Éxodo 20:7-12
20:7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.20:8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
20:9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
20:10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
20:11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
20:12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
LOS DIEZ MANDAMIENTOS (II): HONRAR A DIOS Y A NUESTRO PADRES
Buenos días. Esta semana continuaremos con la segunda lectura acerca de los diez mandamientos. La semana pasada aprendimos que los diez mandamientos se pueden dividir en dos partes, los primeros cuatro mandamientos relativos a Dios y los restantes seis relativos a nuestro prójimo. La semana pasada aprendimos también que la gracia de Dios era el fundamento de la Ley, y vimos los dos primeros mandamientos que nos muestran a quién debemos honrar. ¿A quién debemos honrar? Solamente a Jehová Dios. No debemos tener otros dioses o ídolos fuera de Él. Dios tiene que ser lo primero en nuestros corazones y nuestras vidas. Espero que hayan tenido tiempo para meditar acerca de esto, y oro para que Jehová sea lo primero en nuestras vidas y corazones y que le adoremos solo a Él. Amén.
Hoy aprenderemos los otros dos mandamientos acerca de Dios que nos dicen cómo y cuándo debemos adorar a Jehová, y el quinto mandamiento, que es como un mandamiento transicional que nos ordena honrar a nuestros padres. Oro para que el día de hoy nosotros podamos aprender a honrar a Dios y a nuestros padres, y que hagamos esto, no sólo el día de reposo, sino cada día de nuestras vidas. Amén.
I.- Cómo honrar a Dios (7)
Miren el v.7. El tercer mandamiento ordena cómo se debe honrar a Dios. Jehová prohíbe a los hijos de Israel tomar su nombre en vano. Tomar el nombre de Dios en vano tiene varias aristas, pero antes de ver cada una de ellas, vamos a entender qué significa tomar el nombre de Dios. Como les dije la semana pasada, en aquella época cada pueblo tenía su dios o sus dioses. Y el nombre de ese dios o dioses estaba sobre el pueblo, de forma que todo lo que el pueblo hiciese o todo lo que le aconteciese se atribuía a su dios, es decir es como si lo hiciese o le aconteciese a su dios. Así, cuando un pueblo conquistaba a otro pueblo, era como si el dios del pueblo conquistador derrotara al dios del pueblo conquistado. Muchas veces el pueblo conquistador quitaba los ídolos del pueblo derrotado, principalmente porque eran de metales preciosos, y les imponían la adoración a su dios. Entonces al ser Jehová el Dios de los hijos de Israel, ellos le representaban en la Tierra. Y lo que ellos hiciesen, podría hacer que el nombre de Jehová fuese glorificado o fuese profanado.
También, tomar el nombre de Dios se refiere a mencionar Su nombre en algún asunto. En aquella época se acostumbraba jurar en el nombre de Dios para garantizar que lo que se está diciendo es cierto. En la actualidad algunos todavía tienen esa costumbre. Cuando quieren asegurar algo con certeza dicen: “Te lo juro por Dios”, aunque muchas veces cuando se hacen este tipo de juramentos, es falso lo que se está diciendo. Y precisamente contra esto se advierte en Lv. 19:12: “Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.” Así que una de las formas de quebrantar este tercer mandamiento es jurando falsamente en el nombre de Dios.
Con el pasar del tiempo, los judíos procuraron guardar mejor este mandamiento. Así que evitaban mencionar el nombre de Dios fuera del contexto religioso. Pero pronto, se convirtió en costumbre dejar de mencionar el nombre de Dios en cualquier contexto para evitar tomarlo en vano. De hecho, hoy en día los judíos mantienen esa costumbre, y ni siquiera pronuncian la palabra “Dios”, sino que usan en hebreo Hashem, que significa “El Nombre”, o usan Señor. Así se perdió del todo la pronunciación del nombre de Dios y por eso se discute hoy si será Yahvé o Jehová. También cuando los escribas copiaban los libros de la Biblia, entendiendo la santidad del nombre de Dios, se lavaban siete veces las manos antes de escribirlo y cambiaban de pluma para escribirlo en oro también. ¿Saben cuántas veces se menciona el nombre de Dios en el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia? Según la Reina-Valera de 1960 se menciona 1,829 veces. Nada más en Deuteronomio se menciona 555 veces. Así que cada una de estas veces, el escriba hacía este mismo procedimiento.
Ya para la época de Jesús los judíos habían dejado de pronunciar el nombre de Dios y por lo tanto habían dejado de jurar en su nombre también. Sin embargo, empezaron a jurar por otras cosas como el Templo, el altar, la ciudad de Jerusalén, el cielo, etc. Jesús les advirtió acerca de esto también diciéndoles: “Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” (Mt. 5:33-37). Esta es la ampliación de Jesús a este mandamiento. Aquí nos enseña que no solamente no debemos jurar en el nombre de Dios, sino que no juremos por nada, sino que sea nuestro sí, sí, y nuestro no, no, y ya está. Si estamos diciendo la verdad, ¿para qué vamos a jurar? Si estamos mintiendo, ¿por qué añadir más pecado? Hablemos sinceramente, pero sin juramentos.
Otra forma en la que podemos transgredir este mandamiento es haciendo promesas o votos delante de Dios y no cumpliendo. Así nos aconseja Salomón: “Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes.” (Ec. 5:4). Primero que nada, no necesitamos hacer promesas o votos delante de Dios. Nada de lo que le prometamos a Dios va a hacer que cambie Su voluntad acerca de nosotros o nuestros familiares, aunque podría mostrarle el deseo de nuestro corazón. Pero si alguno llegase a hacer algún voto o promesa delante de Dios debe cumplirla, en otro caso irrespetaría a Dios, tomando Su nombre en vano. Un ejemplo de este tipo de votos es el de Ana que aprendimos el Día de las Madres pasado. ¿Recuerdan? Ella no podía tener hijos y oró delante de Dios y le prometió que si le daba un hijo varón ella lo dedicaría a Jehová todos los días de su vida. Y Jehová le concedió un hijo varón. Y ella tan pronto lo destetó, lo trajo al sacerdote Elí y lo dejó en el santuario. Si llegásemos a hacer voto o promesa delante de Dios, debemos ser como Ana y cumplir.
También la hipocresía es una forma de transgredir este tercer mandamiento. Jesús les dijo a los líderes religiosos de su época: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.” (Mt. 15:7-9). La hipocresía significa decir que somos cristianos, pero vivir como los incrédulos. De labios honramos a Dios, pero nuestro corazón está lejos de Él. Al decir que somos cristianos, llevamos el nombre de Cristo en nosotros. Así que cuando la gente nos ve, ve a Cristo. Y si decimos que somos cristianos, pero andamos en pecado, entonces la gente profanará el nombre de Dios por causa de nosotros. Y si decimos que somos cristianos, pero no actuamos como tales, amando, perdonando, sirviendo, entonces el nombre de Cristo es profanado y tomamos en vano el nombre de Dios. ¡Vivamos como verdaderos cristianos, obedeciendo la Palabra de Dios y viviendo como Jesús vivió, y que el nombre de Dios sea glorificado por causa de nosotros! Esta es la forma como podemos honrar el nombre de Dios.
II.- Cuándo honrar a Dios (8-11)
Miren el v.8. En el cuarto mandamiento Dios ordena santificar el día de reposo, es decir, apartarlo y guardarlo. El día reposo es el día séptimo como podemos ver en los vv. 9-10. El día séptimo equivale al día sábado, o como se le llama en hebreo shabbát. ¿Alguna vez se han preguntado porque la semana tiene siete días? ¿Por qué no cinco o diez? Pues así lo dispuso Dios en la creación. Miren el v.11. Jehová creó la Tierra y todo lo que en ella hay en seis días, “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.” (Gn. 2:2-3). De la misma manera dispuso que el hombre trabajase seis días a la semana y el séptimo día cesara toda obra de sus manos, y descansase y lo santificase para Él. Así que ordenó hacer esto en el cuarto mandamiento.
Miren el v.10. El día séptimo no era sólo para descansar, sino para dedicarlo a Jehová Dios, esto es para meditar en Él. Nadie podía hacer obra alguna este día en el pueblo de Israel, ni siquiera los esclavos, ni las bestias, ni los extranjeros. Todos, absolutamente todos, tenían que descansar ese día y dedicarlo a Jehová. Jesús les reveló a los líderes religiosos de su época la razón de esto en Mr. 2:27: “También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.” Los judíos han llevado el día de reposo a unos extremos absurdos. Tienen una inmensa lista de cosas que no se pueden hacer un sábado porque se consideran un trabajo y quebrantan este mandamiento, entre ellas por ejemplo: no se puede tocar un botón en el elevador, no se puede encender una llama, no se puede manejar, etc., etc., etc. Para la época de Jesús esta lista era bastante larga ya, y los fariseos estaban acusando aquí a los discípulos de Jesús de violar el sábado. Pero Jesús les dijo que el día de reposo fue hecho para que el hombre descansara, Dios no creó al hombre para que guardase rigurosamente el día de reposo.
Y después Jesús añadió: “Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.” (Mr. 2:28). El Hijo del Hombre es un título mesiánico que designa a Jesús. Así que acá Jesús les está diciendo a los fariseos que Él es el Señor del día del reposo. Nadie conoce mejor si alguien está guardando el día de reposo o no que Él. De hecho el autor de Hebreos amplía esta idea diciendo: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.” (He. 4:9-10). Jesús es nuestro reposo. Él murió en la cruz en nuestro lugar para hacernos reposar de nuestras obras pecaminosas. Así que si aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, Él nos hace descansar en Dios como prometió: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mt. 11:28).
A estas alturas quizás alguno de ustedes esté pensando que nosotros no guardamos el sábado sino el domingo. Entonces pareciera que no estamos obedeciendo este cuarto mandamiento. Pero ya les acabo de decir que Jesús es nuestro reposo. Ya no necesitamos guardar el día de reposo, porque en Jesús descansamos de todas nuestras obras pecaminosas. Sin embargo, ¿por qué guardamos el domingo? El nombre del día domingo en español proviene del latín dies Dominica, que significa “Día del Señor”. Y nosotros nos reunimos este día de la semana para celebrar juntos la resurrección del Señor que ocurrió el primer día de la semana como se puede ver en Mr. 16:9. Los primeros discípulos guardaban el sábado como el día de reposo, y algunos aprovechaban para ir a las sinagogas a predicar acerca de Jesús como Él mismo lo hacía. Pero se reunían los domingos para participar del ágape que era una comida comunal donde la iglesia invitaba a todos a comer. Y también celebraban la Cena del Señor el primer día de la semana, es decir el domingo (Hch. 20:7). Todo esto lo hacían para celebrar la resurrección de Jesús ese día.
Lo importante es que debemos apartar un día a la semana para dedicarlo al Señor. Apartándonos de las cosas que hacemos el resto de la semana, y dedicando cuando menos unas horas a meditar en Dios y en su Palabra, a orar y adorarle. Estas son cosas que igual debemos hacer a diario, pero el domingo lo hacemos de forma más especial santificándonos y reuniéndonos juntos para celebrar la resurrección de Jesús quien murió por nuestros pecados en la cruz y resucitó para darnos vida eterna. Amén.
III.- Honra a tu padre y a tu madre (12)
Miren el v.12. Este quinto mandamiento es transicional entre los mandamientos relacionados a Dios y los relacionados al prójimo. Algunos lo clasifican en un grupo y otros en otro. Pues nuestros padres son mucho más que nuestro prójimo, y en cierto sentido son como Dios para nosotros en nuestra niñez, y honrarlos a ellos es honrar a Dios quien es nuestro Padre Celestial. Sin embargo, la palabra honrar aquí no tiene el sentido de adorarlos como podría tenerlo con Dios. Y aunque el título de este mensaje es: “Honrar a Dios y a Nuestros Padres”, la honra a Dios y a los padres no es la misma. La palabra hebrea que se usa en este versículo es kabád que significa “sentir peso” o “tener una carga”. Así que otra forma en la que podríamos traducir este mandamiento sería siente peso por tus padres o encárgate de tus padres. Así que, ¿cómo podríamos honrar a nuestros padres?
Mientras estamos bajo su cuidado, la forma de honrar a nuestros padres es como nos aconseja el apóstol Pablo: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa.” (Ef. 6:1-2). Debemos obedecer a nuestros padres en todo, aunque no nos guste lo que nos dicen. Esto es especialmente importante de recordar durante la adolescencia y temprana juventud. Cuando llegamos a estas edades deshonramos mucho a nuestros padres ignorándoles e incluso confrontándolos. Debemos obedecerle en todo. Quizás la excepción a esto podría ser cuando nos pidan hacer algo en contra de Dios, por ejemplo que nos impidan ir a la iglesia, o que nos manden a pecar de alguna forma. En estos casos habría que evaluar si realmente debemos obedecerle o no, pero con respeto. Y considerando nuestro corazón rebelde y pecaminoso, deberíamos buscar el consejo de nuestro pastor acerca de esto, y no dejarnos guiar por nuestro propio pensamiento.
Pero cuando ya somos mayores y no estamos ya bajo el cuidado de ellos. ¿Cómo podemos honrarle? De hecho, este mandamiento está dado para esta situación. Es interesante que entre los diez principales mandamientos que resumen toda la Ley, se encuentre uno de honrar a nuestros padres. Uno podría pensar que esto debería ser algo natural en nosotros, honrarle por lo buenos que han sido criándonos. Pero este mandamiento no condiciona la honra al comportamiento de ellos, sino que es mandamiento que nos ordena a honrarles sin importar cómo hayan sido con nosotros, pues no le estamos honrando por ellos, sino por obediencia a Dios.
En aquella época muchos padres trabajaban por jornal, es decir vivían del día a día. Ganaban lo suficiente para mantener a la familia cada día y no más. Así que cuando los padres alcanzaban cierta edad que les impedía trabajar, quedaban sin fuente de sustento. Dios quiso resolver este problema ordenando en su quinto mandamiento que los hijos se encargasen de sus padres. Así como los padres los habían mantenido durante su niñez y adolescencia, y aún hasta la juventud temprana, ahora los hijos adultos e independientes debían proveer el sustento para sus padres que de otro modo podían enfermar o morir de hambre. En aquella época no había seguridad social, ni fondos de jubilación, así que los padres dependían enteramente de sus hijos cuando ya no podían trabajar y Dios quería obligar a los hijos a cumplir por medio de hacerlo un mandamiento.
Pero algunos pronto encontraron una salida para no honrar a sus padres y ser considerados justos de todas formas y Jesús los denunció: “Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.” (Mt. 15:4-6). Los judíos les decían a sus padres que no tenían con qué ayudarles porque habían apartado como ofrenda a Dios aquello con que pudiesen ayudarles. ¡Este era el colmo de la hipocresía! Ellos quedaban bien delante de los líderes religiosos porque entregaban mucha ofrenda, pero no ayudaban a sus padres por ello. Por eso Jesús los reprendió. Dios garantizaba el bienestar de los ancianos con este mandamiento, pero ellos habían hallado la forma de quebrantar el mandamiento y quedar bien de todas formas.
Nosotros debemos honrar a nuestros padres también. En Latinoamérica tenemos un grave problema familiar. Lamentablemente muchas familias están rotas porque los padres abandonan a los hijos. Así que esto hace difícil para muchos para guardar correctamente este mandamiento. Ustedes saben que yo mismo soy testimonio de esto. Mi padre abandonó a la familia cuando yo tenía tres años. Regresó un par de veces de visita cuando yo tenía como ocho años, y después ya regresó más frecuentemente cuando tenía como trece años. Durante mi niñez yo anhelaba tener el amor de mi papá, pero no lo tuve. Esto me hice crecer en rebeldía. Cuando mi papá regresó ya yo no lo quería y le tenía un rencor muy grande por todo lo que nos hizo sufrir. Jamás lo respeté, ni lo obedecí. De hecho, para esa edad había dejado de respetar y obedecer a mi mamá. Pero mucho después aprendí que la raíz fundamental de todo mi pecado era el rencor a mi papá.
En el Mensaje de la Cruz de la Convivencia de Verano de UBF Caracas de 2004: “En Jesús Hay Esperanza” pude darme cuenta que aunque mi padre terrenal me había abandonado, mi Padre Celestial siempre había estado allí protegiéndome y dándome el amor que necesitaba. Allí entendí que el rencor que tenía contra mi papá no estaba bien, y que esa era la raíz de todo mi pecado y necesitaba arrepentirme por ello. Así que tomé la decisión de perdonarlo, y para dar el fruto digno de arrepentimiento prometí en mi testimonio bíblico que la siguiente vez que lo viese haría lo que nunca había hecho: lo abrazaría. Cuando regresé de la convivencia mi papá estaba en la casa de visita, y cuando entré lo abracé. Fue un poco extraño porque nunca lo había hecho, pero también fue algo muy liberador. Por fin había perdonado a mi papá, aunque no fue fácil.
Pude comprobar que en verdad había perdonado a mi papá cuando nos visitó en Panamá en 2014. Él me pidió que le diera un lugar para quedarse, y aunque no teníamos espacio en donde estábamos viviendo, le dejamos quedarse en el apartamento que fungía como Centro Bíblico en aquel momento. Él nos visitaba casi todos los días y comía con nosotros. Y aunque estuvo como dos meses en Panamá y prácticamente no aportó nada, igual con amor lo serví, honrándole. Obedeciendo el mandamiento. Y aunque ahora no le apoyo económicamente en Venezuela, al menos sé que está bien y que sus otros hijos le están apoyando. A quien sí trato de apoyar es a mi mamá, sobretodo en este tiempo de cuarentena que no ha podido trabajar nada.
Es nuestra responsabilidad velar porque nuestros padres estén bien, aunque no hayan sido los mejores padres. Y no solamente debemos apoyarlos económicamente, sino que debemos estar pendientes de ellos y su bienestar físico, emocional y espiritual. Y si no conocen a Jesús, debemos orar por ellos fervientemente, sabiendo que quizás ya no les queda mucho tiempo sobre la Tierra. Quizás ellos tienen su pensión o su jubilación, pero igualmente debemos visitarlos o llamarlos y mostrarles nuestro interés y amor. Así obedecemos este mandamiento y los honramos a ellos y al Señor.
En conclusión, Debemos honrar el nombre de Dios por medio de vivir vidas como verdaderos cristianos, no jurando para nada, ni dejando de cumplir nuestros votos, ni viviendo hipócritamente, sino obedeciendo su Palabra, amando y sirviendo a todos para que su nombre sea glorificado. Debemos apartar fielmente cada semana el Día del Señor para adorarle y escuchar su Palabra en la iglesia, celebrando la resurrección de nuestro Señor Jesucristo quien murió en la cruz por nosotros y resucitó para darnos vida eterna. Y debemos honrar a nuestros padres respetándoles y apoyándoles en todas sus necesidades tanto económicas, como emocionales y espirituales.
Yo oro para que nosotros podamos hacer todo esto y que el nombre de Dios sea glorificado por causa de nosotros. Y que nuestros padres, nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros compañeros de clases o de trabajo, y todos aquellos que nos rodean puedan conocer a Jesús como su Salvador por nuestro ejemplo. Amén.
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[3.May.2020]_Dominical-UBF-Panamá_(EXO_20..7-12)-Mensaje.pdf
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FOROS UBF ESPAÑOL
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P. Verónica Ramírez (SV)
( 18 de diciembre de 2020 )
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