Mateo 8:5-17

8:5 Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,
8:6 y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.
8:7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
8:8 Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará.
8:9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
8:10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
8:11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos;
8:12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
8:13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
8:14 Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre.
8:15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.
8:16 Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos;
8:17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

SOLAMENTE DI LA PALABRA


SOLAMENTE DI LA PALABRA


Palabra: San Mateo 8:5-17

V, Clave 8:8 “Respondió el centurión y dijo: —Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará


 ¡¡Feliz el día de los Niños!! Gracias a Dios por los niños tan preciosos de nuestra Iglesia. Dios nos ha bendecido y va bendiciendo a través de ellos en nuestro camino de fe. Oro Que crezcan como hombres y mujeres guardados en pureza y toda hermosura en Cristo. Así también nuestro corazón sea puro y sencillo ante nuestro Padre Dios. 


En la palabra de hoy continua la sanación de Jesús. Tantos enfermos había aquellos días y Jesús los sanaba. Especialmente en el pasaje, aparece una figura que llamó atención a Jesús, le movió y maravilló. En la Biblia no es fácil encontrar que Jesús se maravilla. Hoy observaremos y aprenderemos cuál era aquello que movió al corazón de Jesús. Oro que Dios nos ayude a aprender y vivir esa vida que le impresiona y agrada al Cristo Jesús.  


Primero, Jesús fue movido por la compasión del centurión (5-7). Jesús entró en Capernaum. Capernaum era una ciudad situada a la orilla del lago de Galilea. Esa ciudad era dónde el ministerio mesiánica de Jesús había iniciado (Mt 4:13). Bajando del monte Jesús vino allí de nuevo, cuando vino a él un centurión. ¿Quién es ‘centurión’?


 Durante la época de Jesús, un centurión era un oficial militar profesional al mando de un grupo de tropas llamado “centuria”. Él podía tener a su cargo desde casi un centenar hasta varios cientos de hombres. Los centuriones eran líderes de valentía, lealtad, carácter y destreza en batalla. En estos soldados descansaba el poder militar de Roma especialmente. Por supuesto que los centuriones tenían una gran influencia en la sociedad con riqueza, poder y prestigio. Capernaum era una ciudad estratégica militar y allí había una base militar del rey Herodes Antipas. El centurión habría pertenecido allí y él era un extranjero (v8). Él vino a Jesús y le rogaba, diciendo “Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.”


‘Rogaba’ significa ‘su humildad en constancia’. Generalmente un centurión es una figura enérgica, valiente y despiadado por su cargo rudo. La compasión no es de ellos. Pero este centurión era diferente. Él tuvo compasión aún a un criado paralitico, gravemente atormentado. A la vista humana, su criado era un hombre inútil para la guerra, ni para el servicio alguno. Era natural ser botado tal criado por su amo. 


Pero este centurión por un criado minusválido, él vino a Jesús y le rogaba por él. Él rogaba muy solícitamente sin desistir por uno caído. El evangelio San Lucas dice de este centurión que él amaba a Israel y les edificó una sinagoga (Lc 7:4-5). Él era un varón no solo de valentía, sino también de compasión hacia un enfermo gravemente atormentado. Aunque había mucha gente allí, ante este ruego, Jesús le dijo “Yo iré y lo sanaré”. Jesús fue movido.    


 Aquí tenemos que aprender aprendemos algo importante desde este centurión. Él era extranjero en Capernaum. ¿Cuántas cosas de la tierra extranjera le fueran incómodas y molestas? Pero este centurión no era quien manifestó su disgusto, ni criticó la diferencia de la cultura judía a lo suyo. Más bien él manifestó su amor hacia la nación extranjera y ese pueblo. Aún amó a un criado atormentado. Este centurión era una persona tan noble. 


 Jesús mira y quiere que los extranjeros amen y agradecen a los pueblos natales. Somos beneficiados por la tierra donde vivimos. Por lo tanto, amar al pueblo natal nos corresponde en nuestra vida. Además todos los creyentes son los extranjeros y peregrinos en esta tierra. Los cristianos tienen una identidad verdadera y eterna como ciudadanos del reino de Dios. Dios nos amó y nos salvó a ser sus hijos para poder amar a los demás en esta tierra. Amar a los extranjeros, sobre todo a una alma caída, gravemente atormentada. Cuando hacemos así, Jesús nos dirá en responder a nuestro ruego: “Yo iré y lo sanaré” 


 Jesús fue movido por el amor del centurión hacia un criado minusválido y enfermo. No todos los ruegos ganan la atención de Jesús (Mc 7:26-27). Pero aquí, con gusto Jesús le respondió a atender. “Yo iré y lo sanaré” Jesús valora en gran manera a uno cuando él ama a un alma desesperado. El corazón que ama a una oveja es lo que mueve el corazón de Jesús. Valorar a un alma y servirlo cuesta mucho; sacrificio de tiempo, energía y materiales, etc. Amar a uno con constancia realmente no es fácil, si no vemos ningún resultado conveniente. Pero recordamos de lo que dijo Jesús “Respondiendo el Rey, les dirá: ‘De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.’ ” (Mt 25:40) Oro que Dios nos permita ese amor y esa compasión hacia una alma perdida y necesitada para que seamos quienes mueven su corazón en nuestro vivir.  


El centurión era no solo quien movió el corazón de Jesús, sino maravillarle de la siguiente manera. 


Segundo, Jesús fue maravillado por la fe del centurión (8-13). Cuando Jesús quería ir y sanar al criado del centurión con gusto, él respondió. Vamos a leer el verso 8. “Respondió el centurión y dijo: —Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará” Él centurión reconoció de su indignidad como un extranjero a entrar cuál casa era abominable para un israelita. Él era un varón muy humilde en reconocer su condición humana. Pero su humildad fue no solo por reconocimiento humano, sino por reconocer la autoridad de la palabra ante Jesús. 


 Él dijo luego. “Solamente di la palabra y mi criado sanará” el centurión tenía una fe sencilla al poder de la palabra de Jesús. Aún los judíos exigían las señales visibles para creerle pese a muchos milagros visibles mostrados por él. (Mt 12:38-39; 16:1). Pero el centurión, solo por haber oído de su obra, creyó en él y en poder de su palabra.


Su fe no era abstracta, sino era muy concreta y práctica. El centurión explica la razón de tal fe. “pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a éste: “Ve”, y va; y al otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.” Aquí él menciona de autoridad de palabra. El centurión estaba bajo autoridad y tenía soldados bajo sus órdenes. A tal autoridad todos los soldados obedecían y hacían tal como les ordenaba. Del mismo modo, el centurión creyó la autoridad de la palabra de Jesús bajo la cual toda enfermedad haría de obedecerla. Su fe era tan sencilla, genuina pero profunda. 

“Solamente di la palabra” Su confesión nos enseña e inspira cómo superar una situación sobrepasada. Su criado atormentado era un asunto fuera de su capacidad humana para ser tratado. Pero él creyó que la palabra de Jesús lo sanara a su criado atormentado de la manera humilde y sencilla. Él buscó el poder de la palabra de Jesús. Ciertamente Jesús había sanado a muchos enfermos con su palabra (4:24-25; 8:16). También Jesús había enseñado su palabra con autoridad en el monte (cap. 5-7). Para el centurión solo su palabra proferida de Jesús era suficiente para su criado atormentado. Dios bendice a este corazón que dice “solamente di la palabra” ¿Tenemos esta clase de fe ante los problemas sobrepasados, sea personal, o matrimonial, o familiar, o ministerial? 


A menudo enfrentamos a unos problemas imprevistos y fuera de nuestra capacidad humana. Realmente esa situación nos aplasta y deja muy preocupados y desesperados. Es por eso que buscamos alguna ayuda humana o algún tratamiento urgente forzadamente. Pero este centurión nos enseña una solución sencilla y maravillosa a nuestros asuntos desesperados. “Solamente di la palabra” La fe del centurión nos desafía en silencio. 


Para poder entrar en paz inmutable y de solución segura necesitamos a la verdad alcanzar esa fe que dice “solamente di la palabra”. “Solamente di la palabra a mi temor”; “solamente di la palabra a mi matrimonio que cojea”; “solamente di la palabra a nuestros hijos atormentados”; “solamente di la palabra a mi pueblo desesperado”. El problema fundamental es no tener fe sencilla, rogarle a media y desistir pronto. Aprendamos de rogar así de este centurión. Oro que Dios nos ayude a poseer esa fe sencilla a la palabra para poder entrar en el mundo del poder de palabra viva que nos espera a nuestro lado.  


¿Cómo responde Jesús ante la fe del centurión? Vamos a leer el verso 10. “Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: —De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” La fe del centurión le maravilló a Jesús. Jesús llama su fe como “tanta fe”. Esta expresión aparece solo aquí en esta escena a lo largo de los evangelios (Lc 1:9). ¿Qué clase de fe es esta de centurión para Jesús?


Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos (11)” Jesús menciona de la fe de los primeros ancestros de Israel; Abraham, Isaac y Jacob. Ellos eran los que vivieron conforme a la palabra de Dios. Ellos eran quienes la vivieron y murieron en ella. Por tanto, a Dios le gustó llamarse “Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob”. Y ahora Jesús compara la fe del centurión como la de Abraham, Isaac y Jacob. ¿Qué gran honor es esto para este centurión, un extranjero?


Esta palabra es no solo para este centurión, sino para los que tengan la misma fe sencilla en futuro. “vendrán muchos del oriente y del occidente”. Tal como esta palabra de Jesús, numerosos gentiles se han salvado por su fe y han venido viviendo y muriendo en ella. El centurión era uno de los primeros frutos que creyó en el poder de la palabra de Jesús. Así cumplió la promesa que hizo Dios con ese Abraham. “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.” (Gen 22:18) 


 En cambio, con esta palabra Jesús reprocha la incredulidad de los israelitas. ‘ni aun en Israel’. Dios les había dado tantas palabras a través de sus siervos. Los israelitas tenían que manifestar su fe ante las obras maravillosas de palabra de Jesús. Pero ellos no tenían la fe que les corresponde. Mas bien pidieron más señales y hasta perseguirlo. Por lo tanto, Jesús con mucha tristeza declaró. “pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (12)


Si no tenemos esa fe sencilla, llevamos una vida ligada a la realidad, en vez de a la palabra. Y jamás podremos mover el corazón de Jesús, menos maravillarle. Creamos en la palabra antes que suceda todo. Oramos y rogamos antes que veamos su resultado como el centurión. Solo esta fe sencilla podrá maravillar a nuestro Señor Jesús y él con gusto obrará en nuestra vida según sus palabras. Finalmente Jesús dijo al centurión: “Vete, y como creíste te sea hecho.” Y su criado quedó sano en aquella misma hora. Jesús obra según nuestra fe. Si nuestra fe es tan sencilla como la de centurión, él obra como creemos. 


Conclusión, el amor y la fe sencilla del centurión maravilló al corazón de Jesús. “solamente di la palabra”. Esta fe sencilla agradó a Jesús. Jesús es quien se mueve y se maravilla con los que aman a una alma necesitada y creen la autoridad de su palabra. Jesús es quien tiene el poder de palabra en todo momento. Oro que seamos como este centurión para que el poder de palabra repose sobre nuestra vida. Amén  

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