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Mateo 8:18-27
8:18 Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado.8:19 Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
8:20 Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.
8:21 Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
8:22 Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
8:23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron.
8:24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía.
8:25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!
8:26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.
8:27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
LA VIDA DE SEGUIR A JESÚS
LA VIDA DE SEGUIR A JESÚS
Palabra: San Mateo 8:18-27
V Clave 8:26 “Él les dijo: —¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.”
La palabra de hoy es de la vida de seguir a Jesús. Los que van por este camino se dan cuenta de que esta vida no es un caminar por las sendas de flores bonitos, sino de incomodidades, tropiezos, tempestades con las cuales necesitamos lidiar frecuentemente. La palabra de hoy nos enseña de estas realidades.
Mientras queremos vivir esa vida de seguirle, se nos necesita oír y guardar lo que se dijo al respecto por Jesús, porque nos enseña también de las bendiciones incomparables que hay en esa vida de seguir a Jesús. Oro que Dios nos ayude a examinar nuestro corazón y disponerlo nuevamente para seguirle en firmeza de fe.
Primero, Adondequiera que vayas (18-20). Jesús había dado a la gente varias series de enseñanzas hermosas en el monte. Y abajo del Monte, él había sanado a muchos enfermos y endemoniados con la palabra (16). Esta obra fue porque Jesús compadeció de sus dolores y sufrimientos (17). El motivo de sanación y los milagros es su compasión.
Sin embargo, a medida que Jesús sanaba más gente, aún el mayor número de gente venía por esos señales visibles. Pero Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, dio orden de pasar al otro lado (18). Jesús habría sentido la necesidad de apartarse de la gente e ir a otro lado. La sanación y los milagros son la obra del Cristo. Pero cuando la gente viene a Jesús por las señales visibles o milagros o algún motivo similar, Jesús se aparta de tales a pasar al otro lado que esperan su palabra.
En esta línea de la gente, vino un escriba. Los escribas en el antiguo Israel eran hombres sabios cuyo trabajo era estudiar la ley, transcribirla y escribir comentarios de ella. Así como hacía la interpretación de la ley o un asunto jurídico a veces. Eran un grupo élite de la sociedad judía la cual estaba asociada a la ley. Este escriba vino y dijo a Jesús. “Maestro, te seguiré adondequiera que vayas” ¡wau! Parece que este escriba tiene un gran deseo espiritual hacia Jesús. Él dice “adondequiera que vayas” Su palabra suena que él fuera un excelente candidato para ser uno de sus discípulos.
Pero ¿cómo le respondió Jesús? Vamos a leer el verso 20. “Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.” Jesús no le dio “la Bienvenida”. Más bien le dijo de la realidad de su vida práctica. Jesús, siendo el Hijo de Dios, se comparó a sí mismo a las zorras y las aves del cielo. Las zorras y las aves del cielo son los seres vivientes sin mucho valor. Ellas son del desierto y del aire. Sin embargo, todas ellas tienen dónde vivir, sus comodidades mínimas. Pero el Hijo del Hombre Jesús no tenía aún dónde recostar su cabeza. Jesús para servir la obra mesiánica, tenía que andar de un lugar al otro. Jesús solía pasar la noche en el desierto (Mr 1:35) o en el monte. (Mt 14:23, Lc 22:39). Jesús vino en esta tierra no para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Mr 10:45).
La respuesta de Jesús nos da a conocer del motivo escondido en el corazón de este escriba. Él había visto muchos milagros y una popularidad tan grande en la vida de Jesús. Esos éxitos exteriores era lo que quería alcanzar él. Él quiso seguir a Jesús solo por ver el gran poder sobrenatural el cual puede traerle éxito, fama y satisfacción humana.
Pero él no vio el sacrificio de la vida de Jesús. Él no entendió de la vida de Jesús que vino a servir y dar su vida en rescate. Por lo tanto, le era necesario a Jesús darle a conocer la realidad de su vida que no tenía ni siquiera dónde recostar su cabeza. De esta manera, Jesús quería corregir su motivo de seguirle.
Esta palabra nos enseña que la vida de seguir a Jesús no es una vida de ganar fama, reconocimiento humano, éxito, comodidad, etc, sino es una vida de servir, dar y amar. La vida de seguir a Jesús no es una vida de cumplir su propio sueño humano por medio de Jesús, sino es una vida de aprender y ganar a Jesús por medio de sacrificar su propio sueño humano. Si uno quiere seguir a Jesús adondequiera que vaya, él o ella debe considerar con cuál motivo le siga. Solo los que ponen la mira a aprender a Jesús, puede permanecer en este camino de seguirle.
Al iniciar mi vida de seguir a Jesús, en mi corazón había una mezcla de motivos puros y seculares. Quería aprender a Jesús, pero también quería alcanzar algún éxito en él. Quería agradar a Jesús, así como quería ser reconocido, admirado y aplaudido por mis pastores, ovejas, y otras personas. Pero cada vez que enfrentaba un compromiso necesitado por la palabra, mi corazón caía en un desaliento. Necesitaba un tiempo de corregir y refinar mi motivo de seguir a Jesús.
Además veía que algunos pastores antes de mí que eran excelentes humanamente no permanecían en seguir a Jesús por su motivo equivocado. Me di cuenta de por qué Jesús dijo así a este escriba con la respuesta de ‘el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza’. Si mi motivo no es ganar a Jesús mismo, tampoco permanecería en el camino de seguirle con fidelidad. Nuevamente quiero revisar mi corazón si esté dispuesto a seguirle a toda costa o no. Oro que Dios me dé un corazón purificado y sincero para poder seguirle verdaderamente.
Segundo, vaya primero y entierre a mi padre (21-22). Después de este escriba, vino otro a Jesús. uno de sus discípulos le dijo: “Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.” Este hombre era uno de sus discípulos. Él estaba siguiendo a Jesús con un motivo bueno y sincero. Sin embargo, a diferencia del escriba, él tenía un tropiezo interior en seguir a Jesús.
Ese tropiezo era de un afecto personal a su padre. Él pudo sacrificar todo por Jesús, pero sin duda le estaba costando superar un sentimiento de lástima hacia su padre. él dijo ‘permíteme que vaya ‘primero’ y entierre a mi padre’. Él vacilaba en dónde poner su prioridad entre Jesús y su padre. ‘entierre a mi padre’ quiere decir ‘suspender a seguir a Jesús hasta el día que fallezca su padre y lo entierre’. Entendemos bien nosotros su sentimiento y lo simpatizamos en algún sentido.
Pero ¿Qué le dijo Jesús? ¿Le dijo ‘eres buen hijo, vayas a servir y enterrar a tu padre. Después me sigues’? Vamos a leer el verso 22. “Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.” “Sígueme”. Jesús le insta a seguirle con prioridad y constancia. En esta acción no hay punto medio en su palabra. Y Jesús le dice “deja que los muertos entierren a sus muertos”. ¿Quiénes son ‘los muertos’ y ‘sus muertos’? ¿Cómo los muertos podrían enterrar a otros muertos? La palabra de Jesús le enseña claramente que los que no siguen a Jesús son muertos, sean jóvenes o viejos. Jesús no niega, ni desprecia el afecto natural hacia los miembros familiares. ¡¡Amar a los padres es el quinto de los Diez Mandamientos!!
“Sígueme”. Jesús lo dijo, porque seguir a Jesús es un asunto tan importante. Esta palabra es una exhortación apremiante de Jesús tanto para este discípulo como para su padre. solo los que siguen a Jesús pueden alcanzar la salvación y la vida. ‘Seguir a Jesús’ no es un asunto a su gusto o a relajos o postergar, sino es un asunto de vida o muerte. Por lo tanto, los que quieren seguir a Jesús deben superar aún su afecto terrenal para priorizar en seguirle.
Un afecto a los miembros familiares suele a ser un tropiezo a todos los que siguen a Jesús incluso mi persona. No es que ignoremos o abandonemos a la familia, sino tener cuidad no priorizarla antes que seguir a Jesús. Cualquier persona que priorizamos antes que Jesús se perderá como un muerto. Jesús quiere que aprendamos encomendar al padre o madre o hermanos o hermanas en sus manos. Cuando Pedro siguió a Jesús en prioridad, él mismo le visitó y sanó a su suegra acostada en cama y ella se levantó y sirvió a Jesús, alcanzando la vida eterna (15). Si priorizamos el seguir a Jesús, él nos dará la vida verdadera tanto para nuestra propia vida como para nuestros seres queridos.
Tercero, ¿Por qué teméis? (23-27). Después de hablar con dos persona, Jesús se dirigió a otro lado. Tal como mandó a pasar a otro lado (18), Jesús entró en la barca y sus discípulos le siguieron. Era un momento agradable para los discípulos, dejando de lado servir a tanta gente. Además ellos eran expertos en remar y controlar la barca. Así que el atravesar el lado era una delicia para ellos. Además estaban junto con Jesús.
Pero parece que no duró mucho el momento agradable. Inesperadamente se levantó en el mar una tempestad. Era una tempestad tan grande (24). Precisamente el lago de Galilea se llamaba también "Mar de Galilea" por sus fuertes tormentas. El lago está a 213 metros bajo el nivel del mar, rodeado de barrancos y montañas empinadas. (El monte Hermón, en el Golán, tiene 2.236 metros; el monte Merón en Alta Galilea, tiene 1.208 metros). "Como resultado de esta formación, a menudo soplan vientos fríos por sus cuestas e, inesperadamente, se levantan tormentas violentas sobre la cálida superficie del lago" (26 - ‘a los vientos y al mar’). Las olas pueden llegar a entre dos y nueve metros de altura. En la época de Jesús, el barco medía unos 8 metros de largo, 2.30 metros de ancho, y 1.35 metros de alto, tenía cubierta de proa y de popa, y podría llevar aproximadamente 15 personas. ¿Cuánto estaría sacudida esa pequeña barca ante las olas de tempestad tan grande? Imagínese que la tempestad vino el momento inesperado. Aunque los discípulos eran expertos con la barca, la fuerza de tempestad no era dentro de su capacidad humana. La tempestad era ‘tan grande’ que las olas cubrían la barca. Ellos sintieron que perecían (25).
¿Qué hacía Jesús este momento? El verso 24b dice “él dormía”. ¿Cómo Jesús pudiera dormir en tal situación tan sacudida y peligrosa? Tal vez Jesús pudiera estar extremadamente agotado físicamente por haber servido a tanta gente. Sin embargo, es difícil estar dormido ante una tempestad tan grande. Esto nos hace imaginar que Jesús estaba dormido, pero debería haber estado consciente y despierto por su interior.
Pero Jesús los dejó en lidiar contra las olas solos hasta que le acudieran. cuando sus discípulos le despertaron, ¿Cómo les respondió Jesús? Leamos el verso 26. “Él les dijo: —¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.” Primero a sus discípulos los regañó Jesús. Ellos no eran incrédulos, pero eran de poca fe. Esta palabra ‘poca fe’ se contrasta con ‘tanta fe’ del centurión (10). Sabemos que hay ‘tanta fe’ y ‘poca fe’. La de los discípulos era de poca fe, no de tanta fe. Y fueron regañados.
En realidad ante la tempestad tan grande todos actuaríamos lo mismo que los discípulos. A menudo una pequeña tempestad provoca levantarse una tempestad grande en nuestro interior. Solo un problema pequeña puede ocasionar un gran problema en nuestra vida. Sobre para los que siguen a Jesús puede venir una tempestad más violenta del mundo. Las tempestades no nos dejan en tranquilidad, sino en mucha ansiedad y desesperación tal como los discípulos que decían “que perecemos”. Realmente sentimos desgastados y agotados frente a tempestad. ¿Qué se nos necesita en tal momento? Jesús no los consuela, sino los regaña “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” para Jesús el temor y la incredulidad son las cosas de ser regañado. Jesús nos deja sufrir esas tempestades para entrenar nuestra fe practica una y otras veces con un propósito maravilloso y sublime.
Después de regañar a sus discípulos, Jesús reprendió a los vientos y al mar. Jesús los trató como fueran los seres hombres. ‘reprender’ esta palabra fue ocupada contra los espíritus impuros. (Mc 9:25; Lc 9:42). De la acción de Jesús, podemos suponer que tras esa gran tempestad había una obra de un maligno que quiso detener la obra del Mesías. Sin embargo, cuando Jesús reprendió a los vientos y al mar, sobrevino ‘una gran calma’.
Por la palabra de Jesús vemos que una tempestad tan grande se convirtió en una gran calma. De esta manera Jesús se manifestó que él es quien tiene autoridad no solo sobre la enfermedad y los demonios, sino también sobre la naturaleza. Un creyente debe saber que toda la tempestad está bajo el control de Jesús. Jesús quiso que ellos vivieran una gran calma aún en medio de las tempestades tan grandes. Jesús nos deja en ellas y nos entrena hasta que alcancemos ‘tanta fe’ (fe genuina)
Más que otro, debemos saber que Jesús está en nuestra barca; Jesús se encarga de los que le siguen. La gran tempestad nos hace perder fe hasta que sacudimos desesperadamente a Jesús. Estos ciclos se repiten y repiten varias veces. Pero a medida que experimentamos la compañía minuciosa de Jesús, entramos en un mundo de gran calma aún bajo las tempestades tan grandes. Esa ‘gran calma’ en medio de tempestades es lo que Jesús regala a sus discípulos que le siguen fielmente. Y nos aseguramos de que nuestra barca llegará al destino prometido sin fallar.
Nuestra vida, nuestra familia, nuestra iglesia son una barca. Estamos atravesando un mar dónde se levantan si o si tempestades de la manera inesperada y muchas veces fuera de nuestra capacidad humana. Tal vez puede que esté pasando una tempestad grande ahora en su vida. Pero tenemos que escuchar la voz de Jesús que dice “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (26) Y tenemos que extender nuestras manos hacia él y su palabra, porque él no está dormido.
Conclusión, Jesús no tiene dónde recostar su cabeza, pero él nos da un reposo único y verdadero al seguirle. Solo Jesús puede dar la salvación y la vida a los muertos al seguirle. Solo Jesús nos da la gran calma en medio de tempestades al seguirle. Y nos pastorea y guía con seguridad hasta llegar su reino celestial. Oro que podamos seguirle a Jesús con un corazón puro y sencillo, con prioridad y con fe de gran calma. Amén.
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