Éxodo 3:9-15
3:9 El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.3:10 Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.
3:11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
3:12 Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.
3:13 Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
3:14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
3:15 Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.
EL LLAMAMIENTO DE MOISÉS (II): JEHOVÁ COMISIONA A MOISÉS
Antes de esa lectura especial, aprendimos la primera parte del llamamiento de Moisés donde Dios se le aparece. En su tiempo, Dios fue y se apareció a Moisés en una zarza ardiendo en el desierto, revelándose a Sí mismo delante de él y declarándole su plan para el pueblo de Israel. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, había escuchado el clamor de su pueblo y los sacaría de Egipto y los llevaría a la tierra que les había prometido, una tierra que fluye leche y miel.
Moisés tuvo un encuentro santo con Dios sin entender bien lo que sucedía, por lo que Dios tuvo que amonestarle que se quitara el calzado de sus pies, para que entendiese la santidad de aquel lugar y de aquel encuentro. Allí aprendimos que nuestra tierra de misión y el llamado de Dios son santos, y debemos despojarnos de todo orgullo, queja o altivez contra el llamado o la tierra que Dios nos ha dado. Mi oración es que cada uno de nosotros escuche el llamado de Dios y Le sirva con la sacralidad que se merece en esta tierra de misión. Que convirtamos a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa sirviendo con amor y santidad. Amén.
Hoy aprenderemos la segunda parte del llamamiento de Dios para Moisés donde lo comisiona a la obra que debía hacer: ir a sacar al pueblo de Israel de Egipto. Moisés tiene dudas acerca de su llamamiento, así que Dios, primero, confirma su llamamiento con una señal: “cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”; y segundo, se revela a Sí mismo delante de él: “YO SOY EL QUE SOY”. Yo oro para que nosotros escuchemos claramente el llamamiento de Dios para nuestras vidas y que confiemos en Él y en su Palabra, y vayamos y proclamemos su nombre entre los jóvenes universitarios, librándoles de la esclavitud del pecado y trayéndolos al Reino de Dios. Amén.
I.- Dios llama a Moisés para sacar de Egipto a Su pueblo (9-12)
Leamos juntos el v.9. Antes hemos aprendido que Dios no se olvida de su pueblo. Aun cuando parece que se ha olvidado, cuando parece que no responde nuestras oraciones, Dios está trabajando en nuestras vidas para que podamos crecer más espiritualmente. El pueblo de Israel sufría gran opresión por parte del pueblo de Egipto, parecía que se extinguiría el linaje de Jacob en aquella tierra. Pero Dios estuvo atento siempre al clamor de ellos, y en su tiempo se apareció a Moisés y le dijo: “El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.” Nunca piensen que Dios los ha abandonado o que ya no escucha sus oraciones, confíen siempre en Dios, especialmente en los momentos de sufrimiento, que Él los sacará de allí en su tiempo.
Leamos juntos nuevamente el v.10 por favor. Precisamente, ya había llegado el tiempo de Dios para librar a su pueblo de la aflicción de Egipto. Él había estado preparando todo para ello. Especialmente Él había estado preparando a Moisés para esta hora. Primero entrenándolo como un príncipe en Egipto por cuarenta años para que aprendiera todo lo que necesitaba saber acerca de las costumbres de la realeza; y después entrenándolo otros cuarenta años como pastor de ovejas en el desierto para que aprendiera todo lo que necesitaba saber acerca de sí mismo y de cuidar a otros.
Así que ahora lo llama diciéndole: “Ven”. Moisés había estado viviendo lejos de Dios. Él ni siquiera conocía bien al Dios de sus padres. Él había estado dedicado a su familia y a la vida que le había tocado vivir. Pero ahora Dios le llama y le dice: “Ven”. Había llegado el tiempo para que Moisés cumpliese la misión con la que Dios le había enviado a este mundo. Él no había sido enviado a esta tierra para que fuese un príncipe de Egipto. Tampoco para que fuese pastor de ovejas en el Desierto de Madián. Él había sido creado por Dios para ser pastor del pueblo de Dios, el pastor del pueblo de Israel. Él fue enviado a este mundo con la misión de liberar a los hijos de Israel de la opresión en Egipto y conducirlos a través del desierto hacia la tierra que Dios les había prometido a sus padres. Y ahora era el tiempo para cumplir esta misión.
Tú no fuiste creado por Dios para venir a este mundo a estudiar una carrera, tener una profesión, formar una familia y trabajar hasta jubilarte. Tú no fuiste creado por Dios simplemente para que pases toda tu vida sobreviviendo a la locura de esta sociedad. Tú fuiste creado para algo más grande. Fuiste creado para hacer algo más que ocuparte de ti mismo y de tu familia. Tú fuiste enviado por Dios a esta tierra para glorificarle sirviendo en su obra. Y al igual que Dios le dijo a Moisés, te dice a ti también esta mañana: “Ven”. A Moisés le dijo: “Sal de esa vida de pastor de ovejas en Madián y ven a pastorear a mi pueblo Israel”. A ti también te dice: “Sal de esa vida que estás llevando y ven a pastorear a mis ovejas universitarias panameñas”. No significa que vamos a dejar de trabajar o estudiar, o que vamos a dejar a nuestra familia, pero Dios nos está llamando a servirle mientras hacemos estas cosas. Dios nos está llamando a convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa, empezando por la Universidad de Panamá.
Dios comisionó a Moisés. Leamos nuevamente el v.10. Moisés debía ir a Faraón para sacar al pueblo de Israel de Egipto. ¿Sería esto fácil? No. Más adelante veremos que el Faraón no dejaría ir al pueblo sino por mano dura. Pero tampoco sería fácil para Moisés regresar a la tierra de la que había huido. Se arriesgaba a que lo matarán por la muerte de aquel egipcio. Además, Dios le estaba pidiendo que dejara la familia que había construido durante cuarenta años y la vida tranquila que estuvo llevando en Madián, para ir a librar a un pueblo que antes le había rechazado diciéndole: “¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros?” (Ex. 2:14).
No es fácil servir a Dios. Hay que hacer muchos sacrificios y enfrentar dificultades para servir su obra. Tenemos que dejar la vida tranquila que llevamos, la rutina que tenemos, para poder servirle. Tenemos que sacrificar nuestro tiempo de descansar o de estar con la familia para ir a servirle. Moisés tenía que ir a enfrentar a Faraón para sacar al pueblo de Israel de Egipto; nosotros tenemos que ir a enfrentar a Satanás para sacar a los jóvenes de sus vidas pecaminosas a una vida que agrada a Dios. Eso no es fácil. Implica mucho estudio bíblico, oración y servicio de amor. Esta es una labor muy grande. Pero es el propósito con el que fuimos creados. Para esto nos envió Dios al mundo y por eso nos llama para ello. Por eso nos tiene hoy aquí.
Leamos ahora juntos el v.11. Moisés sabía que era titánica la tarea a la que Dios le estaba llamando. ¿Quién era él para ir a decirle a Faraón que deje ir al pueblo de Israel? ¿Por qué lo escucharía Faraón? El entrenamiento de desierto durante cuarenta años había hecho efecto en Moisés, él sabía ahora que no era nadie. Él sentía que era simplemente un pastor de ovejas en Madián. ¿Quién soy yo para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y Gente Santa? A duras penas puedo tener una relación con Dios, ¿cómo guiaría a alguien más hacia Él? Y si guiase a una persona, ¿cómo esto convertiría a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa? No parece posible.
Pero, ¿qué le respondió Dios a Moisés? Leamos juntos el v. 12. “Vé, porque yo estaré contigo”. Moisés no iría solo a enfrentar a Faraón, Dios estaría con Él. Si Dios no estuviese con Moisés sería imposible sacar al pueblo de Israel de Egipto, pues ciertamente Moisés no tenía ningún tipo de influencia o poder para convencer a Faraón que deje salir a los hijos de Israel de Egipto. Pero él no debía preocuparse porque Dios ya le estaba asegurando que iría con él.
Nosotros tampoco tenemos ningún poder o influencia para convencer a nadie de que es un pecador y de que necesita a Cristo Jesús en su vida. Si fuésemos por nosotros mismos a los jóvenes universitarios a decirles que acepten a Jesús como su Salvador y abandonen su vida pecaminosa, tenemos 100% de probabilidades de fallar. Sin embargo no estamos solos. Dios también está con nosotros como lo estaría con Moisés. El Espíritu Santo es el que trabaja en nosotros y a través de nosotros para cambiar nuestras vidas y las de aquellos a los cuales predicamos. Sin la obra del Espíritu Santo sería imposible. Para mí sería muy difícil preparar y predicar este mensaje si el Espíritu Santo no estuviese conmigo. Y aunque pudiese prepararlo y predicarlo sin el Espíritu Santo, no tendría ningún efecto en sus vidas.
Moisés no tenía nada de qué preocuparse porque Dios iría con él a Egipto a sacar al pueblo. Y para que tuviese más confianza al respecto Dios le da una señal a Moisés. Leamos nuevamente el v.12b. Primero, le está dando la certeza de que sacaría al pueblo de Egipto: “cuando hayas sacado de Egipto al pueblo”. No hay duda en las palabras de Dios de que eso sucedería, Moisés sacaría al pueblo de Egipto. Y una vez que lo hiciere, ellos volverían al monte Horeb o Sinaí donde están hablando y allí el pueblo de Israel serviría a Dios.
¿Cuál es la señal de Dios de que Él convertirá a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa? Ustedes son la señal, su lucha espiritual para glorificar a Dios con sus vidas. Ustedes no estarían aquí si Dios no estuviese con nosotros. El Estudio Bíblico Grupal en la Universidad de Panamá es también la señal. No tendríamos ese Estudio Bíblico Grupal si Dios nos estuviese con nosotros. Así que si Dios está con nosotros, Panamá se convertirá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa, y todos le adoraremos en este lugar, no aquí en este apartamento porque no cabríamos, sino aquí en Panamá donde Dios nos ha llamado. Amén.
II.- YO SOY EL QUE SOY (13-15)
Leamos juntos el v.13. Esta es la prueba de que Moisés ni siquiera conocía bien a Dios cuando fue llamado. Primero, lo llama “el Dios de vuestros padres”. Si Moisés conociera a Dios, si fuese su Dios, él debía decir, por lo menos, “nuestro Dios” o “el Dios de nuestros padres”. Pero ni siquiera se relaciona con Dios al llamarle “el Dios de vuestros padres”. Es más, ni quiera se relaciona con el pueblo, pues no dice “de nuestros padres”, sino “de vuestros padres”.
Luego le pregunta por su nombre: “Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?”. Él ni siquiera sabía cuál era el nombre de Dios. Todos los pueblos a su alrededor tenían sus dioses bien identificados por su nombre, pero hasta ese momento Dios no le había dado un nombre al pueblo por el cual le llamasen. Recordemos que en la cultura israelita el nombre era la esencia misma de la persona, y cuando alguien nombraba algo es porque le pertenecía y estaba por debajo de él. Por eso cuando el Ángel de Jehová luchaba con Jacob en Peniel y Jacob le pregunta su nombre, Éste le responde: “¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.” (Gén. 32:29). No le reveló su nombre.
Hasta ese día con Moisés, Dios no había dado un nombre a la humanidad con el cual llamarle. En un principio ni siquiera era necesario porque Él es el único Dios, así que le llamaban simplemente así: Dios. Luego, cuando las naciones empezaron a tener sus mitologías y a hacerse ídolos, colocaron nombres a sus dioses, pero los adoradores del Dios Único seguían llamando a su Dios simplemente “Elohim” que quiere decir Dios. Tenemos que ir hasta Abraham para ver a alguien llamar a Dios de diferentes formas: Abraham le llamó Adon (Señor) (Gén. 18:3) y Adonai (mi Señor) (Gén. 18:27), que pasaría a ser uno de los nombres de Dios. Dios se manifiesta a sí mismo a Abraham como El-Shaddai (El Dios Todopoderoso) (Gén. 17:1; Ex. 6:3). Pero Abraham también le llama El-Elyon (Dios Altísimo) (Gén. 14:22). Luego, a lo largo de toda la Biblia, podemos encontrar nombres derivados de Dios conforme a una manifestación de sus virtudes o a un trato especial en un momento.
Pero lo cierto es que Dios no se había dado a conocer por un nombre hasta ese momento, sino simplemente como Dios (Elohim) o el Dios Todopoderoso (El-shaddai) porque simplemente Él es el Dios y no había otros dioses fuera de Él. Sin embargo, Moisés pregunta por su nombre porque él había sido instruido en la cultura egipcia, ellos tenían muchos dioses con diferentes nombres, y él supuso que el Dios de Israel también tendría un nombre para darse a conocer y él también querría conocerle.
Leamos ahora juntos el v.14. Dios pudo haberse dado a conocer a Moisés y a los hijos de Israel por el nombre que se dio a conocer a Abraham, El-shaddai, el Dios Todopoderoso. Sin embargo, Él quiso revelarles un nombre nuevo, el conocido
tetragramatón. En hebreo, lo que se traduce acá como: “YO SOY EL QUE SOY” es una palabra de cuatro letras, un tetragrama que se deletrea yod-hei-vau-hei (leyendo de derecha a izquierda como se hace en hebreo), y que se traduce al alfabeto occidental como YHVH. Como se puede notar sólo tiene consonantes pues en el hebreo antiguo no se escribían vocales. Debido a que los judíos consideraban una blasfemia pronunciar directamente el nombre de Dios, preferían denominarlo “las cuatro letras”, tetragramatón en griego (tetragrama en español). Por esta razón, la pronunciación original del nombre de Dios no puede establecerse con exactitud.
En la versión Reina-Valera este nombre se tradujo al español como Jehová, y en la tradición protestante entonces se le llama a Dios Jehová. Sin embargo, muchos eruditos modernos conjeturan que originalmente se pronunciaba iajuéj, por lo que en las traducciones modernas de la Biblia se escribe Yahvé. Algunas traducciones de tradición protestante, como la NVI o la BLPH, han querido evitar la controversia entre los nombres Jehová y Yahvé, así que donde aparece este nombre de Dios traducen Señor. Sin embargo, lo importante no es cómo se escribe o se pronuncia este nombre de Dios en un determinado idioma, sino el significado que tiene que Dios se haya revelado así a Moisés.
El tetragramatón se ha relacionado con el verbo hebreo hayah que es la tercera persona del imperfecto singular del verbo ser, que se puede traducir como “el que es y será”, o también como “el que siempre ha sido y siempre seguirá siendo”. Este nombre muestra la naturaleza misma de Dios como un ser no creado, que siempre ha estado, aún antes de la creación; y cuya existencia, además de que no tuvo un inicio, no depende de nada, sino que Él es por sí mismo, a causa de sí mismo y para sí mismo. Entonces, el Dios de Israel es el Creador no creado que no depende de nada ni de nadie más para ser; y por esto se traduce acá esta palabra como “YO SOY EL QUE SOY”.
Pero esta revelación de Dios para Israel también les ayudaba a diferenciarlo de los dioses de los pueblos a su alrededor. Cada uno de ellos tenía un nombre y una mitología acerca de su origen y su relación con el mundo, sin embargo el Dios de Israel es el Dios que es. Cuyo nombre sería el “YO SOY”. Este es el nombre con el que Dios sería diferenciado del resto de los dioses en el mundo, con una descripción de su naturaleza eterna, no creada, y autodeterminada, es decir que no depende de nada más para ser. Él es el gran YO SOY, y no hay necesidad de darle nombre alguno, sino de diferenciarlo de otros por su naturaleza distinta, una verdadera naturaleza Divina.
Leamos ahora el v.15 por favor. Sabiendo que aquel nombre enigmático en forma de verbo sería difícil de asimilar para los hijos de Israel, Dios le dio a Moisés la forma sustantivada de ese nombre que acá en la versión Reina-Valera se traduce: Jehová. Ya les mencioné que quizás no sea la traducción más exacta, pero es la tradicional protestante y es la que usamos acá en nuestra iglesia. Aunque si alguno de ustedes prefiere Yahvé no habría ningún problema. El asunto acá es que Dios se dio a conocer de forma más práctica ahora, de una forma en la que Moisés y los hijos de Israel le pudiesen conocer y reconocer: “Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.”
Los Testigos de Jehová hacen mucho hincapié en la segunda parte de este versículo para decir que hay que llamar a Dios por su nombre Jehová, y no simplemente como Dios. Sin embargo, lo que acá se quiere decir es que ya Dios ha escogido una manera de ser conocido a la humanidad, no sólo como el Dios de los hebreos, sino como el Dios Creador Eterno y Autodeterminado, Jehová. Los judíos en la actualidad le llaman Hashem, que quiere decir: “El Nombre”. Una manera brillante de referirse a este nombre eterno que Dios escogió para sí sin pronunciarlo. Lo importante no es como lo llamemos, Dios, Yahvé, Jehová, Hashem, Señor; sino que le conozcamos y le reconozcamos como el Dios soberano de nuestras vidas.
En conclusión, Jehová comisionó a Moisés para ir a libertar a los hijos de Israel de la opresión egipcia. Aunque Moisés no era nadie para hacer esto, aunque no conocía bien a Dios siquiera, Dios lo escogió y lo llamó para esta misión. Y se dio a conocer a sí mismo como el gran YO SOY, el Dios Creador Eterno y Autodeterminado, que iría con Moisés y le ayudaría a sacar a los hijos de Israel de Egipto. Este mismo Jehová es nuestro Dios que nos ha llamado, y aunque no somos nada, nos ha comisionado a nosotros para convertir a Panamá en un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Debemos conocerle, creerle y amarle, y vivir en santidad para Él sirviéndole en la misión a la que nos ha llamado. Amén.
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[18.Ago.2019]_Dominical-UBF-Panamá_(EXO_3..9-15)-Mensaje.pdf
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FOROS UBF ESPAÑOL
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P. Hugo Hurtado (VE)
( 20 de noviembre de 2020 )
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