Mateo 5:10-12

5:10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
5:11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
5:12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

LAS BIENAVENTURANZAS (VII): BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS


Buenos días. Hoy aprenderemos la octava y última bienaventuranza que Jesús pronunció en el Sermón del Monte. Recuerden que estas no son las únicas bienaventuranzas que Jesús pronunció y que tampoco es una lista exhaustiva de las bienaventuranzas del cristiano. Más adelante, Jesús pronunciaría otras bienaventuranzas, otras cualidades que Él felicita en los creyentes, como: “bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Luc. 11:28); y “bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando” (Luc. 12:37); entre otras. Sin embargo, esta es la última de esta lista del Sermón del Monte.

Y tampoco es casualidad de que la bienaventuranza de la persecución venga justo después de la bienaventuranza de los pacificadores. Recordemos que el orden de las bienaventuranzas no es accidental, cada bienaventuranza integra y complementa las anteriores. Y, aunque puede parecer extraño que Jesús pase de la pacificación a la persecución, de la obra de reconciliación a la experiencia de hostilidad, esto nos muestra que por mucho que nos esforcemos por hacer la paz con las personas, algunas se rehusarán a vivir en paz con nosotros. No todos los intentos de reconciliación tienen éxito. En verdad, algunos toman la iniciativa para oponérsenos, y en particular para denigrarnos o calumniarnos. Y esto no es a causa de nuestras debilidades o por nuestra idiosincrasia, sino por causa de la justicia (v.10) y por causa de Jesús (v.11), es decir, porque ellos encuentran desabrida la justicia que a nosotros nos causa hambre y sed (v.6), y porque han rechazado al Señor que nosotros procuramos seguir. La persecución es simplemente la colisión entre dos sistemas de valores irreconciliables entre sí.

La historia de la iglesia es una historia de persecución. Desde su misma fundación, la iglesia ha experimentado la persecución de los judíos, de los romanos, y más adelante de diferentes gobiernos, religiones, y aún ha tenido persecuciones internas. Hoy aprenderemos a través de este mensaje qué es la persecución por causa de la justicia, cómo y por qué son perseguidos los cristianos y por qué Jesús dice que los cristianos perseguidos son bienaventurados. Mi oración es que este mensaje abra nuestros ojos y nuestros corazones hacia la persecución y nos ayude a aprender a gozarnos y alegrarnos aun en medio de las tribulaciones y pruebas que experimentemos. Amén.

I.- Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia (10a, 11)

Leamos juntos el v.10a. Lo primero que debemos entender es qué significa “padecer persecución por causa de la justicia”. Actualmente existe un ministerio llamado “Puertas Abiertas” que es una organización internacional que actúa en más de 60 países donde existe algún tipo de amenaza a la vida de los cristianos y/o a su libertad de creer y rendir culto a Jesucristo. Según su página web: “El propósito de Puertas Abiertas es fortalecer la parte del cuerpo de Cristo que se enfrenta a la persecución por su fe, para que, permaneciendo firme, sea la sal de la tierra y la luz de Cristo donde sea que se encuentre.” Y hacen esto porque creen “lo que está escrito en 1Co. 12.26 que dice que: ‘Cuando un miembro sufre, todos los demás miembros sufren con él’.” En su página web puertasabiertasal.org tienen mucha información acerca de la persecución. Allí definen la persecución como: “cualquier hostilidad experimentada como resultado de la identificación de la persona con Cristo (actitudes, palabras y acciones hostiles).” Caracterizando la hostilidad como presión o violencia contra los cristianos para evitar que vivan o testifiquen a Cristo. 

Este ministerio publica cada año informes del estado de la persecución a los cristianos en el mundo. Y si bien la persecución a través de la violencia se puede medir por el número de incidentes que han ocurrido, la persecución a través de la presión es más difícil de medir, pero ellos intentan reportar el estado de la situación. Y colocan como ejemplo la situación de los cristianos en las Maldivas. Por todos lados, ellos enfrentan una enorme presión de amigos, vecinos, familia y gobierno, lo que significa que apenas pueden expresar su fe. Debido a la gran presión y control, los cristianos no pueden identificarse libremente como tales. Sin embargo, si alguien buscara una lista de incidentes en los que los cristianos fueran agredidos, encarcelados o deportados, posiblemente encontrarían pocos casos. En otras palabras, el grado de presión puede ser tan intenso que en realidad resulta en menos incidentes, ya que los cristianos ocultan la fe. Así que no hay evidencia de “furia” contra los cristianos a través de la violencia y las detenciones, es la presión la que está matando a la iglesia en ese país.

Precisamente, cuando Jesús está hablando aquí de “persecución por causa de la justicia” está diciendo, como aclara en el v.11, que sus discípulos sufrirán presión (serán vituperados) y sufrirán violencia (serán perseguidos) a causa de su fe. Los judíos eran una comunidad muy cerrada. Y difícilmente hacían negocios con los no judíos. Así que cuando un judío se convertía en discípulo de Jesús se le trataba como gentil y publicano y ya su familia no le recibía en su casa, ni sus vecinos hacían negocios con él, quedando completamente aislado. De esta forma le presionaban para que abandonase su fe. Y a más de esto, vemos en el libro de Hechos cómo eran perseguidos, azotados y encarcelados para instigarlos a negar a Jesucristo como el Mesías. 

Fíjense que Jesús fue abiertamente honesto desde el principio con sus discípulos. Desde ya les está advirtiendo que la vida de fe no sería fácil. Ellos serían calumniados y perseguidos por confesar a Jesús como el Mesías. Perderían sus familias, sus trabajos, sus vidas por causa del nombre de Jesús. ¡Cuán diferente es este mensaje al de muchos predicadores en la actualidad! Con la intención de convencer a las personas para aceptar a Jesús como su Salvador, les dicen que sus vidas serán más prósperas y felices si se convierten a Jesús. Que se acabarán todos sus problemas y sufrimientos. Pero Jesús prometió exactamente lo contrario en Jua. 16:33: “En el mundo tendréis aflicción”. Pero antes de que se desanimen, se levanten de sus sillas o se desconecten, Jesús finaliza esa frase diciendo “pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Jua. 16:33b). Sí, los discípulos de Jesús tendremos aflicción en este mundo, seremos calumniados, perseguidos, pero Jesús ya ha vencido al mundo. Su muerte y su resurrección nos dan la victoria sobre este mundo. Nos dan la garantía de que “esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2Co. 4:17).

Pero la verdad es que la tribulación de la persecución está muy lejos de parecer leve. La persecución contra la iglesia de Cristo ha sido férrea a lo largo de la historia.  Para los primeros cristianos ser perseguidos parecía formar parte normal de la vida cristiana. Los primeros días de sufrimiento fueron esporádicos y localizados, pero después del incendio de Roma en el año 64 d.C., el emperador Nerón hizo de los cristianos el chivo expiatorio para la tragedia, y la opresión se extendió. Aquellos que profesaban el cristianismo eran bárbaramente torturados y asesinados. Ese fue el comienzo de la persecución por todo el Imperio, que acabó por alcanzar la iglesia en todos los rincones. Como consecuencia de esto, gran parte del Nuevo Testamento fue escrito en la prisión. Durante 300 años, la iglesia sufrió innumerables olas de persecución y opresión bajo el Imperio Romano, hasta que el emperador Constantino decidió adoptar el cristianismo como religión oficial en el año 313 d.C. con el edicto de Milán.

Sin embargo, esto no significó el fin de la persecución, sino un cambio de perseguidor. Las luchas de poder dentro de la iglesia hacían que la iglesia misma persiguiera a algunos creyentes que se negaban a seguirle el juego al Imperio Romano, pero estas minorías fueron reducidas y dispersadas, y la Iglesia Católica Romana se afianzó. Así hubo siglos de aparente tensa calma en la persecución hasta que aparecieron el Islam (s. VII), para perseguir a los cristianos y conquistar Jerusalén (638 d.C.); y, mucho después, la reforma protestante, donde la Iglesia Católica comenzó una intensa persecución que incluyó la nefasta Inquisición.

Gracias a que vivimos en un país tolerante, podríamos pensar que ya todas estas persecuciones son cosa del pasado. Sin embargo, a continuación vamos a un ver un video del estado de la persecución contra los cristianos en el 2022 (https://www.youtube.com/watch?v=I2WMKgRkUkQ). Hoy, más de 360 millones de cristianos son perseguidos en todo el mundo. ¡1 de cada 7 cristianos son perseguidos por causa de la justicia! Y pueden ver que incluso Colombia y México entraron en el Top 50 de los países donde son perseguidos los cristianos en el mundo. ¿Qué podemos hacer al respecto? Lo mínimo que podamos hacer es orar por ellos. Incluyamos a nuestros hermanos perseguidos en nuestras oraciones y si tenemos la forma de apoyarlos de alguna otra manera, hagámoslo también. 

Por la gracia de Dios esta semana pudimos donar $730.00 a nuestros hermanos de Ucrania en nombre de UBF Panamá, mi familia y de cada uno de los hermanos que participaron con su ofrenda. Aunque es un pequeño aporte, son nuestros cinco panes y dos peces que ponemos en las manos de Jesús para que Él pueda multiplicarlos y alimentar a la multitud que lo necesita. Sigamos participando en la obra de la Misión Mundial con nuestras oraciones y nuestras ofrendas. Sigamos apoyando a nuestros hermanos que sufren, primeramente a los de aquí, pero también a los de todo el mundo.

Como ya hemos visto, la persecución también se manifiesta como presión para que la persona abandone su fe o deje de testificar acerca de ella. Si bien Panamá no aparece en esta lista de 50 países donde se sufre más persecución, individualmente podríamos sufrir presión de parte de nuestros familiares, vecinos, amigos, compañeros de clases o trabajo por medio de burlas o exclusión. Cuando comencé a asistir a la iglesia, una persona muy cercana a la familia se burlaba de mí llamándome “hermano” o “pastorcito”. Si bien, su propósito final no era hacerme abandonar la fe, sino simplemente mofarse de mí, esto califica como persecución también. Algunas familias aparte de las burlas, llegan a expulsar a los miembros de su casa por causa de fe.

Hace varios años, tuvimos un caso muy triste en nuestro ministerio. Una estudiante de medicina era muy fiel al estudio bíblico y al Culto Dominical. Sin embargo, su familia comenzó a perseguirla por esto, hasta que la hizo abandonar la iglesia. Su madre incluso confrontó a la M. María y le dijo que dejara de buscarla en la universidad para tener estudio bíblico. Esto fue realmente lamentable. Y así existen varios testimonios en Panamá. Así que no pensemos que aquí no hay persecución también.

Debemos dar gracias a Dios porque aquí en Panamá no se nos azota, encarcela o mata por ser cristianos. Pero debemos permanecer firmes en nuestra fe ante las calumnias y burlas. Y debemos orar continuamente por los hermanos a los que se les impide buscar a Jesús como le pasó a la estudiante de la que les acabo de contar. Oremos para que Panamá siga siendo un país tolerante y que podamos seguir viviendo y testificando nuestra fe abiertamente y sin impedimento. Y sobre todo, arrepintámonos de que, a pesar de tener plena libertad para hacerlo, no estamos viviendo abiertamente nuestra fe, ni estamos compartiendo el evangelio con otros. Que el Señor nos permita ver la gran gracia que tenemos y aprovecharla al máximo. Amén. 

Leamos nuevamente el v.10a. Jesús dice que los que padecen persecución a causa de la justicia son bienaventurados. Esta es la más paradójica de las bienaventuranzas. Es difícil pensar que alguien que es azotado, perseguido, encarcelado o expulsado de su casa, puedan sentirse dichoso o feliz por eso. Pero, como en las otras bienaventuranzas, la dicha no está en la persecución, sino en lo que dice Jesús a continuación.

II.-… porque de ellos es el reino de los cielos (10b, 12)

Leamos el v.10b. La bienaventuranza de ser perseguido es que de ellos es el reino de los cielos. Fíjense que la bienaventuranza es igual que la de los pobre en espíritu en el v.3. Sin embargo, la razón es un poco diferente. El reino de los cielos es de los pobres de espíritu porque ellos reconocen su miseria espiritual y se arrepienten y aceptan a Jesús como su Señor y Salvador. Entonces, Jesús perdona sus pecados y les convierte en hijos de Dios. Pero en el caso de los perseguidos, no es que se ganen el reino de los cielos por su persecución, sino que al sufrir la persecución y perseverar en la fe, demuestran que ellos pertenecen al reino de los cielos. Así lo expresa el apóstol Pablo: “Así que nos sentimos orgullosos de ustedes ante las iglesias de Dios por la perseverancia y la fe que muestran al soportar toda clase de persecuciones y sufrimientos. Todo esto prueba que el juicio de Dios es justo, y por tanto él los considera dignos de su reino, por el cual están sufriendo. Dios, que es justo, pagará con sufrimiento a quienes los hacen sufrir a ustedes. Y a ustedes que sufren, les dará descanso, lo mismo que a nosotros. Esto sucederá cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo entre llamas de fuego, con sus poderosos ángeles” (2Ts. 1:4-7, NVI). 

Así que los perseguidos deben sentirse bienaventurados, felices, dichosos, o como dice Jesús en el v.12: “Gozarnos y alegrarnos porque nuestro galardón es grande en los cielos”. Aunque suena masoquista que alguien se goce o se alegre en el sufrimiento, lo que Jesús está diciendo acá no es que debemos disfrutar el sufrimiento, sino que debemos gozarnos porque ese sufrimiento por causa del nombre de Cristo significa que Dios nos tiene por dignos de Su reino. Así lo sintieron los apóstoles. Después de haber sido azotados y amenazados por los judíos, “ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.” (Hch. 5:41-42). Así debemos sentirnos cuando padezcamos persecución por causa de Jesús. Cuando la gente se burle de nosotros por nuestra fe, debemos gozarnos sabiendo que estamos sirviendo a nuestro Dios y que Él nos ha tenido por dignos de participar de los vituperios de Cristo. 

Al ver las razones de la persecución, estamos en posición de ver la verdadera gloria del sendero de los mártires. Puede que un principio nos parezca extraño hablar de la bienaventuranza de los perseguidos; pero para los que tengan ojos para ver más allá del presente inmediato, y una mente capaz de comprender la grandeza de las cuestiones implicadas, entienden la gloria que hay en el sendero ensangrentado. La persecución es una oportunidad de demostrar la fidelidad a Jesucristo. Uno de los mártires más famosos fue Policarpo, el anciano obispo de Esmirna. El populacho le arrastró al tribunal del magistrado romano. Se le presentó la disyuntiva de costumbre: ofrecer sacrificio a la divinidad del césar o morir. Su respuesta fue: “Ochenta y seis años he servido a Cristo, y jamás me ha hecho ningún mal. ¿Cómo voy a blasfemar a mi Rey, Que me salvó?” Así es que le llevaron al patíbulo, donde él hizo su última oración: “¡Oh Señor Dios todopoderoso, Padre de Tu muy amado y siempre bendito Hijo, por medio de Quien hemos recibido Tu conocimiento, Te doy gracias por considerarme digno en Tu gracia de este día y hora!”. Se le había concedido la oportunidad suprema de demostrar su lealtad a Jesucristo.

Cuentan que una vez en Colombia un grupo armado entró en una iglesia en medio de la predicación del pastor. Uno de los hombres armados gritó: “El que esté dispuesto a recibir una bala por Cristo que se quede en su lugar, los demás son libres de irse.” Y poco a poco la congregación fue saliendo, ¡hasta el diácono de la iglesia se fue! Solamente quedaron el pastor en el púlpito y algunos fieles en sus bancas esperando el martirio por Cristo. Cuando ya no salía nadie más de la iglesia, el hombre armado habló nuevamente diciendo: “Pastor, continúe con el mensaje que ya salieron los hipócritas”, y se fueron. Si no estamos dispuestos a demostrar nuestra lealtad a Cristo en el tiempo de la persecución, no somos dignos del reino de los cielos. Somos solo unos hipócritas.

Puede que la mayoría de nosotros nunca hayamos hecho nada en nuestra vida que pudiera considerarse un verdadero sacrificio por Jesucristo. El momento en que parece probable que el Cristianismo nos cueste algo es el momento cuando tenemos la posibilidad de demostrar nuestra lealtad a Jesucristo de una manera que otros puedan ver y glorificar a Dios. Sufrir persecución es, como dijo el mismo Jesús en el v.12, recorrer el mismo camino que recorrieron los profetas, y los santos, y los mártires. El sufrir por lo justo es ganarse un puesto en una gran sucesión. La persona que tiene que sufrir algo por su fe puede levantar bien alta la cabeza y decir: “Hermanos, vamos marchando por la senda que abrieron los santos”.

Cuando uno es llamado a sufrir algo por el Evangelio, ese es siempre un momento crucial. Es la gran ocasión; es el choque entre el mundo y Cristo; es un momento del drama de la eternidad. Tener un papel en tal escena no es un castigo, sino una gloria. Y Jesús nos dice: “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos”. Debemos saltar de alegría cuando padecemos por el nombre de Cristo porque eso significa que Dios nos tiene por dignos de Su reino, como leímos en Tesalonicenses, y que muy pronto entraremos a él. 

Así que, hermanos míos amados, “si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.” (1Pe. 3:14-17)

“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.” (1Pe. 4:12-16)

En conclusión, los cristianos son perseguidos porque sus valores son contrarios a los valores del mundo. Vivir y testificar nuestra fe hace sentir incómodos a los pecadores, impidiéndoles disfrutar tranquilamente su pecado, por lo que nos persiguen para tratar de silenciarnos e imponernos sus valores e ideologías. La persecución puede ser violenta o una presión o burla para que dejemos de vivir conforme a los valores del reino. Pero no debemos entristecernos por padecer persecución por causa de la justicia, sino sentirnos bienaventurados, gozarnos y alegrarnos porque nuestro galardón es grande en los cielos. Ser perseguidos es la mayor oportunidad que tendremos jamás para mostrar nuestra lealtad a Cristo. Dios bendiga y fortalezca a cada uno de los hermanos perseguidos alrededor del mundo, y llene su corazón con la esperanza del reino de Dios para decir como el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2Ti 4:7-8). Que en aquel día podamos escuchar la voz de nuestro Señor decir: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (Mat. 25:23). Amén.

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