Marcos 4:26-29

4:26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
4:27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
4:28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
4:29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.

Parábola del crecimiento de la semilla


¡Bendiciones para todos en el día de hoy! Estamos una vez más reunidos en el nombre de Jesús para adorar su nombre y para guardar su día. Continuamos con nuestra serie de mensajes “Parábolas de Jesús” y lo haremos con una parábola la cual viene a complementar o si se quiere dar continuidad a la lectura que vimos en el mensaje anterior ¿recuerdan? La Parábola del Sembrador. Allí veíamos un escenario en el que un hombre salía a sembrar y pasó por varios terrenos, y las semillas cayeron en todos esos lugares, pero vimos que la semilla no pudo ser fructífera (es decir dar fruto) sino sólo en aquel terreno que era fértil y aquel lugar donde pudiese echar raíz y llegar al punto de dar fruto a 30, a 60 y a ciento por uno.

Veíamos en el anterior mensaje que la semilla era la palabra de Dios, el Padre era el sembrador y “las tierras” simbolizaban a nuestros corazones, y pues dependiendo de qué corazón tenga la persona que recibe la semilla (la Palabra de Dios) llegará a dar frutos o no. Pero lo importante es que entendamos que Dios quiere darnos su palabra y además quiere que no se pierda, ni la roben los pájaros, ni se seque por no poder enraizar, ni mucho menos los espinos la ahoguen.



Hoy veremos que Jesús nos da unos detalles más precisos acerca de cómo es que se da ese crecimiento de la semilla si cae en buena tierra. Leamos V26: “Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra”. Esta palabra comienza diciendo “decía además”, por lo cual entendemos que Jesús quería añadir algo más a lo anteriormente expuesto (entre otras cosas la parábola del sembrador). Luego Jesús dice: “Así es el reino de Dios” esto es una declaración explícita de cómo es ese lugar tan controvertido y tan esperado por los que buscan de Dios.

El reino de Dios es “como cuando un hombre echa semilla en la tierra”, cuando un sembrador sale a sembrar echa semillas por todas partes en donde él espera que dichas semillas crezcan y den fruto, si estamos hablando de la palabra de Dios podemos entender entonces que Dios ha sembrado su Palabra a lo largo y ancho de este mundo, y podemos ver que Dios quiere establecer su reino sobre cada uno de nosotros. Sin embargo, no toda la semilla cae en buena tierra sino que cae en lugares donde simplemente no llega a dar fruto, y lamentablemente muchas son las semillas que se pierden por haber “corazones” o “terrenos” no aptos para dar crecimiento a esa semilla.

¿Por qué digo esto? Pues porque en los tiempos de Jesús era más difícil predicar el evangelio, ya que no habían Biblias como hoy en día, no había Internet ni Facebook para colocar un versículo y compartirlo con el mundo, no había celulares para enviar Pin y compartir fragmentos bíblicos, hoy en día disponemos de toda esta plataforma tecnológica y por esta vía la Palabra de Dios ha llegado a más lugares y se ha sembrado a más no poder.

Pero… ¿a qué tipo de tierra se refiere esta palabra? Lo vemos en el V28 donde dice que lleva fruto, y según la parábola del sembrador ¿qué tipo de tierra es la que permite que la semilla lleve fruto? … la buena tierra, por lo tanto hermanos podemos comprender entonces que todos aquellos en los que la Palabra de Dios echa fruto somos a su vez parte de ese reino de Dios. No basta con que la Palabra sea sembrada en tu vida, no basta que vengas los domingos al servicio, no basta que tengas una Biblia abierta en la sala de tu casa, no basta digas “yo creo en Dios”, es necesario dar frutos, es necesario que otro se contagie “del amor de Dios” por medio de ti, pues así como la semilla del fruto de un árbol da inicio al crecimiento de otro nuevo árbol así mismo nosotros al echar fruto estamos dando inicio al crecimiento de otros nuevos árboles, y Dios permita que cada uno de ustedes llegue a ser un gran árbol cargados de frutos para la gloria de Dios. ¿Amén?



Leamos V27: “y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.”. El cómo crece una semilla es uno de los misterios más grandes que hasta ahora no se han descubierto, sólo podemos observar cómo una semilla va creciendo y se va desarrollando hasta ser una planta madura. Pero… ¿qué es lo que realmente ocurre en una semilla cuando se siembra? Leamos Juan 12:24 “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Vemos una palabra bien interesante en este versículo, que es parte vital del proceso por el que una semilla debe pasar antes de convertirse en una nueva planta: ¿lo ven? Una semilla debe “MORIR” antes de transformarse en una planta, parece cruel pero no lo es, porque ese “morir” representa a su vez el inicio de una nueva vida. Jesús simboliza el mejor ejemplo de esto, pues él muriendo en la cruz dio inicio a una nueva vida, la vida eterna que adquiere todo aquél que en Él cree para que no se pierda (Juan 3:16)



Pero ustedes me dirán: Muy interesante el relato de la semilla, pero… ¿qué tiene que ver esto con la palabra de hoy y conmigo? Les digo que tiene que ver ¡y mucho! Pues cuando la Palabra de Dios entra a nuestro corazón, debe ocurrir en nuestra vida un proceso semejante al proceso que ocurre con la semilla. ¿A qué me refiero? Debemos morir ¡Sí! Debemos morir… ¿Y qué tipo de muerte es? Leamos Efesios 4:22-24 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” Esta Palabra habla de un “viejo hombre” y un “nuevo hombre”, es ese viejo hombre el que debe morir, debe dejar de existir para que el nuevo hombre pueda comenzar a existir y manifestarse. ¿Y cómo puedo saber si mi viejo hombre ha muerto? Sencillo herman@... Hazte esta pregunta y respóndete con sinceridad: ¿Ha habido realmente cambios positivos en mi vida después que conocí a Cristo? Si notas que haces las mismas cosas pecaminosas (pensamientos lujuriosos, groserías, ver pornografía, vicios, infidelidad, etc, etc, etc) entonces tu viejo ser esta “vivito y coleando”. Y si ese viejo ser esta vivito entonces es hora de darle muerte con la espada de la Palabra de Dios!

Cuando la semilla de la Palabra de Dios cae en un corazón fértil hace que esa persona “muera” a sus pecados, hace que esa persona ya no quiera hacer más esas cosas indebidas (y que además la Palabra de Dios prohíbe) y tiene necesidad de hacer las cosas que a Dios le agrada. Cuando en nosotros comienzan a haber cambios de forma de vivir, cuando ya no queremos seguir haciendo lo que hacíamos cuando no conocíamos a Dios entonces podemos decir que en nosotros ha muerto (o está muriendo) ese viejo hombre malamañoso y sucio y a su vez un nuevo hombre ha nacido y está creciendo.

Retomando el V27 la palabra dice: “y la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo” Es importante hermanos que comprendamos en esta Palabra algo sumamente importante: nosotros vemos cómo una semilla se transforma en una planta, y podemos profundizar consultando toda la bibliografía que existe acerca de este tema, pero… ¿qué hace crecer a una planta? Este versículo dice: “y crece sin que él (el sembrador) sepa cómo” ¿Sabemos nosotros cómo crece una planta? Nosotros sólo podemos observar ese proceso, pero cómo exactamente se da ese proceso no lo sabemos, pero la Biblia nos dice quién lo sabe... 1Corintios 3:7 “Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.” El que una planta crezca es algo que sólo Dios sabe, nosotros sólo podemos ser observadores de este milagro, pues las plantas simplemente “crecen” (por supuesto tomando la premisa de que la semilla ha caído en buena tierra).

La semilla al morir, de inmediato comienza un proceso muy importante el cual marca un antes y un después: la germinación. La semilla se llena de agua y absorbe gran cantidad de nutrientes del suelo, es decir, se fortalece, se nutre, “se hincha”. Luego de esto sale de ella una membrana llamada radícula, la cual se fija en la tierra y de ella comienza a salir las raíces, éstas con la finalidad de dar soporte a la planta, y paralelamente a esto comienza entonces a formarse lo que será el tallo de la futura planta. Así mismo, cuando un nuevo creyente conoce a Jesús comienza en su vida un proceso de “hinchar” el espíritu y así como la semilla absorbe gran cantidad de nutrientes de la tierra así mismo el que conoce a Jesús comienza a alimentarse (hincharse) de Él, por medio de su palabra, por medio de la oración y por medio de tener una relación personal con él.



Pero un detalle bien interesante lo podemos encontrar en el versículo 28 que dice “Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Vemos en este versículo que toda planta lleva un proceso “ordenado” de crecimiento, primero hierba, luego espiga y después entonces el fruto o grano lleno en la espiga. No salen mangos de la mata de mango si no hay ramas primero, y no puede haber ramas si no hay tallo o tronco, y no puede haber tronco si no germina primero la semilla. Así mismo ocurre con nosotros espiritualmente (e incluso físicamente), cada uno de nosotros tenemos un proceso de crecimiento, pero… ¿qué demuestra que hemos crecido? Cuando ha habido cambios en nosotros. Por ejemplo, cuando vemos un niño y pasando un tiempo lo vemos de nuevo y decimos: “!muchacho que grande estás!” es porque hay un cambio notorio para saber que ya ese niño creció, de la misma forma nosotros los cristianos deberíamos tener ese proceso de crecimiento espiritual, pero ¿cómo podemos saber que hemos crecido espiritualmente? La misma respuesta: si ha habido cambios notorios en nosotros. Si tú dices ser un “cristiano” pero la gente no nota que has “cambiado” desde que empezaste a ir a la iglesia, entonces, lamentablemente no has crecido, porque el que crece deja de ser (viejo hombre) para transformarse en otro ser (o nuevo hombre).

Es posible que en este mismo momento tú sientas que has crecido poquito, que apenas estás echando las “primeras hojitas”, pero quiero decirte que no veas el hecho de que no tienes muchas hojas, sino que chequees si tienes más “hojas” que antes, si es así, entonces espera el tiempo de Dios que prontamente los frutos llegarán, pues siempre y cuando estés en ese proceso de crecimiento, es seguro que llegarás a ser ese hombre o mujer que Dios quiere hacer de ti ¿amén?

Oro a Dios para que en cada uno de nosotros haya un crecimiento espiritual constante, para que haya una transformación de Dios día tras día, pues cada día aprendemos algo que no sabíamos, cada día trae su propio afán y su propia enseñanza. Lo importante no es errar sino que aprendamos que dichos errores son una manera de cómo NO debemos hacer las cosas. Amén.

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