1 Samuel 1:1 - 8:22
1:1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo.1:2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía.
1:3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová.
1:4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte.
1:5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos.
1:6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.
1:7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía.
1:8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?
1:9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová,
1:10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
1:11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
1:12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.
1:13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.
1:14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.
1:15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.
1:16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.
1:17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.
1:18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.
1:19 Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella.
1:20 Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová.
1:21 Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto.
1:22 Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre.
1:23 Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó.
1:24 Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño.
1:25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí.
1:26 Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová.
1:27 Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí.
1:28 Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.
2:1 Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación.
2:2 No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro.
2:3 No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones.
2:4 Los arcos de los fuertes fueron quebrados, Y los débiles se ciñeron de poder.
2:5 Los saciados se alquilaron por pan, Y los hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la estéril ha dado a luz siete, Y la que tenía muchos hijos languidece.
2:6 Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir.
2:7 Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece.
2:8 El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo.
2:9 El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.
2:10 Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido.
2:11 Y Elcana se volvió a su casa en Ramá; y el niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí.
2:12 Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová.
2:13 Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguno ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio de tres dientes,
2:14 y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo.
2:15 Asimismo, antes de quemar la grosura, venía el criado del sacerdote, y decía al que sacrificaba: Da carne que asar para el sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda.
2:16 Y si el hombre le respondía: Quemen la grosura primero, y después toma tanto como quieras; él respondía: No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré por la fuerza.
2:17 Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová.
2:18 Y el joven Samuel ministraba en la presencia de Jehová, vestido de un efod de lino.
2:19 Y le hacía su madre una túnica pequeña y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado.
2:20 Y Elí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: Jehová te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió a Jehová. Y se volvieron a su casa.
2:21 Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová.
2:22 Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.
2:23 Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes.
2:24 No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová.
2:25 Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir.
2:26 Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres.
2:27 Y vino un varón de Dios a Elí, y le dijo: Así ha dicho Jehová: ¿No me manifesté yo claramente a la casa de tu padre, cuando estaban en Egipto en casa de Faraón?
2:28 Y yo le escogí por mi sacerdote entre todas las tribus de Israel, para que ofreciese sobre mi altar, y quemase incienso, y llevase efod delante de mí; y di a la casa de tu padre todas las ofrendas de los hijos de Israel.
2:29 ¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?
2:30 Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.
2:31 He aquí, vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya anciano en tu casa.
2:32 Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel; y en ningún tiempo habrá anciano en tu casa.
2:33 El varón de los tuyos que yo no corte de mi altar, será para consumir tus ojos y llenar tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa morirán en la edad viril.
2:34 Y te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán en un día.
2:35 Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días.
2:36 Y el que hubiere quedado en tu casa vendrá a postrarse delante de él por una moneda de plata y un bocado de pan, diciéndole: Te ruego que me agregues a alguno de los ministerios, para que pueda comer un bocado de pan.
3:1 El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia.
3:2 Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver,
3:3 Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada,
3:4 Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí.
3:5 Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí, ¿Para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó.
3:6 Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate.
3:7 Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada.
3:8 Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven.
3:9 Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar.
3:10 Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.
3:11 Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos.
3:12 Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin.
3:13 Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado.
3:14 Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.
3:15 Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí.
3:16 Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí.
3:17 Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo.
3:18 Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere.
3:19 Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.
3:20 Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová.
3:21 Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová.
4:1 Y Samuel habló a todo Israel. Por aquel tiempo salió Israel a encontrar en batalla a los filisteos, y acampó junto a Eben- ezer, y los filisteos acamparon en Afec.
4:2 Y los filisteos presentaron la batalla a Israel; y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos, los cuales hirieron en la batalla en el campo como a cuatro mil hombres.
4:3 Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos.
4:4 Y envió el pueblo a Silo, y trajeron de allá el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí con el arca del pacto de Dios.
4:5 Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehová llegó al campamento, todo Israel gritó con tan gran júbilo que la tierra tembló.
4:6 Cuando los filisteos oyeron la voz de júbilo, dijeron: ¿Qué voz de gran júbilo es esta en el campamento de los hebreos? Y supieron que el arca de Jehová había sido traída al campamento.
4:7 Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes de ahora no fue así.
4:8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos? Estos son los dioses que hirieron a Egipto con toda plaga en el desierto.
4:9 Esforzaos, oh filisteos, y sed hombres, para que no sirváis a los hebreos, como ellos os han servido a vosotros; sed hombres, y pelead.
4:10 Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie.
4:11 Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees.
4:12 Y corriendo de la batalla un hombre de Benjamín, llegó el mismo día a Silo, rotos sus vestidos y tierra sobre su cabeza;
4:13 y cuando llegó, he aquí que Elí estaba sentado en una silla vigilando junto al camino, porque su corazón estaba temblando por causa del arca de Dios. Llegado, pues, aquel hombre a la ciudad, y dadas las nuevas, toda la ciudad gritó.
4:14 Cuando Elí oyó el estruendo de la gritería, dijo: ¿Qué estruendo de alboroto es este? Y aquel hombre vino aprisa y dio las nuevas a Elí.
4:15 Era ya Elí de edad de noventa y ocho años, y sus ojos se habían oscurecido, de modo que no podía ver.
4:16 Dijo, pues, aquel hombre a Elí: Yo vengo de la batalla, he escapado hoy del combate. Y Elí dijo: ¿Qué ha acontecido, hijo mío?
4:17 Y el mensajero respondió diciendo: Israel huyó delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron muertos, y el arca de Dios ha sido tomada.
4:18 Y aconteció que cuando él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió; porque era hombre viejo y pesado. Y había juzgado a Israel cuarenta años.
4:19 Y su nuera la mujer de Finees, que estaba encinta, cercana al alumbramiento, oyendo el rumor que el arca de Dios había sido tomada, y muertos su suegro y su marido, se inclinó y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores de repente.
4:20 Y al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni se dio por entendida.
4:21 Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido.
4:22 Dijo, pues: Traspasada es la gloria de Israel; porque ha sido tomada el arca de Dios.
5:1 Cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod.
5:2 Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.
5:3 Y cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, he aquí Dagón postrado en tierra delante del arca de Jehová; y tomaron a Dagón y lo volvieron a su lugar.
5:4 Y volviéndose a levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente.
5:5 Por esta causa los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta hoy.
5:6 Y se agravó la mano de Jehová sobre los de Asdod, y los destruyó y los hirió con tumores en Asdod y en todo su territorio.
5:7 Y viendo esto los de Asdod, dijeron: No quede con nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano es dura sobre nosotros y sobre nuestro dios Dagón.
5:8 Convocaron, pues, a todos los príncipes de los filisteos, y les dijeron: ¿Qué haremos del arca del Dios de Israel? Y ellos respondieron: Pásese el arca del Dios de Israel a Gat. Y pasaron allá el arca del Dios de Israel.
5:9 Y aconteció que cuando la habían pasado, la mano de Jehová estuvo contra la ciudad con gran quebrantamiento, y afligió a los hombres de aquella ciudad desde el chico hasta el grande, y se llenaron de tumores.
5:10 Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y cuando el arca de Dios vino a Ecrón, los ecronitas dieron voces, diciendo: Han pasado a nosotros el arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo.
5:11 Y enviaron y reunieron a todos los príncipes de los filisteos, diciendo: Enviad el arca del Dios de Israel, y vuélvase a su lugar, y no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo; porque había consternación de muerte en toda la ciudad, y la mano de Dios se había agravado allí.
5:12 Y los que no morían, eran heridos de tumores; y el clamor de la ciudad subía al cielo.
6:1 Estuvo el arca de Jehová en la tierra de los filisteos siete meses.
6:2 Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos, preguntaron: ¿Qué haremos del arca de Jehová? Hacednos saber de qué manera la hemos de volver a enviar a su lugar.
6:3 Ellos dijeron: Si enviáis el arca del Dios de Israel, no la enviéis vacía, sino pagadle la expiación; entonces seréis sanos, y conoceréis por qué no se apartó de vosotros su mano.
6:4 Y ellos dijeron: ¿Y qué será la expiación que le pagaremos? Ellos respondieron: Conforme al número de los príncipes de los filisteos, cinco tumores de oro, y cinco ratones de oro, porque una misma plaga ha afligido a todos vosotros y a vuestros príncipes.
6:5 Haréis, pues, figuras de vuestros tumores, y de vuestros ratones que destruyen la tierra, y daréis gloria al Dios de Israel; quizá aliviará su mano de sobre vosotros y de sobre vuestros dioses, y de sobre vuestra tierra.
6:6 ¿Por qué endurecéis vuestro corazón, como los egipcios y Faraón endurecieron su corazón? Después que los había tratado así, ¿no los dejaron ir, y se fueron?
6:7 Haced, pues, ahora un carro nuevo, y tomad luego dos vacas que críen, a las cuales no haya sido puesto yugo, y uncid las vacas al carro, y haced volver sus becerros de detrás de ellas a casa.
6:8 Tomaréis luego el arca de Jehová, y la pondréis sobre el carro, y las joyas de oro que le habéis de pagar en ofrenda por la culpa, las pondréis en una caja al lado de ella; y la dejaréis que se vaya.
6:9 Y observaréis; si sube por el camino de su tierra a Bet-semes, él nos ha hecho este mal tan grande; y si no, sabremos que no es su mano la que nos ha herido, sino que esto ocurrió por accidente.
6:10 Y aquellos hombres lo hicieron así; tomando dos vacas que criaban, las uncieron al carro, y encerraron en casa sus becerros.
6:11 Luego pusieron el arca de Jehová sobre el carro, y la caja con los ratones de oro y las figuras de sus tumores.
6:12 Y las vacas se encaminaron por el camino de Bet-semes, y seguían camino recto, andando y bramando, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda; y los príncipes de los filisteos fueron tras ellas hasta el límite de Bet-semes.
6:13 Y los de Bet-semes segaban el trigo en el valle; y alzando los ojos vieron el arca, y se regocijaron cuando la vieron.
6:14 Y el carro vino al campo de Josué de Bet-semes, y paró allí donde había una gran piedra; y ellos cortaron la madera del carro, y ofrecieron las vacas en holocausto a Jehová.
6:15 Y los levitas bajaron el arca de Jehová, y la caja que estaba junto a ella, en la cual estaban las joyas de oro, y las pusieron sobre aquella gran piedra; y los hombres de Bet-semes sacrificaron holocaustos y dedicaron sacrificios a Jehová en aquel día.
6:16 Cuando vieron esto los cinco príncipes de los filisteos, volvieron a Ecrón el mismo día.
6:17 Estos fueron los tumores de oro que pagaron los filisteos en expiación a Jehová: por Asdod uno, por Gaza uno, por Ascalón uno, por Gat uno, por Ecrón uno.
6:18 Y los ratones de oro fueron conforme al número de todas las ciudades de los filisteos pertenecientes a los cinco príncipes, así las ciudades fortificadas como las aldeas sin muro. La gran piedra sobre la cual pusieron el arca de Jehová está en el campo de Josué de Bet-semes hasta hoy.
6:19 Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del arca de Jehová; hizo morir del pueblo a cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el pueblo, porque Jehová lo había herido con tan gran mortandad.
6:20 Y dijeron los de Bet-semes: ¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo? ¿A quién subirá desde nosotros?
6:21 Y enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, diciendo: Los filisteos han devuelto el arca de Jehová; descended, pues, y llevadla a vosotros.
7:1 Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová.
7:2 Desde el día que llegó el arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová.
7:3 Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.
7:4 Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová.
7:5 Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová.
7:6 Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel a los hijos de Israel en Mizpa.
7:7 Cuando oyeron los filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos.
7:8 Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos.
7:9 Y Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó.
7:10 Y aconteció que mientras Samuel sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel.
7:11 Y saliendo los hijos de Israel de Mizpa, siguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta abajo de Bet-car.
7:12 Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová.
7:13 Así fueron sometidos los filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio de Israel; y la mano de Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel.
7:14 Y fueron restituidas a los hijos de Israel las ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas, desde Ecrón hasta Gat; e Israel libró su territorio de mano de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y el amorreo.
7:15 Y juzgó Samuel a Israel todo el tiempo que vivió.
7:16 Y todos los años iba y daba vuelta a Bet-el, a Gilgal y a Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares.
7:17 Después volvía a Ramá, porque allí estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó allí un altar a Jehová.
8:1 Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel.
8:2 Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba.
8:3 Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.
8:4 Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel,
8:5 y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.
8:6 Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová.
8:7 Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.
8:8 Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo.
8:9 Ahora, pues, oye su voz; mas protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos.
8:10 Y refirió Samuel todas las palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey.
8:11 Dijo, pues: Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro;
8:12 y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros.
8:13 Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras.
8:14 Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos.
8:15 Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos.
8:16 Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras.
8:17 Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos.
8:18 Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día.
8:19 Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros;
8:20 y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras.
8:21 Y oyó Samuel todas las palabras del pueblo, y las refirió en oídos de Jehová.
8:22 Y Jehová dijo a Samuel: Oye su voz, y pon rey sobre ellos. Entonces dijo Samuel a los varones de Israel: Idos cada uno a vuestra ciudad.
Samuel: juez, profeta y sacerdote
Esta historia comienza en un lugar llamado Ramá, con una familia compuesta de un hombre llamado Elcana con sus dos esposas: Ana y Penina. Según las costumbres de esa cultura era permitido tener al hombre más de una esposa, siempre y cuando tratase a todas con el mismo amor y la misma dedicación. Sin embargo, entre ellas había rencillas ya que Penina le había dado hijos a Elcana mientras que Ana por ser estéril no había podido hacerlo (1Samuel 1:2). Pero Ana a pesar que era despreciada por su rival (1Samuel 1:7) e incluso su marido le reclamaba que no le prestara atención a Penina (1Samuel 1:8) tomó una firme decisión. Leamos 1Samuel 1:10,11 “ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.” Ana pudo haberse revelado en contra de su marido y decirle a Penina cuatro palabrotas en su cara, pero ¿qué hizo Ana? La biblia dice que ella con amargura de alma oró a Dios con todo su corazón, y lloró durante mucho rato.
Imagino que todos nosotros en algún momento de nuestra vida hemos tenido momentos difíciles ¿cierto? Hemos tenido momentos de gran conflicto interno y momentos en los que hacia donde veamos vemos todo negro y aparentemente sin salida. ¿Qué cosas has pensado en tu mente y qué cosas han salido de tus labios en esos momentos? Lo más probable es que los pensamientos y/o palabras que han salido de tu boca no han sido nada esperanzadores, sino al contrario, quejosos y llenos de desánimo, sin embargo, es muy interesante la actitud que Ana tuvo ante esa situación imposible como lo era su esterilidad: ¡Oró ardientemente a Dios para tener un hijo! Y lo hizo estando en el templo de Silo donde se encontraba un sacerdote llamado Elí, el cual recibía las ofrendas animales de sacrificio que hacía el pueblo para Dios. De esta palabra podemos aprender acerca de la fe de Ana, ella a pesar de la situación que venía viviendo durante muchos años, decidió confiar en Dios y hacer voto ante Él diciéndole que si le concedía ese hijo, ella lo consagraría a su servicio por el resto de su vida, es decir, lo haría nazareo (en el mensaje anterior titulado “Sansón, nazareo apartado para Dios” se describe con detalle el significado del nazareato).
Luego de la oración de Ana, el sacerdote Elí tiene unas palabras con ella y le dice que Dios le dé lo que ella había pedido. Y así fue, Ana estuvo en intimidad con su esposo y dice la Biblia (1Samuel 1:19) que Dios se acordó de la oración que Ana había hecho. Al instante Ana fue sana de su esterilidad y quedó embarazada de un varón a quien llamó Samuel porque dijo: “Por cuanto lo pedí a Jehová” (1Samuel 1:20) Ahora bien, Dios cumplió con darle a Ana un hijo, pero… ¿Qué hizo Ana? ¡Cumplió su parte! Luego del período de lactancia fue a Silo a donde el sacerdote Elí y allí lo entregó para el servicio de Dios tal y como lo había prometido (1Samuel 1:27,28) Para Ana como madre debió haber sido muy doloroso tener que desprenderse de su hijo, más aún por el hecho de tenerlo tras ser toda su vida estéril, pero ella había hecho voto a Dios y debía cumplirlo, así mismo, muchos de nosotros hemos pedido a Dios que nos ayude en alguna situación difícil y nosotros a cambio haremos algo para agradecerle pero… ¿Hemos cumplido?
Ana luego de entregar a su hijo que aún era muy pequeño (1Samuel 1:24) fue muy prosperada, pues luego de Samuel tuvo… ¿saben cuántos hijos? Leamos 1Samuel 2:21 “Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová.” Un total de 5 hijos más tuvo Ana aparte de Samuel, con esto podemos aprender y ver que Dios bendice no al doble ni al triple, sino mucho más a aquellos que confían completamente en Él. Para algunos de ustedes venir los domingos al servicio puede ser motivo de pensar que no alcanzará el tiempo para estudiar para los exámenes de la semana, pero te digo que si dedicas este tiempo de escuchar la palabra de Dios y compartir como hermanos en la iglesia Dios multiplicará en sabiduría todo el tiempo que dediques para darlo a Él y no sólo el tiempo sino que Dios te dará aún más inteligencia y capacidad para superar todos los obstáculos de la universidad, trabajo, familia, etc ¿Amén?
En la mitad del capítulo 2 de 1Samuel vemos que las cosas en el templo de Silo (lugar donde Samuel había sido entregado por Ana al servicio de Dios) las cosas no estaban nada bien, pues Ofni y Finees hijos del sacerdote Elí eran hombres de muy mala conducta, leamos 1Samuel 2:12 “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová.” Ellos aunque estaban en el templo de Dios y tenían la responsabilidad de guiar al pueblo en cuanto a lo espiritual, hacían todo lo contrario, leamos 1Samuel 2:22 “Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.” El templo de Silo era “literalmente” un centro de prostitución, estos hombres tenían un irrespeto total hacia Dios y su conducta era realmente opuesta a la de un hombre de Dios, en este lugar creció Samuel, rodeado de estas cosas. Meditando en esta situación en la que se encontraba el templo puedo darme cuenta que lamentablemente en la actualidad, hoy en día hay iglesias que están en situaciones semejantes. Con toda seguridad tu herman@ que lees este mensaje, conoces a algún “cristiano” de doble cara ¿cierto? De esos que el pecho se les pone morado de tanto golpe que se dan en la iglesia pero que fuera de ella son hasta peores que los que no van a la iglesia ¿cierto? La sociedad ha corrompido y descompuesto los valores familiares, personales, y sobre todo los valores espirituales hacia Dios. Por la TV sólo vemos programación plagada de homosexualismo, infidelidad, doble sentido, sexo, etc, que han hecho que hasta en algunas iglesias se vean hermanos (¡y hasta pastores!) que se dejan llevar por las corrientes que arrastran a este mundo.
Como ya mencioné Samuel creció en un lugar donde no se estaba practicando la Palabra de Dios, pero ¿qué camino escogió Samuel? La biblia dice que Samuel era aún muchacho cuando Dios una noche lo llamó por su nombre, leamos 1Samuel 3:4 “Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí.” Samuel no sabiendo que era Dios fue a donde Elí y le preguntó qué necesitaba, Elí le dijo que volviese a su cama porque no lo había llamado y así ocurrió en tres oportunidades, ya que Samuel aún no conocía a Dios, pero Elí comprendió que era Dios quien estaba llamando a Samuel y le dijo que si volvía escuchar la voz ya no fuera donde él sino que dijera: “Señor habla, tu siervo oye” y así hizo Samuel, cuando la cuarta vez Dios lo llamó él dijo: “Habla, porque tu siervo oye.” (1Samuel 3:10). Dios reveló a Samuel todas las cosas que haría a la familia de Elí a causa de la vida perdida que llevaban dentro del templo, y Samuel al día siguiente confesó a Elí todo lo que Dios prometió que haría con ellos (leer 1Samuel 3:11-14) Samuel escogió el camino de servir a Dios, a pesar de haber crecido en un lugar donde los sacerdotes daban rienda suelta a la lujuria y a las profanaciones de las cosas que para Dios eran santas, él decidió hacer lo que a Dios le agrada y Dios poniendo sus ojos en él le permitió crecer tanto física como espiritualmente. Y Así Samuel ya siendo adulto fue un hombre de fe de gran influencia en el pueblo de Israel y tuvo la responsabilidad de ejercer tres labores de gran importancia en su vida como siervo de Dios.
1. Samuel fue profeta de Dios: leamos 1Samuel 3:20 “Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová.” Luego que Samuel le dijera a Elí todo lo que Dios les haría a él y su familia aconteció que Dios comenzó a aparecerse en Silo y Samuel comenzó a ganar respeto en el pueblo. Pero veamos que significa ser profeta. Un profeta era una persona que recibía una revelación de Dios y debía transmitirla a los hombres. Ser profeta no es algo que se hereda o que se transmita genéticamente, es un llamado de Dios hacia una persona con un propósito bien específico. En la Biblia podemos ver que los profetas que Dios llamaba transmitían mensajes bastante fuertes (muchos de ellos de destrucción y castigo de Dios) los cuales no eran agradables incluso al mismo profeta que los divulgaba, pero tenía que hacerlo. Tampoco los mensajes eran del agrado de los oyentes pero no podían dejar de anunciarlo, pues Dios usaba a estos hombres para esta labor y eso debían hacer. Samuel fue un profeta (a quienes en ocasiones la Biblia llama vidente, ya que la traducción al castellano tiene que ver con la palabra “visión”) de gran influencia en el pueblo de Israel, pues en ese tiempo que los hijos de Elí vivían doble vida, los filisteos atacaron la ciudad y murieron 30.000 hombres y hubo mucho alboroto en las ciudades, pero Samuel quien había anunciado todos estos desastres que Dios haría, habló al pueblo pidiendo que dejaran de adorar a Dagón y Astarot y volvieran a buscar a Dios.
2. Samuel hizo la labor de juez: 1Samuel 7:15 “Y juzgó Samuel a Israel todo el tiempo que vivió.” Samuel al igual que otros jueces famosos como Sansón, Débora, Gedeón, etc ejercieron la labor de juez ante el pueblo, pero hermanos no debemos asociar este término únicamente como un tribunal que atiende casos legales como en la actualidad, sino que aparte de tomar decisiones por el pueblo y de dar solución a diversidad de problemas, los jueces (que aparecen en el libro de Jueces en la Biblia) tenían otras responsabilidades, una de ellas era guiar al pueblo y al ejército en caso de guerra y en la Biblia ocasionalmente se menciona como jueces a personajes que libraron a Israel y obtuvieron la victoria ante un ataque enemigo (por ejemplo Sansón, Gedeón). Samuel en un ataque de parte de los filisteos hizo sacrificio a Dios y oró ardientemente por el pueblo y Dios tuvo misericordia de ellos e hizo tronar muy fuerte en el cielo y los filisteos tuvieron mucho miedo y el pueblo de Israel salió a la batalla y los derrotó, de esta forma juzgaba Samuel al pueblo, él hacía que Israel volviese a buscar a Dios y así el pueblo podía vivir en paz.
3. Samuel hizo labor de sacerdocio en el templo: leamos 1Samuel 3:1 “El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí” desde muy joven Samuel aprendió todas las labores de sacerdocio en el templo, ya que Elí era sacerdote y su madre Ana lo entregó para servir de por vida en el templo él aprendió a hacer las labores del templo. Pero ¿Qué significa ser sacerdote? Desde los tiempos de Aarón y Moisés Dios designó a la tribu de Leví a ser sacerdotes. El sacerdocio tenía como principal función de interceder ante Dios por el pueblo. El sacerdote debía tener un estilo de vida distinto al del pueblo, debía atender todas las cosas relacionadas con el templo, las ofrendas, los sacrificios, debían vestirse de una manera específica, debían comer ciertas cosas, debían llevar una vida de oración, entre muchas cosas. Pero como ya mencione la vida de los hijos de Elí no era nada semejante a la vida de un siervo de Dios, pero Samuel que desde pequeño fue llamado por Dios y tenía una relación personal con Él pudo hacer las labores de sacerdocio con mucha prudencia y sabiduría, y el pueblo mientras vivió Samuel pudo experimentar a Dios.
La vida de Samuel fue de gran bendición para Israel en los años en los cuales vivió, él fue una muy buena influencia para el pueblo y su manera de pensar era diferente a la de muchas personas, por eso hombres como éste en la Biblia dejaron huella y marcaron una diferencia en su entorno, tanto fue así que Samuel es comparado con Moisés y Aarón, leamos Salmos 99:6 “Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Y Samuel entre los que invocaron su nombre; Invocaban a Jehová, y él les respondía..”
En Israel hubo un tiempo en el que el pueblo quería ser gobernado como el resto de las naciones de la época, es decir, tener un rey. Dios ordenó a Samuel que ungiese a un hombre llamado Saúl para que fuese rey sobre todo Israel, los detalles de la vida de Saúl los veremos en un posterior mensaje que se titulará: “Saúl, rey solicitado por Israel”
Con esta Palabra vemos que en la actualidad el escenario no muy diferente al que se vivía en los tiempos de Samuel, pues hoy en día hay una sociedad que busca y adora a otros dioses (riquezas, fama, amor humano, etc) e incluso en las iglesias se ha ido colando este estilo de vida y algunos hermanos que van a la iglesia tienen una vida como la de Ofni y Finees (hijos de Elí) pero podemos ver que Dios nos ha llamado de la misma forma que llamó a Samuel, es decir, desde nuestra juventud, nos está llamando a no vivir esa doble vida que muchos llevan, sino que seamos temerosos de Dios, que seamos intercesores ante Dios por aquellos que queremos pero que no aceptan a Jesús, Dios quiere que seamos como los profetas, llevando el evangelio a los que no lo conocen aún. Tú herman@ estás recibiendo de Dios ese llamado por medio de este mensaje y no te hagas el dormido, sino haz como hizo Samuel quien dijo: “Habla, que tu siervo oye”.
¿Podemos los cristianos actuales ejercer los roles que ejerció Samuel? Por supuesto que sí! Aprendimos en este mensaje que Samuel fue profeta, juez y sacerdote y la Biblia nos declara que nosotros también podemos hacer estas labores (y con la sociedad en la que vivimos hoy en día es más que necesario que haya esta obra espiritual). Leamos los siguientes versículos:
1Pedro 2:9 “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” Con esta palabra podemos ver que Dios nos ha escogido para que hagamos real sacerdocio, que intercedamos en oración por nuestra familia, por nuestra iglesia, por nuestra ciudad, por nuestra nación. Tú puedes orar a Dios pidiendo sanidad por un ser querido, por la solución de determinado problema, eso es en la actualidad hacer “real sacerdocio”.
Romanos 12:6 “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe” Dios nos ha dado a cada uno “dones” o dicho de otra manera “regalos”, entre los cuales se menciona en esta palabra el de profecía (el cual se explica ampliamente en 1Corintios capítulo 14) y demuestra que nosotros también podemos tener este don y usarlo con mucho fruto para Dios.
2Timoteo 4:2 “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.” Por último este versículo describe en otras palabras más claras (exhortar) lo que debe hacer un “juez”, nosotros también podemos ejercer este rol, podemos ayudar a otros con consejos sabios, con palabras directas pero a la vez con amor para que dicho consejo sea acepto y no menospreciado.
Oro para que en nuestra iglesia se levanten hombres de impacto como Samuel, que intercedan, prediquen y exhorten con sabiduría de Dios. Amén.
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[11.Mar.2012]_Dominical-UBF-Venezuela_(1SA_1..1-8..22)-Mensaje.pdf
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