Éxodo 20:18-26
20:18 Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos.20:19 Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos.
20:20 Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.
20:21 Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.
20:22 Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros.
20:23 No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis.
20:24 Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré.
20:25 Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás.
20:26 No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él.
PARA QUE NO PEQUÉIS
Buenos días. La semana pasada terminamos la serie de tres lecturas acerca de los diez mandamientos, con los cinco mandamientos referentes al amor al prójimo. A través de los diez mandamientos aprendimos el estándar mínimo de santidad que Dios requiere del hombre para vivir delante de Él. Nuestro Señor Jesucristo lo resumió de esta manera: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mt. 22:37-40). La voluntad de Dios es que le amemos de todo nuestro corazón. Que lo pongamos como máxima prioridad en nuestras vidas. Y que amemos a nuestro prójimo, no codiciando nada de él, sino alegrándonos con él y sirviéndole en todo cuanto podamos. Mi oración es que nosotros podamos ser una comunidad que ama a Dios y a su prójimo profundamente. Y que todos puedan ver ese amor en nosotros y deseen experimentarlo también. Amén.
El pasaje bíblico de hoy es un intermedio entre los diez mandamientos y la sección conocida como el libro del pacto que va desde Ex. 21:1 – 23:33. Los primeros cuatro versículos se conectan con el capítulo diecinueve, antes de que recibiese los diez mandamientos; y los últimos seis versículos son la introducción del libro del pacto. Así Moisés separa los diez mandamientos del resto de estas leyes. Hoy aprenderemos por qué Dios se manifestó de esta forma tan terrible a los hijos de Israel en el Sinaí y por qué les dio los diez mandamientos; también, cómo Él debía ser adorado por ellos. Mi oración es que nosotros también escuchemos las palabras de Moisés para que el temor de Jehová esté delante de nosotros, y para que no pequemos. Amén.
I.- Para que su temor esté delante de vosotros (18-21)
Miren el v.18. Mientras Jehová hablaba con Moisés en la cumbre del monte Sinaí dándole los diez mandamientos, el pueblo de Israel abajo sólo podía observar el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba. Mientras Moisés disfrutaba la voz de Dios que le daba los mandamientos, el pueblo abajo sentía pánico porque parecía que en cualquier momento la montaña se le vendría encima, o que alguno de esos relámpagos caería sobre ellos. Así que el pueblo temblaba de miedo porque creían que en cualquier momento Dios los mataría por sus muchos pecados.
Ellos tenían razón en temer por sus pecados porque eran muchos y los inhabilitaban para estar en la presencia de Dios. Y aunque ellos habían estado santificándose durante tres días, todavía no eran santos como para estar delante de Dios. ¿Quién es santo para venir delante de Dios con sus obras y decirle: “aquí estoy con mis obras perfectas delante de ti, hazme un espacio a tu lado”? Nadie. Ningún ser humano, sino Jesús solamente, puede decir tal cosa delante de Dios. Ni siquiera Moisés era santo para estar delante de Dios, pero Jehová en su gracia lo aceptaba y lo llamó a la cumbre del monte, junto con Aarón, para darle los diez mandamientos.
Y cuando Moisés descendió de la montaña, después de que Dios había hablado con él, los hijos de Israel se le acercaron para hacerle una propuesta. Miren el v.19. El pueblo no quería que Dios les continuase hablando desde el fuego en la montaña con su voz tronante. Su corazón no podía soportarlo más. Estaban a punto de un colapso nervioso pensando que en cualquier momento podían morir a manos de este Dios tan terrible. Ellos preferían que Moisés siguiese hablando con Jehová y que luego les transmitiese el mensaje como había estado haciendo hasta ahora. Ellos se comprometieron a escuchar lo que Moisés les dijese de parte de Dios.
Este era uno de los propósito con los cuales Jehová se manifestó de esa forma a los hijos de Israel tal y como le dijo a Moisés en Ex. 19:9: “He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre.” El propósito era que el pueblo viese como Dios hablaba con Moisés, aunque ellos sólo escucharen truenos y un ensordecedor sonido de bocina. Así ellos creerían definitivamente que Jehová había llamado a Moisés para liderarlos y darles su Ley. Y aunque acá aparentemente el pueblo estaba aceptando esto, más adelante varios de los hijos de Israel se rebelarían contra el liderazgo de Moisés, entre ellos, por ejemplo, los hijos de Coré, causando muchos estragos en el desierto.
Los hijos de Israel estaban aterrorizados ante esta manifestación grandiosa y terrible de Jehová. Ellos creían que en cualquier momento morirían. Sin embargo, Jehová no tenía intenciones de matarlos en el desierto. Si Él hubiese querido que ellos muriesen, los hubiese abandonado en Egipto donde el Faraón continuamente intentaba exterminarlos. O los hubiese dejado morir a manos de los egipcios frente al mar. O los hubiese dejado morir de sed o de hambre en el desierto por sus constantes quejas. Pero esa no era la voluntad de Dios. Él quería convertir a los hijos de Israel en su especial tesoro sobre todos los pueblos y en un reino de sacerdotes y gente santa. Por eso había descendido ahora a darles la Ley de esta manera. Para instruirlos en el camino en que debían andar. Ellos no debían temer. Y esto es precisamente lo que les dice Moisés.
Miren el v.20. Ante la propuesta de los hijos de Israel a Moisés, él les responde diciendo: “No temáis”. Esta expresión es una de las más repetidas en la Biblia. Hay una curiosidad bíblica que circula por internet que afirma que esta expresión, o una variante de ella, aparece 365 veces a lo largo de toda la Biblia, una por cada día del año. Aplicando que Dios no quiere que temamos ningún día del año, sino que confiemos en Él cada día. Aunque no pude encontrar todas esas referencias, una persona se dedicó a buscar y corroboró 155 instancias que publicó con sus respectivas citas bíblicas.
Lo cierto es que Dios utiliza esta expresión muchas veces porque los seres humanos nos llenamos de temor por lo incierto. Los hijos de Israel se estremecían de terror ante la manifestación divina porque sentían que en cualquier momento morirían. Ahora mismo todo el mundo tiene temor de un pequeño virus que anda circulando por allí. Todo el mundo tiene temor del futuro de la economía por la prolongada cuarentena que estamos teniendo. Muchos han perdido su trabajo, a otros tantos les han suspendido el contrato de trabajo o les han reducido el salario mientras dure la cuarentena. Así que tienen temor acerca del futuro porque no saben con qué van a comprar comida o a pagar las cuentas. Otros tienen familiares gravemente enfermos y tienen temor de pensar que morirán. Pero debemos escuchar la voz de Dios a través de Moisés aquí, que nos dice: “No temas”.
¿Por qué los hijos de Israel no debían temer? Porque Dios no estaba allí para matarlos, al contrario estaba allí dándoles la Ley que les enseñaría el camino a la vida eterna. Dios amaba a los hijos de Israel, de tal manera que envió las plagas a Egipto para sacarlos de allí. Abrió el mar delante de ellos para que pudieran cruzar y que los egipcios que los perseguían no los matasen. Les dio aguas en el desierto y el maná del cielo que les serviría de alimento durante cuarenta años. Les dio una columna de nube que los protegía del sol durante el día, y una columna de fuego que los alumbraba y los calentaba durante la noche. Dios los amaba mucho y si ellos entendían esto y amaban a Dios también entonces no había nada que temer porque “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1Jn. 4:18).
Nosotros tampoco debemos temer. Dios nos ama de tal manera que envió a su Hijo Unigénito a morir por nuestros pecados en la cruz para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn. 3:16). “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Ro. 5:8). Este pandemia mundial por la que estamos pasando no es porque Dios se haya olvidado de nosotros, ni porque quiera lastimarnos. Él nos ama y tiene un propósito en todo lo que está pasando. ¿Quieren saber cuál es ese propósito? A mí también me gustaría saberlo, pero no lo sé. Pero veo que Dios está haciendo cosas positivas a través de ello. Por ejemplo, el hecho de que ustedes estén conectados aquí con nosotros. Muchos están buscando a Dios en este tiempo, y es lo mejor que pueden hacer. Porque todo esto que ha estado pasando en el 2020, los rumores de guerras, los terremotos, los volcanes en erupción y las plagas son señales de que la venida de Jesús está cada vez más cerca y debemos estar preparados.
Después de animarles diciéndoles que no teman, Moisés les revela a los hijos de Israel el propósito que tuvo Dios al manifestarse de esa manera. Miren nuevamente el v.20b: “porque para probaros vino Dios”. El propósito de Dios para manifestarse así, era para probarlos. Para ver si ellos de verdad querían servir a Dios o no. Algunos quizás estarían pensando que este Dios es muy terrible para ser servido, y quizás pensarían en volver a Egipto. Dios quería probar el corazón de ellos para ver si de verdad le servirían. Pero no fue el único propósito con el que se manifestó así a ellos. Miren nuevamente el v.20c: “y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.” Jehová quiso mostrar delante de ellos toda su grandeza como aprendimos en el capítulo 19. Él quería mostrarles a los hijos de Israel su magnificencia para que ellos le respetaran como el Dios grande y terrible que es. Ellos debían aprender a tener temor de Dios, pues, como el gran sabio Salomón nos dice: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Pr. 9:10).
Aquí alguno podría estar pensando: “Primero les dijo que no teman, y ahora les dice que Dios quiere que le teman. Entonces, ¿hay que temerle a Dios o no? El temor de Jehová no es tenerle miedo a Dios, sino tenerle respeto. La BLPH traduce así este versículo: “Moisés les respondió: — No teman. Dios ha venido para ponerlos a prueba, para que le tengan respeto y no pequen.” El propósito de manifestarse así es que los hijos de Israel le respetasen por su autoridad divina. Jehová sin duda tenía poder para quitarles la vida si no obedecían, por eso debían respetar sus mandamientos y obedecerle.
Hay una delgada línea entre el respeto y el temor. Si alguien va por la calle y tira una basura en el suelo, y yo me le acerco y le pido que la recoja porque eso no le hace bien al ambiente. Lo más probable es que esa persona me mire feo y me responda mal y no recoja nada. Pero si un policía uniformado se acerca y le dice lo mismo, lo más probable es que pida disculpas y se apresure a recoger aquello. ¿Por qué? Porque al policía sí lo respeta porque tiene autoridad de meterlo preso. El respeto viene del temor al castigo. El respeto también puede venir del amor. Si yo amo a mi esposa verdaderamente, por respeto a ella no haría nada que la fuese a avergonzar o dañar. Sin embargo, el amor no es tan efectivo para respetar como el temor, pues aunque amamos, muchas veces faltamos al respeto.
Los hijos de Israel debían respetar a Dios por amor, pero sabiendo que el amor no es tan efectivo para garantizar el respeto como el temor, entonces Dios se manifestó de esta forma a ellos. De igual manera, pueden ver nuestro propio ejemplo. Ahora que vivimos en la era de la gracia y tenemos la confianza absoluta de que Dios nos ama, entonces pecamos más fácilmente porque pensamos que Él nos va a perdonar de todas formas. Necesitamos tener un poco más de temor de Dios en nuestros días, recordando que si pecamos alevosamente después de haber recibido la gracia de Dios, estamos despreciando a Dios como nos dice el autor de Hebreos: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Heb. 10:26-29).
Pero el fin último de esta terrible teofanía y de los diez mandamientos que Jehová dio, es lo que Moisés nos dice al final del v.20 y que le da título a este mensaje: “para que no pequéis.” En realidad este es el propósito de toda la Biblia, y es el propósito de los mensajes que les predico cada domingo: para que no pequen. Y el apóstol Juan nos revela aún más del propósito del Evangelio: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1Jn. 2:1). Dios se manifestó así a los hijos de Israel y les dio los diez mandamientos para que no pecasen, pero ellos finalmente pecaron igual, porque somos débiles pecadores. Sin embargo, Jesús vino y murió por nuestros pecados para poder perdonarlos y para ser una fuente eterna de perdón para nosotros.
Tenemos la Biblia para estudiarla y obedecerla cada día, pero cuando pecamos por nuestra humana debilidad, tenemos a Jesús como abogado delante del Padre para perdonarnos. Sin embargo, no debemos abusar de esto. Ni debemos pecar alevosamente contra Dios después de haber recibido a Jesús en nuestros corazones, porque estaríamos pisoteando al Hijo de Dios como leímos en Hebreos. Estudiemos fervientemente la Biblia, procurando aplicarla cada día de nuestras vidas con temor de Dios, porque el temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Así que vivamos sabiamente en este mundo amando y respetando a Jehová nuestro Dios. Amén.
Miren el v.21. A pesar de las palabras de ánimo de Moisés para el pueblo, ellos prefirieron mantenerse a lo lejos por temor a morir si se acercaban. En realidad ellos estaban haciendo bien, pues ya aprendimos en el capítulo diecinueve que la voluntad de Dios era que el pueblo no se acercase a la montaña. En cambio, Moisés se metió en medio de la nube espesa y oscura que envolvía el monte Sinaí para continuar su conversación con Dios y que Él le revelase ahora el libro del pacto. Aquí debemos aprender el ejemplo de Moisés y debemos acercarnos siempre a Dios por medio de la Palabra de Dios y de la oración.
II.- La adoración a Jehová (22-26)
Miren los vv.22-23. Ahora Jehová le está diciendo a Moisés que les recuerde a los hijos de Israel el segundo mandamiento referente a la idolatría. Dios se había revelado desde el cielo a los hijos de Israel mostrándoles el lugar de su habitación. Él no vendría a la Tierra a morar entre ellos con ídolos, así que ellos no debían hacer estatuas ni de plata, ni de oro, ni de ningún material, esperando que Jehová su Dios viniese a habitar en ellas como lo hacían los pueblo idólatras a su alrededor. Jehová no les mostró ninguna figura suya precisamente para evitar que los hijos de Israel intentasen hacer alguna representación de Él en la tierra para adorarle. Él debía ser adorado desde la Tierra, entendiendo que Él estaba en los cielos, y que desde allá recibía sus oraciones y adoración y actuaba en favor de ellos en la Tierra.
Pero, ¿por qué Jehová quiere recordarles esto en ese momento? Miren los vv. 24-26. Él les iba a dar instrucciones acerca de la forma en la que debían adorarle. Los hijos de Israel debían venir a ofrecer sacrificios delante de Dios en altares que ellos construirían. Jehová les daría instrucciones para construir un tabernáculo con un altar de bronce que ellos llevarían a todos lados, desde el cual podían adorarle con sus sacrificios. Pero mientras tanto, ellos debían ofrecer sus sacrificios sobre altares de tierra y no de piedra. ¿Por qué? Porque la tierra era menos moldeable que las piedras, y les costaría muchísimo trabajo tratar de hacer figuras de Jehová en estos altares de tierra. Además, que permitiría diferenciar los altares de Jehová de los de los dioses paganos, pues los otros pueblos hacían sus altares de piedras con las formas de sus ídolos tallados en ellos.
Sin embargo, posiblemente los hijos de Israel llegaren a lugares donde Jehová les pidiere sacrificio y no hubiese suficiente tierra o el suelo fuese muy duro para construir el altar de tierra. Así que Dios deja abierta la posibilidad de que se construyan altares de piedra a su nombre, pero prohibiendo que se haga figura alguna en ellos, y que ni siquiera sea tallada en forma alguna. Si levantasen cualquier herramienta contra el altar de piedras, entonces quedaba profanado, es decir, no se podía usar para la adoración a Jehová. Si hacían un altar de piedras, lo único que podían hacer era recoger las piedras tal cual estaban y acomodarlas en forma de altar, sin moldearlas de forma alguna. Así Jehová quería evitar que tratasen de hacer figura suya alguna sobre el altar.
Los sacrificios, holocaustos y ofrendas eran necesarias para la correcta relación con Dios y debían ser presentados sobre altares, pero Jehová sólo recibiría con agrado aquellos sacrificios ofrecidos sobre altares que siguiesen sus instrucciones. Altares de tierra o altares de piedras rústicas, sin ningún tipo de diseño o figura de dios alguno. En realidad para Jehová lo importante no era el altar, sino la ofrenda, pero daba estas instrucciones para cuidar el corazón de los hijos de Israel y que no se desviasen a la idolatría. Guardemos nuestros corazones para que no se desvíen hacia los ídolos de este mundo, sino más bien presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es nuestro culto racional (Ro. 12:1).
En conclusión, Jehová se manifestó a los hijos de Israel de forma tan terrible para que ellos le tuviesen el respeto que se merece, y les dio los diez mandamientos para que no pecasen. De la misma manera, Dios nos ha dado la Biblia para que aprendamos a respetarle, estudiando y obedeciendo la Palabra de Dios, y para que no pequemos. Yo oro para que el temor de Jehová esté delante de nosotros y le amemos por encima de todas las cosas, y que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos conforme a la voluntad del Señor. Amén.
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[17.May.2020]_Dominical-UBF-Panamá_(EXO_20..18-26)-Mensaje.pdf
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FOROS UBF ESPAÑOL
-
M. Esteban Cho (BO)
( 18 de diciembre de 2020 )
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