor quien da los ojos y oídos para ver y hablar. Jesús es el Hijo de David prometido. El profeta Isaías había proclamado de esta obra del Cristo venidero. “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y destapados los oídos de los sordos.” (Is 35:5). Solo y cuando Jesús abre los ojos y los oídos, esa persona ve el mundo del Cristo y lo testifica con su hablar.    


Los fariseos que no tenían los ojos espirituales no pudieron ver la obra de Dios y conocer al Cristo. Ellos vieron la obra de Dios solo con los ojos espectadores y críticos. Ellos halaron de la obra de Jesús con insultos, diciendo “Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.” Ellos eran verdaderamente los ciegos y mudos espirituales. 


Segundo, Mies (Cosecha) y Obreros. (35-38). Sin importar la crítica blasfemadora de los fariseos, Jesús humildemente continuó su ministerio mesiánico. Jesús recorría todas las ciudades y aldeas. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del Reino y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. ‘Enseñar’, ‘predicar’ y ‘sanar’ eran el ministerio principal de Jesús. 


 ¿Cuál era el motivo de esta obra de Jesús, el Hijo de David? Vamos a leer el verso 36. “Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.” Jesús tuvo compasión de las multitudes, porque ellos eran como ovejas desamparadas y dispersas sin su pastor. Jesús tuvo compasión de las multitudes no por su pobreza, ni por la opresión romana, sino por no tener pastor.


Como podemos imaginar, las ovejas sin su pastor se exponen a todo peligro; de fieras crueles, de hambre, de hoyos y trampas, y de enfermedades, etc. Toda consecuencia miserable y triste viene por no tener su pastor. En cambio las ovejas que tienen su pastor pueden vivir confiados y felices en abundante vida.  


Dios había colocado a los lideres religiosos como los pastores del pueblo. Pero ellos no tenían el corazón del pastor hacia ellos, y eran asalariados. Ellos cuidaban a sí mismo solamente y aún los explotaban. Jesús los regañó fuertemente a tales lideres religiosos así. “Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. / ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.” (Mt 23:13-14) El pueblo no pudo recibir la palabra viva de Dios y sin dirección y esperanza vivían. Estaban totalmente desamparadas y dispersas (36).


Jesús vino en este mundo como el buen pastor (Jn 10:11,14). Jesús tuvo compasión de ellos, enseñando, predicando y sanando. En Jesús hay palabra de vida en abundancia y salvación. En este Jesús todos los ciegos y mudos recobran vista y hablan. Los demonios huyen y se liberan las ovejas de su miseria.   


Ahora bien, por esas ovejas desamparadas y dispersas, ¿Qué dijo el Pastor Jesús a sus discípulos? Vamos a leer el verso 37 y 38. “Entonces dijo a sus discípulos: «A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos. / Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.»” 


De la palabra de Jesús podemos rescatar los siguientes puntos. 


Uno. Visión de Jesús. Jesús vio que la mies(cosecha) es mucha (37). Jesús vio que por su venida, por el evangelio del Reino la mies quedó lista para cosechar. Había muchas multitudes sin su pastor. La visión de Jesús era no solo para los israelitas, sino también para todas las naciones que esperaban su salvador. Tal como esta visión, muchas mieses van entrando en salvación y cuidado de Dios siglo tras siglo. 


Pero ¿su visión es vigente aún a nuestra realidad? Muchos obreros contemporáneos dicen que la receptividad del evangelio baja cada vez más. Cuando confronto a los jóvenes desinteresados de la palabra de Dios, llegamos a decir por nuestro interior. “¿La mies es aún mucha?”


Claro que es diferente nuestro tiempo al tiempo de Jesús. También el característica de mieses cambió. Tal vez confrontamos a una mies de mayor nivel y grado que el pasado. Pero ¿Qué diría Jesús ante nuestra realidad? ¿No diría lo mismo? La mies es mucha aún y la obra de Dios sigue por los obreros. Solo debemos creer la palabra de Jesús “La mies es mucha”. Y orar para tener esa visión de Jesús. La visión humana oscurece nuestra vista y fe. Jesús nos ayuda a recobrar nuestra vista espiritual. Me arrepiento de mi incredulidad que inclina a mi debilidad y realidad humana. Oro que Dios nos ayude a aceptar la visión de Jesús hacia las multitudes, especialmente los jóvenes universitarios para que podamos sumarnos bien a la cosecha del Cristo.  


Dos. Al Señor de la mies. Jesús aquí dice claramente que la mies tiene su dueño (38). Hay el Señor de la mies. Cuando Jesús dijo del Señor de la mies, esto india a Dios el Padre. El Señor no deja abandonada a su mies sin límite, sino la cosecha por sus obreros fieles. Al mirar al Señor de la mies, siempre hallamos la esperanza. Necesitamos alzar nuestros ojos, mirarle y levantar nuestras manos hacia él.  


Los lideres religiosos no cumplieron sus tareas de obreros y las descuidaron. Finalmente fueron descartados por el Señor. Él envió a un obrero más preparado quien era su propio Hijo mismo a su mies. Los ciegos ven, los mudos hablan, los demonios huyen y los muertos resucitan. Este Señor puede enviar más obreros. Solo hace falta rogarle a él que nos envíe obreros a su mies.     


Tres. Obreros. Vamos a leer el verso 38 nuevamente con atención. “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” ‘enviar’ esta palabra en su lengua original tiene una significado ‘enviar forzado con urgencia’ (send out - ingles; ἐκβάλλω(ekbalē) - griego). La presencia de los obreros es urgente y muy necesaria a la mies. Deben ser enviados con mayor urgencia para las ovejas desamparadas. Aunque Jesús era el obrero perfecto, tenía que regresar al Padre después de la resurrección. Jesús no pudo servir a todas multitudes simultáneamente por su condición humana. Y sus discípulos aún no eran maduros. 


Lo importante es que Jesús lo dijo a sus discípulos mismos. Cuando Dios quiso enviar a Isaías como obrero a su pueblo, le preguntó a él mismo. “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?” (Is 6: 8ª) Dios preguntó así para que Isaías reaccionara con una decisión personal a su llamado. Cuando Jesús dijo a sus discípulos, “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”, quiso que ellos estuvieran conscientes de que fueron llamados a ser obreros a la mies. Jesús quiso que ellos tuvieran su visión y compasión hacia las ovejas sin su pastor. 


Multitudes y obreros son diferentes. Y los obreros nacen de las multitudes. Los 12 discípulos eran la gente común y corriente. Pero cuando Jesús les llamó en su gracia y soberanía, se convirtieron en obreros fieles. Los obreros no solamente son los 12 discípulos, sino todos los que creen en Jesús. Los que creen en Jesús reciben el Espíritu Santo y se hacen obreros conforme a su visión y compasión. El profeta profetizó así en Joel 2:28 “Después de esto derramaré mi espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” Desde Apóstol Pablo, las primeras iglesias hasta las iglesias de nuestro tiempo se han levantado muchos obreros y nosotros también somos llamados como sus obreros. Si recibimos la visión y compasión de Jesús en su Espíritu, seremos convertidos como sus obreros preciosos. 


 Y además de recibir la visión y la compasión de Jesús, El Espíritu Santo disciplina a los llamados para hacerlos buenos obreros. La cosecha es una batalla espiritual. Por lo tanto, la disciplina es imprescindible. 2 Timoteo 2:3 dice “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.” 1Corintios 9: 25a “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene”. Toda disciplina en oración y palabra brinda los músculos espirituales para poder superar las adversidades, tentaciones y pruebas. Cuanto más seamos disciplinados, tanto más mies podemos cosechar. Esta disciplina se ejerce en su amor y soberanía. 


Jesús fue el obrero ejemplar. A su vez él es también el Señor de la mies. Jesús sirvió la obra de Dios en oración (Mt 4:2; Mr 1:35; Lc 22:39). Él era un obrero entrenado en todo. Jesús tuvo compasión, les daba las palabras de vida en abundancia y los amaba hasta dar su vida. Los que aman e imitan a este Jesús, autodisciplina para ser un buen obrero como él. Cuando crecemos como Jesús, la mies será mucha para nosotros. 


Conclusión, necesitamos que Jesús nos toque los ojos para recobrar la vista; recobrar su visión y compasión hacia las multitudes. Para los que aman a Jesús, sigue siendo ‘la mies es mucha’. Alcemos nuestros ojos hacia el Señor de la mies y le rogamos que nos haga sus obreros. Oro que Dios abra nuestros ojos espirituales para que seamos buenos obreros de las ovejas desamparadas de su mies.   


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