Marcos 1:40-45

1:40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
1:41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
1:42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
1:43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego,
1:44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
1:45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.

Jesús quiere limpiar tu vida


¡Buenos días para todos! Hoy continuaremos con la segunda lectura de la Serie: “Milagros de Jesús”, esta semana les hablaré de un hombre que tenía una enfermedad muy penosa: la lepra. Sin embargo, por su fe pudo llegar hasta donde se encontraba Jesús y pudo ser sano.

La lepra es una palabra griega que se usa para denotar afecciones graves de la piel, lo que ocurre es una degeneración continua de la piel, la carne queda expuesta viva y pasado unos años los músculos se empiezan a descomponer, la enfermedad se “COME” el cuerpo, literalmente la persona se descompone en vida y por si fuera poco a los enfermos se le caen los pedazos de carne y ¡no sienten dolor alguno!. Un dato negativo y curioso es que la lepra tiene un período de incubación entre 3 a 7 años, lo cual si una persona se contagia, se entera es a los 3 años como mínimo que tiene algo extraño en la piel, pero un dato positivo y también curioso es que la lepra a contrario de lo que se cree es de difícil contagio (para contagiarse habría que vivir y compartir muchas cosas con la persona infectada). Hay básicamente 2 tipos de lepra: la lepromatosa la cual tiene las afecciones más intensas y deforman las manos y los pies y la tuberculoide la cual afecta más que todo a la superficie de la piel pero con tratamiento a tiempo puede ser controlada y en algunos pocos casos eliminada, por eso los leprosos debían vivir fuera de los poblados hasta que fuesen curados (aunque la mayoría de ellos morían allí). Vivían apartados no para ser humillados sino para no contagiar a sus familiares y vecinos. Era además considerada por todos como un castigo de Dios a causa de algún pecado oculto; por este motivo la religión judía declaraba impuros a los leprosos, y por nada del mundo se acercaban a ellos ni mucho menos los tocaban. En la actualidad la lepra es una enfermedad que afecta a varios millones de personas en el mundo y así como en los tiempos de Jesús hay leprosarios o centros de leprosos y siguen siendo muy mal vistos por la sociedad, por lo que esta enfermedad no está erradicada como muchos creen.

Esta enfermedad en realidad es muchísimo más antigua, ya en los tiempos de Moisés existía (aproximadamente en el año 1250 A.C) y en la Biblia en el libro de Levítico se dedican dos capítulos enteros (13 y 14) al tratamiento de esta enfermedad. La ley daba una serie de normas para el comportamiento del leproso, de manera de evitar el contagio con los demás. Se prescribía que debía ir vestido de cierta manera y debía ir anunciando a su paso: “¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!” podemos ver entonces que la lepra afectaba a muchas personas y Dios estableció a través de Moisés una serie de normas a seguir en caso de presentarse esta enfermedad.

Ya habiendo visto como es la lepra ahora pensemos un poco cuál sería la condición del hombre que decide acercarse a Jesús. La gran mayoría de nosotros por ejemplo sabemos lo que es una cortada en un dedo con un cuchillo o navaja ¿verdad?, cuando nos ha ocurrido esto hemos tenido muchas limitaciones para hacer las cosas que habitualmente hacemos, y seguramente en muchas ocasiones hemos tenido malos pensamientos y quejas a causa de esa cortada, pero la lepra es una enfermedad que va mucho más allá de una simple cortada con un cuchillo, y si con una pequeña cortada han salido malos pensamientos, cuántos mas pensamientos y quejas habían en el corazón de este hombre, que si vemos bien, una cortada se cura en pocos días ¡pero la lepra no se cura sino que cada vez empeora más! Pero pensando un poco en este hombre, en su condición miserable y sin solución aparente estaría sumergido en continuas depresiones, habrían días en los que se despertaba diciendo ¡Dios por qué no me matas de una vez, ya no quiero verme más así!

Ahora hermanos quiero invitarlos a que reflexionemos en lo siguiente: ciertamente el 99,99% de los que están leyendo este mensaje no tienen lepra ¡gracias a Dios!, pero si chequeamos nuestro corazón, si revisamos SINCERAMENTE nuestro ser, les puedo decir con toda certeza que en algunas áreas de nuestra vida tenemos los mismos síntomas de esta terrible enfermedad. Posiblemente en tu caso personal tengas pésimos recuerdos de tu pasado (relación de pareja, padres violentos, niñez con conflictos familiares, celos, envidias, etc), tal vez tengas hacia alguien un rencor u odio por algo malo que te hizo que no has podido superar, puede ser que actualmente estés pasando por problemas muy graves los cuales simplemente te ahogan y te quitan todo deseo de vivir y salir adelante. Si es así entonces espiritualmente hay lepra, pues ese odio, rencor, resentimiento, malos recuerdos, se “COMEN” literalmente nuestro espíritu, y nos hace vivir ocultándonos, pues así como los leprosos se tapaban el cuerpo para no ser vistos por los demás, así mismo nosotros tratamos de tapar y ocultar esas cosas que no se nos curan y que causan tanto daño. Como conclusión podemos decir que el pecado es la lepra espiritual y al igual que la lepra en la carne, el pecado en el espíritu nos hace ver sencillamente… ¡repugnantes!

Leamos V40 “Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.” Jesús venía de Galilea predicando y haciendo muchas maravillas, repentinamente de entre la multitud aparece un hombre cubierto, mal oliente, ¡tenia lepra! Pero este hombre tenía fe (a diferencia del paralítico que vimos en la lectura pasada que no tenía). Dice la palabra que este hombre fue ante Jesús “rogándole; e hincada la rodilla”, esta actitud demuestra total rendición del leproso delante de la presencia de nuestro Señor Jesús. Esto nos enseña cuál debe ser la actitud que debemos tener cuando nos dirigimos a Jesús, una actitud de humildad, disposición de escuchar lo que El nos va a decir, disposición de hacer lo que El nos va a pedir. El leproso al acercarse hincado de rodillas le dice: “Si quieres, puedes limpiarme”. El leproso no dijo en forma imperativa “Límpiame”, él dijo “si quieres, puedes limpiarme”, ese “Si quieres” lo dice porque él sabía que sólo en Jesús estaba la solución a su problema, pero tenía claro que sería sano sólo si Jesús quería sanarlo. Viendo esto háganse la siguiente pregunta: ¿Será que Jesús quiere sanar y limpiarme de todas mis heridas, rencores, malos pensamientos que he tenido durante tanto tiempo? Pues te digo que si te acercas a Él con humildad y con fe de que te sanará ¡así será! De hecho es una promesa que Dios nos hace en 1Jn 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” En realidad no se trata de que si Jesús quiere sanarte, se trata de que tú con fe te acerques a Él, le pidas y dejes que Él sea quien solucione tu problema. No importa cuán grande sea tu problema, no importa si has estado viviendo durante años con esa lepra que te está haciendo caer en pedazos, ni importa si en tu pasado te mantuviste alejado de Dios, lo que realmente importa es que te acerques a Jesús ahora mismo, tal y como estás, porque Él quiere sanarte y sobretodo hacerte vivir una nueva vida, una vida de alegrías, de rectificar errores, de arreglar las cosas. ¿Amén?

Leamos V41 “Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.” La lepra tenía a este hombre en una condición muy miserable, pero esa miseria ligada a la fe de su corazón hizo que Jesús tuviese misericordia por él, repite dentro de ti “Mi miseria muere por Su misericordia”. ¡Amén! Esa misericordia es movida por la fe, ¿Qué es la fe? Hebreos 11:1 dice: “Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Tener fe es creer en lo que aún no ha ocurrido, pero con la seguridad absoluta que va ocurrir y que además es anhelado. Este hombre seguramente oyó hablar de Jesús y sus milagros y tuvo fe en que sería sano por Él, eso le permitió esperar y al pasar Jesús de inmediato corrió hacia Él y fue sano al instante. Pero antes de sanarlo Jesús hizo algo realmente especial, ¿saben que hizo? Extendió su mano para tocarlo, nadie en meses tal vez años había tocado a este hombre, más bien era rechazado por los judíos para no contaminarse por él, pero Jesús al igual que en otras ocasiones antes de sanar primero quiso establecer una relación de confianza, a este hombre aparte de su necesidad de sanidad le hacía falta una muestra de afecto, necesitaba que alguien lo abrazara, que alguien se acercara a Él y no le tuviera asco. Imagino que cuando este hombre sintió la mano de Jesús sobre él comenzaría a llorar porque en ese momento el amor de Jesús estaba invadiendo su vida, estaba siendo sanado interiormente, y mientras lo tocaba le dijo: “SÉ LIMPIO”.

¿A cuántos de nosotros a veces nos ha hecho y nos hace falta que alguien nos abrace y nos haga sentir que nos comprende, pero más bien nos sentimos solos y hasta rechazados por todos? Pero no estás solo, allí está Jesús con su mano extendida esperando que simplemente vayas a Él y le pidas con fe. Sólo Él puede sanar toda esa lepra espiritual que tenemos, y además está esperándote porque lo primero que Él quiere hacer en tu vida es sanarte y darte lo que nada ni nadie ha hecho.

Leamos V42 “Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.” Cuando Jesús dijo “Sé limpio” la lepra se fue de inmediato, ante la Palabra de Jesús este hombre quedó completamente restaurado. Con este hecho podemos ver que la Palabra de Dios tiene poder por sobre cualquier enfermedad, la Palabra de Dios es más grande que cualquier tormenta, cuando Jesús habla la creación calla, si Jesús le dice a tu odio, rencor, tristeza, depresión “¡fuera de aquí!” tienen que salir e inmediatamente llegan la felicidad, las ganas de seguir viviendo; si Jesús le dice a tu herida del pasado “ya basta, cicatriza” tiene que cerrarse y tu experimentarás amor y podrás perdonar y superar lo ocurrido, si Jesús le dice a la tempestad que estás pasando en este preciso momento “calla, enmudece” esa tempestad tiene que desaparecer y llegar una inmensa paz a tu corazón, sólo tienes que tener fe de que Jesús dirá esas cosas en tu vida. ¡Amén!

Luego de sanarlo Jesús pide al leproso dos cosas, leamos V43, 44 “Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.”

Primero le dice que no le diga a nadie nada de lo ocurrido. ¿Por qué Jesús le dice al leproso que no divulgue nada de lo ocurrido? Jesús estaba iniciando su ministerio de hacer milagros como éste y en realidad quería hacer muchísimos más. Pero motivado a los líderes religiosos de la época que querían meterlo preso y matarlo Jesús quería un poco de discreción para así poder continuar haciendo maravillas entre el pueblo sin tener que estar en conflicto con estas personas.

Segundo le dice que vaya al sacerdote para dar testimonio de la purificación de la lepra. Como lo mencione al principio la Biblia dedica dos capítulos del libro de Levítico para la ley que había en cuanto a los enfermos por lepra. Y era necesario que este hombre fuese al templo y se mostrara limpio al sacerdote para dar testimonio de que había sido limpio. Con esta petición podemos aprender que Jesús pide al que tenía lepra que hiciese lo que estaba establecido en la ley dada por Dios a Moisés, Él no vino a incumplir la ley sino para enseñar cómo debemos cumplirla. De hecho Jesús mismo dice en Mateo 5:17 “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” Y es a través de la Biblia la Palabra de Dios, que podemos hoy en día saber cómo cumplir la ley y Jesús es el mejor ejemplo que nosotros como cristianos podemos recibir.

¿Qué hizo el ex – leproso? Leamos V45 “Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.” Este hombre luego de ser sanado de su lepra olvidó la petición de Jesús de no decirlo a nadie, sino más bien abrió una cuenta de facebook y una cuenta de twitter “@el_ex_leproso” y comenzó a divulgar por allí todas las novedades que Jesús estaba haciendo, tanta fue su alegría por su sanidad que quiso que todo el mundo se enterara, porque quería que todos los que estaban enfermos como él lo estuvo, fueran sanos por Jesús. Al hacerse público los líderes religiosos comenzaron a perseguir a Jesús y ya no podía entrar libremente a la ciudad, sin embargo, dice la Palabra que Jesús aunque no entraba a la ciudad, la gente venía a Él de todas partes y su obra de sanación y predicación nunca se detuvo.

Esta alegría también puedes experimentarla en tu propia vida si solamente decides acercarte a Jesús como lo hizo este hombre y poner en sus manos todas tus enfermedades. Ten por seguro que cualquiera que sea tu enfermedad, dolencia o preocupación Jesús está muy interesado en quitártela y limpiarte. Pero a diferencia del leproso Jesús te pediría que lo cuentes a todo el mundo a través de los medios que puedas y que tu vida misma sea testimonio de lo que Jesús puede hacer en cada una de nuestras vidas. ¡Amén!

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